Cuadragésimo día de cuarentena.
Bares. No me he equivocado. Sé que hoy tocaría hablar de libros, pero no quiero
agobiarles, porque me imagino que todo el mundo está hoy entregado a los libros.
Aunque lo mejor que podemos hacer para festejar este día es leer, darnos una
ración doble de lectura y así habremos hecho más por los escritores, los libros
y las librerías, que por todo lo que hoy se va a decir y comentar. Día del
Libro, una copa de vino a mano y buena lectura; nada mejor para evadirnos por
un rato del coronavirus.
Como no voy a hablar de libros,
lo voy a hacer de bares. Además, en los últimos años, en la simbiosis de libro
y bar está la supervivencia de muchas librerías. Qué haríamos los españoles sin
un bar a la vuelta de la esquina. Sin esas cañas y el pincho de tortilla, que
ahora nos parece algo de otra vida, lejano en el tiempo.
“Bares, qué lugares/tan gratos
para conversar”, cantaban en los años ochenta Gabinete Caligari, cuando
parecía imposible que nuestra vida pudiera existir sin los bares, como templos
de nuestra vida social, y para algunos religiosa. ¿Parece extraño verdad? Pero
la vida, que nunca, jamás, es previsible, nos ha llevado por un vericueto impensable.
Nosotros, que somos muy de calle,
muy de encontrarnos fuera, hemos convertido el bar en la prolongación del salón
de nuestra casa. Los nórdicos beben hasta el agotamiento reunidos en casa, los
españoles bebemos con bastante más moderación, porque para nosotros el bar no
es un sitio para emborracharse, en todo caso achisparse un poquito, sino pare
encontrarnos, reconocernos y dar rienda suelta a nuestros sentimientos, ya sean
amorosos o futboleros.
En los bares soñamos, proyectamos
negocios, escribimos poemas, nos miramos a los ojos hasta emocionarnos, leemos,
reímos y lloramos. Todo esto, cuando no estamos arreglando el mundo, que es
otra de nuestras especialidades, que convierte al bar en un inmenso ágora que
se extiende por todo el país, mientras vuelan las cañas, las tapas, los cafés o
los vinos.
Dicen que el mundo va a cambiar después
del coronavirus. Ya veremos hasta donde.
Pero los bares seguirán ahí, no hay otra opción posible, si queremos no
perder nuestra identidad con tanto cambio.
Ahora estamos todos pendientes de cuando se acaba el confinamiento. ¿Y qué es
lo primero que se nos viene a la cabeza? CUÁNDO SE VAN A ABRIR LOS BARES. No
nos mintamos, porque esa es una de nuestras grandes preocupaciones.
No puedo terminar sin acordarme
de los dueños de los bares de nuestro barrio, los que trabajan horas y horas
detrás de la barra, para hacernos la vida más feliz, que ahora lo están pasando
mal. Nadie habla de ellos, siendo los pequeños negocios más importantes que hay
en nuestro país. Deberíamos ser conscientes de su situación y apoyarles en lo
que podamos. Ya se están poniendo en marcha iniciativas que tratan de aligerar
los costes de apertura después de tanto tiempo con el negocio cerrado.
Estaremos a su lado.
Nos vemos a las ocho, aunque los
bares estén cerrados.
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