jueves, 30 de abril de 2020

Cuadragésimo séptimo día de cuarentena. Prisas


Cuadragésimo séptimo día de cuarentena. Prisas. El refranero español está plagado de sentencias sobre las prisas: el que corre mucho, pronto para; cosa hecha de prisa, cosa de risa; la prisa y el necio se topan frecuentemente, etc. Incluso, es posible que la psicología tenga algún nombre asignado para quienes hacen un buen trabajo y al final lo estropean por acabarlo rápido. Hay nombres para todo.
Ahora parece que nos han entrado las prisas por desconfinarnos. No es de extrañar después de tantos días. Pero no podemos dejar que la urgencia nos haga olvidar qué es lo importante. Y lo importante es que seamos conscientes de que la pandemia no se ha acabado, que estamos transitando por el filo de una navaja y no merece la pena que nos cortemos y tengamos que volver a vendar la herida otra temporada.
Las prisas suelen ser malas consejeras y por muchas ganas que tengamos de salir de casa y normalizar nuestra vida, no debemos caer en la tentación, porque entonces nos olvidaremos de que todavía mueren cientos de personas diariamente; que llevamos casi 25.000 muertos; que hay muchos enfermos en las UCIs luchando por salir adelante; que los sanitarios y mucha gente sigue arriesgando su salud para que nos curemos y todo funcione bien; que la economía está en caída libre y no por querer recuperarla rápido va a salir antes del bache. En fin, que queda  mucho por hacer y no podemos tirar por la borda, porque ahora nos hayan entrado las prisas, todo el esfuerzo individual y colectivo que estamos haciendo.
La sociedad española conforma una gran nación, que a lo largo de la historia ha cometido muchos errores, pero también ha tenido muchos aciertos. Ahora estamos en un momento histórico que podemos convertirlo en error o acierto. Yo apuesto por el acierto, por aplicar el sentido común y la sensatez; no es momento de creer que el que más riesgos asume, tendrá un éxito más grande. Ahora no,  porque estamos hablando de la salud y esta no se puede dejar al albur de la suerte, a ver si en vez de muerte tenemos susto.   
Es cierto que nos preocupa la economía, a todos sin excepción, pero tratar de reactivarla sin juicio nos puede abocar a una recesión brutal, sino hemos salido con éxito de esta epidemia y no estamos preparados para las que pudieran venir.
Las virtudes cardinales que recoge el Catecismo católico nos hablan de prudencia, justicia, fortaleza y templanza. No sé quién se inventó esto, que no dejan de ser virtudes universales, pero lo cuadró, porque es justo lo que necesitamos ahora: Prudencia, para evitar las prisas, que nos pueden jugar una mala pasada; Justicia, para que no paguen siempre los  mismos la factura de la recuperación y seamos capaces de organizar un  mundo más ecuánime; Fortaleza, porque vamos a necesitar mucha para salir de esta, como ya lo estamos demostrado; Templanza, para que las urgencias no nos cieguen la sabiduría.  
Ya saben, seamos sensatos y dejemos que el desconfinamiento se haga poco a poco, para que podamos vivir una nueva normalidad, que esperemos sea mejor que la anterior.
Nos vemos a las ocho. 

miércoles, 29 de abril de 2020

Cuadragésimo sexto día de cuarentena. Inconcreción


Cuadragésimo sexto día de cuarentena. Inconcreción. La escalada de propaganda goebbeliana sigue su curso imparable. Tanto, que hasta medios de comunicación serios y poco dados al amarillismo mediático, acaban sucumbiendo al envite torero, que desde todos los ámbitos de la derecha y del entrenador que llevamos dentro, está lanzando derrotes a diestro y siniestro sin descanso desde hace tiempo. Ahora le toca a la falta de concreción del gobierno en el plan de desescalada. Si ya el gobierno va sin rumbo desde el inicio de la pandemia, no podía ser que ahora, iniciaran la desescalada con mejor pie. Estaba claro lo que se avecinaba y lo que está por venir, cuando de lo que se trata no es de acabar con el confinamiento, sino de derribar al gobierno. (Ya hemos hablado de esto varias veces)
Incluso algún tertuliano ha dicho esta mañana en la radio, que hay una falta de dirección absoluta en la gestión de la crisis; que el coronavirus se está frenando gracias a que nos hemos encerrado en casa. Ojo. Nadie nos ha mandado que nos encerremos, lo hemos hecho nosotros por responsabilidad social. No ha habido nadie que haya planificado, ordenado, prohibido, organizado y diseñado el plan que está torciendo la curva de la pandemia. Los españoles, con un innegable espíritu de anarquistas responsables, lo hemos hecho sin que nadie nos haya tenido que dirigir.
Como no podía ser de otra manera, el plan de desescalada está falto de concreción. No tiene calendario, no tiene fases, no tiene instrucciones, no tiene ni cómo ni cuándo ni quién, para ir recuperando la normalidad. Es un batiburrillo de ocurrencias, que no nos conducen a ninguna parte. Pero yo, que no soy experto en nada, si veo un calendario que me permite saber cuáles van a ser los pasos que nos lleven a la normalidad. Quizá es porque ni soy político con intereses que van mucho más allá de la pandemia, como salvar patrias; o que como no soy experto no me dedico a poner en cuestión permanente lo que hace el comité de expertos que asesora al gobierno, porque si lo fuera por supuesto, que yo lo haría mejor.
Tampoco tengo intereses económicos, legítimos, por su puesto, hasta que son antepuestos a la salud de las personas. Debe ser que eso de tratar de guardar el equilibrio entre salud y economía, no casa con el capitalismo cuando la salud estropea el beneficio.
Yo entiendo que es difícil ser un salvapatrias con alma de torero y estar en la barrera, o no ser escuchado cuando tus conocimientos de experto tienen la solución al mal que nos aqueja. Pero si fuéramos un poco menos taurinos (no lo digo en sentido peyorativo) y más humildes, a lo mejor el camino se despejaba y las críticas serían más creíbles. Porque errores, fallos y poca mano izquierda, está habiendo en la gestión del gobierno (habrá que hablar de ellos algún día), no podría ser de otra manera, pero miedo me da esta crisis si hubiera estado gestionada por la derecha, a tenor de lo que ya vimos en la anterior.
No hay falta de dirección, a pesar de que algunas cosas se pueden hacer mejor, ni falta de concreción en las medidas; si hemos llegado hasta aquí con una luz al final del túnel, es porque alguien ha llevado las riendas de todo el proceso. Ahora toca ir recuperando, poco a poco, la vida normal, y para ello también hay un plan de desescalada. Otra cosa, es que para algunos ahí es donde está su  Talón de Aquiles, en que al final todo llegue a buen puerto; o que la desescalada sea demasiado lenta para sus negocios; o que estemos hartos de no poder salir de casa; incluso habrá quien piense que estamos yendo demasiado deprisa. El equilibrio está en no contentar a ninguno y dar gusto a todos, aunque sea solo un poquito. Porque no quiero ni pensar, si hubiera un rebrote, lo que dirían muchos de los que están al acecho de poder exclamar: ¡¡Lo ven, si ya lo decíamos nosotros!!
Nos vemos a las ocho. Hoy también por que la sanidad pública se blinde en la Constitución.

martes, 28 de abril de 2020

Cuadragésimo quinto día de cuarentena. La caza


Cuadragésimo quinto día de cuarentena. La caza. Desde que el gobierno decretó el estado de alarma, más conocido por cuarentena, la derecha extrema y no tan extrema abrieron la veda contra cualquiera que se pusiera a tiro fácil para derribarlo. Es así de simple. No tratan de hacer crítica política, no. A lo que estamos asistiendo es a un asedio planificado con un único fin: socavar el apoyo social que tenga el gobierno para alcanzar el objetivo final, que no es otro que conseguir unas elecciones, a ver si suena la flauta y pueden volver al poder que por cuna ideológica les pertenece. No es una broma lo que les estoy diciendo. Cuando Carlos Fabra, ¿se acuerdan de él?, llegó a la presidencia de la Diputación de Castellón, dijo una frase memorable, que resume el pensamiento de la derecha en España: “Por fin la Diputación de Castellón vuelve a las manos de las que nunca debió salir” (más o menos). No es de extrañar, entonces, que cada vez que gobierna la izquierda se enfurezcan tanto, hasta convertir el país en un infierno donde es imposible respirar. Ya lo hizo Aznar cuando aspiraba a ser presidente áulico del gobierno, y lo volvió a hacer Rajoy, plagando el país de mentiras, y ahora lo hace Casado, alumno aplicado de sus dos anteriores predecesores, pero esta vez, mucho más bestia, porque le tiene que comer el espacio de la grosería política a la extrema derecha de Abascal. Para todos ellos, dotados de la grandeza de los Grandes de España y del excelentísimo caudillo Francisco Franco,  la izquierda es una advenediza del poder, al que  nunca deberían llegar. Como esos novios de chicas bien, que por pertenecer a la chusma del arroyo social, nunca son bien recibidos y siempre rechazados.   
De ahí que la veda de caza se haya abierto. ¿Cómo? Mediante el desprestigio en las redes sociales y medios de comunicación afines, que manejan muy bien a base de dinero, lanzando bulos, atentando contra la honestidad de sus víctimas y agitando el fantasma de la ruina nacional, como ya hizo Franco y sus huestes fascistas, para justificar el golpe de estado de 1936, que acabó sumiendo a la sociedad española en una etapa de oscuridad como hacía siglos que no se vivía.
Fernando Simón es el tentetieso que se lleva todos los golpes. No importa su valía profesional y académica (debe ser porque no la obtuvo en la Universidad Rey Juan Carlos o en un master de Harvard en Aravaca). Después viene el ministro de Sanidad Salvador Illa; a este si le cuentan su trayectoria académica: es filósofo, dicen, un negado para dirigir un problema sanitario. Con Illa han lanzado la artillería más pesada a través de testaferros sindicales, jamás preocupados por la salud y la seguridad de los trabajadores, ahora interponiendo demandas contra el ministro por no atender a los riesgos laborales de los sanitarios. ( A lo mejor mañana hablamos de esto).
Hay muchos más, incluso un general de la Guardia Civil, al que han montado un Auto de Fe, por unas declaraciones tontas, que solo trataban de poner coto a la sarta de mentiras que están lanzando constantemente a los medios y redes sociales. No voy a hablar de las burradas que se han dicho contra Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Irene Montero, Fernando Marlasca, etc., etc., etc. El catálogo de especies cinegéticas no tiene fin.
Mientras, la ínclita presidenta de la Comunidad de Madrid, especie protegida, tiene las santas narices de abandonar una reunión entre los presidentes de las comunidades autónomas y el gobierno, para irse a misa. Y yo me pregunto: ¿ A qué misa, si están prohibidas? ¿No hay nadie en su partido que sienta vergüenza ajena? 
Nos vemos a las ocho.

lunes, 27 de abril de 2020

Cuadragésimo cuarto día de cuarentena. Padres


Cuadragésimo cuarto día de cuarentena. Padres. No quiero que nadie se enfade con este comentario, por eso los papis y mamis que ayer cumplieron con su deber cívico de respetar las normas de distanciamiento cuando sacaron a sus hijos a la calle, que no se den por aludidos. Pero los otros, los de las fotos e imágenes en televisión, charlando animadamente con otros padres, dejando que sus hijos jueguen al fútbol, apiñándose en los paseos y parques, saliendo toda la familia al igual que si fuese un espléndido día de domingo a dar una vuelta, haciendo el capullo como si no hubiéramos pasado ya cuarenta y tres días con sus noches encerrados en casa, sois un grano en el culo (con perdón) para esta sociedad, que tantos esfuerzos está haciendo para acabar, en la medida de lo posible, con esta pandemia de consecuencias, todavía inciertas.
Parece que no os queréis enterar de lo que pasa, quizá porque pensáis que el confinamiento es un exceso autoritario de los gobiernos del mundo; o que sois unos descerebrados abonados a las múltiples teorías de la conspiración que circulan por las redes sociales y la literatura barata. Aunque quizá no sea nada de eso, simplemente es que sois una panda de egoístas, incapaces de ver más allá del ombligo, con la mente abotargada por todo aquello que no sea vuestro único y exclusivo interés momentáneo, porque el comportamiento que habéis tenido ayer no puede dar tanto de sí como para mirar el futuro.
Os importa una mierda los 23.000 muertos, los 114.000 hospitalizados, el ingente esfuerzo económico y social que estamos haciendo la gran mayoría de españoles e instituciones para que el país no se vaya al garete. Os pasáis por el arco del triunfo a los sanitarios, las fuerzas de seguridad, los barrenderos,  los empleados de supermercados, los científicos y cualquiera que estos días esté poniendo en riesgo su salud para que esto se solucione de la mejor manera posible. Incluso, resulta ofensivo que despreciéis la disciplina de millones de españoles que sí cumplen las directrices gubernamentales, les guste o no. Gracias a los cuales y a los de todo el mundo se ha podido evitar la muerte de casi ocho millones de personas, según un estudio del proyecto internacional Covid Compass.   
Lo que parece es que hay sujetos, entre los que os encontráis, que solo entienden un idioma, en este caso el de la multa de 1.500 €, que es lo único que puede frenar vuestra insensatez. Luego pontificaréis contra el gobierno y contra todo lo que no se ajuste a vuestro criterio insolidario. Lo mejor que podríais  hacer es quedaros en casa y no poner en riesgo la esperanza de poder empezar a normalizar nuestra vida privada y social. Aunque al final los paganos de vuestra estupidez serían vuestros hijos.
Nos vemos a la ocho a pesar de todo.

domingo, 26 de abril de 2020

Cuadragésimo tercer día de cuarentena. Infantes


Cuadragésimo tercer día de cuarentena. Infantes. Niños y niñas, sois la leche. Los adultos por esta manía que tenemos de idiotización de la infancia, nos pensamos que sois lelos incapaces de comprender todo aquello que se sale de los parámetros que nosotros, los mayores, hemos decidido que debe moverse vuestro mundo. Flaco favor os hacemos con tanta protección a cambio de convertiros en pequeños Teletubbies, aunque estéis en quinto de primaria.
Nos habéis dado una lección, porque con el confinamiento del coronavirus habéis demostrado que sois más diciplinados que nosotros, que entendéis la situación mucho mejor que los mayores y que, además, tenéis un grado de madurez, que para vuestra edad debe ser la apropiada, a pesar de que los adultos no nos demos cuenta. ¿Sabéis por qué? Por que todos nosotros hemos perdido la memoria emocional de cuando éramos pequeños, y somos incapaces de empatizar con vuestros sentimientos y vuestra manera de ver las cosas.
Pensábamos, porque los mayores somos como el maestro Ciruela, que no sabía leer y montó una escuela, que ibais a convertiros en pequeños monstruos insoportables conforme pasaban los días de confinamiento, y nos habéis demostrado, con vuestra capacidad de adaptación a la situación, que no es así. Además, como decía una niña, ahora todos los días son fin de semana, porque podemos estar con nuestros padres y desayunar como si fuera sábado. Esta es otra cosa que los mayores hemos descuidado hacia vosotros: vivimos tan ocupados con nuestra vida de prisas y ocupaciones varias, que no nos paramos a pensar si os estamos haciendo felices, con tanta ausencia y cansancio al llegar a casa.   
La otra lección, nos la habéis dado hoy, primer día de salida, para vosotros, del confinamiento. Otra vez nos ha salido el maestro Ciruela de dentro, y no hemos parado de pontificar, yo el primero, que la salida a la calle, tal como se ha autorizado, iba a ser un caos de niños y niñas queriendo ir al parque a jugar como antes. Y nos hemos vuelto a equivocar con vosotros. Yo que tengo un perrillo, esta mañana cuando lo he sacado a pasear, os he visto disciplinados, con la lección bien aprendida; corriendo, saltando,  en vuestros patinetes, bicicletas, motos sin pedales, carritos de muñeca… todo sin una queja, contentos y dando alegría a unas calles que ya estaban pareciendo demasiado aburridas.
Aunque no lo sepáis nos estáis haciendo un favor, porque gracias a vosotros los papis y mamis podemos salir a la calle también. Y sin no vivís muy lejos de los abuelos, les haréis muy felices yendo a verles al balcón de su casa.
Me gustaría, que después de esta pandemia que nos está enseñando tantas cosas, empezáramos a trataros como personas, pequeñas, pero personas que pensáis, tenéis opinión y capacidad de respuesta ante todo cuando se os explican las cosas. Querer mucho a vuestros padres y madres, respetarlos, pero también hacerles ver, que sois más listos de lo que creen.
Nos vemos a las ocho aplaudiendo por la sanidad y por vosotros.

sábado, 25 de abril de 2020

Cuadragésimo segundo día de cuarentena. Sanidad


Cuadragésimo segundo día de cuarentena. Sanidad. La pandemia nos está haciendo redescubrir la sanidad pública como un tesoro que hay que pulir y abrillantar. No solo por que la pagamos todos con los impuestos, y eso ya es suficiente para reclamar que sea de calidad y universal, sino porque un buen sistema sanitario público es la mejor garantía de una buena salud pública.
El coronavirus nos ha mostrado, con bastante crudeza, por cierto, que no haber protegido y desarrollado la sanidad pública durante años de recortes y favorecimiento de la sanidad privada, nos ha convertido en una sociedad vulnerable a cualquier amenaza vírica o de cualquier otro orden que atente contra nuestra salud como sociedad.
Sigo pensando que los países que tienen un sistema sanitario público más potente han gestionado mejor el contagio masivo del virus, que los que lo tienen debilitado. Y el español, ya me sabe mal decirlo, porque no soy de los que piensan que en España lo hacemos todo mal, se ha tenido que enfrentar a esta pandemia con la guardia bajada. Solo el esfuerzo profesional del personal sanitario ha conseguido que esto no se descontrolara sin remedio. Su esfuerzo y el de una sociedad entera que ha tenido que confinarse como única respuesta del Estado al virus.
Las carencias del sistema sanitario en España, que vienen de lejos, como ya hemos hablado en otro momento, nos han obligado al confinamiento más duro de todos los países de nuestro entorno, y a pesar de ello, no hemos conseguido impedir que seamos el país con más sanitarios infectados, uno de los países del mundo con más contagiados y más muertos. Esto debería hacernos pensar. Las cosas no pasan nunca por que sí, y si bien hay muchos factores que analizar, el más importante es que tengamos una sanidad pública potente y bien dotada de medios.
El Estado, y digo bien: el Estado, porque esto no es un problema de un gobierno o un Partido, sino de todos, no puede confiar la lucha contra el virus confinando a la población y paralizando la economía hasta que lo digan los expertos. Eso lo único que muestra es una absoluta incapacidad política para resolver el problema y las carencias de  nuestro sistema sanitario y productivo.
La única posibilidad de que no volvamos a vernos en cuarentena, con un confinamiento tan exigente y por tanto tiempo, es que ese Estado se tome en serio el sistema sanitario; qué exijamos que la inversión del Estado en él sea una prioridad, y si hay que duplicar el porcentaje sobre el PIB, se duplica. Porque necesitamos más sanitarios, mejores medidas de protección, más camas, más hospitales, más centros de salud, más educación preventiva, más seguridad de que cuando enfermamos no se nos meta en una lista de espera y más voluntad política para que esto no se vuelva a producir.
Si no nos tomamos en serio la sanidad pública, nos volverá a suceder lo mismo y acabaremos confinados en casa cuando llegue el próximo virus, o en el mejor de los casos engrosando una lista de espera, y esto ni nos lo merecemos ni lo queremos.
A las ocho nos vemos aplaudiendo por los sanitarios y por un sistema sanitario público, eficiente y de calidad.

viernes, 24 de abril de 2020

Cuadragésimo primer día de cuarentena. Indignada


Cuadragésimo primer día de cuarentena. Indignada. Está muy indignada la derecha porque el gobierno, según ella, está tratando de coartar la libertad de expresión, incluso utiliza a la Guardia Civil para callarnos la boca. Se siente amenazada porque el Ministerio del Interior se ha propuesto acabar con los bulos, tan del gusto de ella para crear un estado de animadversión popular contra ese gobierno pérfido, que todo lo hace mal. Dice que el gobierno hace uso de los cuerpos de seguridad para impedir que se le critique; lo que no dice es que la mayoría de los bulos de los que ella se hace eco son para desprestigiar al gobierno falsamente. El último, la utilización de Casado de un informe que no existe, que declara al gobierno el peor gestor de la crisis del mundo mundial; o la pretendida estadística de un fantasma instituto denominado INEA, que también califica de catastrófica la gestión del gobierno.
Está muy indignada la derecha, con su Abascal diciendo barbaridades y su Cayetana compitiendo con él. Está tan indignada que se ha olvidado de la Ley Mordaza. Sí, aquella que se sacó el cristianísimo Fernández Díaz de la manga, para poder encarcelar a todo el que criticara en demasía al gobierno de Rajoy y su empobrecimiento de la sociedad española. Aquello no les indignó. Por eso, mientras metían en la cárcel a titiriteros, sindicalistas, raperos, twitteros y demás fauna detestable que a la derecha no le gustaba, ella se emocionaba poniendo cruces, al mérito de algo, a vírgenes.
No es la primera vez que se indigna. Ya lo hicieron hace unos años cuando empezaba a arreciar el conocimiento de la corrupción y se volvieron arriba con declaraciones que solo puede hacer quien piensa que el Estado es parte de su patrimonio. A Luis XIV de Francia se le atribuye la frase: “El Estado soy yo”, pronunciada ante el Parlamento francés, para dejar bien claro quién mandaba en el país vecino. En la calle Génova se proclama: “el Estado es mío y puedo hacer lo que quiera con él”. A lo mejor es por eso por lo que la derecha está indignada, porque no pueden hacer de su capa un sayo en esta pandemia, como ya lo hicieron en la crisis del 2008, con Ley Mordaza incluida.  
La verdad es que no es la primera vez que se siente perseguida, viene de lejos: “Es evidente que el gobierno persigue al PP”,  dijo Mariano Rajoy en agosto 2009, cuando la corrupción de su Partido empieza a ser de dominio público. Qué decir de María Dolores de Cospedal que se quedó tan oreada después de declarar en las mismas fechas que su jefe: “Es la primera vez que el gobierno utiliza la Fiscalía, no para debilitar a ETA, sino a la oposición”. ¡¡Chapeau!! No me extraña que lleve indignada desde 2009.
Siempre que ella no está en el gobierno manejando el poder a su placer, tiene que estar indignada, porque no se le puede perseguir antes por la corrupción y ahora por no dejarla lanzar bulos y falsas noticias. Ese no es el país que a ella le gusta.
Bueno, nos vemos a las ocho.

jueves, 23 de abril de 2020

Cuadragésimo día de cuarentena. Bares


Cuadragésimo día de cuarentena. Bares. No me he equivocado. Sé que hoy tocaría hablar de libros, pero no quiero agobiarles, porque me imagino que todo el mundo está hoy entregado a los libros. Aunque lo mejor que podemos hacer para festejar este día es leer, darnos una ración doble de lectura y así habremos hecho más por los escritores, los libros y las librerías, que por todo lo que hoy se va a decir y comentar. Día del Libro, una copa de vino a mano y buena lectura; nada mejor para evadirnos por un rato del coronavirus.
Como no voy a hablar de libros, lo voy a hacer de bares. Además, en los últimos años, en la simbiosis de libro y bar está la supervivencia de muchas librerías. Qué haríamos los españoles sin un bar a la vuelta de la esquina. Sin esas cañas y el pincho de tortilla, que ahora nos parece algo de otra vida, lejano en el tiempo.
“Bares, qué lugares/tan gratos para conversar”, cantaban en los años ochenta Gabinete Caligari, cuando parecía imposible que nuestra vida pudiera existir sin los bares, como templos de nuestra vida social, y para algunos religiosa. ¿Parece extraño verdad? Pero la vida, que nunca, jamás, es previsible, nos ha llevado por un vericueto impensable.
Nosotros, que somos muy de calle, muy de encontrarnos fuera, hemos convertido el bar en la prolongación del salón de nuestra casa. Los nórdicos beben hasta el agotamiento reunidos en casa, los españoles bebemos con bastante más moderación, porque para nosotros el bar no es un sitio para emborracharse, en todo caso achisparse un poquito, sino pare encontrarnos, reconocernos y dar rienda suelta a nuestros sentimientos, ya sean amorosos o futboleros.
En los bares soñamos, proyectamos negocios, escribimos poemas, nos miramos a los ojos hasta emocionarnos, leemos, reímos y lloramos. Todo esto, cuando no estamos arreglando el mundo, que es otra de nuestras especialidades, que convierte al bar en un inmenso ágora que se extiende por todo el país, mientras vuelan las cañas, las tapas, los cafés o los vinos.
Dicen que el mundo va a cambiar después del coronavirus.  Ya veremos hasta donde. Pero los bares seguirán ahí, no hay otra opción posible, si queremos no perder  nuestra identidad con tanto cambio. Ahora estamos todos pendientes de cuando se acaba el confinamiento. ¿Y qué es lo primero que se nos viene a la cabeza? CUÁNDO SE VAN A ABRIR LOS BARES. No nos mintamos, porque esa es una de nuestras grandes preocupaciones.
No puedo terminar sin acordarme de los dueños de los bares de nuestro barrio, los que trabajan horas y horas detrás de la barra, para hacernos la vida más feliz, que ahora lo están pasando mal. Nadie habla de ellos, siendo los pequeños negocios más importantes que hay en nuestro país. Deberíamos ser conscientes de su situación y apoyarles en lo que podamos. Ya se están poniendo en marcha iniciativas que tratan de aligerar los costes de apertura después de tanto tiempo con el negocio cerrado. Estaremos a su lado.  
Nos vemos a las ocho, aunque los bares estén cerrados.

miércoles, 22 de abril de 2020

Trigésimo noveno día de cuarentena. Niños


Trigésimo noveno día de cuarentena. Niños. Ahora parece que la gran preocupación de este país son los niños. Hace unos días, para los que solo hablaban de los muertos para lanzárselos a la cara al gobierno, los niños eran seres invisibles que no tenían más remedio que aguantarse encerrados en casa. Nadie se acordaba de ellos. Pero ahora toca utilizar a los infantes como rascador para arañar al gobierno. Aunque en el fondo pienso que les importa un pimiento cómo lo están pasando los niños. Cómo les ha importado siempre.
¿De qué niños hablan ahora? ¿De los que llevan un mes comiendo en Madrid menús de pizzas y sándwiches con los parabienes de la presidenta de la Comunidad? No parece que esto les haya preocupado mucho. Ni que les haya quitado el sueño la desigualdad educativa que ha creado el confinamiento, por una brecha tecnológica que se ha visualizado más que nunca. Debe ser que los niños pobres no cuentan para la derecha. Por eso, no quieren ni oír hablar de las lamentables condiciones de vida que están sufriendo muchos, en casas minúsculas, con dificultades alimentarias y toda la panoplia de miseria que va ligada a la pobreza.
A lo mejor hablan de los niños que durante años han sido víctimas de la violencia de género, sin que los que ahora se preocupan tanto de ellos, mostraran mucho interés por considerarlos víctimas; o los que han tenido que suicidarse para que se les hiciera caso, ante la desidia por el acoso escolar, que siempre han mostrado quienes ahora claman por sus derechos para que puedan salir a pasear. Esos niños, en exclusión social que han visto como la vorágine  depredadora de los gobiernos de derecha abocaban a sus familias a la pobreza, mientras ellos regaban de millones a la banca y las grandes empresas, con el aplauso de sus medios afines.
Ahora toca empatizar con los niños. Pobrecitos, encerrados en casa, por culpa de este gobierno maléfico embrujado por un mago perverso, que no los deja ir al parque a jugar con sus amigos, o juntarse los adolescentes, en esos paseos interminables de sábado por la tarde de cualquier ciudad.
Decía una psiquiatra infantil, que realmente los niños son los que mejor están llevando el confinamiento, y qué decir de los adolescentes, sin la tortura de los padres diciéndoles a todas horas que no usen tanto el móvil. A lo mejor somos los padres los que queremos que nuestros hijos puedan salir, para no tener más remedio que acompañarlos.    
Pero todo esto a la oposición le da igual. El gobierno la ha pifiado con sus indecisiones agarradas al miedo. Y el miedo es una tenaza que no te permite pensar. Pero ha rectificado, aunque eso ya no importa, porque la oposición ya vuelve a tener gasolina para hablar mucho y no decir nada.
Niños, niñas, no vais a ir al parque; chicos, chicas, vais a poder salir a pasear con vuestros padres. ¡¡Vaya plan tan divertido!! No sé si os molará más quedaros en casa y seguir conectados, o jugando al parchís. O haciendo todos los días un desayuno de fin de semana. Y tranquilos, que en un par de días se habrán olvidado de vosotros.  

martes, 21 de abril de 2020

Trigésimo octavo día de cuarentena. Besos

Trigésimo octavo día de cuarentena. Besos. ¿Quién no se acuerda de esos besos de las tías, cuando hacía tiempo que no te veían, y te cogían de la cara con las manos mientras te daban un sonoro beso en la oreja, que resonaba en el interior de tu cabeza como una bomba de trompetas, que estallaran todas de golpe? Hoy, afortunadamente, no serían posible.
Enhorabuena a los infantes, que se libran de una sordera pasajera, breve pero intensa.
Esos besos son una expresión exagerada de lo que nos gusta besar a los españoles, que no concebimos la relación con nuestros semejantes sin el visto bueno de los labios. Porque los besos sonoros de tías; desesperados de abuelas, que parece que siempre te están dando el último beso; besos apasionados entre amantes, como los de las películas de antes, de tornillo sin abrir la boca (los que vemos ahora en el cine, más que besos parecen comidas de morro y no entran en este escrito. Tampoco entran los castos besos de las películas españolas de la dictadura, que eran en la barbilla, huyendo de los labios como si el COVID-19 anidara entre sus comisuras); besos de tu madre, que no cambian ni aunque pasen treinta años; besos de hijos al llegar a casa, que si no se dan parece que ha entrado la mitad de ellos; besos formales, de presentación, que son como un chequeo que dice cómo puede ser la otra persona por el olor y el contacto con su piel; besos pijos, de esos que son ¡mua, mua!, rozando solo los carrillos; besos de bares, imprescindibles para sentirnos acogidos por nuestros amigos; besos de oficina, formales y, a veces, no exentos de una cierta exploración erótica; besos en los morros, que son un te quiero, besos de Judas; besos de tristes de despedida,  son toda una panoplia de besos, que configuran nuestra vida, que la hacen más dulce y cercana. Porque cuando dos personas se besan, están abriendo su burbuja de seguridad, en un acto de confianza máxima.
Si para nosotros el beso no fuera una parte de nuestra alma, de nuestro alimento vital, seríamos otro país, que nunca entendería que en el beso encontramos un elixir de vida, de amor. Nunca había existido la copla, como seña de identidad nacional, y la gran Concha Piquer, jamás habría cantado: “Y bajo tus besos en la madrugá,/sin que tú notaras la cruz de mi angustia/solía cantá:/Te quiero más que a mis ojos,/te quiero más que a mi vía,/más que la aire que respiro/más que a la mare mía”.
Esos besos que ahora nos tenemos que guardar, porque el beso virtual es un trampantojo que a todos nos deja insatisfechos, volverán a salir, y por mucho que nos digan que el mundo va a cambiar, nosotros seguiremos besando. 


lunes, 20 de abril de 2020

Trigésimo séptimo día de cuarentena. Sanitarios

Trigésimo séptimo día de cuarentena. Sanitarios. Ahora resulta que los sanitarios son héroes. Mal asunto. Porque un héroe se olvida con la misma facilidad que se construye. ¿Quién se acuerda de los héroes? No digo ya los de andar por casa. Los HEROES con mayúscula, los que tienen estatua y nombre de plaza. Cascorro, por ejemplo, héroe nacional por excelencia. ¿Alguno de ustedes sabría decir quién es o que hizo, sin  mirar la Wikipedia? Tiene plaza y estatua en Madrid, que eso ya es mucho. Seguro que nada, porque las heroicidades, son pan para hoy y hambre para mañana.
Por eso, ya basta de llamar a los sanitarios héroes. Los sanitarios son profesionales, hoy, ayer y mañana. Igual que todos los profesionales que han estado dando la cara durante esta pandemia. Y como profesionales se comportan, estando siempre al servicio de todos nosotros. Nos curan y mejoran nuestra calidad de vida. Que no se nos olvide nunca, porque más allá de aplaudirles debemos exigir que sus condiciones de trabajo sean las más óptimas; qué las plantillas estén suficientemente dotadas, no con criterios economicistas, sino de salud pública; qué no se les condene al esfuerzo heroico para que nos puedan atender correctamente; y que volvamos a respetarlos, erradicando toda violencia en ambulatorios y hospitales.
Ahora, dirigentes políticos, se felicitan de la respuesta que los sanitarios están dando ante la pandemia que ha estado a punto de colapsar el sistema de salud, que si no lo ha hecho ha sido por el arrojo de sus sanitarios, que no han desfallecido, incluso jugándose su propia salud. Pero las felicitaciones son papel de fumar, que se quema rápidamente y se convierte en ceniza. Parece que no se acuerdan del cierre de plantas en hospitales, del recorte de plantillas; del bajo gasto por habitante en sanidad; de la privatización de servicios sanitarios, que se va extendiendo como una plaga silenciosa.
Pongamos algunos ejemplos: España tiene 30 sanitarios por cada 1.000 habitantes, mientras que Francia tiene 60 y Alemania 71. El gasto en sanidad por habitante en España es de 3.323 €, en Francia de 4.965 € y en Alemania de 5.986 €. El número de camas de UCI en Alemania tiene un 222% más que España y Francia y 22% por encima; poniéndolo en cifras entendibles: por cada 1000 camas de UCI que hay en España, en Alemania hay 2.220. En cuanto al gasto en sanidad privada, sólo decir que la Comunidad de Madrid invirtió el triple en sanidad privada que en pública en 2019.
Recordemos esto cuando nos preguntamos por qué en algunos países, independientemente de la idiosincrasia de cada uno, el coronavirus ha afectado menos. No es por los sanitarios, es porque en España la sanidad pública viene tiempo estando a la baja, por decisiones gubernamentales e ideológicas, y con ello sus sanitarios. Sí, esos que ahora llamamos héroes y sólo son buenos profesionales, como lo están demostrando con la pandemia y lo han demostrado siempre. Hasta las ocho.

domingo, 19 de abril de 2020

Trigésimo sexto día de cuarentena. Burundanga


Trigésimo sexto día de cuarentena. Burundanga. La burundanga es una droga, que tristemente saltó a la fama por el uso de hombres con las neuronas en la entrepierna, para abusar y violar a mujeres con la voluntad anulada. Porque eso es lo que hace la burundanga: anular la voluntad de las víctimas, para que el abusador pueda violar sin resistencia.
Mal asunto este, que traten de anular nuestra capacidad de pensar y discernir entre lo que nos parece bien o mal. Algo parecido a lo que la máquina mediática de la derecha, orquestada por no pocos dirigentes de esos Partidos, está pretendiendo hacer con todos nosotros. Aplicándonos burundanga informativa, tratan de convertirnos en seres pasivos dispuestos a creernos todo lo que nos cuentan. Les invito a leer los Once Principios de la Propaganda nazi, ideados por Joseph Goebbels, uno de los asesinos más sanguinarios de la historia, para entender de lo que estoy hablando.
Burundanga es intoxicar a la opinión publica inundando los medios de comunicación y las redes sociales con bulos, falsedades, globos sonda y mentiras. Principio de Verosimilitud. De esto ya hemos hablado algo, durante estos días, sobre cómo el bulo y la noticia falsa se ha convertido en el modus operandi de la derecha. Todo vale, con tal de disimular y ocultar sus propios errores, para imputárselos, en este caso al gobierno. Por ejemplo, lanzar intoxicaciones con los aviones de material sanitario, del estilo de acusar al gobierno de estar reteniéndolos en aduanas, o el material en las comisarías, para disimular su responsabilidad en la gestión del abastecimiento de ese material.
Burundanga es silenciar las noticias que favorecen al gobierno, con la ayuda de los medios de  comunicación. Principio de Silenciación. Por ejemplo, el uso abusivo de los muertos por coronavirus, utilizándolos, sin pudor, como un ariete contra el gobierno, trata de ocultar que las medidas que se están tomando van en la buena dirección.  
Burundanga es repetir machaconamente las mismas mentiras: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Principio de Orquestación. Por ejemplo, la campaña reiterativa de culpar al 8-M, y por extensión al feminismo, de la expansión de la pandemia.
Burundanga es hacer que los errores de la derecha caigan sobre el gobierno, respondiendo con ataques. Principio de Transposición.   Por ejemplo, negar que la sanidad o las residencias de mayores son competencias transferidas a las comunidades autónomas, haciendo ver que la responsabilidad de la pandemia la tiene el gobierno, que reaccionó tarde.
Esto es solo un ejemplo de toda la burundanga con la que están tratando a diario de anular nuestra voluntad. Mientras, ellos van a lo que realmente saben hacer: poner el dinero por encima de la salud de las personas. Por ejemplo,  el PP y CS han votado en el Parlamento Europeo contra la mutualización de la deuda entre todos los países de la UE, que viene defendiendo el gobierno para salir de la crisis económica. Así, si esto no se produce, tendrán muchos argumentos para acusar al gobierno de arruinar el país.
Nos vemos a las ocho, porque el aplauso solidario nos vacuna contra la burundanga.


sábado, 18 de abril de 2020

Trigésimo quinto día de cuarentena. Sureños


Trigésimo quinto día de cuarentena. Sureños. Somos el sur de Europa, y eso no solo implica pertenecer a un lugar geográfico, con su paisaje, vegetación, ríos  y mares. Ser del sur de Europa es una manera de entender la vida que va grabada a fuego en nuestros genes. Herederos genéticos de la cultura griega y romana, que todavía colea en el mundo occidental, no deberíamos sentirnos inferiores a  nuestros vecinos del norte que tanto alarde hacen de ser una sociedad eficaz. Nosotros: italianos, franceses del sur, españoles, griegos, podemos ser tan eficaces como los alemanes, nórdicos y flamencos, lo que pasa que disfrutamos de un clima, que nos permite tener un sentido más lúdico e intenso de la vida, haciendo de las relaciones sociales y afectos familiares el pilar de nuestra existencia. Por eso celebramos la vida en los bares, en las terrazas… en la calle, en definitiva. Algo que los norteños nunca entenderán, y jamás podrán dejar de envidiar que sin su eficacia planificadora, dejando que el albur  derrame un poco de sal a nuestra existencia, somos mucho más felices que ellos.
Tampoco somos chinos. No sé por qué les ha dado a todos ahora por compararnos con los chinos, con todos los respetos. Una sociedad que no se besa, que no se toca, que no hace del contacto físico una manera de demostrar los afectos y las querencias, no se puede comparar con nosotros, que hacemos de la proximidad un canto a la vida. Besarse es fundamental y nosotros lo hacemos mucho: a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros hijos, a nuestras parejas, a nuestros amigos y a cualquiera que entre en nuestra burbuja de seguridad, que es bastante amplia.
Por eso, acusarnos de negligencia en la gestión del coronavirus, lleva implícita una maldad, no exenta de soberbia y arrogancia. Si tenemos más casos es porque ya de entrada nuestra forma de vida, la genética de nuestras relaciones sociales, hace que sea más fácil el contagio, que en países donde ya de base guardan la distancia social. Porque aquí nadie ha sabido nada hasta que la tormenta nos ha estallado encima. Además, de ser más honestos a la hora de contar damnificados por el coronavirus, porque no tenemos nada que ocultar, ni nos jugamos el prestigio como sociedad eficiente. Sin embargo, hemos demostrado que también somos capaces de ser disciplinados y quedarnos en casa, como no lo han hecho nuestros vecinos millonarios del norte, porque en esa disciplina sólo hay una cosa que está en juego: salvaguardad la salud de todos nosotros, con nombres y apellidos: del familiar, del amigo, del compañero de trabajo, del vecino, del compadre del bar.
Somos sureños europeos y saldremos de esta con más ahínco por besarnos y abrazarnos; con más ganas de compartir nuestra alegría con los demás, brindando y comiendo, riendo y echando den menos a todos los que faltan. Porque la vida, sin estos afectos y proximidades es muy fría, y eso se lo dejamos a los calculadores del norte, a ver si echan bien las cuentas y vemos que no son tan eficientes como pregonan. De momento, nosotros a las ocho a aplaudir por todos nuestros afectos y los abrazos que nos daremos.

viernes, 17 de abril de 2020

Trigésimo cuarto día de cuarentena. Patriotas

Trigésimo cuarto día de cuarentena. Patriotas. Parece que el Partido Popular ya se ha tirado al monte, definitivamente, y solo tiene una idea en la cabeza: acabar con el gobierno filocomunista bolivariano de Sánchez y volver a mandar en esa España eterna que reclamaba su líder Pablo Casado hace un par de semanas en el Congreso. Mientras en los países de nuestro entorno europeo la oposición cierra filas con el gobierno, evitando la crispación y aislando a la extrema derecha, en España, el PP de Casado/Aznar compite con Vox, haber quién es más bestia en su crítica al gobierno. Eso sí, dentro del más absoluto patriotismo envueltos en banderas que parecen campos de fútbol.
Abonados al insulto y al bulo, ahora despliegan toda su artillería, sin miramiento alguno,  sin darse cuenta, lo mismo que le pasó a Ciudadanos, que si tratas de imitar a la extrema derecha, al final la gente prefiere el original a la copia. Salvo que Casado/Aznar ya hayan decidido que el Partido Popular es la extrema derecha de este país y Vox una burda copia de ellos. Por el camino van.
Lo que pasa, que hay cosas que me chirrían mucho. Será que respetando disciplinadamente el confinamiento, nos hemos vuelto sensibles y nos empiezan a patinar las neuronas, cuando vemos que hay dirigentes políticos, que están más preocupados de ver cómo definen estrategias para acabar con el gobierno actual, que de arrimar el hombro para que podamos salir cuanto antes a la calle y celebrar haber cumplido con nuestra obligación. No sé qué tendrán que celebrar ellos cuando todo esto pase.
Los patriotas que tanto acusan a las comunidades históricas de querer romper España, ahora se lanzan por el tobogán de hacer lo que les pasa por el arco del triunfo,  rompiendo una unidad territorial más necesaria que nunca, en tiempos de confinamiento pandémico, utilizando su poder en algunas comunidades autónomas para destruir al gobierno. Ya se veía venir que Madrid estaba pugnando, desde el principio, por parecer un país ajeno al español, con su presidenta convertida en twittera kamikaze. Pero eso parece que no es suficiente y ahora el PP rompen la unidad nacional para afrontar el fin de curso escolar, quizá porque consideran que la educación es un tema menor que se puede vapulear según les venga bien hacerlo o no.
No sé que dirán sus socios de Vox y Ciudadanos, patriotas por encima de todo, de esta ruptura de España que ha puesto en marcha el PP, aunque sospecho que ellos están también en la jugada. Ni pensar quiero en la que se habría armado si lo hubiera hecho Cataluña. Me pregunto dónde está ahora la igualdad de los españoles que tantas veces ha esgrimido el Partido Popular para defender su idea, hasta ayer, de una España unida en lo universal.
 Dice el consejero de educación de la Comunidad de Madrid, para justificar su desmarque del resto: “En Madrid hay exigencia y se premia el esfuerzo”. Manda narices, Madrid que en el último informe PISA se ha llevado un buen bofetón. No es de extrañar ya que es la comunidad autónoma que menos invierte por alumno en España, solo por debajo de Murcia y Andalucía. Vaya, parece que los criterios educativos no son los más adecuados para la ruptura de la unidad escolar en su España unida.
Es cierto que las competencias de educación están transferidas a las comunidades autónomas, pero en estas circunstancias se debería ser un poco más humilde y llegar a la negociación con el ministerio y las otras autonomías con ganas de acuerdo. No parece que haya sido así, sino más bien lo contrario. Los patriotas Casado/Aznar, quieren convertirse en virreyes allá donde gobiernan, al margen del resto. Aunque más parece que aspiren a ser gobernadores de la Ínsula de Barataria. Nos vemos a las ocho.

jueves, 16 de abril de 2020

Trigésimo tercer día de cuarentena. Deslocalizados


Trigésimo tercer día de cuarentena. Deslocalizados. El virus ha deslocalizado a la sociedad española. No porque no se sepa dónde estamos, que ahora es fácil encontrarnos. Sino por la sensación que empezamos a tener de no saber cuál es nuestro lugar en lo que está por venir. Hemos perdido las referencias que nos asían a un espacio, no tanto geográfico, como temporal y posicional. La gran pregunta, que ya muchos nos estamos haciendo es ¿qué va a ser de nosotros y el mundo que conocíamos? Metafísica pura. Es como preguntarnos qué lugar ocupamos en el universo o qué hacemos aquí, con una pequeña diferencia, el futuro no es el cosmos, que se escapa a nuestro conocimiento. Podemos intervenir en él, siempre que nos lo propongamos y dejemos de ser culo de sofá, para convertirnos en sans-culottes en marcha, para que no nos vuelva a pillar el toro de la lógica económica embistiendo contra todo.
Confinados en casa, vemos que el coronavirus, en contra de lo que nos dicen, si sabe de clases sociales (perdonen que utilice un término ya en desuso por la corrección política, pero es que no encuentro otro mejor). No se pasa el confinamiento igual el La Moraleja, que en el ensanche barcelonés, que en el barrio de Orcasitas de Madrid, o en las Mil Viviendas de Sevilla. Esta diferencia es una de las deslocalizaciones más lacerantes que ahora estamos viviendo: el desigual reparto de la riqueza que nos ha traído tanto neoliberalismo unido en lo universal. Para que se me entienda: tanto neoliberalismo globalizador.
Por eso, ahora nos damos cuenta de que nuestra economía se ha deslocalizado tanto, que no tenemos tejido productivo para hacer frente a una cosa tan simple como fabricar mascarillas y hemos de estar mendigando en medio mundo a ver si conseguimos un avión, con material no defectuoso, pagado a precio de oro.
Haber convertido a China y cualquier país del  mundo que permitiera al capital producir barato, es decir, explotando a los trabajadores, en la fábrica de occidente, no es una decisión inocua, sin consecuencias. Porque, no solo ha lapidado nuestra capacidad industrial y convertido en un parque temático del turismo (aquí me refiero a España), es que, en una grave crisis sanitaria como esta, está avocando a miles de trabajadores y trabajadoras al desempleo. Sin industria, con el turismo borrado del mapa y los servicios cada vez más tecnificados y precarizados, qué nos queda. Nada. Estar tan deslocalizados como la economía de nuestro país. Y todo en beneficio de unos pocos, que consideran como daño colateral de la globalización, que la gran mayoría de la población sienta el presente y el futuro como una amenaza para su bienestar.
Aplaudimos todos los días, para dar ánimos a quienes están padeciendo esta pandemia más de cerca. Es un gesto que nos sitúa en el mapa de la solidaridad y la empatía. Parece tonto, pero también es una presión insoportable para el poder, que les ha impelido a tener que mover el culo para solucionar las graves carencias que ha mostrado nuestro sistema sanitario y productivo. No lo olvidemos, nuestro aplauso es un arma cargada de futuro, como nos dijo Gabriel Celaya que era la poesía.

miércoles, 15 de abril de 2020

Trigésimo día de cuarentena. Soberbia


Trigésimo segundo día de cuarentena. Soberbia. En el año 2007 el expresidente José María Aznar, con ese tono de soberbia que tienen aquellos que se piensan que están por encima del resto de los mortales, tan habitual en él, dijo: “¿Quién es la DGT, para decirme a mí cuánto puedo beber?”. A él le iban a prohibir tomarse unos vinos y luego ponerse al volante unos advenedizos recién llegados al poder.
¿Por qué me acuerdo ahora de esto? Porque la soberbia es un pecado capital del que algunos políticos no están vacunados, y si la juntas con la imprudencia que da creerse al margen de las normas de la sociedad, es un cóctel letal de incalculables consecuencias. Nunca sabremos el efecto que pudo tener en los accidentes de tráfico aquella frase del expresidente, cuando se intentaba que la gente no condujera bebida.
Tampoco podemos saber que efecto va a tener en mucha gente que el “prudente” Mariano Rajoy se haya saltado el confinamiento para salir a andar por las calles de su pueblo. Millones de españoles encerrados en sus casas, haciendo largos por los pasillos o bicicleta con una foto de los lagos de Covadonga en frente, y otro expresidente del PP, se salta a la torera las normas que el gobierno nos ha impuesto a todos de confinamiento. Hacer lo que me sale de las narices en nombre de la libertad, parece que es un dogma doctrinario de la derecha neoliberal de a mí nadie me manda. Ni el ridículo chiste del perro de Cayetana Álvarez de Toledo, le salva de entrar en el paseo de la soberbia, que ella tan bien refriega todos los días.
Claro que Rajoy Brey se debe sentir respaldado por la Santa Madre Iglesia, que ya lo habrá confesado y  perdonado, y recibido misa, en algunas de las decenas de misas clandestinas que curas y obispos están celebrando, como lo ha hecho el arzobispo de Granada el Viernes Santo en la catedral de la ciudad, que, por cierto, tuvo que ser desalojada por la policía; o el ínclito arzobispo de Alcalá de Henares, Reig Pla, que ha autorizado que se celebren misas en todas las parroquias.
La Iglesia, ya saben, tiene bula para saltarse las leyes, porque como ha dicho el cardenal de Valencia,  Antonio Cañizares: “Se nos ha querido quitar la libertad de proclamar la Resurrección y ellos se ha demostrado en lo sucedido en la catedral de Granada”. Dios siempre por encima de los mortales, aunque a estos les vaya la vida en el intento.
Como ven la humildad y el decoro social no van con los que siempre han sentido que son ellos los llamados por Dios para gobernarnos en la tierra y en el cielo. Menos mal que con nuestros aplausos y nuestra paciencia, los ponemos todos los días frente al espejo de su soberbia. Hasta las ocho.

martes, 14 de abril de 2020

Trigésimo primer día de cuarentena. Recortes


Trigésimo primer día de cuarentena. Recortes. Nos han dicho tantas veces que tenemos la mejor sanidad del mundo, que al final nos lo hemos creído. Ante tan machacona insistencia, como no podemos compararla con el resto de los países, acabamos aceptando la afirmación, sobre todo si, de forma interesada, nos comparamos con los EEUU de América. Ahí sí que somos los mejores y por goleada.
No tenemos un sistema de sanidad pública malo, aunque cada vez presenta mayores deficiencias, a pesar de que el personal sanitario está supliendo con un esfuerzo excesivo las carencias que tiene, que no son otras que la falta de personal y de dotación presupuestaria, que lo hacen manifiestamente mejorable en muchos aspectos, como las listas de espera para acceder al especialista, los retrasos en cirugía, etc.
Esta decadencia del sistema público, que ha venido denunciando el personal sanitario en los últimos años, no se ha producido por desgaste o una maldición divina, sino por el abandono que la sanidad pública ha sufrido con recortes y privatizaciones. Algo de lo que a la derecha no le gusta hablar. Por ejemplo, en Madrid se construyeron en los últimos años siete hospitales de concesión privada, pero el número de camas disminuyó al cerrar plantas en los centros públicos.
El cálculo de los recortes en los últimos diez años, sobre todo entre 2012 y 2019, se estima entre 15.000 millones y 21.000 millones de euros, lo que ha supuesto reducción de camas, una pérdida de más  de 10.000 puestos de trabajo en los hospitales públicos y unos 2.000 millones de euros menos en atención primaria. Para 2019, el gobierno del Partido Popular preveía rebajar al 5,7% del PIB el gasto en Sanidad, menos que en 2009 y muy por debajo de la media europea que es el 7,5% del PIB.
De este debilitamiento de la sanidad pública, con menos personal, un número desmesurado de contratos temporales, pérdida de camas y cierre de plantas, listas de espera y escasa financiación, a la derecha no le interesa que se hable, no vaya a ser que empecemos a asociar el zambombazo que ha supuesto en España el coronavirus, con los recortes en sanidad pública. Para ello se han apuntado al descrédito del gobierno lanzando bulos como si fueran un aspersor de agua. Solo tenemos que leer los tweets de Cuca Gamarra, Javier Maroto, Rafael Hernando, Teodoro García Egea, y otros muchos dirigentes del PP, que no han parado de intoxicar las redes con el único fin, no de aportar soluciones al coronavirus, sino de desprestigiar al gobierno y echar humo sobre su responsabilidad en la situación por los recortes y privatizaciones, a los que su Partido ha sometido a la sanidad siempre que gobierna.
Pero la palma de mentiroso, como siempre, se la lleva González Pons; este no necesita echar mano de los bulos, porque él es un bulo andante. Ahora dice que la culpa de los recortes que hizo su Partido es de toda la sociedad, como si usted y yo tuviéramos la firma del Boletín Oficial del Estado.
En fin. Nos vemos a las ocho, que es la manera que tenemos ahora de defender la sanidad pública y a sus sanitarios.

lunes, 13 de abril de 2020

Trigésimo día de cuarentena. Guerra


Trigésimo día de cuarentena. Guerra. Cada día escuchamos más términos bélicos para referirse a la pandemia del coronavirus. Yo también lo he hecho y ahora pido perdón por ello, pues no me parece muy adecuada la terminología bélica en este momento, ya que, como ya he escrito en otro momento, detrás de las palabras se esconden intenciones que no están explícitas cuando se utilizan.
Estamos en guerra. Esta es la expresión más escuchada a los dirigentes políticos del mundo occidental. Y yo me pregunto ¿dónde está la guerra? ¿Dónde los bombardeos, las sirenas que anuncian que se acerca la muerte,  las levas de soldados, las muertes desorbitadas en los frentes y la retaguardia, el hambre o la destrucción de las ciudades e infraestructuras? Guerra hay en Siria o en Yemen, con miles de desplazados y una única preocupación: sobrevivir.
En España, en Europa, en el mundo, no se están pegando tiros, y tengan en cuenta que cualquier guerra, por muy tecnológica que sea, acaba a tiros. Pero aquí no hay tiros ni nada que se le parezca a vivir en un ambiente bélico, salvo que traten de idiotizarnos con falsos mensajes de miedo, para que quedemos paralizados y escondidos tras nuestra impotencia. Se está luchando contra un virus, con lo cual todo el escenario de actuación tiene que estar, principalmente, en la ciencia y la sanidad. No parece que estas sean cuerpos de élite militares, sino más bien actividades a asegurar nuestra calidad de vida, es decir, el antítesis de lo que sucede en una guerra.
¿Qué se esconde, entonces, detrás de esa terminología guerrera? Es difícil saberlo, porque lo mismo lo utilizan Trump que Pedro Sánchez y seguro que cada uno tiene una intención diferente. Pero, más allá de eso, el hacernos creer que estamos en un periodo bélico puede tener intenciones de control excesivo, de manga ancha hacia una etapa de restricción de derechos (ya sucedió en EEUU después de los atentados a las Torres Gemelas) o de que caigamos en la tentación de dejar todo en manos de gobiernos y gran capital para salir de la crisis, volviendo a un mundo más desigual y menos democrático. Son especulaciones, pero dice el refrán que cuando el río suena agua lleva, y cuanto más desprevenidos nos coja menos capacidad de reacción tendremos. Y las palabras nunca son inocuas, ni siquiera las metáforas.
Por eso, el gobierno de España, de carácter progresista y mucho más social que cualquier otro que haya habido en los últimos años, debería cuidar su vocabulario belicista. Un vocabulario, además, muy machista, que se sustenta sobre relaciones de poder muy verticales, que encaja poco con el ideario de igualdad de género que pretende aplicar.
No estamos en guerra. Nos encontramos ante una amenaza que nada tiene que ver con enemigos vestidos de caqui, y por eso ha de tratarse también desde el ámbito lingüístico, como un virus, y como tal es la ciencia la que debe tener el protagonismo y el personal sanitario todo el mimo del mundo. Por eso, salimos a aplaudir a las ocho todos los días.

domingo, 12 de abril de 2020

Vigesimonoveno día de cuarentena. Il dolce far niente


Vigesimonoveno día de cuarentena. Il dolce far niente. Entramos en la quinta semana de encierro casero y la cosa se hace cada vez más cuesta arriba. No quiero ni pensar cuántos están echando de menos el madrugón para ir al trabajo; al pelma de la oficina de quien se huye como si tuviera la peste; al sabelotodo de la fábrica, sobre todo los lunes, que es el mejor árbitro de España; al profesor que no hay quien lo entienda y los alumnos insoportables abducidos por el TikTok; y a la interminable jornada laboral, esa que nunca se acaba, porque hacemos más horas en el trabajo que un sereno. Ahora, entre las cuatro paredes de la casa, echamos de menos tantas cosas, una vez que casi todo lo que nos habíamos planteado hacer ha quedado, como dejar de fumar a principios de año, en el cajón de las buenas intenciones.
Llegamos al principio del confinamiento pasados de revoluciones, como vamos habitualmente en nuestra vida “normal”, y se nos hacía impensable no estar todo el día haciendo cosas: correr por el pasillo, leer cien libros, ver doscientas películas, acabar con todas las chapuzas pendientes en casa, jugar con los niños, limpiar a fondo los rodapiés, escribir una novela, componer un disco, salir a aplaudir a las ocho, hacer videoconferencias con la familia, ordenar los libros, clasificar los discos, hacer un curso de cocina; llegar a las cien flexiones…, seguir, seguir, seguir y seguir con la mente siempre ocupada, porque si no es así, parece que no nos sentimos vivos.
Pero ya llevamos cuatro semanas y las ganas de hiperactividad flaquean; en muchos hace ya días que lo habrán hecho. No pasa nada. Llega el momento de il dolce far niente, la dulzura de no hacer nada. De no ponernos metas; de renunciar a ser superman o superwoman; de dejar de sufrir por no hacer nada y disfrutar de la belleza de la vida sin prisas. Es el momento de darnos cuenta de que la cabeza no tiene por qué ser una caldera a presión. Si nos apetece leer, leemos; si nos apetece hacer gimnasia, la hacemos; si queremos dormir en el sofá, dormimos; y si nos aburre cocinar, nos abrimos un  vino.
Ya es hora de disfrutar lo que hacemos, sin prisas, sin agobios. Incluso los niños, aunque estos si necesitan que les prestemos atención, estarán más tranquilos si nos ven relajados en  el silente abandono de “il far niente”.
El poeta mexicano Antonio Plaza Llamas (1833-1882), escribió:
Indiferente a lo que el docto escriba,
en holganza constante me esperezo,
y después de roncar, canto el bostezo.
y después de cantar, Morfeo me priva.

Pues eso. Y si les apetece bailar, cojan a su pareja y déjense llevar por la dulzura del tiempo detenido en una cuarentena. Pero no se olviden de salir a las ocho.  

sábado, 11 de abril de 2020

Vigesimoctavo día de cuarentena. Cultura


Vigesimoctavo día de cuarentena. Cultura. El gobierno italiano ha extendido el confinamiento hasta el 3 de mayo, pero empieza a abrir la mano a la apertura de algunos establecimientos, para ir normalizando con cautela y en la medida de lo posible la vida en el país. ¿Saben ustedes cuáles van a ser unas de las primeras tiendas que se han autorizado para abrir: las librerías. En Italia deben considerar que el alimento del espíritu es tan importante como el del cuerpo, y nada mejor que los libros para reencontrarse con ese mundo mágico que se esconde entre sus páginas, en tiempos de austeridad vital y futuro incierto.
¿Cuántas veces han oído hablar ustedes en España de la cultura en estos días? ¿Se ha mencionado en las sesiones parlamentarias alguna vez, como algo de interés público? Oímos hablar de muertos, que se tiran a la cara del gobierno sin ningún pudor ni respeto; se discursea sobre dinero y reactivación económica; se habla de todo lo que la clase política considera importante, y en este juego de intereses no entra la cultura. No es importante y eso que es el tercer sector económico del país, con más de 700.000 empleos y un 3% del PIB nacional. Doy estos datos para ponerme a la altura de aquellos a los que solo les interesa la macroeconomía y la rotundidad de los números.
Pero realmente eso no es lo importante. La cultura en un país, en este caso España, es una seña de identidad nacional y social. Ojo que no me refiero aquí a la cultura regional que alimenta las tradiciones de los diferentes territorios, que hace de España un país de una gran diversidad, a pesar de que a muchos no les guste. Me refiero a la cultura universal: el teatro, la literatura, la música, la pintura, el cine, etc. Esa que sustenta nuestro alma social y particular.
La cultura que estos días de confinamiento está llenando de vida nuestras casas, nuestras relaciones precarias sociales, nuestro aburrimiento por tantos días de estar encerrados. La cultura, una vez más olvidada, ahora en tiempos de pandemia.
Cuando un país relega la cultura al cuarto oscuro, es un país que se empobrece y se quiere poco, por eso es necesario que los poderes públicos se la tomen en serio. No nos va la vida en ello, pero si el alma y, en estos días, hacernos más llevadera la cuarentena. Hasta las ocho.

viernes, 10 de abril de 2020

Vigesimoséptimo día de cuarentena. Viernes Santo



Pincha en la foto para escuchar la saeta

Vigesimoséptimo día de cuarentena. Viernes Santo. Por fin ha llegado el día que parecía impensable que pudiera suceder lo que pasa. El Viernes Santo todos en casa. ¿Cuándo se ha visto esto? Ahora sí que podemos presumir de una Semana Santa de recogimiento y fervor religioso. ¡Anda que no tenemos tiempo para rezar! Se acabó esa competición, que todos los años se establecía entre cuánta gente está en la playa tratando de acaparar todos los rayos del sol posibles en dos día, para luego volver a la ciudad y presumir de morenos; y cuántos siguiendo el Paso de las procesiones, unos con fervor nazareno y otros, turistas de un espectáculo que solo se produce en España, como si fuéramos un parque temático de la Semana Santa.
Los religiosos lo tienen más fácil, porque al final hay muchas maneras de rendir culto a Jesucristo, y en casa se puede hacer sin ningún problema. Pero los playeros lo tienen más complicado. No sé si el trampantojo de subir a la azotea o tirarte en el jardín del adosado en una hamaca, puede suplir la sensación de pisar la arena y sentir la brisa del mar. Aunque no parece que el día se haya levantado muy apropiado para el abandono playero. En eso ganan los nazarenos, este año el tiempo no va a estropear ninguna procesión. Seguro, que con la imaginación que tenemos los españoles, suplimos los pasos y las saetas desde los balcones, lo de rezar ya es una cosa más íntima. Además, el año que viene hará un tiempo maravilloso (Dios aprieta, pero no ahoga), para que nazarenos y playeros puedan disfrutar a placer la Semana Santa, cada uno en su sitio.
Lo cierto, es que estamos en un Viernes Santo raro, encerrados en casa, pendientes de cómo evoluciona el puñetero virus, temerosos de que no nos toque a alguno de nosotros o de  nuestros familiares. Estos días, mucha gente los organiza para ir a visitar a la familia, cuando esta se encuentra lejana. Ahora no se puede hacer, ni siquiera ir a ver a quienes tienes a dos manzanas; qué decir de los que están a muchos kilómetros, y eso sí que da nostalgia, haciendo que el confinamiento sea un poco más duro, y añoramos poder estar junto a los padres, hermanos, primos o amigos. Nos damos cuenta de la importancia que tienen los seres queridos, cuando no podemos verles ni tocarles ni sentir su presencia. Quizá, en este viernes Santo, esa sea la enseñanza que deberíamos sacar; incluso habrá quien eche de menos hasta ese “cuñao” que todo lo sabe.
Pero no estamos solos. La fuerza de nuestro aislamiento es que somos muchos y podemos sentirnos cada tarde cuando salimos a aplaudir desde el balcón. Sentirnos miembros de una comunidad que ahora comparte las mismas penas y alegrías, nos da ese ánimo para seguir adelante. Ya vendrá el tiempo de poder abrazar a quienes queremos, de tostarnos al sol en una playa o de compartir el fervor religioso cuando un Paso está delante nuestro.  Hasta las ocho.


jueves, 9 de abril de 2020

Vigesimosexto día de cuarentena. Europa


Vigesimosexto día de cuarentena. Europa. He dudado mucho en escribir este cometario, porque no quisiera que el ultranacionalismo al que se ha tirado de cabeza la derecha española se ponga bravo pidiendo banderas desproporcionadas para colgar en las plazas al grito de ¡Viva España! (a algunos se les escapará un ¡Arriba España!), ¡Que se jodan los alemanes! Es un miedo que siempre tengo al hablar de estos temas.
Desde que España entró en la UE, entonces CEE, hemos recibido una cantidad ingente de fondos de cohesión y estructurales, que nos ha permitido cambiar la faz de este país, muy atrasado en todo, y de forma especial en infraestructuras. Si sacamos el saldo entre lo aportado y lo recibido entre 1986 y 2019, obtenemos un saldo de 88.000 millones de euros. No parece poco, cómo para que nos pongamos ahora estupendos pensando que la UE no nos sirve para nada.
Pero si es cierto, que hay un factor, que se ha hecho más evidente en los últimos años, que tiene que ver con esa idea, ya vieja, con un tufo xenófobo cada vez más fuerte, de que los países del sur de Europa somos unas sanguijuelas, que solo pretendemos vivir de fiesta y jarana, a costa de los esforzados centro/norte europeos. No parece que sea nada nuevo en la idiosincrasia de superioridad que todavía se tiene en muchos países del lado frío de Europa. Lo que les está llevando a no darse cuenta de la dimensión social y económica de esta pandemia, de la que ningún país va a poder salir por sí solo.
Pero no es cierto, que sean tan rubios y eficaces, sin contar con la ayuda del resto. Los números y las hemerotecas son unos chivatos tercos. El gran milagro Alemán, se produjo después de la Segunda Guerra Mundial gracias a los casi 1.500 millones de dólares de la época, 1947, que hoy serían, aproximadamente: 175.000 millones de dólares, que recibieron del Plan Marshall, puesto en marcha por los EEUU, que les permitió reconstruir el país y reactivar la economía. Pero eso no fue el montante grande: A Alemania se le hizo una quita de la mitad de su deuda y una moratoria del pago de intereses hasta la reunificación, que no se produjo hasta el año 1989.
¿Qué pasó con la reunificación? Pues que Alemania Oriental entró en la UE, saltándose todos los requisitos que se imponía a los países candidatos, en nombre de la reunificación alemana, que por supuesto no pagaron los alemanes, sino todos nosotros. Durante el periodo  1991-1993, la UE aprobó ayuda por valor de 3.000 millones de euros al año; entre 1993 y 2013, a través de Fondos de Cohesión,  de Desarrollo Regional y  Fondo Social Europeo, la aportación de la UE ha sido de 80.000 millones de euros.
Ahora se niegan a mutualizar, para todos los países de UE, la deuda que se pueda generar en la unión como factura económica del coronavirus, que, por cierto, pagaremos todos. Siguen pensando, ellos y sus socios norteños, que el dedo divino les ha señalado como los elegidos para sortear cualquier catástrofe. Así no se construye una Europa unida, solidaria y democrática. Hasta las ocho.  


La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...