domingo, 27 de agosto de 2023

Luis Rubiales un machista con poder

 


Ha tenido que producirse un triunfo deportivo mayúsculo, como ganar el Campeonato del Mundo de fútbol femenino, para darnos cuenta de hasta qué punto el machismo está acampado en las estructuras de las instituciones públicas y privadas del Estado y la sociedad española. Porque no sólo es el fútbol el que está inoculado con ese virus que hace pensar a los hombres que están por encima de las mujeres, tratando a estas como si fueran un apéndice bíblico de la grandeza masculina (parece que la sociedad ha avanzado muy poco en este sentido en los últimos 5.000 años), sino que el comportamiento de muchos, en estos días de machirulismo inaceptable del ex presidente de la Federación de Fútbol y toda la corte que le rodea, nos ha puesto a la sociedad en su conjunto y a los hombres en especial, frente al espejo que nos muestra lo que realmente somos: una sociedad que trata de avanzar en derechos de las mujeres, pero que se topa con unas estructuras mentales consolidadas en el machismo y la desigualdad, que va a costar mucho derribar.

Es cierto que en todo este proceso de vergüenza ajena que hemos sentido por el chulesco comportamiento machista de Luis Rubiales y todos los que le aplaudieron en la Asamblea de la Federación, ha habido un proceder mayoritario de rechazo, lo que nos indica que las políticas desplegadas en los últimos tiempos, y una cultura cada vez más entregada a la reivindicación de la mujer como sujeto social en igualdad con el hombre, van calando en nuestra conciencia individual y colectiva. Pero también nos hace ver que falta mucho camino por recorrer.

Vergüenza ajena, que también hemos sentido al escuchar a periodistas y medios deportivos jaleando, defendiendo y justificando el baboso beso de Luis Rubiales a una jugadora de la selección, a la que simplemente debería haber felicitado con un apretón de manos y unas palabras de agradecimiento y satisfacción por la hazaña que acababa de hacer junto a sus compañeras. Medios que ahítos de machismo de sacristía han tratado de culpabilizar a Jenni Hermoso, como si de una buscona se tratara, en su defensa del presidente de la Federación. Lo que dice muy poco de la catadura moral de esos periodistas, apuntados al bochornoso acto de lavar la mierda de otros, vaya usted a saber si por razones ideológicas o pecuniarias o quizá por ambas.

Vergüenza de género que muchos hombres hemos sentido al ver como una gran parte de la masculinidad del deporte en general y del fútbol en particular, ha mirado para otro lado, como si la cosa no fuera con ellos. Es notoria la ausencia de comentarios de muchas grandes figuras del deporte nacional o la tardanza en hacerlo, que en algunos casos, parece el intento de subirse a un carro, que les resulta incómodo, a regañadientes. Porque no nos engañemos, en un mundo como el del fútbol, donde la gloria, la fama y, por qué no decirlo, la estupidez, han sido y son todavía un asunto de hombres, la irrupción de las mujeres supone un terremoto, que muchos no están dispuestos a aceptar. Compartir gloria y fama a nadie le gusta. Aceptar que las mujeres lo pueden hacer tan bien o mejor que los hombres, es tener que compartir la exclusividad del poder que da ser el único. Y la sociedad, en oriente y occidente, lleva siglos ninguneando a las mujeres para no tener que hacerlo.

Luis Rubiales y la actual Federación de Fútbol deben desaparecer del mapa. No se trata de quitarse de en medio al actual expresidente, para que todo siga igual. Para que el desprecio hacia el esfuerzo y las capacidades de las mujeres, quede laminado de las estructuras del fútbol y otras disciplinas deportivas; todos tenemos en la retina la imagen de las ganadoras de la supercopa femenina poniéndose ellas mismas las medallas que recogían de una mesa. Aquellos que han aplaudido a Luis Rubiales en la intervención pública más vergonzosa de un dirigente deportivo en años, deben de ser apartados de sus cargos, porque ya no son de fiar y porque la sombra de la corrupción y el machismo, ya convertida en luz cegadora, planea sobre ellos, como un estigma ganado a pulso, que difícilmente se van a poder quitar de encima. Porque una sociedad democrática no puede permitir que una persona atente contra los valores que deben regir en el comportamiento público y privado de cada uno de nosotros. Y no quiero caer en un falso moralismo de golpes en el pecho. No. Los valores sobre los que se fundamenta la democracia son el pegamento de la sociedad y ningún personaje público puede situarse con sus actos, por obra u omisión, enfrente de ellos. Y eso es lo que ha pasado estos días con los dirigentes del fútbol español.

Al escuchar a Luis Rubiales sólo se podía pensar si su discurso se lo había escrito VOX. Porque no hubo ni una coma que se saliera del guion de lo que piensa la extrema derecha de las mujeres. Destilaba tanta misoginia, falta de empatía hacia las mujeres, odio hacia la igualdad y culpabilización de la jugadora para expiar los propios pecados de Luis Rubiales, que no nos extrañe ver al ya ex presidente del fútbol español en alguna lista electoral de VOX próximamente.


Luis Rubiales, además, no sólo ha cometido un acto de infamia hacia las mujeres y la sociedad, que deba purgarse con su salida de los cargos que ocupa actualmente. Su comportamiento es mucho más grave. Tanto que está tipificado en los artículos 178.1 y 2 del Código Penal —les ruego que se lo lean—. Por ello debe comparecer ante la justicia y responder por sus actos. Y porque, además, la única manera de que en España se empiece a tomar en serio este tipo de actitudes, que no son tan minoritarias como muchos pueden creer, es que haya una sentencia ejemplar, por la repercusión mediática que esta pueda tener como aviso a navegantes. Si nuestra relación con las mujeres no empieza por respetar su derecho a decidir sobre su propia intimidad e integridad moral y física, nunca seremos una sociedad que nos podamos mirar a la cara sin avergonzarnos. Y si bien la educación es fundamental para ello, crear una mentalidad social que construya una aceptación de la igualdad como algo natural es básico, y para ello la aplicación de la justicia es un revulsivo que puede hacernos reflexionar como comunidad y como individuos.

El machismo sonrojante de Luis Rubiales ha tenido la capacidad de unir a la sociedad española en su condena unánime. Incluso a la clase política, salvo VOX y el clamoroso silencio de las diferentes Iglesias que pueblan el país, se ha posicionado sin fisuras, algo raro en España, en contra de lo sucedido. Aunque no se entiende muy bien, que dirigentes del Partido Popular hayan intentado desgastar al gobierno con este asunto, con unas declaraciones similares a las de la extrema derecha, fuera de tono y poco edificantes. Es el momento, por tanto, de dar un paso al frente y empezar a modificar y cambiar la manera de afrontar la desigualdad de género. No sólo se trata de un “Me too” que denuncie las agresiones sexuales. Se trata de cambiar los comportamientos sexistas en las empresas, en las universidades, en los colegios, en las familias, en el deporte, en la política, en las relaciones entre hombres y mujeres, etc. También en la aceptación por parte de los hombres de que nosotros somos parte del problema, pero también de la solución. En definitiva, aprovechar lo sucedido, para despertar conciencias individuales, con el fin de alcanzar esa igualdad tan trabajada, que nos hará más libres, más justos y más felices.   

                  

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