viernes, 22 de junio de 2018

50 escritores singulares


Publicado en Levante de Castellón el 22 de junio de 2018
El día 15 de junio se presentó, en ese icono cultural de Castellón, que es el espacio cultural La Bohemia, el libro “50 escritores singulares”, una maravillosa iniciativa, que pone en valor el interesantísimo momento literario que está sucediendo en la provincia de Castellón. El libro recoge cincuenta entrevistas realizadas por Francisco Pérez Benedicto, a otros tantos escritores y escritas, principalmente de Castellón, gracias a las cuales podemos conocer un poco más a quienes nos deleitan con sus libros y escritos. Poetas, cuentistas, novelistas de los que poco conocemos, pero que están ahí, presentes en algún momento de nuestra vida.
                Conocer qué piensan, qué gustos tiene, cómo ven el mundo que les rodea, inevitablemente, nos hace sentir más cerca de los escritores y permite que nos adentremos, un poco, en ese mundo mágico de palabras que va tejiendo, como una sutil tela, el proceso creativo, que acabará desembocando en esa novela que tanto nos ha gustado, o ese poema que ha abierto en canal el río de nuestras emociones.
                El oficio de escribir tiene alrededor un halo mistérico, que lo convierte a los ojos de la sociedad en algo fascinante y casi telúrico. No es de extrañar, teniendo en cuenta que es uno de los oficios más antiguos que existen, desde que nuestros ancestros se reunían en una cueva a escuchar historias fantásticas, alrededor del fuego que les procuraba seguridad. Y es cierto, que para el escritor no hay mayor placer que dejar correr su imaginación, hacer que fluyan las emociones, para plasmarlas en un papel; ahora en la pantalla de un ordenador.
                Pero hay un trabajo, que si bien forma parte de este oficio, no está ungido con el brillo de las letras. Las horas de soledad frente al ordenador, de repensar lo que queremos escribir, de búsqueda de documentación, de tediosas correcciones y cuando ya todo está hecho, cuando el texto palpita recién terminado, llega lo más duro: la búsqueda de editorial, el trabajo de edición, el cansancio de las promociones… todo ello forma parte de la vida del escritor, y no siempre está suficientemente recompensado.
                Son múltiples los problemas que los escritores tienen acumulados desde hace años. Porque mientras, como hemos dicho antes, existe una cierta veneración en la sociedad hacia su oficio, el abandono institucional, la paulatina pérdida de lectores, las trabas que la Seguridad Social impone a la creación literaria, la escasa defensa de los derechos de autor y el ser el último eslabón económico en la distribución del precio del libro, colocan al escritor en una situación de vulnerabilidad absoluta. No es que se pretenda vivir de la literatura; muy pocos son los que lo consiguen, y quien escriba pensado en ello, se equivoca. La literatura no da para vivir, ni ahora, ni antes. La gran mayoría de los escritores han tenido/tienen otro oficio que les reporta ingresos.
                Sin embargo, seguimos escribiendo, vertiendo nuestra imaginación en libros, en periódicos, en pálidas pantallas de ordenador. Porque no hay nada que más satisfacción produzca que la de ver como una historia, unos personajes, unos versos o un pensamiento, va tomando cuerpo, se va construyendo, muchas veces en contra de nuestra voluntad inicial. Hurgar en el fondo de nuestro alma, para convertir lo que saquemos en parte del imaginario colectivo que conforman nuestro lectores, compensa todos los sacrificios, esa falta de inspiración que hay que esperar con el bolígrafo en la mano, ese lado oscuro que rodea todo el proceso de creación y edición.
                No hay mayor recompensa que recibir el aliento de los lectores, que ver como tu obra pasa a ser propiedad de quienes la leen. Porque cada lector es un mundo pleno de sus propias fantasías, sus propios miedos y sus maneras de sentir. Por eso, un libro como “50 escritores singulares” hace que nos sintamos más cerca de quienes habitan al otro lado de las páginas. Y eso es sumamente reconfortante.

viernes, 15 de junio de 2018

Cruces de los caídos


Publicado en Levante de Castellón el 15 de junio de 2018

Estos últimos días vengo haciéndome una pregunta: ¿Cómo es posible que después de cuarenta años la derecha española todavía siga defendiendo el legado de la dictadura de Franco? Se puede entender, que los nostálgicos del dictador se aferren a su figura y a los símbolos de la dictadura, como una manera de sobrevivir a los recuerdos de un patriotismo ramplón que desfilaba al Paso de la Oca marcado desde el Palacio del Pardo. Pero que Partidos que se definen democráticos estén impidiendo el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica y defendiendo los símbolos franquista que aún quedan en España, dice mucho de las carencias que tiene esta democracia, sobre todo por el ala derecha del espectro político, que ni siquiera es capaz de responder con contundencia, democrática eso sí, a los resabios de la dictadura que todavía quedan entre nosotros.
                Viene esto a cuenta de la polémica que ha surgido en Castellón por el derribo de algunas cruces franquista en localidades como La Vall d’Uixó o la capital. Polémica alimentada por la derecha provincial, que dice bien poco de la calidad, como demócratas, de algunos de sus representantes. Porque defender, como lo están haciendo algunos dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos en Castellón, la permanencia de símbolos ofensivos para la democracia en localidades de la provincia, es alimentar el sueño, para algunos y quizá para ellos, de que la dictadura todavía está entre nosotros al hacernos rememorar día a día la España de la “Montañas nevadas y bandeas al viento”, como un pasado del que todavía se puede reivindicar algo.
                Decir que para no revolver viejas heridas, es mejor que las cruces en honor de los caídos por Dios y por España, deben seguir en las plazas y los parques, es torticero, porque las heridas siguen abiertas y no se cerrarán hasta que esta derecha, cada vez más ultramontana, deje de defender el franquismo y de poner palos en las ruedas de la memoria histórica. Es una demagogia cuando se dice que los símbolos de la dictadura deben estar ahí para que nunca la olvidemos. Donde tiene que estar la dictadura bien explicada, con rigor histórico, es en los libros de texto o de historia, pero no en las calles, porque una cruz de los caídos, por mucho que se la haya querido lavar la cara, no es un recuerdo del pasado, sino una exaltación del franquismo y su régimen fascista. No hay ningún país democrático que no haya eliminado de sus callejeros y de sus plazas, cualquier vestigio que rememorara el fascismo que imperó en algún momento de su historia. Sin embargo, en España seguimos obligados a vivir con ello.
                Pero lo que más vergüenza ajena produce, es que algunos dirigente del PP y de CS hayan decido utilizar la defensa de los símbolos franquista como arma arrojadiza electoral. Eso nos da una idea de la talla política de algunos de ellos (estoy seguro que tanto en un partido como en el otro hay dirigentes que deben estar sonrojados por la torpeza política a la que estamos asistiendo), que incapaces de hacer una oposición digna de tal nombre, no tienen empacho en agarrarse a Franco, para justificar su acción política. Triste que sea así, y que no se den cuenta, que están alimentando un monstruo dormido en España durante décadas,  con sus acciones. Si es que ellos/as no son miembros activos de ese monstruo.
                Las cruz de La Vall d’Uixó y la de Castellón, como otras tantas, por mucho que se les cambie el nombre o se quiera que parezcan monumentos a la reconciliación, no dejan de ser símbolos que la dictadura puso allí para recrear su poder y recordar a quien quisiera oponerse a ella, que la guerra contra el rojo no había terminado. Además, es un recuerdo demasiado explícito de la empática colaboración que tuvieron la Iglesia y la dictadura, y eso en una sociedad democrática y aconfesional no se puede tolerar. Por eso las cruces deben desaparecer y si se quiere hacer un  monumento que recuerde a las víctimas de todos los terrorismos, de todas las violencias, que se haga, pero que sea un monumento democrático y no nos recuerde un tiempo gris y demasiado dramático para millones de españoles, excepto para la derecha empeñada en defenderlos. 

viernes, 8 de junio de 2018

¿A qué huelen las nubes?


Publicado en Levante de Castellón el 8 de junio de 2018


Preguntaba en un anuncio de televisión una conocida marca de compresas. Una pregunta tonta, que no merece la pena ni contestar, por lo obvia que es la respuesta. Igual que la que se hacen hoy muchos “ciudadanos” del por qué  no se convocan elecciones. La respuesta es igual de simple: porque no hace falta; porque el país no pude estar enfrascado en procesos electorales cada vez que a un partido le interesa.

                Sin embargo, una parte de la derecha insiste machaconamente en hacernos creer que la única solución para España es la convocatoria de elecciones. Como si una moción de censura fuese un mecanismo espurio de sustitución de un presidente del gobierno, que ya no debe serlo, por todas las razones que ustedes saben. Parece que a esa España de una única dirección, no le gusta que se aplique la Constitución, por lo menos cuando a ellos no les interesa  o quizá es que no se la han leído, al igual que cuando piden la prolongación del artículo 155 en Cataluña, saltándose a la torera el acuerdo de aplicación en el Senado de este artículo constitucional, con su voto entusiasta. Aunque, me inclino más a pensar que la Ley conocerla sí la conoce, pero aplicarla, sólo cuando se les ajusta. Claro, que luego están los verdaderos damnificados de la moción, que todavía no entienden por qué se presentó y se ha aprobado, sin motivo aparente, sólo por la ambición de un señor por ser presidente, que además ha traicionado, no sabemos muy bien a quién, si a España, a los españoles, a la Constitución, a ellos mismos, a la selección española o a esa idea de que sólo la derecha tiene capacidad para gobernar por mandato divino.
                Parece, que ni los 180 diputados que han votado a favor de la moción de censura ni los doce millones de españoles que representan, tiene la categoría suficiente para desalojarlos del poder o impedir que se convoquen elecciones. Como si estuviéramos en una democracia censitaria, y los votantes de las diferentes sensibilidades políticas que no sea la suya, tuvieran un voto de menor importancia que los de la derecha nacional española. Eso es lo que no pueden soportar, que la democracia se despliegue en toda su plenitud y les arranque del poder real o demoscópico. Para ello se sacan de la manga la demagogia de que son los españoles votando los que deben solucionar esta situación. Como si no hubiéremos votado ya hace dos años y esos votos hayan servido para que un partido corrupto salga del gobierno y otro, muletilla del partido corrupto, ya no pueda aparentar ser el único que pude poner freno a la corrupción en España.
                Está claro que la Constitución ha funcionado con una precisión de reloj suizo en este caso; que la moción de censura ha concitado apoyos suficientes de aquellos que por corrupción o por mal gobierno han considerado que el ejecutivo actual debía dejar de gobernar, y lo ha  hecho de una manera legítima y ajustada a derecho. También está claro que ahora el nuevo gobierno tendrá que tejer un  mosaico de apoyos, que no van ser fáciles si quiere prolongar la legislatura hasta el final. Todo eso lo tenemos claro, incluso que la derecha va a ejercer una oposición durísima y no siempre constructiva, por diferentes intereses, pero va a ser así, y no será ilegítimo que lo hagan, siempre que se respeten unas normas de tolerancia y moralidad política mínimas, ajustadas a la democracia. Pero el gobierno se acaba de nombrar y es de buena educación política dejarle aterrizar y que tenga un periodo de cortesía para ver qué es lo que hace. Aunque la cortesía en política hace ya mucho tiempo que se perdió.

¿A qué huelen las nubes? Preguntaba en un anuncio de televisión una conocida marca de compresas. Una pregunta tonta, que no merece la pena ni contestar, por lo obvia que es la respuesta. Igual que la que se hacen hoy muchos “ciudadanos” del por qué  no se convocan elecciones. La respuesta es igual de simple: porque no hace falta; porque el país no pude estar enfrascado en procesos electorales cada vez que a un partido le interesa.
                Sin embargo, una parte de la derecha insiste machaconamente en hacernos creer que la única solución para España es la convocatoria de elecciones. Como si una moción de censura fuese un mecanismo espurio de sustitución de un presidente del gobierno, que ya no debe serlo, por todas las razones que ustedes saben. Parece que a esa España de una única dirección, no le gusta que se aplique la Constitución, por lo menos cuando a ellos no les interesa  o quizá es que no se la han leído, al igual que cuando piden la prolongación del artículo 155 en Cataluña, saltándose a la torera el acuerdo de aplicación en el Senado de este artículo constitucional, con su voto entusiasta. Aunque, me inclino más a pensar que la Ley conocerla sí la conoce, pero aplicarla, sólo cuando se les ajusta. Claro, que luego están los verdaderos damnificados de la moción, que todavía no entienden por qué se presentó y se ha aprobado, sin motivo aparente, sólo por la ambición de un señor por ser presidente, que además ha traicionado, no sabemos muy bien a quién, si a España, a los españoles, a la Constitución, a ellos mismos, a la selección española o a esa idea de que sólo la derecha tiene capacidad para gobernar por mandato divino.
                Parece, que ni los 180 diputados que han votado a favor de la moción de censura ni los doce millones de españoles que representan, tiene la categoría suficiente para desalojarlos del poder o impedir que se convoquen elecciones. Como si estuviéramos en una democracia censitaria, y los votantes de las diferentes sensibilidades políticas que no sea la suya, tuvieran un voto de menor importancia que los de la derecha nacional española. Eso es lo que no pueden soportar, que la democracia se despliegue en toda su plenitud y les arranque del poder real o demoscópico. Para ello se sacan de la manga la demagogia de que son los españoles votando los que deben solucionar esta situación. Como si no hubiéremos votado ya hace dos años y esos votos hayan servido para que un partido corrupto salga del gobierno y otro, muletilla del partido corrupto, ya no pueda aparentar ser el único que pude poner freno a la corrupción en España.
                Está claro que la Constitución ha funcionado con una precisión de reloj suizo en este caso; que la moción de censura ha concitado apoyos suficientes de aquellos que por corrupción o por mal gobierno han considerado que el ejecutivo actual debía dejar de gobernar, y lo ha  hecho de una manera legítima y ajustada a derecho. También está claro que ahora el nuevo gobierno tendrá que tejer un  mosaico de apoyos, que no van ser fáciles si quiere prolongar la legislatura hasta el final. Todo eso lo tenemos claro, incluso que la derecha va a ejercer una oposición durísima y no siempre constructiva, por diferentes intereses, pero va a ser así, y no será ilegítimo que lo hagan, siempre que se respeten unas normas de tolerancia y moralidad política mínimas, ajustadas a la democracia. Pero el gobierno se acaba de nombrar y es de buena educación política dejarle aterrizar y que tenga un periodo de cortesía para ver qué es lo que hace. Aunque la cortesía en política hace ya mucho tiempo que se perdió.

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...