lunes, 31 de mayo de 2021

LA SUERTE DEL PRESIDENTE. Novela de José Antonio Ruiz

 


Entre el 24 de mayo y el 1 de junio de 2018, España vivió unos días convulsos. Tras la sentencia de la Audiencia Nacional condenando al Partido Popular por corrupción, el PSOE presenta una moción de censura contra el presidente del gobierno Mariano Rajoy, proponiendo como candidato a Pedro Sánchez. Pero esta es una historia que ustedes conocen perfectamente y, por eso, José Antonio Ruiz, en su primera novela “La suerte del presidente”, no habla de ello, pero tampoco deja de hablar. Es en este juego de palabras donde reside la gracia de la novela, que sin contarnos aquella historia que llenó las portadas de los medios de comunicación durante días hasta el aburrimiento y mantuvo al país entero sin aliento, unos porque suspiraban para que triunfara y otros para que fuera un fracaso, no deja de ser el armazón que construye la novela.

José Antonio Ruiz hace un artificio literario fantástico al inventarse una historia, incluso podría haber sido cierta, que con mucha maestría engarza en los acontecimientos de la moción de  censura, teniendo al lector absolutamente despistado a lo largo de toda la novela. Mejor que no hagan cábalas sobre lo que realmente está sucediendo en busca de una solución anticipada de la trama, porque será un esfuerzo inútil. Solo puedo decirles, para despistarles un poco más, que la clave está en el título.

Hay un segundo elemento, que participa del enredo al igual que la moción de censura, y este es, ni más ni menos, que el procés independentista y su sumo sacerdote Carles Puigdemont, que al igual que el holandés errante, vaga de país en país para evitar su extradición a España, que tendrá junto a María Dolores de Cospedal, un puesto de relevancia en el elenco de personajes. Pero tampoco cae el autor en la tentación de contarnos los dimes y diretes del procés.    

Además, “La suerte del presidente”, Ruiz tiene la valentía de contarla en primera persona, algo bastante complicado, sobre todo cuando se trata de la primera novela, si no sé quiere acabar escribiendo un biopic, por utilizar un término muy de moda en el cine, o caer en la aburrida narración de la vida de personas que no tenemos gran cosa que contar desde el punto de vista literario. Desgraciadamente, esto suele pasar bastante. Sin embargo, el riesgo que asume Ruiz lo sabe gestionar con bastante soltura, porque en este caso la ficción triunfa sobre la realidad, muy alejada de la vida del autor, aunque se soporte en ella.

Dicho todo lo anterior, la estructura de la novela está muy bien construida, con un excelente manejo de la analepsis; unos personajes que cumplen a la perfección el papel y el perfil que el autor les ha querido dar, incluso los de no ficción, que están magistralmente retratados; y un estilo que es ágil y envolvente, de tal manera que la historia que cuenta acaba atrapando al lector entre los acontecimientos que se narran y sus elucubraciones.

En definitiva, estamos ante una buena novela, que merece la pena leer y disfrutarla, sacando entre sus páginas la didáctica que nos enseña que el poder está inundado de aguas sucias, por no decir fecales, sobre todo cuando se trata de no perderlo. Yo lo único que les puedo adelantar es que todo empieza en París, en la sede de La Française de Jeux, una noche que se acaba de celebrar el sorteo de euromillones, con un sustancioso bote de 250 millones de euros. Hasta ahí puedo y quiero leer.     

           

jueves, 27 de mayo de 2021

Indultos

 


Desde el año 1996 se han concedido 10.652 indultos en España, algunos de ellos sonados, como los de los golpistas Alfonso Armada o Milans del Bosch, entre otros personajes públicos, ligados de alguna manera o de otra al poder y al imperante bipartidismo durante años. Como entonces, los indultados eran de la simpatía de uno u otro bando ideológico, nadie ponía el grito en el cielo cuando se liberaba a algún condenado amigo. Digamos, que había un pacto tácito entre derecha e izquierda para indultar a personajes afines.

En cualquier caso, el indulto es una medida de gracia, que otorga el gobierno y que más allá de las connotaciones políticas, en los casos anteriormente citados, puede tener un fin humanitario o de hacer justicia cuando la ley se muestra injusta con algunas personas. Aunque chirría un poco que la Ley aplicable para indultar sea de 1870, aprobada en plena Revolución de la Gloriosa, cuando se puso fin al reinado de Isabel II y la dinastía de los Borbones en España, aunque fue solo temporalmente. Tiempo ha habido para renovarla después de 150 años. Ya saben que en España hay cosas que nunca se tiene prisa por cambiar.

Pero cómo es preceptivo en este país en los últimos años, la derecha, que parece que tampoco ha cambiado en el último siglo y medio, se ha vuelto a lanzar al monte al igual que lo hace siempre que pierde unas elecciones y el sinfín de oportunidades que les ofrece estar en el gobierno. Y todo, absolutamente todo lo que haga el actual ejecutivo estará mal y supondrá un peligro para la unidad de España y la sumisión de los españoles. Siempre el mismo espantajo, que coloca en una situación de desafección patriótica a la parte del país que entiende que España no es la nación centralista/madrileñista que nos hacen creer, sino la suma de muchos territorios, algunos de ellos con derechos históricos (recordemos que fue el borbón Felipe V el que acabó con ellos, recentralizando España, al aplicar en toda la monarquía las leyes de la entonces Corona de Castilla).

En este contexto de negar la mayor al gobierno en todas sus acciones y de idea centralista de España, es imposible que los indultos a los condenados del procés no se conviertan en munición de alto calibre para la derecha, que ve en ellos una oportunidad para derribar al gobierno actual. Porque no nos engañemos, al Partido Popular los indultos le importan un bledo, para ellos lo importante es tener artillería para que puedan seguir con su acoso y derribo, hasta la victoria final. Nada nuevo que no venga sucediendo a lo largo de los meses de pandemia; ni siquiera en este asunto tan grave para la salud de la población han sido capaces de aflojar la cuerda que tratan de poner en el cuello del gobierno.

Así que, otra vez más, vuelven a agitar los fantasmas de la unidad de España, la bandera y la traición de todo el que no defienda la visión centralista de nacionalismo rancio que ellos tienen. La verdad es que no les funciona mal, porque como se ha demostrado en las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid, una buena dosis de patriotismo barato hace maravillas electorales, tapando todos los problemas que la sociedad tiene y que ellos han acrecentado en sus años de gobierno. Para ello, volvemos a la mentira o al olvido. Cuando Casado y todos sus afines dicen que hace falta arrepentimiento para conceder el indulto a los condenados del procés, está faltando a la verdad. No son pocos los expertos en derecho que sostienen que en ningún lugar de la Ley de indultos se dice que el arrepentimiento sea requisito para su concesión. Incluso, me atrevería a decir que en la mayoría de los 10.652 concedidos en estos veinticinco últimos años, no ha sido condición sine qua non, para su concesión.

El propio presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, ya en 2013, en el caso del indulto al Kamikaze, que fue otorgado por el gobierno de Mariano Rajoy, advirtió en un voto particular junto a otros diez magistrados, que «las razones de un Gobierno para conceder un indulto pueden ser muy variadas y “no siempre exteriorizables”, pues pueden estar relacionadas con la el seguridad pública, política criminal, relaciones internacionales, “e incluso para resolver graves problemas políticos que pueden afectar a la convivencia nacional”». Sin embargo, ahora sostiene, en una intromisión, una más, inaceptable de la adjudicatura en la política, que no sería bien aceptado. ¿Aceptado, por quién? Una vez más tenemos que dirigir nuestra mirada a quienes entienden la política como un coto personal, y los demás solo tenemos el derecho a ser espectadores.

Por último, no somos pocos los que creemos, porque tenemos una visión descentralizada de España, que los indultos pueden favorecer el entendimiento entre diferentes poderes territoriales, aunque nunca se sabe cómo va a responder el independentismo catalán, en su huida constante hacia la nada o lo que es peor, hacia el conflicto. Pero lo que sí sabemos, es que si esta medida de gracia contribuye a serenar las aguas y a consolidar la mayoría parlamentaria del gobierno, la derecha nacionalista española habrá perdido otra oportunidad y va a romper todos los puentes de convivencia política, y lo que es más peligroso, social.

 

jueves, 20 de mayo de 2021

Pasó el Día Internacional de los Museos.

 


Hemos pasado el Día Internacional de los Museos. Parecía que no les íbamos a echar de menos, pero la pandemia nos ha hecho ver qué importantes son para la vida cultural y, por qué no decirlo, para la propia vitalidad de una sociedad, que si no es capaz de reconocerse en sus museos, poco o nada le interesa el pasado y sus circunstancias, manifestadas a través del arte, como sublimación de la inteligencia humana, capaz de expresar con belleza las emociones positivas y negativas que tiene una sociedad en cada momento de su historia.

Nunca debemos perder esa perspectiva sobre los museos como grandes templos que nos muestran cómo el arte leyó el pasado. Lo que no está reñido con la promoción del arte actual, que es la manifestación presente de cómo los artistas entienden el entorno que les rodea, y cómo éste influye en ellos. Es otra lectura, carente de perspectiva histórica, pero que en demasiadas ocasiones nos señala el camino de cómo se está gestando la idiosincrasia de la sociedad de mañana. Para eso, la mayoría de los  museos desarrollan una intensa programación de exposiciones temporales, que en muchas ocasiones son para poder mostrar todo el arte que no se puede exhibir en la exposición permanente, en otras para que el público vea obras que pertenecen a otros museos y, también,  para dar cabida expositiva a las nuevas tendencias artísticas que se están gestando en la sociedad.

Hay un museo excepcional, poco conocido, porque está ubicado en una pequeña población de Castellón de nombre Vilafamés, localidad que además está considerada como uno de los pueblos más bonitos de España. Me refiero al Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés MACVAC, que en estas fechas cumple 50 años, desde que al crítico de  arte valenciano Aguilera Cerni se le ocurriera la feliz idea de montar un museo en un pueblecito rural, que con el tiempo se ha convertido en uno de los centros de arte contemporáneo más importantes de España. Si alguien quiere conocer cómo ha ido evolucionando el arte contemporáneo, principalmente español, desde los años 50, tiene pendiente una obligada visita al MACVAC, y se quedará prendado de su colección, del edificio del siglo XV de gótico valenciano que la alberga: el Palacio Batlle, y la simbiosis mágica que se crea entre la arquitectura antigua con el arte contemporáneo y el entorno de un pueblo con una belleza singular.  

Además, el MACVAC viene planteando desde hace tiempo, la ruptura de la brecha de género que existe en el arte, poniendo en valor la creación artística desde la mirada de las mujeres, como artistas al mismo nivel que los hombres.

Cuidemos nuestros museos, porque ellos contienen una parte de nuestra memoria histórica y, desde el arte, nos plantean reflexiones cargadas de belleza formal me informal, necesarias para que podamos avanzar hacia el futuro.    

domingo, 16 de mayo de 2021

La fatiga postpandémica

 


La sociedad española está perdida en un imaginario de enfermedades mentales, o eso es lo que nos dicen a diario: estrés, ansiedad, depresión, fatiga emocional y ahora toda una panoplia de desequilibrios psíquicos como causa de la situación pandémica que vivimos. Parece que estamos condenados a vivir perennemente tumbados en el diván, sin que seamos capaces de afrontar una buena sesión de psicoanálisis, no vaya a ser que descubramos lo que no queremos saber.

Tenemos fatiga postpandémica, nos insisten a diario los medios de comunicación, sin que nadie, todavía, haya explicado con claridad qué es eso. Aunque, quizá, ahí es donde reside el éxito del diagnóstico: no saber cuáles son los síntomas científicamente reconocibles, para que cada uno los amolde a sus circunstancias. Porque nuestra verdadera identidad puede que resida en una especie de locura a la carta, capaz de hacer las mayores gestas inútiles que la historia haya conocido. Si no, de qué el loco más cuerdo de la literatura universal es un ancestro colectivo de este país, en el que cada uno de nosotros nos reconocemos, a nuestra manera.

Sin embargo, yo pienso que todo eso son ilusiones construidas para disimular nuestra propensión a la tragedia colectiva; es mejor parecer loco, que asumir que los estamos. Segismundo, en La Vida es Sueño, prefiere aparecer como un alma enfurecida, antes que asumir que está enferma: “Pues la muerte te daré/porque no sepas que sé,/que sabes flaquezas mías./Sólo porque me has oído,/entre mis membrudos brazos/te tengo que hacer pedazos”.

Ignoro cuándo los españoles caímos en las fauces de esa fiera indómita que es la vanidad, el orgullo y el desprecio a lo que ignoramos. Desde qué instante de nuestro pasado nos convertimos en esclavos de las apariencias, tan bien retratadas en El Buscón de Quevedo; cuál es motivo por el que nuestro alma enfermó y decidimos disfrazar la falta de identidad colectiva con locura, hasta preferir la muerte si nuestras expectativas no se cumplen. “Vivo sin vivir en mi/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero”, cantaba San Juan de la Cruz en su Noche oscura del alma; curiosamente los mismos versos escribió Santa Teresa, dos místicos que esperaban que la redención de sus pecados bajara del cielo en forma de amor divino.

Porque no es otra cosa que locura pensar que estamos locos, y así soportar nuestra incapacidad para reconocer nuestros éxitos colectivos, nuestra voluntad de hierro para emprender empresas imposibles, no vaya a ser que fracasemos y el dolor de la derrota se torne en humillación ante los fantasmas que nosotros mismo construimos.

Aunque es posible que todo esto sirva para disfrazar una realidad que nos puede parecer insoportable. Reconocer que nuestra locura no es más que una cortina de humo para esconder lo que no queremos que se vea. Que los que tienen verdaderos motivos para enloquecer, para sumergirse en un trastorno irreversible, son los que menos enferma tienen el alma, porque no tienen tiempo para permitirse otra cosa que no sea sobrevivir, llegar a fin de mes o, simplemente, poner barreras para que la pobreza no les engulla en un pozo sin fondo de difícil retorno.

“El sueño de la razón produce monstruos”, es el título de uno de la Caprichos de Goya. La razón frente a la locura; la fatiga postpandémica como excusa para perdernos, otra vez, en el laberinto de nuestra querencia hacia falsas realidades que nos resultan menos exigentes, pero que nos llevan a confundir los molinos con gigantes.

La verdadera enfermedad metal de la sociedad española es su incapacidad para reconocerse como sujeto colectivo y dejar de confundir lo que soñamos con lo que podemos. Quizá deberíamos hacer caso a Sor Juana Inés de la Cruz, cuando en su poema Procura desmentir los elogios, nos advierte del peligro de la vanidad, que acabará deviniendo en locura:  “Este que ves, engaño colorido,/que, del arte ostentando los primores,/con falsos silogismos de colores/es cauteloso engaño del sentido”.

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

La injusta penalización de las pensiones anticipadas

 


Un país no puede vivir instalado en el castigo permanente de aquellos que han colaborado durante años al sostenimiento del Estado con su trabajo y se ven expulsados del mercado laboral por la edad y por un capitalismo cada vez más salvaje, que solo piensa en la optimización del beneficio, excluyendo a quienes ya no les interesa para aumentar las ganancias.

Un país avanzado en bienestar y empático con sus ciudadanos, se sentiría avergonzado cuando se penaliza de por vida la pensión de aquellos que más años han contribuido al sostenimiento del sistema de previsión social, con largas carreras profesionales y años de cotización.

Sin embargo, en España esto es lo que está pasando. Llegados a la cincuentena se expulsa a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras de sus profesiones, con una posibilidad mínima de volver a trabajar y después se les castiga a perpetuidad penalizando sus pensiones, en algunos casos con elevadas cuantías.

¿Es de justicia, que cuando una persona se jubila anticipadamente, habiendo cotizado lo que Ley exige para cobrar el 100% de la pensión que le corresponda, se le penalice? Si además tenemos en cuenta que la gran mayoría se tiene que jubilar anticipadamente por haber sido apartado del mercado de trabajo, la contestación no puede dar margen a la duda. A pesar de que muchos, desde el poder, intenten hacernos creer que si se corrige esa discriminación histórica, el sistema se resentiría, porque tiene unos graves desequilibrios financieros entre ingresos y gastos.

A este respecto, me gustaría hacer alguna observación. En un sistema de ingresos de la Seguridad Social basado en las cotizaciones por trabajadores y trabajadoras, en los últimos 70 u 80 años de expansión de la mecanización e informatización del trabajo, ¿cuántos cotizantes han dejado de serlo al sustituirles una máquina? ¿Cuántos ingresos ha dejado de tener la Seguridad Social al haber menos cotizantes? ¿Cuántos beneficios ha ido acumulando el capital al ahorrarse miles de salarios y cotizaciones? Quizá, si se plantearan cotizaciones por las máquinas o por la producción que estás realizan, mucho más elevada que la humana, a lo mejor la Seguridad Social no tenía tantos problemas de ingresos. Pero claro, esto supondría empezar a distribuir la riqueza de otra manera, menos acumulativa en pocas manos y más repartida en la sociedad. Y llegamos al final del hilo de Ariadna de este laberinto: los planes de pensiones privados, ese negocio multimillonario que ha convertido a algunos fondos en auténticos dueños de la economía mundial, se vendrían abajo. Es muy sencillo: un buen sistema de pensiones públicas, reduce la necesidad de contratar un plan de pensiones privado; eso para el que pueda.

Porque detrás de esa injusticia retributiva a la que se somete a las jubilaciones anticipadas, hay un mensaje, del que tristemente también participan gobiernos de izquierda: contrata un plan privado de pensiones para tu jubilación, porque nosotros estamos haciendo todo lo posible para que tu pensión sea cada vez más baja. Me remito a que siempre que se hace una reforma de la Seguridad Social es para reducir o castigar la pensión pública. No se trata de que  nos jubilemos más tarde y con pensiones más bajas, sino todo lo contrario, se debería facilitar la incorporación al mercado laboral de los jóvenes, incentivando que los mayores se jubilen sin castigos. Pero eso es hacer las cosas en beneficio de la mayoría.

Volviendo al inicio. El ministro de Seguridad Social y el gobierno, deberían dejar de tomar el pelo a quienes están siendo castigados por haberse jubilado anticipadamente teniendo largas carreras de cotización. No solo es injusto, sino que es meditadamente perverso. Solo hay una solución, si es que todavía piensan que una democracia es un sistema político que busca la equidad, la justicia y el bienestar de sus ciudadanos: despenalizar las jubilaciones anticipadas para quienes han cotizado más de 40 años y quienes no hayan cotizado tanto, pero sí lo hayan hecho por el tiempo que marca la Ley para cobrar el 100%, no se les penalice de por vida, sino que cobren la pensión integra cuando cumpla la edad de jubilación que legalmente les corresponde.  No es una cuestión económica, sino política.

jueves, 6 de mayo de 2021

180º. Poemas de Elia S. Temporal

 


Lo inmediato que se me ocurrió nada más terminar de leer el poemario de Elia S. Temporal, 180º (Lastura, 2020), es que la poeta se había desnudado ante la mirada del lector, sin que nos hubiéramos dado cuenta. Porque lo hace con una delicadeza sublime, casi antigua, recordándonos aquellos poemas persas del siglo XIII, que hacían de la poesía un lugar espiritual para el amor y la belleza. Y es que Elia nos resume en un tiempo que son cuatro meses, los últimos 180 de una vida plagada de emociones vertidas sobre la persona amada, bebidas sorbo a sorbo por ella misma, humedeciendo el alma encallecida de todos nosotros. Nos hace parar para entender que, sin amor, el mundo y la vida son un trampantojo de felicidad, que no satisface a nadie.

A veces me pregunto cómo contaría los días

si no estuvieran ya contados,

cómo imaginaría los besos sin conocer tus labios.

 Pero no nos habla de un amor divino, platónico, imposible de alcanzar como el de los poetas del Renacimiento italiano. En su poesía hay una mística carnal, al igual que la había en los poemas encendidos de Santa Teresa, pero con una diferencia: su amor, su amado, el hombre que mueve sus emociones, es de carne y hueso. Por eso cuesta distinguir entre la Elia que ama a veces hasta la liquidación de su ser, de la Elia poeta mística, que se entrega con pasión a fundirse en los versos que ella misma escribe, cerrando el paso al olvido de las experiencias vividas desde su propia identidad de mujer —¡qué diferente aman las mujeres de los hombres!— proyectadas en un amor a veces físico, a veces espiritual, a veces material, definido en la persona amada, con sus encuentros y desencuentros, con su plenitud y sus vacíos, con sus dudas y certezas.

Cómo puedo explicarle al mundo que te quiero por debajo

de todas las raíces de la tierra,

de todos los susurros del silencio.                                                                                                                                                        

En 180º, Elia S. Temporal nos descubre que para ella el amor no es una entelequia que se pierde entre versos de bellísima factura, sino que está anclado a la vida en las noches de espera y de deseo compartido; en las ciudades que han sido testigos de sus quebrantos y esplendores amorosos.

Cuando te miro siento

que la profundidad del campo se vuelve innecesaria,

que todo se difumina, que todo fluye

en la parte del cuerpo por donde te observan mis ojos.

 Tiempo y geografía definen el diario de 180 meses, que Elia condensa en un verano imaginario, para que nada se quede enredado entre los pliegues de la memoria. Escribe María Teresa Espasa en el prólogo: “El tiempo al que se refiere Elia no solo es presente, sino también recuperación de la existencia vivida en el pasado”.  Ese tiempo está anclado a la geografía de las ciudades donde ha sentido la emoción del amor con todos sus sentimientos desplegados. Y es que su mundo gira en torno al pensamiento del amado:

Me derramo entera de pies a cabeza,

me vierto encima de ti.

 de sus ausencias:

 Amor o mar sin límites no hace falta que vengas

porque ya me hallo inmersa en tu inmensidad.

 del miedo a perdelo:

 Te comulgo sin comprender

tus medios enigmas

tus medias verdades

tus besos a medias.

 La poesía es el camino de redención hacia la plenitud o hacia el vacío. Es el lugar donde el poeta, la poeta, vierte sus más hondos sentimientos, el rincón donde desnudamos el alma, para volver a renacer como un Ave Fénix. Elia S. Temporal recorre en un viaje de ciento ochenta grados el camino de su identidad desde la profundidad del amor que ha marcado su vida, quizá dándole sentido. ¿Quién puede sustraerse a la fuerza indómita del deseo, la pasión y la plenitud de amar y ser amado? Porque, tras la belleza formal de sus versos, se esconde la verdad insondable de que el tiempo ha pasado y ella seguirá amando sin volver la vista atrás.

 Mirarte a los ojos es sonreír hasta doler, y volver

a sentir la ropa resbalando.

/porque hoy es el final del principio

/porque hoy dejo de escribir/.

 


La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...