miércoles, 28 de septiembre de 2022

No solo es Italia. El fascismo avanza por Europa y la democracia mira para otro lado

 


Me resulta aburrido hablar siempre de lo mismo, cada vez que la extrema derecha crece en los diferentes países de la UE. Ahora, a cuenta de las elecciones italianas, asistimos a un torrente de aspavientos ideológicos y opiniones tertulianas de todo tipo, que no hacen más que crear confusión. Principalmente, porque son muy pocos los que están llamando por su nombre a este fenómeno político en ascenso, que está haciendo que Europa regrese a épocas que todos creímos pasadas, tratando de ocultar que esta nueva ola política es un resurgir del fascismo en su versión de siglo XXI, que está por ver si dista mucho de la del siglo XX.

No son pocos los opinadores y articulistas que están colaborando, intencionadamente o no,  en el blanqueamiento lingüístico y mediático del fascismo. Lo llaman extrema derecha, como si este apelativo no fuera un eufemismo para no nombrar a la bicha de tres cabezas. Y yo me pregunto si alguien puede explicar qué diferencia hay entre la extrema derecha y el fascismo, porque por mucho que lo intente no consigo verla; es como aquella frase que aparecía en uno de los discos de ”Viva el rollo” del Mariscal Romero: “Yo me la he bebío toa y no menterao de na”.

El fascismo, con toda su carga ideológica, está aquí, campeando a sus anchas, sin que nadie parezca querer detener su avance. Y luego nos extrañamos de que en Italia, que ya tuvo su buena ración de Mussolini en el siglo pasado, hayan ganado los  nuevos fascistas, acompañados de una derecha desdibujada, que no ha tenido ningún pudor en pactar con ellos, si de seguir arañando poder se trata. Nada que  no sepamos en España y en un número creciente de países de Europa.

Sin  embargo, la causa más grave, de la que quizá se haya hablado también estos días en los medios, es la falta de compromiso de las instituciones democráticas europeas con el bienestar de los ciudadanos. Unas instituciones, tan prisioneras de ese capitalismo salvaje que todo lo fía a los mercados y los beneficios de las grandes empresas, antes llamadas multinacionales, que están siendo incapaz de poner freno a la desigualdad creciente, a la pobreza vergonzante y al abismo que se abre, cada vez más grande entre ricos y pobres, con una clase media menguante.

Podemos buscarle los tres pies al gato por lo sucedido en Italia y, previsiblemente, en otros importantes países de la UE, donde grandes sectores de la población, que antaño votaban izquierdas, se han pasado al bando que les promete lo que no les va a dar, con un discurso fácil y populista, que se sustenta en decir lo que tu oyente quiere escuchar, pero que les hace creer que hay esperanza en un futuro mejor (vamos, nada que no sepamos del fascismo).

La democracia si no es capaz de distribuir la riqueza que genera entre la sociedad, no sirve para nada (lo podemos constatar si miramos alguna vez a la historia reciente de Europa y España), es un trapo inútil, que acaba por ser repudiado por la gente. Porque si la sociedad, en su conjunto, ve como se empobrece, mientras otros, los menos, cada vez son más ricos, y nadie hace nada por remediarlo, los otros valores de la democracia, como la igualdad, la libertad, la tolerancia, la fraternidad y el ecologismo, son papel mojado.  No sirven para nada. Porque la gente, si no tiene para llegar a fin de mes, para pagar las facturas más básicas, para dar una buena educación a sus hijos y tener una sanidad pública que no sea un salto de obstáculos; si no puede acceder a una vivienda digna y el futuro es un concepto exclusivo de las películas de ciencia ficción, abrazará el fascismo, si este le promete acabar con todo eso, aunque sea mentira (no hay un país en el que el fascismo haya  mejorado la vida de la gente). Y si además, les llena la cabeza de pájaros envueltos en banderas, patrias, xenofobia y nacionalismo, que solo tienen como objetivo demonizar a los otros como culpables de sus problemas, el cóctel está servido. Y no olvidemos que Hitler llegó al poder tras ganar unas elecciones.

O se da un giro radical en la política europea, retomando el estado de bienestar que se ha venido liquidando en los últimos años, al abrazar a derecha e izquierda postulados neoliberales o una época de negrura se acabara extendiendo por todo el continente. Eso sí, los ricos, seguirán siendo ricos.  

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