viernes, 28 de septiembre de 2018

Bajo sospecha


“Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Frase lapidaria que San Juan Evangelista recoge en su evangelio, atribuida a Jesucristo delante de los fariseos. ¿Hay alguien que esté libre de pecado? ¿Qué tenga su hoja de ruta inmaculada, limpia de toda sospecha? Me atrevería a decir que no, que todos tenemos algo que ocultar, y muchos bien que se esfuerzan en hacerlo, como si la ausencia de mácula en su impoluta vida les hiciera mejores personas, llamadas a redimirnos. Y esos me dan miedo, porque creo que son los auténticamente peligrosos; los redentores que se convierten en mesías para llegar al autoritarismo, al fascismo, siempre en nombre de una verdad, la suya, que consideran inmutable.
             Así, en este país de actos sin ideas e ideas sin actos, como definía Carlos Marx a los españoles, hemos pasado de la tolerancia absoluta de la corrupción y la consideración de la deshonestidad como un derecho privativo de los poderosos, a tener bajo sospecha a cualquiera que asome la cabeza. Es el péndulo de Foucault aplicado a la naturaleza humana que habita la piel de toro: hoy te dejo que me robes delante de mis narices, mañana me escandalizo por unos párrafos copiados en un libro.
            Vivir bajo la amenaza de verse sometido a un auto de fe por un quítame esas pajas, se está convirtiendo en la moneda de cambio corriente dentro de la política española, que es donde se lleva a la quinta esencia la lupa de la sospecha, gracias a la baja calidad de los políticos del país, que prefieren darse un tiro en el pie, si esto le sirve para alcanzar el minuto de gloria, no por lo que ellos hacen, sino por el desprestigio al que han sometido al contrario, sea verdad o mentira las acusaciones lanzadas contra aquel. Porque la política en España se ha convertido en eso: la destrucción del otro en un vale todo, a la que si sumamos la estupidez congénita de los españoles para gestionar los asuntos públicos, que nos lleva a creer siempre los más inverosímil que oímos, con la ansiedad de algunos políticos por parecer los redentores del país, el cóctel de autodestrucción como sociedad está servido.
            Lo peor de todo, es que la sospecha siempre se aplica menos en los que se dedican a justificar comportamientos indeseables. Aquellos que han convertido el poder o sus aspiraciones de alcanzarlo en un camino que sólo se puede transitar desde la mentira, con el único fin de afianzar su posición de privilegio personal y de clase o estamento. Sostenía Pereira, en el maravilloso libro de Antonio Tabucchi que “en los periódicos se escriben cosas que corresponden a la verdad o que se asemejan a la verdad”. Mucho han cambiado los tiempos desde que Antonio Pereira dijera estas palabras. Hoy, es inevitable que uno no sienta cierta vergüenza ajena cuando el periodismo, o parte de él, se ha apuntado al pim pam pum de los políticos y hace cola para consultar una tesis, discute sobre el concepto de doctorado o doctorando o se dedica a rebuscar cualquier error del político de turno, por mínimo que sea, en una carrera hacia el amarillismo informativo, que está convirtiendo al país en un  Sálvame de Luxe, sin un Jorge Javier Vázquez que lo dirija.
            Mientras, los asuntos que realmente deberían importarnos a todos, caen en el más absoluto olvido. Pereira ya no podría sostener: “hacemos un periódico libre e independiente, y no queremos meternos en política”. Algo impensable hoy en una sociedad gobernada por los fariseos campeones de la mentira y la sospecha.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Todo por el empleo


Publicado en Levante de Castellón el 21 de septiembre de 2018
Una de las mayores distorsiones sociales del capitalismo liberal es trasmitirnos la idea de que el empleo está por encima de cualquier otra consideración, es decir, que por el empleo vale todo. De este manera, en su nombre, justificamos condiciones laborales y salarios miserables, que en muchas ocasiones convierten el trabajo en dura y pura esclavitud. Vemos con desinterés, cómo una de las grandes manifestaciones de los derechos humanos, recogida, entre otros ámbitos, en nuestra Constitución, que proclama la no discriminación por razones de sexo, raza, religión o manera de peinarse,  se viene abajo cuando se enfrenta al mundo laboral, y las discriminaciones, de todo tipo, están a la orden del día en empresas. En nombre del empleo se justifican centrales nucleares o el cambio climático, que se aparca si atajarlo supone pérdida de puestos de trabajo; las democracias se bajan los pantalones, si de lo que se trata es vender armas a dictaduras, porque garantizan faena a los trabajadores; tiramos al cajón del olvido la seguridad y la salud laboral, si estas suponen una traba para el empleo; o sectores que están en franco retroceso, exigen, para garantizar la ocupación, grandes cantidades de subvenciones públicas.
                Pero si rascamos con un poco de denuedo, lo que encontraremos no es tanto una salvaguarda de los puestos de trabajo por parte de quienes ostentan el poder económico y político, sino la defensa de intereses que tiene que ver con la clase dominante. Porque cuando se han tenido que hacer reconversiones en sectores que necesitaban un ajuste, para que las élites económicas pudieran sobrevivir, al poder no le ha temblado la mano: véanse las reconversiones industriales de los años ochenta, el reajuste de la industria cerámica o la concentración del sector bancario, entre otros. Todo con el único fin de aglutinar el poder económico en pocas manos. Entonces, poco o nada les ha importado la pérdida de puestos de trabajo. Incluso en los servicios públicos: sanidad, educación, seguridad, etc., no ha sido un impedimento destruir empleo de calidad, sustituido por peores condiciones laborales, al transferir estos servicios a la iniciativa privada.
                Uno puede comprender que el trabajador que ve peligrar su puesto por amenaza de cierre, deslocalización de su empresa, perdida de carga de trabajo o cualquier otra causa, se rebele, porque, en definitiva, todos queremos cobrar un sueldo a fin de mes que nos permita llevar una vida lo más digna posible. Eso es ley de vida y no debe ser criticable, aunque la defesa de su puesto de trabajo suponga saltarse a la torera el medio ambiente, la moral y los derechos humanos. Lo que no es de recibo es que los dirigentes políticos no den alternativas al empleo, cuando este se sienta amenazado.
                La explotación de nuevos yacimientos de empleo que estén en sintonía con una sociedad basada en la ética, la sostenibilidad, la igualdad y la preservación del medio ambiente, debería ser uno de los principales objetivos de la política. No es tan difícil, sólo hay que tener voluntad y coraje, y un clase política menos cortoplacista, con la vista puesta en las encuestas electorales. De esta manera, ningún trabajador tendría que elegir entre su puesto de trabajo o vender bombas. Ni encontrarse en el dilema de tener que defender el deterioro del medio ambiente, para defender su empleo. Ni dejarse explotar para llevarse un sueldo a final de mes
                En nombre del empleo no puede valer todo, y eso es responsabilidad de los dirigentes políticos y no de quien necesita trabajar para poder vivir.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Una dimisión acertada


Publicado en Levante de Castellón el 14 de septiembre de 2018
¿Podría haber sido Carmen Montón una buena ministra de Sanidad? Posiblemente. Yo no lo voy a poner en duda, a tenor de su trayectoria en la Consellería de Sanidad de la Comunidad Valenciana y sus cien días en el Gobierno de España. Pero no es eso lo que ha provocado su dimisión, sino las dudas acerca del máster que realizó en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), que no han sido satisfactoriamente despejadas, y ya saben cualquiera que se encontré en la élite gobernante del país, no sólo debe ser honesto, también tiene que parecerlo. Aunque, en los tiempos que corren de jaurías mediáticas al acecho, esto se hace bastante complicado.
Por eso ha hecho bien en dimitir, colocando el listón de la honorabilidad de los políticos muy alto. Y yo, en contra de lo que ahora tertulianos y medios viene diciendo, quiero felicitarla. Porque tomar una decisión así, no es fácil, menos cuando la afectada, como es este caso, piensa que no ha obrado mal. La honra y espero que en el futuro, cuando todo este asunto se aclare, pueda ser resarcida por un comportamiento que no es habitual en la política española.
O por lo menos, no le era. Porque ahora, la derecha y la izquierda de arrobamientos místicos, dicen que son muchas las dimisiones que ha tenido que afrontar el presidente del gobierno en tres meses. ¿Muchas? Parece que seguir una línea de firmeza contra la deshonestidad en el poder se quiere interpretar como debilidad. Claro, como en los gobiernos del PP nadie dimitía y cuando lo hacía era porque las columnas del Olimpo monclovita empezaban a desquebrajarse, esto parece raro. ¿Nos hemos preguntado cuántos ministros y altos cargos del PP en los seis últimos años que han gobernado deberían haber dimitido, por cosas mucho peores que el máster de Carmen Motón? Sin embargo, para la caverna eso no debía ser objeto de atención, a tenor del silencio que mantuvieron en todo momento.
Hay una cosa que me ha llamado mucho la atención y que demuestra el grado de cinismo que existe en este país. Resulta que, según los medios, lo que precipita la dimisión de la exministra es que ha hecho un corta pega en su trabajo de fin de máster. A parte de la poca capacidad intelectual que demuestra esta práctica, me gustaría saber cuántos de los que la acusan y se mofan de ella por eso, han hecho corta pega en sus trabajo universitarios, una práctica, por otro lado, extendidísima en la universidad española, más acentuada desde que existe internet, pero tan vieja como la de Salamanca. Incluso el secretario general del PP, se permite el lujo de decir que Pablo Casado no ha plagiado. ¡Hombre! Como va a plagiar si no ha hecho el trabajo de fin de máster ni nada que se le parezca.
Por cierto, seguimos esperando la dimisión de Pablo Casado, que hay que recordar no está imputado porque es aforado. Por supuesto que el caso del señor Casado no es el mismo que el de la señora Montón, es mucho peor y con un comportamiento más indecente aferrándose al cargo, a ver si escampa. O el del tesorero de Ciudadanos, ese Partido regenerador de España, que es el gran mantenedor de Partido de la corrupción, que todavía sigue en su puesto y Albert Rivera poniéndose de perfil.
Dos últimas consideraciones. La primera, si el diario.com tiene, como dice, muchos nombres de personalidades beneficiadas por la URJC, debería hacer un ejercicio de afirmación democrática y sacarlos a la luz. No dosificarlos en función de los intereses empresariales del periódico. Eso sí sería colaborar a regenerar el país. Segundo, el desprestigio y malas prácticas de la URJC debería ser objeto de una intervención por parte del gobierno, y la apertura de una investigación a fondo sobre quién ha estado detrás de tantos desafueros, por qué se han hecho, quién los ha consentido y a quién ha beneficiado y perjudicad. Es decir, limpiar, abrillantar y dar esplendor.  

La vivienda, un derecho olvidado

  Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la lun...