Cuadragésimo séptimo día de
cuarentena. Prisas. El refranero español está plagado de sentencias sobre las
prisas: el que corre mucho, pronto para; cosa hecha de prisa, cosa de risa; la
prisa y el necio se topan frecuentemente, etc. Incluso, es posible que la
psicología tenga algún nombre asignado para quienes hacen un buen trabajo y al
final lo estropean por acabarlo rápido. Hay nombres para todo.
Ahora parece que nos han entrado
las prisas por desconfinarnos. No es de extrañar después de tantos días. Pero
no podemos dejar que la urgencia nos haga olvidar qué es lo importante. Y lo
importante es que seamos conscientes de que la pandemia no se ha acabado, que
estamos transitando por el filo de una navaja y no merece la pena que nos
cortemos y tengamos que volver a vendar la herida otra temporada.
Las prisas suelen ser malas
consejeras y por muchas ganas que tengamos de salir de casa y normalizar nuestra
vida, no debemos caer en la tentación, porque entonces nos olvidaremos de que
todavía mueren cientos de personas diariamente; que llevamos casi 25.000
muertos; que hay muchos enfermos en las UCIs luchando por salir adelante; que
los sanitarios y mucha gente sigue arriesgando su salud para que nos curemos y
todo funcione bien; que la economía está en caída libre y no por querer
recuperarla rápido va a salir antes del bache. En fin, que queda mucho por hacer y no podemos tirar por la
borda, porque ahora nos hayan entrado las prisas, todo el esfuerzo individual y
colectivo que estamos haciendo.
La sociedad española conforma una
gran nación, que a lo largo de la historia ha cometido muchos errores, pero
también ha tenido muchos aciertos. Ahora estamos en un momento histórico que
podemos convertirlo en error o acierto. Yo apuesto por el acierto, por aplicar
el sentido común y la sensatez; no es momento de creer que el que más riesgos
asume, tendrá un éxito más grande. Ahora no, porque estamos hablando de la salud y esta no
se puede dejar al albur de la suerte, a ver si en vez de muerte tenemos
susto.
Es cierto que nos preocupa la
economía, a todos sin excepción, pero tratar de reactivarla sin juicio nos
puede abocar a una recesión brutal, sino hemos salido con éxito de esta
epidemia y no estamos preparados para las que pudieran venir.
Las virtudes cardinales que
recoge el Catecismo católico nos hablan de prudencia, justicia, fortaleza y
templanza. No sé quién se inventó esto, que no dejan de ser virtudes universales,
pero lo cuadró, porque es justo lo que necesitamos ahora: Prudencia, para
evitar las prisas, que nos pueden jugar una mala pasada; Justicia, para que no
paguen siempre los mismos la factura de
la recuperación y seamos capaces de organizar un mundo más ecuánime; Fortaleza, porque vamos a
necesitar mucha para salir de esta, como ya lo estamos demostrado; Templanza,
para que las urgencias no nos cieguen la sabiduría.
Ya saben, seamos sensatos y
dejemos que el desconfinamiento se haga poco a poco, para que podamos vivir una
nueva normalidad, que esperemos sea mejor que la anterior.
Nos vemos a las ocho.
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