Cuadragésimo segundo día de
cuarentena. Sanidad. La pandemia nos está haciendo redescubrir la sanidad
pública como un tesoro que hay que pulir y abrillantar. No solo por que la
pagamos todos con los impuestos, y eso ya es suficiente para reclamar que sea
de calidad y universal, sino porque un buen sistema sanitario público es la
mejor garantía de una buena salud pública.
El coronavirus nos ha mostrado,
con bastante crudeza, por cierto, que no haber protegido y desarrollado la
sanidad pública durante años de recortes y favorecimiento de la sanidad
privada, nos ha convertido en una sociedad vulnerable a cualquier amenaza
vírica o de cualquier otro orden que atente contra nuestra salud como sociedad.
Sigo pensando que los países que
tienen un sistema sanitario público más potente han gestionado mejor el
contagio masivo del virus, que los que lo tienen debilitado. Y el español, ya
me sabe mal decirlo, porque no soy de los que piensan que en España lo hacemos
todo mal, se ha tenido que enfrentar a esta pandemia con la guardia bajada.
Solo el esfuerzo profesional del personal sanitario ha conseguido que esto no
se descontrolara sin remedio. Su esfuerzo y el de una sociedad entera que ha
tenido que confinarse como única respuesta del Estado al virus.
Las carencias del sistema
sanitario en España, que vienen de lejos, como ya hemos hablado en otro
momento, nos han obligado al confinamiento más duro de todos los países de
nuestro entorno, y a pesar de ello, no hemos conseguido impedir que seamos el
país con más sanitarios infectados, uno de los países del mundo con más
contagiados y más muertos. Esto debería hacernos pensar. Las cosas no pasan
nunca por que sí, y si bien hay muchos factores que analizar, el más importante
es que tengamos una sanidad pública potente y bien dotada de medios.
El Estado, y digo bien: el
Estado, porque esto no es un problema de un gobierno o un Partido, sino de
todos, no puede confiar la lucha contra el virus confinando a la población y
paralizando la economía hasta que lo digan los expertos. Eso lo único que
muestra es una absoluta incapacidad política para resolver el problema y las
carencias de nuestro sistema sanitario y
productivo.
La única posibilidad de que no
volvamos a vernos en cuarentena, con un confinamiento tan exigente y por tanto
tiempo, es que ese Estado se tome en serio el sistema sanitario; qué exijamos
que la inversión del Estado en él sea una prioridad, y si hay que duplicar el
porcentaje sobre el PIB, se duplica. Porque necesitamos más sanitarios, mejores
medidas de protección, más camas, más hospitales, más centros de salud, más
educación preventiva, más seguridad de que cuando enfermamos no se nos meta en
una lista de espera y más voluntad política para que esto no se vuelva a
producir.
Si no nos tomamos en serio la
sanidad pública, nos volverá a suceder lo mismo y acabaremos confinados en casa
cuando llegue el próximo virus, o en el mejor de los casos engrosando una lista
de espera, y esto ni nos lo merecemos ni lo queremos.
A las ocho nos vemos aplaudiendo
por los sanitarios y por un sistema sanitario público, eficiente y de calidad.
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