Puedes leerla en PDF
Vicente Flors, un bodeguero hecho a sí mismo,
que está recuperando la elaboración
artesanal del vino.
Por
José Manuel González de la Cuesta
El Pla de les Useres es un lugar dotado de una plácida belleza en
la comarca de L’Alcalatén , a unos 40 kilómetros hacia el interior de la
provincia de Castellón. En los últimos años, esa maravillosa naturaleza, que
apacigua los sentidos con su sola contemplación, se ha visto salpicada de viñas
y un buen número de bodegas, que gracias a una climatología excelente y un
suelo propicio, están tratando de devolver a la zona su antigua categoría
vinícola, pero con una calidad de los caldos mucho más exigente, que no es
ajena a la labor y el entusiasmo de unos cuantos bodegueros, que están elevando
el vino de Castellón a niveles impensables hace unos años.
Entre esos bodegueros se encuentra
Vicente Flors, propietario, enólogo, viticultor y alma de BodegaFlors, una
pequeña bodega, rodeada de viñedos casi centenarios, que elabora buenos caldos
con métodos muy artesanales, que están empezando a conquistar el mercado y los
paladares de quienes entienden que el vino es una cultura milenaria, que va de
la mano del placer por la vida.
Nos vemos con Vicente Flors en la
parte alta de la bodega, emplazada en un pequeño caserón familiar, desde el que
se domina toda la extensión de pequeñas parcelas de viñas, donde se cultivan
las uvas que van a dar lugar a los excelentes vinos que Vicente elabora. La
primavera se despliega en toda su extensión por los campos y entra a borbotones
por la ventana.
¿Por qué te metiste en el mundo del
vino?
Me metí en el mundo del vino casi como
un juego cuando me jubilaron. Esta bodega en la que estamos es de mi familia
desde generaciones atrás. Estaba en ruinas porque después de mi abuelo, nadie de la familia quiso seguir
con ella.
Un día en una cata decidí que quería
hacer vino. Como tenía viñas y bodega me puse a ello, y en el año 2007 lo
conseguí. No salió vinagre, salió vino, aunque
los bodegueros entendidos me decían que estaba muy mal hecho, y me di cuenta de
que no tenía ni idea. Como a mí me gustaba el trabajo artesanal de las pequeñas
bodegas, consideré que tenía que estudiar, y me fui a la Escuela de Requena,
con chavales de 20 años, donde aprendí mucho.
Eso es lo que más asombra, que tú
vienes de un sector profesional que no
tienen nada que ver con el vino, y sin tener conocimiento te lances a esa
aventura.
Al pricipio no conocía a casi nadie.
Iba a ver bodegas maravillosas, pero a mí me gustaba las pequeñas, las
familiares, las que se llaman de “garaje”, que hacían grandísimos vinos, sin
ningún aparato ni depósitos monstruosos de acero inoxidable ni nada de esto.
Era puro conocimiento y me identifiqué
mucho con esa gente y la vida que vivían. Yo quería hacer 5.000 litros y
divertirme, pero te va entrando el gusanillo y haces un poquito más, y un
poquito más, y te apetece hacer otro tipo de vino, porque hay otra variedad de
uva y otra forma de elaborar y te lanzas más allá de lo que inicialmente te
habías propuesto, porque te diviertes.
A mucha gente, a pesar de que a
principios del siglo pasado fue una gran provincia vinícola, le sorprende que
se esté haciendo vino en Castellón.
De
ahí la grandeza del vino. Las variedades, en todos los sitios son prácticamente
las mismas. La diferencia de un sitio a otro está en la climatología y el
suelo. Aquí, en Les Useres, tenemos la suerte de tener un subsuelo de arena y
grava, calcáreo, de canto rodado, que es una maravilla. Los vinos tienen
muchísima mineralidad. El calor no les afecta mucho, porque los veranos en las
viñas son frescos.
¿Qué tipo de uva da ese suelo y esa
climatología, para hacer un vino distinto
a lo que estamos acostumbrados: el Rioja , el Ribera del Duero…?
Yo, sobre todo, tengo tempranillo.
Tempranillo muy viejo, que ya se ha amoldado a las circunstancias
climatológicas. Pero ahora, con el cambio climático, van a subir las
temperaturas y el tempranillo va a sufrir mucho. Pero esta zona no es de
tempranillo. En el Mediterráneo se da en la parte de Tarragona, muy
puntualmente aquí y un poco en Requena.
La monastrel es una variedad más mediterránea,
muy resistente y muy nuestra. Los críticos ponen muy bien mi monastrel, aunque
el mérito no es mío, es de la cepa.
¿Algún mérito tendrás tú?
Bueno, algo (risas) . Luego estoy
cultivando una variedad que todavía no ha salido. Empecé el año pasado. Se
trata de la variedad ambolicaire, que es muy vieja. El vino saldrá de aquí a
dos años, aproximadamente. Estoy muy ilusionado con ella, porque se ha
comportado muy bien, aunque se puede mejorar. Aprendo de los errores.
También tenemos la macabeo: viñas
viejas, que han estado toda la vida. Se comportan muy bien. La macabeo tendrá
uno setenta años, lo mismo que la ambolicaire. Sin embargo, la monastrel es más
vieja. Las cepas de tempranillo son de hace noventa años. Y este año descubrí
una variedad, aquí en el llano, que es la tortosí. Una variedad blanca, que no
sabía el comportamiento que iba a tener, pero me gustó la cepa, con más de cien
años, y la fruta que hacía esa súper
vieja viña. Me gustó y me atreví. Empecé y en breve saldrá ya un vino con esta
uva.
Y de todas estas variedades, ¿qué
tipos de vino elaboras?
Tengo dos marcas. Una es Flor de
Tarongers, que es un vino joven, tanto el blanco como el tinto. El blanco es
macabeo y el tinto un poquito de todas las cepas. Después estaría el Flor de
Clotás, que es un vino de media crianza con seis meses en barrica; estos años
atrás era de tempranillo y garnacha. Me
gusta la garnacha y cada vez estoy haciendo más. Encuentro que tiene un sabor y
un potencial enorme.
Con la denominación Clotás, tengo
varios vinos: Clotás M, elaborado con monastrel; Clotas G, que es de garnacha;
un semidulce para aperitivo, que llamo Dolçet de Clotás. Este es un vino, que en vez de fermentarlo,
dejo que la uva se haga medio pasa en la cepa y la recojo a finales de
noviembre. De aquí a dos años aparecerá otro, que se llamará Clotás no sé qué,
de uva ambolicaire. Finalmente tengo el Blanc Clotás, que es blanco fermentado
en barrica.
Entre todas las variedades produzco unas
12.000 botellas anuales, aproximadamente.
¿Y qué salida tienen al mercado?
En la provincia de Castellón tenemos un
potencial bastante grande. El mercado de
Castellón puede asumir perfectamente toda la producción que tenemos. También
vendo en Valencia y en la zona de Denia; en Alicante menos, porque he empezado
ahora allí a vender. Luego, en el extranjero, vendo en Londres, en Bélgica y en
Dinamarca. Voy a ferias y hago contactos.
¿No te da miedo que todos esos
contactos que estás haciendo fructifiquen y empiecen a pedirte vino y más vino?
Me encantaría (risas).
Tendrías que cambiar un poco la
filosofía de la bodega…
Sí, pero no habría problema. Yo me
limito mucho a la demanda que tengo. Dispongo de tierra y bastante uva para
conseguir todo eso.
No haces más, porque no
quieres
No quiero que se me haga viejo en
bodega. Pero si me piden más, puedo hacer más, no hay ningún problema. Estoy
vendimiando la uva que considero que tengo que vendimiar y la demás la dejo
para los pájaros. Todo lo que hago es ecológico y aquí en bodega la
fermentación es espontánea y natural.
Controlo todo el proceso, a veces con
alguna ayuda, pero todo manual, en pequeños depósitos. Es muy laborioso pero
gratificante, porque además de haberlo hecho con mis propias manos, a la gente
le gusta.
¿Existe una estructura, que impulse
las bodegas que hay en la zona?
Sí. Tenemos la IGP (Indicación
Geográfica Protegida) porque Bruselas nos exige unos años de control de calidad.
Amparado bajo este signo de calidad, si hacemos bien los deberes, pasaremos a
con seguir la D.O. (Denominación de Origen) de Castellón. En ese proceso
estamos. No creo que tarde. Hace falta porque con D.O. es más fácil salir fuera
de nuestra comunidad. En el extranjero les da igual, porque la figura de IGP la
entienden y saben que es un signo de calidad. En España cuesta mucho si no
tienes D.O.
¿Cómo elaboras tus vinos?
Tengo dos formas de elaborar. Una es
en depósitos de acero inoxidable de 1.000 litros; no quiero depósitos grandes, como
hago poca producción, no necesito más. Y luego toda la gama alta, que es Clotás
lo que sea, la elaboro en barrica abierta de 225 litros, en la que hemos tenido la guarda del año
anterior. Lo que hacemos, es que le quitamos la tapa a esa barrica, metemos la
uva ahí dentro y la tratamos con mucho cuidado y mucho mimo.
La vendimia la empezamos sobre el 10
de septiembre con la ambolicaire, que es la variedad tinta que primero recojo.
Esta la hago en barrica abierta. Luego pasamos a los blancos, uno en depósito y
el otro en barrica. Después empezamos con la tempranillo y la garnacha. Vamos
alternando. La última, a finales de
octubre, es la monastrel. Prácticamente
toda la vendimia de tinto la hacemos en octubre. El Flor de Clotás está medio
año en barrica y los otros un año .
Ya por último, ¿la bodega, aparte de
producir vino, se puede visitar?
Claro que sí. A mí me gusta enseñar y explicar
lo que hago. Y me gusta que prueben mis vinos. Aquí, en la bodega, se pueden
probar todos. Así, cuando vas al restaurante o a la tienda a comprar vino ya los conoces, y es más fácil adquirirlo.