Vigesimocuarto día de cuarentena.
Palabras. Deberíamos ser más cuidadosos con las palabras, porque estás no solo
tienen un significado morfológico o semántico, también expresan una intención sobre
lo que se quiere decir. Escucho en los últimos días la palabra falso y otras
derivadas de ella. Sobre todo cuando alguien quiere referirse a algo que todos
sabemos: que los datos sobre el número de contagio del coronavirus no reflejan
la cifra que realmente pueda ser, entre otras cosas, porque para cifrar los
datos exactos habría que hacer pruebas masivas a toda la población. Está claro que hay una disfunción entre la realidad
y lo que se dice, pero de ahí a que se quieran ocultar datos de contagios hay
un trecho muy grande. Por eso, cuando alguien usa la palabra “falseando” o “falso”,
está introduciendo, es posible que a veces sin quererlo, una carga de
acusación, de me estás engañando y yo sé que lo estás haciendo. Con esto, lo
único que se consigue, deliberadamente, como lo hacen aquellos a los que les
gustaría que todo fuera mal, cuanto peor mejor, es crear un ambiente de
sospecha sin datos que lo sostengan; o los que tienen que parecer más listos
que todos, y no se aguantan de pavonearse
en público. Luego están los que lo hacen inconscientemente, porque cada vez
hablamos peor y no sabemos utilizar las palabras.
Sería mejor, en vez de acusar de
falsedad a los datos oficiales, los de el gobierno o cualquier Comunidad Autónoma,
habría que hablar de cifras no correctas, porque aquí se abre mucho el abanico de posibilidades para
analizar la incorrección de los datos. Mientras que si usamos la palabra falso,
no hay ningún camino alternativo a la acusación de ser un mentiroso.
Otra cosa es que no se den los
datos correctos en lo que ya se está pudiendo medir: ingresados hospitalarios,
ingresados en UCI y fallecimientos. Aquí no hay margen de error, salvo que se
quiera mentir u ocultar la realidad por razones espurias (hablaremos de este
asunto otro día y los datos falsos que están ofreciendo algunos países, para parecer
que ellos son más listos, más altos, más guapos y más rubios).
Otra palabra que me chirría en
los oídos. Ahora se habla de crear espacios para la cuarentena de personas
contagiadas y asintomáticas. Nada que objetar, sabios tiene la Iglesia. Lo que
me parece sospechoso es el nombre que se está dando a estos espacios: ARCAS DE
NOÉ. ¡¡Hombre!! parece más que lo que están planeando es una selección de la
especie, para que si esto se pone mal, alguien salve a la humanidad. Mezclar “arca”
y Noé es como anunciar que la ira de Dios ha vuelto a caer sobre nosotros, por
malos. Quizá deberían buscar otro nombre menos sospechoso, porque las palabras
son importantes y pueden tener muchas interpretaciones dependiendo de quién las
diga, cómo las diga, dónde se digan, qué intencionalidad tienen o qué esconde
el que las dice.
De momento, cada uno en su Arca
de Noé, y nos vemos a las ocho.
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