¿Os habéis preguntado qué
quedaría si la sociedad actual hiperconectada se fuera al carajo porque no
hemos sido capaces de preservar el planeta tal como lo conocemos? Cómo no soy
adivino no puedo vaticinar nada, pero tengo clara una cosa: lo que quedaría para
salvarnos del vacío material y existencial serían los libros. Sí, esos objetos
que mucha gente los tiene como
antigüedades de un pasado aburrido sin redes sociales ni internet.
Quedarían para decirnos cómo
empezar de nuevo; cómo hacer para no sucumbir a la negrura de un futuro sin
conocimiento. Porque un libro no necesita estar enchufado para abrirlo y
leerlo, incluso no necesita luz artificial para ver lo que esconde dentro. En
esos libros apilados en estanterías públicas y privadas, estaría nuestra
salvación.
Al igual que en la novela de Ray
Bradbury: “Fahrenheit 451”, la esperanza de aquella humanidad, atrapada en un mundo
distópico y controlado por un poder absoluto, donde la postverdad era el
instrumento más efectivo de control, se encontraba en los libros; en la
sociedad actual, que por unas causas
diferentes pudiera devenir en un desastre global total, ellos serían la guía
para volver a empezar.
Algunos pensarán que estoy elucubrando
sobre una fantasía oscura, que exagero demasiado, pero puede ser una realidad
no tan lejana, si no ponemos remedio al desenfreno con el que nos comportamos
ante la naturaleza, como si fuéramos dioses capaces de doblegarla.
Por eso debemos cuidar los libros como si
fueran tesoros que la sabiduría de la humanidad nos lega, esperando que sigan
siendo ese lugar al que acudimos para divertirnos, soñar, emocionarnos y
acercarnos al conocimiento, y nunca lleguen a convertirse en la única tabla de
salvación de lo que quede de la humanidad.