lunes, 27 de noviembre de 2017

La Patria

Publicado en Levante de Castellón el 2 de noviembre de 2017
¿Qué es la patria? Sin lugar a dudas, una pregunta controvertida en España. No así en otros países, donde la patria está asociada con orgullo a sus ciudadanos, como un concepto que teje la con vivencia entre todos. En Inglaterra a haber sido los fundadores de la democracia; en Francia, a la idea laica y republicana del Estado; en Alemania a la construcción de las diferentes voluntades políticas que acabaron dando forma a un Estado Federal y de bienestar. Podríamos seguir, pero el artículo no da para tanto. Sin embargo en España, la patria ha sido siempre patrimonio del poder más casposo de señores y vasallos, de nobles y súbditos, de corruptos y explotadores. Una patria que ha tenido a la Iglesia como brazo intelectual y al Ejército como brazo golpeador al servicio de un poder rancio y conservador. Lo que la ha convertido en patrimonio de unos  y ausencia para otros.
                Ni si quiera en la República hubo consenso. En cuanto las derechas ganaron las elecciones de 1933 se empezó a desmontar la patria republicana que algunos habían soñado. Y cuando las izquierdas volvieron a ganar en 1936, los patriotas utilizaron la fuerza para que volviera a ser exclusivo patrimonio de los de siempre, sumiendo a España en la feroz dictadura que durante cuatro décadas impuso el palo y el catecismo. Un poder que tomo símbolos de reyes antiguos; el escudo de Franco era una mimesis del de los Reyes Católicos, con las flechas bocabajo, monarcas a los que convirtió en fascistas de la noche a la mañana, por no hablar del uso torticero que se hizo de Felipe II, convirtiéndolo en un monarca fuente de inspiración del dictador Franco.
                No es de extrañar, entonces, que la izquierda reniegue de la patria y sus símbolos, a pesar de haber tenido que aceptarlos a regañadientes en a Transición. Pero ya han pasado cuarenta años desde que la democracia volvió a España y la izquierda debería empezar a replantearse sus resquemores hacia esa patria y sus símbolos, que ya no es ni franquista, ni la de los Reyes Católicos.
                Seguir pensando que la bandera actual es la de Franco (después de cuatro décadas de democracia) y que solo la republicana es capaz de conducirnos a un país mejor, es un disparate que tiene atrapada a la izquierda en un bucle histórico de difícil salida. Sobre todo cuando la juventud tiene aceptada la bandera roja y amarilla con tanta normalidad que la llevan de pulsera sin sentir que están traicionando nada, o la sacan a pasar sin complejos cada vez que la ocasión lo merece. Los cincuentones de izquierdas deberían darse cuenta de que ese debate ya no le interesa a la mayoría de la población y, además, no lo entienden.
                Qué decir del escudo, que surgió de la Constitución, y el himno. Tenemos un himno maravilloso porque no tiene letra. Bueno si tiene, el lo-lo-lo-lo-lololololololo-lololo-lolo, lolololololoooo. Qué más queremos: es fácil de aprender y no ofende a nadie. Salvo los que se quieran sentir ofendidos, que eso es otra cosa. Los símbolos son parte de una nación y aceptar los que son en nuestra democracia, cierto que imperfecta, pero democracia a fin de cuentas, sería un paso importante para la normalización política del país y, a lo mejor, bueno electoralmente para la izquierda.
                Otra cosa es que la Constitución necesita un paso por el taller, para revisar lo que ya no cubre las expectativas de la sociedad actual y ser conscientes que  en España hay otras naciones que deben tener sus símbolos y ser respetados por todos, porque también son patria que hacen una mayor, que se llama España, como conjunto de todas ellas.

                Dejémonos de cantos de sirena que viene del pasado y asumamos que lo que tenemos es bueno, aunque haya que reformarlo; que nació demasiado tutelada por la dictadura, pero que ha convertido este país en lo contrario a lo que era cuando Franco murió y se dieron los primeros pasos hacia una democracia.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Diario Esférico 20.11.2017

Leo dos noticias en la prensa que me hacen sospechar hasta qué punto el poder tiene un  fuerte olor a rancio derechón, que hace casi irrespirable la vida política del país. Voy al grano: mientras el ministro de Justicia amenaza con querellas a los descerebrados que están llenado las redes de mensajes ofensivos contra el fiscal general fallecido el sábado, no parece que al gobierno le preocupen mucho los chats ofensivos contra la alcaldesa de Madrid, del tipo: “Que se muera la vieja zorra ya” u otras lindezas referidas a la suerte que la salvó del atentado de Atocha.
                 Este es el país que está construyendo un gobierno implacable con quienes le critican y benévolo con quien le está sirviendo de brazo ejecutor, esto en sentido figurado, para amedrentar a la sociedad, con sus bravuconadas fascistoides. Es el resurgir de la extrema derecha que durante años ha estado callada porque el Partido Popular no la dejaba hablar. Habría que preguntarse por qué ahora le están permitiendo salir olvido al que ha estado sometida durante casi cuatro décadas. Porque nada es por casualidad, justo cuando se cumplen 42 años de la muerte del Dictador.
                                 

Patriotas

 

Publicado en Levante de Castellón el 17 de noviembre de 2017
En el año 1977, el humorista Pedro Ruiz publicó un disco que se titulaba “Histeria de España”, donde, en clave de humor, hacía un repaso de algunas cosas que estaban sucediendo en la España de aquellos años. En el disco había una canción, en cuestión, que se denominaba “Adiós muchachos”, que tomando la música del tango de Carlos Gardel, decía en alguna estrofa: “Adiós muchachos compañeros de camisa/me voy pa Suisa/con la divisa./Adiós Girón, adiós Piñar, adiós Covisa,/el Movimiento no resiste más.” Patriotas que habían tenido a la sociedad española bajo el yugo de una feroz dictadura, y no lo digo por sus consecuencias políticas para quienes osaban opositar, sino por la pobreza que instalaron en gran parte de la población, que ni siquiera con tres trabajos, por supuesto sin ningún derecho laboral, podían llegar a fin de mes. 
                Aquellos patriotas de brazo en alto y boca llena de España, hombres y mujeres que sostenían un régimen ahíto de camisas azules y sotanas, rezaban, también en la escuela,  por Dios, por España y por el Generalísimo, mientras la miseria campaba por pueblos y plazas como el óbolo que había que pagar a todos ellos. Patriotas que cuando sospecharon que las cosas iban a cambiar y ya no servía cantar el Cara al Sol por las mañanas en los colegios, ni los ejercicios espirituales que curas obsesionados con la masturbación hacían hacer a los escolares una vez al año, no tuvieron ningún reparo en llevarse el dinero que habían atesorado durante cuarenta años de dictadura, a costa de palo y poca zanahoria, a Suisa, como decía la canción.
                Aquí todo el mundo se llevaba las pesetas, suyas o de otros: artistas, toreros, falangistas de camisa nueva y camisa vieja, deportistas, banqueros, obispos, ministros del Opus y civiles, cantantes de fama…, toda una panoplia de patriotas, que no dudaron ni un segundo en dejar secas las finanzas del país que decían defender. Los maletines iban llenos y venían vacíos, pasando unas fronteras tan laxas para llevarse el dinero, como duras para salir los opositores. En Suiza, que llevan años viviendo del dinero de todos los patriotas del mundo, todo eran bendiciones.
                Patriotas en la jefatura del Estado que se llevaron al País Helvético la herencia recibida de sus padres. Honorables, que también se llevaron la herencia de sus antecesores, esta vez a Andorra, nuevo paraíso fiscal para los españoles (entre loterías y herencias, a los dirigentes de este país parece que les ha señalado la barita de la suerte), que con el tiempo fueran haciendo patria, según avanzaba la democracia, con avances de ingeniería fiscal o empadronándose en la capital andorrana.
                Porque el tiempo ha ido cambiando las formas de llevarse el dinero ganado sin registro del fisco, para evadir todo lo que se pueda. Y aunque estemos en democracia, o por lo menos no en una dictadura, los paraísos fiscales parece que han abierto una sucursal en España. Un fórmula que consiste en tener la cantidad suficiente y rápidamente el gobierno y los gobiernos del mundo globalizado para defraudar al fisco, girarán la cabeza para seguir complicando la vida a quienes no disponen de esas cantidades que abren las puertas de paraíso, en este caso fiscal, y hacerles pagar todo lo que se han llevado los otros, sin conmiseración. Porque al final esto es como la Ley de los Vasos Comunicantes: para mantener el nivel igual en los vasos, si a uno de ellos les dejas salir por una espita el agua, al otro lo tendrás que estar llenando constantemente.

                Al final, siempre son las élites gobernantes, los patriotas de bandera, himno y Constitución,  quienes permiten estos trapicheos financieros, utilizados por ellos y todo aquel que pueda, tal como se está viendo en los últimos días y meses, algo que en España ya sabíamos desde que los camisas azules y compañía se fueron Suiza con la divisa.

domingo, 12 de noviembre de 2017

La cultura nos une

                                                                   Imagen: Augusto Ferrer Dalmau

              Publicado en Levante de Castellón el 10 de noviembre de 2017                     

Me cuesta cada semana no escribir sobre Cataluña. Es tanta la sobreinformación que tenemos y tantos los sentimientos que afloran, que resulta difícil sustraerse a ellos. En mi caso, todo lo que está sucediendo: el cerrilismo nacionalista de ambos bandos, esa proclamación a hurtadillas de la Republica Catalana, la aplicación del artículo 155 de la Constitución, los encarcelamientos cargados de testosterona españolista, Puigedemont en Bélgica, los belgas diciendo que España es una democracia bananera… todo esto que está pasando me provoca una gran tristeza y mucha confusión. Tristeza, porque uno fue participe de la Transición y ve como aquellos valores que fueron las líneas maestras de ese complicado rompecabezas que supusieron esos años, se desmoronan. Y confusión, porque no encuentro espacios posibles de reconciliación y mucho menos la posibilidad de alinearme con uno de los dos bandos en liza. Sólo tengo claro que el nacionalismo sigue siendo un gran fracaso de la democracia, y que mis sentimientos hacia España van y viene como las olas en un temporal, incapaces de morir a gusto en la playa, porque ya no hay playa. Porque ya no hay España, por lo menos la España que yo creía vacunada contra la sinrazón y la intolerancia. Sólo queda aferrarse a la cultura, como el tablón de un náufrago que ha visto como su navío ha sido destruido por el fuego enemigo y el amigo. 
                No me puedo imaginar Cataluña sin ser una parte de la cultura española, aunque siempre puede haber un hooligan del catalanismo que diga que  la Playa de Barcino, en la que perdió su ventura Don Quijote, como metáfora de lo que está sucediendo en la actualidad, es una invención de Cervantes ajena a la cultura catalana. De la misma manera, no puedo imaginarme una España a la que le falte la cultura catalana, aunque siempre habrá descerebrados que quieran laminar esa cultura para imponer la suya.
                España, más allá de sus grandes genios, que son patrimonio de todos, es una suma de diferentes identidades culturales, que aportan al patrimonio cultural común su granito de arena. Si faltara uno de ellos, es como si la hubieran amputado un brazo. Hablaba antes de Cervantes, como podía haberlo hecho de Picasso o de Albéniz. Todos ellos ya mensajeros de España, de su cultura, sin pensar si representaban a Castilla, Andalucía o Cataluña. Pero también hay otra cultura, más de andar por casa, que nos hace grandes, nos convierte en un país que puede sentirse orgulloso de sí mismo. Manifestaciones culturales que son transversales, sin perder su esencia regional, que hacen que un gallego o un andaluz o un catalán o un madrileño o un vasco o un extremeño o un castellano o un valenciano o un asturiano… etc. se identifiquen con ellas, sin perder el saber de qué región de España vienen.
                Cuando vemos una película española o leemos un libro de un autor nacional ¿alguien se plantea si el autor es aragonés o  murciano? Nadie en su sano juicio, ni siquiera en Cataluña. El tejido cultural común es tan fuerte, tan sorprendentemente único y fascinante, que haríamos el ridículo si lo tuviéremos que vivir desde las dos orillas de una frontera, acabando por separarnos y hacernos más pequeños.

Por eso me produce mucha tristeza, que la torpeza de unos y otros esté empeñada en separar más que unir. En destruir siglos de cultura común, que han construido otra nación, al margen de la política y los intereses de las élites, que tantas ocasiones nos han conducido camino al acantilado, para despeñarnos. Porque no es posible entender la música española sin Serrat o Manolo García, de la misma manera que no es posible que la cultura catalana niegue a Miguel Ríos o Los Planetas.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Sin tolerancia no hay convivencia

Publicado en Levante de Castellón el 3 de noviembre de 2017
Todavía ando preguntándome cómo hemos podido llega a esta situación, qué no sé muy bien si es de opereta o un drama nacional. Aunque si uno se pone a pensar, bien pueden ser las dos cosas. El drama se está viviendo en la sociedad catalana, fracturada por el peor virus que puede tener una comunidad, que no es otro que el de la intolerancia, inoculada por un nacionalismo estúpido y excluyente; el mismo que destruyó España en los años 30 y abrió la puerta de una guerra civil, en la que la sociedad puso todo su empeño en destruirse, como única bandera de sus ideologías. El mismo que pocos años después recorrió Europa al ritmo de eliminar a sus detractores, en la mayor guerra que ha vivido el continente a lo largo de su historia; el mismo que enfrentó a vecinos y amigos en los Balcanes acabando con una convivencia pacífica de años.
                No se está llegando a tanto en Cataluña, afortunadamente, pero nadie está exento de que la intolerancia alcance unos niveles tan elevados que lo que hoy es ruptura de relaciones, mañana sea violencia y sufrimiento. Lo hemos vivido durante varias décadas en España y no  nos debe asombrar que esto ocurra. Porque cuando la hidra del nacionalismo, que se creé elegido por los dioses, se despierta, ya nadie puede pararla.
                Es de opereta, porque el espectáculo que determinada clase política está dando sería digno de un libreto de zarzuela cómica, sino tuviera las consecuencias en la sociedad catalana que está teniendo. Una clase política en Cataluña que ha perdido el sentido del ridículo en su camino triunfal hacia la independencia. Por no hablar del gobierno central, ávido de intervenir en Cataluña en nombre de una Constitución que ellos se saltan a la torera cada vez que ésta es un obstáculo en su camino.
                Volvamos a la pregunta del principio ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué no se ha frenado este disparate antes? Parece que los gobernantes de Cataluña y España se han empeñado en inflar un globo hasta el punto que nos ha estallado a todos los ciudadanos de a pie en la cara ¿Qué intereses han tenido unos y otros en convertir un problema territorial en el mayor problema que tienen España y Cataluña ahora mismo? No voy a contestar retóricamente, qué cada uno busque las respuestas que nos han conducido a esta situación. Pero sí quiero reivindicar la Transición, que parece está demodé, incluso señalada como artífice de todos los problemas que tiene España
                Quizá deberíamos fijarnos un poco más en aquellos años de reivindicación de la democracia. Es cierto que fueron muchos los flecos que quedaron pendientes; que la Constitución, vista desde la perspectiva actual, no atendió a todos los problemas que la sociedad española tenía. Pero no es más cierto que se hizo todo lo que se podía hacer para traer a España una democracia que habíamos tenido robada por la Dictadura. La Transición fue un ejercicio de tolerancia con el único fin de establecer una sociedad de convivencia, porque no hay democracia sin convivencia y respeto a las ideas del otro. Justo lo que se ha perdido en Cataluña y no debe contaminar al resto de España. Por ello hay que reivindicarla, y por ello se hace necesario modificarla, porque la sociedad española del siglo XXI no es la que salía de una dictadura hace cuarenta años.

                Esta II Transición, que algunos dicen ya estamos inmersos, tiene que atender a la nueva sociedad y encontrar salida a sus problemas viejos, no resueltos en la primera, y nuevos, surgidos de unos tiempos muy diferentes. Pero hay una cosa que las dos tienen en común: la tolerancia, porque al igual que antes, permitirá que vivamos todos en convivencia y en paz.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

La influencia del clima en los comportamientos culturales de la Humanidad

Artículo publicado en el revista Jot Down el 1 de noviembre de 2017




A lo largo de la historia de la Tierra se han producido cambios climáticos que han tenido como resultado una importante variación del paisaje y las condiciones de vida. Cambios de ciclo en las manchas del Sol, variación del eje magnético, grandes terremotos, erupciones volcánicas, etc. Todas ellas de carácter natural, aunque algunas ha habido producidas por fenómenos externos a la dinámica de la naturaleza, como el impacto de meteoritos, en algún caso de consecuencias catastróficas o el actual cambio climático, que está acelerando un previsible cambio de ciclo climatológico, con consecuencias imprevisibles. (Seguir leyendo)



La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...