domingo, 14 de abril de 2024

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

 


Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al conflicto que está desangrando Palestina, para disimular la vergüenza de asistir a un genocidio con un silencio tan cómplice que da hasta pavor. Y esta escapatoria no es más que una escalada del conflicto que implique a Irán y sus aliados, así de esta manera poder justificar su posición en lo que está sucediendo en Oriente Próximo.

Está claro que Israel ha sido, hasta ahora, el gendarme de EEUU en la zona, frente a los países árabes que las potencias occidentales definen como inductores del terrorismo. Como si hubiera una diferencia muy grande entre el terrorismo islamista que sostiene Irán y el que financia Arabia Saudí. Al final es todo un juego de intereses estratégicos que hacen a algunos malos aceptables y a otros malos satánicos, en un mundo que se desmorona, tal como se lo repartieron las grandes potencias tras la Segunda Guerra Mundial.

El ataque de Israel a la embajada de Irán en Damasco, solo se puede entender en ese contexto de extender la guerra, para encontrar una salida política a Netanyahu, bastante cuestionado en su país y el mundo, que le permita mantenerse en el poder. En cuanto a EEUU, la bajada de popularidad de su presidente, Joe Biden, que está más perdido que nunca al ver que su apoyo al genocidio de Israel en Gaza le resta cada vez más popularidad, necesita, al igual que sus predecesores, atizar el espantajo de un enemigo externo, y quién mejor que Irán. ¿Alguien se puede creer que el ataque israelí a la embajada de Terán en Damasco se hizo sin el consentimiento de Estados Unidos?

Suena así de triste, pero la paz en el mundo depende, en este momento, de la supervivencia política de dos mandatarios, que están vulnerando los valores democráticos para salvar su cargo. Claro, que la alternativa, por lo menos en EEUU, da mucho miedo.

Por eso, ahora más que nunca, debemos apoyar la iniciativa de la ONU, el gobierno de España y otros de la UE, para obligar a Israel y EEUU a parar la guerra genocida y reconocer al Estado Palestino (139 países lo reconocen ya), sin fisuras ideológicas, porque nos va mucho en ello, si esto acaba en un conflicto extendido y global.

Los ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea no podemos permitir que el conflicto vaya a más, y en ese sentido, el reconocimiento del Estado de Palestina, debería ser un elemento de discusión e importancia en las elecciones al Parlamento Europeo de junio. Porque si pensamos que no nos salpicará estaremos muy equivocados, y todas las décadas de desarrollo, convivencia y bienestar, conseguido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, en un corto espacio de tiempo se pueden ir al traste, y seguro que eso no lo queremos ninguno.  

Y mientras el mundo tiene puesta su mirada en el juego de intereses de Israel, EEUU e Irán, el genocidio palestino sigue adelante, pero cada vez se habla menos de él. Este es el éxito de Netanyahu, que por el momento es el gran vencedor de todo este conflicto.

 


lunes, 1 de abril de 2024

¿De verdad, nos están hablando de guerra?

 


De todos y todas es sabido que los medios de comunicación, en general, siempre han servido a intereses que en muchos casos no tienen nada que ver con la veracidad informativa, sino que más bien se han convertido en uno de los grandes pilares en los que se sustenta el poder, ya sea político, económico, religioso o de cualquier otra índole. Aunque una parte del periodismo intenta hacer bien su trabajo, y en determinados momentos de la historia lo ha hecho muy bien, no es la tónica general, y son muchos más los casos en que los medios se han puesto al servicio de los intereses de las élites, para modelar la percepción que la sociedad tiene de lo que sucede a su alrededor. Esto ha sido así, es y será, y cuanto más se rasguen las vestiduras periodistas, directores de medios y empresarios de grupos mediáticos, más estarán corroborando este comportamiento, porque habrán dejado de ser autocríticos y veraces, principio básico de cualquier buen periodismo, para convertirse en correveidiles del establishment que controla o pretende controlar la sociedad desde diferentes ángulos. 

Viene a cuento esto, no para hacer una reflexión más o menos sesuda del periodismo actual, sino para advertir de que poco a poco, cada vez son más las instancias de poder europeo que nos están lanzando mensajes de guerra, como si quisieran prepararnos para algo que ya tienen decidido. En román paladino, nos están diciendo que en el horizonte se dibuja un conflicto bélico con la Rusia de Putin, a costa de Ucrania. Una hipotética guerra a gran escala, que en realidad tiene que ver con dirimir quienes van a ser los nuevos dueños del mundo, agotado el modelo de reparto entre las diferentes potencias que surgieron de la II Guerra Mundial.

Mientras occidente mira para otro lado en el genocidio que el Israel de Netanyahu está cometiendo con el pueblo palestino, se enreda con la guerra de Ucrania, como si nos fuera la vida y la democracia en ello. Y yo me pregunto: ¿Realmente los europeos vamos a tener que pagar los platos rotos de un conflicto que nos vendría muy de lejos si no hubiera sido Rusia (actor principal en el nuevo reparto del mundo) quien estuviera detrás de la invasión de Ucrania? ¿Por qué los dirigentes europeos y los medios de comunicación están tan interesados en resaltar la gravedad del conflicto ruso/ucraniano mientras se ponen de perfil en el palestino/israelí? ¿Cuál es la diferencia desde el punto de vista del derecho internacional entre la invasión de Ucrania y la de Palestina?

A lo largo de la historia del capitalismo moderno todas las grandes crisis económicas se han saldado con un conflicto bélico, de mayor o menor intensidad, que ha tenido detrás los intereses político/coloniales de las élites de poder, en los que la factura en pérdidas humanas y destrucción de la vida la ha pagado siempre el pueblo, yéndose de rositas las élites, cuando no saliendo fortalecidas. ¿No será, entonces, que estamos asistiendo a uno de esos ajustes, para que el poder de esas élites se asiente bien o llegue e expandirse, tras las crisis habidas en lo que va de siglo? ¿No estarán disfrazando con una mezcla de bulos, mentiras y lavado de cerebro, un enfrentamiento entre nuestro modelo de vida y el ruso, aunque no veo con claridad cuáles son las diferencias? ¿Hasta qué punto el gran capital no está detrás de todo esto, como ha pasado en otros momentos de la historia?

La guerra de Ucrania nunca debería haberse producido si el mundo occidental hubiera gestionado de otra forma el conflicto ruso/ucraniano desde hace tiempo, aparcando la ambición expansionista de la Unión Europea y EEUU a costa de socavar el poder territorial de Rusia. A lo mejor no están ni todos los buenos ni todos los malos bien definidos en este conflicto. Los europeos no debemos ni podemos consentir que algo que se nos antoja ajeno, pues nuestra seguridad no está más en peligro por Rusia, de lo que pueda estar por China, EEUU, Irán, Arabia Saudí o Israel (no olvidemos que Pegasus es un invento de Israel para espiar a medio mundo), por citar algunos, y hemos de exigir que nuestros dirigentes bajen el tono prebélico que en las últimas semanas están exhibiendo. Incluso, a pesar de la desinformación casi constante que sobre este asunto nos sirven a diario unos medios de comunicación rendidos a los intereses de un poder que poco o nada tiene que ver con los intereses de la gran mayoría de la población europea.

Todo esto no significa que la UE no deba avanzar en la integración militar, al igual que debe hacerlo en la integración de otros muchos aspectos, ni que tengamos que renunciar al modelo de democracia social/liberal que impregna el espíritu de la UE. Más bien se trata de avanzar en una integración más real y efectiva, que sí haga frente a las amenazas que ahora mismo penden sobre Europa, desde planteamientos pacíficos y democráticos. El verdadero peligro no viene de allende el río Vístula, sino que se encuentra aquí, en forma del galopante euroescepticismo negacionista que anida entre nosotros. Y eso es lo que debería preocuparnos y ver cuáles son las causas de que la extrema derecha esté creciendo en la UE.

lunes, 25 de marzo de 2024

La vivienda, un derecho olvidado

 


Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la luna a sus seguidores y no pudieron pasar del cinturón de satélites artificiales que rodea la tierra. Cacofonía sonora que oculta las verdaderas necesidades que tenemos los españoles, en una pirueta circense que nos conduce al enquistamiento de los problemas; un ejercicio de prestidigitación disonante que desvía nuestra atención para fijarnos sólo en lo que no nos interesa.

Entre esos problemas, uno de los más graves es el de la vivienda, por la incapacidad o desinterés de la política y la sociedad para dar solución a la necesidad de cualquier persona a tener un espacio donde vivir con dignidad a un coste razonable. Es un derecho tan primario, que incluso está recogido en la Constitución como un derecho inalienable.

El artículo 47 de la Constitución Española dice: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos»

¿Entonces qué está pasando?

Asistimos a una defensa encendida de un constitucionalismo de bandera, himno y patria, patria, patria, o de anuncios que nunca llegan a materializarse, como si eso nos diera de comer o proporcionara un habitad decente, por quienes entienden la vivienda como un derecho selectivo, es decir para ricos o economías muy acomodadas, y el resto a vivir en comuna o en cuevas (esto no es una metáfora, sólo tienen que darse un paseo por lo que se está ofertando en las grandes ciudades como espacios donde vivir). Y sin embargo, en esas mentalidades de capitalismo de sálvese quien pueda, las personas que reclaman soluciones habitacionales o se rebelan contra la despiadada lógica del mercado cuando les expulsan de sus casas, son tratados como agentes antisistema; como enemigos del buen orden capitalista; como vagos que quieren tener el privilegio de vivir en una casa donde levantarse cada mañana y dormir cada noche.

Es decir, aquellos que defienden un derecho constitucional son casi delincuentes y los que se lo saltan a la torera son ciudadanos de buena familia. Es el mundo al revés. Un mundo donde la lógica social de bien común está desapareciendo engullida por el voraz apetito del capitalismo salvaje instalado en la sociedad. Y si esto pudiera ser comprensible en aquellos agentes que sólo buscan la optimización del beneficio caiga quien caiga, nunca lo puede ser en quienes tienen la obligación de poner freno a esos intereses, para que todos y todas, podamos acceder a una vivienda o no tener la Espada de Damocles inmobiliaria y financiera encima de nuestras cabezas, cada vez de una forma más constante y estructural.

Son mucho los factores que han conducido en este país a la situación actual de gravísimo problema de acceso a la vivienda. La verdad es que nunca lo ha tenido solucionado, porque la especulación, que es prima hermana de la corrupción, ha sido, casi siempre, la que ha marcado el paso de la política habitacional. Pero nunca el problema ha sido tan grave como el que se genera a raíz de la Ley del Suelo de 1998, aprobada por el gobierno de José María Aznar, por la que se declaraba que todo terreno era urbanizable, salvo que se dijera lo contrario. Esto supuso que los ayuntamientos, viendo que se abría una vía de financiación importante, hicieran dejación de sus obligaciones de ofertar vivienda pública en régimen de alquiler o VPO, para llenar las arcas municipales y que algunos vecinos e inmobiliarias pasaran de la noche a la mañana a enriquecerse. Pero también supuso que las comunidades autónomas y el gobierno central hicieran la vista gorda al ver que su capacidad recaudatoria aumentaba exponencialmente. Todo ello, sin hacer mención a que la gran mayoría de la corrupción existente en España desde aquellos años, tiene que ver con la especulación inmobiliaria. Esto es, grosso modo, un explicación muy sucinta de los orígenes del problema actual. Pero lo cierto es que ningún gobierno ha hecho los deberes como debería, promoviendo vivienda pública, y de aquellos barros estos lodos.

Sólo hay una manera de acabar con el desorden de precios tanto en la compra de vivienda, como en los alquileres. De nada sirven medidas de autocontención, de fijación de precios, de eliminación de abusos o recomendaciones que apelan a la buena voluntad del capital. A mi juicio, la única forma de conseguir que todo el mundo pueda hacer efectivo el derecho a la vivienda que recoge la Constitución, es el alquiler público, como existe en otros países. Para no marear, no voy a poner datos comparativos con los países de nuestro entorno, pero sí diré que España es el que tiene el porcentaje más bajo de vivienda social de todos, con sólo un 3% del parque total.

O ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central se ponen manos a la obra urgentemente a construir, alcanzar acuerdos con propietarios de viviendas vacías (muchas de ellas en manos de bancos: casi 400.000) y ofertar en alquiler los miles de viviendas que cayeron en manos de la SAREB, ese banco inmobiliario público que se creó para aliviar las deudas impagadas de la banca, que dispone de un parque de 50.000 viviendas vacías, o nada va a frenar el problema de acceso a la vivienda que tiene millones de españoles entre familias desfavorecidas y gente joven, a corto y medio plazo.

El gobierno actual ha anunciado la puesta a disposición de 180.000 viviendas sociales. No es una cifra pequeña, aunque sí insuficiente. Pero, de momento, sólo es un anuncio, sin concreción ni plazos ni información veraz de ningún tipo. La oposición, en vez de apoyar la medida e incluso mejorarla y exigir que se cumpla, que sería lo correcto en unos dirigentes políticos preocupados por solucionar el problema, sigue envuelta en la bandera, la unidad de España y las urgencias por alcanzar el gobierno (¿Para solucionar el problema de la vivienda?). Y mientras, la vida de los españoles se complica más y más, porque no nos olvidemos de que la imposibilidad de tener una vivienda digna y a precio asequible, tiene connotaciones negativas en muchos aspectos de nuestra vida.

Por último. La única manera de controlar el apetito voraz de empresas y particulares con los precios del alquiler es inundar el mercado de alquileres públicos y sociales. Es la lógica del mercado competitivo: a más oferta precios más bajos.     

 

viernes, 22 de marzo de 2024

Dani Alves y el privilegio de ser rico y famoso

 


Resulta muy poco edificante la concesión de la libertad bajo fianza al futbolista Dani Alves si abona un millón de euros, porque el mensaje que transmite es que la impunidad se extiende en la sociedad si eres rico y capaz de pagar para no cumplir con cárcel el castigo por los delitos que puedas cometer o hayas cometido. Eso así, grosso modo, en un país donde los ricos, poderosos y famosos, se libran de ir a prisión pagando multas, en algunos casos mareantes, o llegando a acuerdos de conformidad con los tribunales, después de abonar cantidades desorbitadas a los despachos de abogados que les defienden. Otra brecha más que se agranda entre ricos y no ricos, en donde la judicatura no deja de ser cómplice y algunos políticos prefieren mirar para otro lado, siempre que los investigados o condenados no sean de los suyos o simplemente no están en su universo patrimonial, no vaya a ser que al final tengan que echar ellos mano de esos privilegios. Lo que nos hace ver que la justicia no es igual para todos, y que a pesar de las peroratas mitineras de algunos partidos, los españoles no somos iguales ni ante la ley ni ante sus ojos.

Pero el caso Alves es todavía mucho más grave porque se trata de una violación que no debería tener ninguna clase de beneficio penitenciario. En un momento en el que la violencia hacia las mujeres, en sus diferentes formas, parece crecer, y cuando está ocupando el poder, en no pocas instituciones, el machismo más rancio negacionista, que cuestiona la verosimilitud de la violencia de género, este tipo de decisiones judiciales deberían ser más cuidadosas. En general, las decisiones de los jueces y juezas, en lo que respecta a la violencia contra las mujeres, deberían ser más juiciosas, para no generar equívocos en la sociedad y confusión, cuando no temor, en las mujeres. Una sociedad que no es firme con determinados delitos, lo que está provocando es que no se tomen en serio y, por tanto, el número de casos aumente. Y por desgracia, ya son demasiados los “errores” judiciales en este asunto, colocando a las mujeres en una posición de vulnerabilidad que parece preocupar poco en determinados estamentos de la política y la judicatura, en contraste con su actitud beligerante contra otras leyes que no ponen en riesgo ni la vida ni la seguridad de nadie. Incluso, que clamaron contra la Ley del “solo sí es sí”, porque estaba provocando excarcelaciones de violadores y ahora callan, con un silencio que es demasiado atronador.


miércoles, 20 de marzo de 2024

¿Se está haciendo la democracia el harakiri?

 


Me gustaría empezar con una pregunta: ¿Aceptarían ustedes que un asesino en serie se alojara en su casa porque les viene bien económicamente o porque cada uno es como es y hay que respetar esa libertad? No hace falta que contesten. Formulo esta pregunta, porque desde hace algún tiempo vengo pensando cómo es posible que la democracia sea tan timorata, que está dando cobijo y manutención a organizaciones que tienen como primer objetivo acabar con ella. Es como meter al zorro en el gallinero.

Ciertamente, la democracia occidental y liberal con los años va sufriendo un desgaste que es urgente invertir, y esto sólo se puede hacer cuando partidos políticos e instituciones están al servicio de la ciudadanía y no convertidos en organismos autónomos de los problemas de la sociedad, retroalimentándose así mismo, como viene sucediendo en los últimos tiempos. Es decir, la democracia, si no soluciona los problemas de la gente; si no distribuye la riqueza de tal manera que asegure el bienestar de los ciudadanos; si no evita que se abra una abismo entre ricos y no ricos; y si no es capaz de combinar libertad con seguridad y bienestar, para que todos nos sintamos cómodos y con perspectivas de futuro, es un fracaso y da pie a que organizaciones populistas y/o fascistas, con discursos falsos, pero fáciles de entender, vayan abriéndose camino en las expectativas de la sociedad. Por ahí viene el primer y gran fracaso.

La otra cuestión es preguntarse por qué las democracias occidentales permiten que el nuevo fascismo del siglo XXI pueda participar en el sistema político, teniendo en cuenta, y ya lo estamos viendo en diferentes países, que en cuanto tienen un mínimo de poder no dudan en ponerle una camisa de fuerza, para, al final, encerrarla en el manicomio de la historia y acabar con ella. La democracia y el fascismo/totalitarismo son como el agua y el aceite, imposible disolverlos. Por ello, las democracias occidentales deberían tomarse en serio si no ha llegado la hora de empezar a impedir la participación en las instituciones de los partidos de extrema derecha y de todos a aquellos que llevan en su ADN acabar con ella.

Esto les puede sonar muy totalitario, pero me gustaría recordar que Europa ya sufrió una guerra civil, en la que los contendientes eran la democracia y el fascismo, por no haber frenado a tiempo los movimientos fascistas que estaban creciendo en el interior de cada uno de los países que en aquellos años se vanagloriaban de ser democracias avanzadas.

¿Cómo es posible que personajes como Trump, Bolsonaro, Abascal, Orban, Milei, Ayuso, Meloni, Le Pen y otros tantos y tantas, estén en la cresta de la ola de la política en países democráticos? Ustedes dirán que los han elegido los votantes y, precisamente, se trata de eso, de que no tengan opción de ser elegidos, porque suponen un peligro para el sistema democrático y la sociedad. No olvidemos, que gracias a esta tibieza Hitler llegó al poder en Alemania en 1933, dilapidando cualquier atisbo de democracia en el país germano, y encarcelando o asesinando a cientos o miles de demócratas alemanes; que Mussolini implantó el fascismo en Italia en 1922, porque se enfrentó a una democracia frágil; o que en España, el fascismo dio un golpe de estado porque el gobierno de la República surgido de las elecciones de febrero de 1936, fue timorato con las veleidades revolucionarias de algunas organizaciones sindicales y sordo ante el clamor que llegaba al Palacio Nacional de que se estaba preparando un golpe de estado liderado por militares fascistas, apoyado por partidos fascistas o próximos al fascismo y bendecido por una Iglesia en España que dirigía un cardenal primado fascista donde los haya, Isidro Gomá.

No yéndonos tan lejos, el creciente fascismo en este primer tercio del siglo XXI, está sustentado en gran parte por las redes sociales e intereses económicos que han entrado en un capitalismo especulador y salvaje, solamente sostenible con gobiernos de mano dura contra las libertades y los derechos de los trabajadores y consumidores, es decir, contra una gran mayoría de la sociedad. Que Donald Trump y Jair Bolsonaro hayan intentado, lo sigan haciendo, ocupar el poder en sus países subvirtiendo el orden democrático, no es una locura de unos locos. Obedece a un plan que se está viendo (lo último han sido las elecciones en Rusia, o los intentos de controlar la judicatura por parte del genocida Benjamín Netanyahu) tiene anchuras globales y nos encamina hacia una sociedad tan distópica y totalitaria como hemos visto y leído en el cine o la literatura de ciencia-ficción. Cada vez la distancia entre EEUU, China, Rusia, Israel, Irán, América Latina, los países árabes y algunos países europeos, es más corta, políticamente hablando, y no precisamente por su espíritu democrático.

Impedir que los partidos de extrema derecha, que es la nueva manera de denominar el fascismo, participen en política en los países occidentales, es un comportamiento de higiene democrática (el resto del mundo tendrá que decidir qué quiere ser) y seguridad ciudadana. Europa, América y algunos otros países del resto del mundo, que ya son democracias consolidadas, deben tomar cartas en el asunto. Y Europa se juega mucho en las elecciones de junio. No permitamos que la extrema derecha tenga la más mínima posibilidad de interferir en las instituciones comunitarias y exijamos su disolución como organizaciones políticas. Se puede hacer con instrumentos legales y se debe hacer. Otra cosa es que se quiera hacer.             

miércoles, 6 de marzo de 2024

Las lecciones de Francia y el blindaje del aborto

 


Francia. Siempre Francia a la cabeza de los derechos civiles, pese a que a muchos a este lado de los Pirineos les fastidie. Es increíble, que después de 235 años, las ideas democratizadoras que emanaron de la Revolución Francesa sigan estando en vigor y, a la vez, sean atacadas y denostadas por los sectores más radicalmente conservadores de la sociedad, es decir, por la extrema derecha y su expresión política más cercana: el fascismo que recogió todas las ideas retrógradas de los absolutistas, defensores del Antiguo Régimen, que se dedicaron a torpedear, cuando no a reprimir con dureza, los avances liberales que a lo largo del siglo XIX se fueron abriendo camino en la sociedad occidental. Una lucha política, que todavía hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, sigue librándose; sólo tenemos que ver el avance de la extrema derecha, con sus discursos fáciles y populistas, atiborrados de mentiras y falsedades, en una sociedad europea anestesiada y desmemoriada.

Francia como inspiradora de uno de los mayores avances que ha tenido la humanidad, tan importante, diría yo, como el descubrimiento de la penicilina, las vacunas o la aviación, por poner algún ejemplo. No debemos olvidar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948 se inspiró en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución Francesa en 1789.

Francia, una vez más en la vanguardia de la justicia social, blindando el derecho de las mujeres, es decir de la mitad de la población, a decidir sobre lo que hasta ahora era decisión de los hombres. Porque si bien, países como España van a la cabeza en muchos aspectos que tienen que ver con los derechos de las mujeres y la protección contra la violencia que la sociedad patriarcal y machista ejerce sobre ellas, no han sido capaces de blindar esos derechos de forma que nadie pueda cuestionarlos políticamente, y mucho menos legislar sobre ellos de manera retroactiva, como a la extrema derecha le gustaría hacer, según estamos viendo sucede en otras latitudes del mundo, algunas lejanas, como EEUU y otras cercanas como en no pocos de los países del este de Europa.

El blindaje constitucional del derecho al aborto va mucho más allá de la literalidad de lo que significa. No es sólo el blindaje de la capacidad de decidir de las mujeres sobre un asunto tan trascendental como la maternidad. Se trata de un mensaje, inequívoco, de que ese derecho está por encima de consideraciones morales, religiosas o políticas. Lanza un mensaje a toda la sociedad francesa, europea, occidental y mundial, de que hay derechos que hoy, en el tercer milenio de nuestra era, deben ser inalienables y entre ellos están los que tienen que ver con la igualdad de la mujer y su capacidad legal para tomar sus propias decisiones sin la tutela del hombre. Además, como ya lo hicieran en su momento las ideas emanadas de la Revolución Francesa, introduce un elemento de debate en las sociedades democráticas, que va a ser ineludible evitar en los próximos años.

En España, la clase política debería tomar nota y subirse al carro del blindaje lo antes posible. Ya sabemos todos que el momento es muy complicado, porque algunos Partidos están echados al monte de la crispación constante, pero no podemos quedarnos a verlas venir. Somos un país avanzadilla en muchos aspectos referentes a los derechos de la mujer y, por eso mismo, los Partidos deberían dejar por un momento las batallas que sólo conducen a victorias pírricas, y ponerse de acuerdo en algo, que estoy seguro, no costaría mucho conseguir. Es tan fácil como copiar la reforma constitucional que se ha hecho en Francia y adaptarla a España. Y si en nuestro país vecino, casi todos los Partidos han conseguido llegar a un consenso capaz de sacar adelante esa reforma de su Constitución, en España debería avergonzarnos no ponernos manos a la obra para lograrlo. Y no sirve la excusa de que ahora no es el momento (siempre que no se quiere o no se sabe cómo hacer algo, se recurre al mismo latiguillo). Si en Francia, con todas sus cuitas políticas, han sido capaces, es porque han querido y sentido que es una necesidad de justicia social e histórica hacia las mujeres, en una coyuntura en la que las fuerzas machistas están ocupando cada vez más espacio político.         

viernes, 16 de febrero de 2024

Una mascletá en Madrid

 


Me parece una magnífica idea tirar una mascletá en Madrid; les aseguro, para quien no lo haya vivido, que es una experiencia inolvidable, pero, realmente, con lo grande que es Madrid, ¿no había otro sitio para tirarla? ¿Tiene que ser justo en una zona de recuperación natural de fauna y vegetación? ¿Era necesaria esta polémica absurda? La mascletá es toda una tradición valenciana, de toda la Comunidad o región, como usted prefiera, no sólo de Valencia capital; en Castellón, por  poner un ejemplo, durante las fiestas de la Magdalena, se tiran varias, muchas de ellas magnificas. Es más las fiestas la inaugura una poderosísima mascletá. Que haya otros territorios de España o del extranjero interesados en dar espectáculo con un ruido que encoge el alma, dice mucho de la potencia festiva que tiene una mascletá. Por eso, el Ayuntamiento de Madrid debería haber sido un poco más cuidadoso a la hora de elegir ubicación. Como consejo: la mascletá tiene un efecto mucho más excitante cuando se tira entre edificios, no en medio del campo.

Además, no es la primera que se va a hacer en la capital de España, como lo están vendiendo algunos medios de comunicación. Ya a principios de los años 80 del siglo pasado, yo asistí a una y quedé fascinado, como colofón de un Festival Internacional de Teatro que se celebró en Madrid. ¿Saben dónde se tiró? En la Plaza de España.

Claro que ahora, un evento tan ruidoso podría espantar turistas, o así lo deben entender las autoridades madrileñas. La alcaldesa de Valencia, que ha salido a defender la realización de la mascletá en Madrid, podría explicarles que eso en Valencia no pasa, más bien al contrario, los atrae. Claro, que en la capital del Turia, las mascletás se tiran en un ambiente festivo y propicio para ello, no como una ocurrencia de “Això també ho faig jo”, no vaya a ser que pensamos que Madrid es menos que nadie. Ya saben Madrid es España, España es Madrid.

Un consejo: ¡No lleven a su perro! Se lo agradecerá de por vida.  

domingo, 11 de febrero de 2024

La grandeza del cine en los Premios Goya

 


Ayer me di un atracón con la gala de los Premios Goya, y tengo que decir que nunca me defrauda por lo que tiene de significante para el cine y la cultura española e hispanohablante. No voy a entrar en consideraciones acerca de si la gala fue larga o corta, o si estuvo entretenida o no, porque, entre otras cosas, no me interesa, sabiendo que se trata, única y exclusivamente, de la gran fiesta del cine español y no un programa televisivo de variedades. Tampoco voy a entrar en si esta película se mereció más o se mereció menos, porque eso son valoraciones muy subjetivas, que pueden hacer desviar la calidad que tienen las premiadas, las candidatas y otras que no lo han sido; ni todas pueden estar ni todas pueden ganar. Posiblemente cada uno de ustedes, que están leyendo este escrito, tenga sus preferencias sobre si los ganadores/as se lo han merecido o no. A fin de cuentas, no todo el mundo puede ganar y unas veces les toca a unos y otras a otros. Este es el juego de cualquier premio y en este, como en todos, influyen muchos factores, que al espectador corriente como yo se nos escapan, y no por eso, las premiadas y las que se quedan con la miel en los labios dejan de ser grandes películas, grandes actores, grandes actrices o grandes cineastas en el sentido amplio de la palabra: productores, directores, técnicos, guionistas, etc., etc. etc. Además, creo que Los Goya son unos premios con un sistema de votación bastante fiable y democrático, en la medida de que son los propios académicos, es decir, el mundo del cine, en voto secreto y sin reuniones de jurado, los que deciden quienes van a alcanzar la gloria de ser candidatos o se van a elevar hacia el Olimpo cinematográfico, sosteniendo el busto de Goya que, por cierto, podrían buscar un busto que tuviera menos cara de enfadado.

Lo importante es que candidatos y premiados son, ineludiblemente, la mejor representación del cine español en este momento, y eso es una certeza que no deberíamos cuestionar, al margen de nuestros gustos, cayendo en ese relativismo negativo que impregna la sociedad, hasta el punto de cuestionar las cosas más evidentes. En un momento de nuestra historia en el que negacionistas de todo tipo, antivacunas, antisistema, terraplanistas, populistas de esto lo arreglo yo en dos patadas, mentirosos, propagadores de noticias falsas y redes sociales abonadas al disparate y el odio, tener certezas es muy importante, uno de los mensajes que nos dejan los Premios Goya es que el cine español está más vivo y vigoroso que nunca, con unos niveles de calidad excelentes; que necesita nuestro apoyo como espectadores/as; que si no hay una política comprometida de ayudas públicas no es posible hacer buen cine; que el cine es un bien de interés cultural que no se puede dejar al margen de la planificación cultural de un país; que los cineastas viven, en muchos casos, en la precariedad, frente a los mensajes de odio que los criminaliza como unos estómagos agradecidos al poder; y, por último, que sigue representando la voz que nos sitúa frente a los grandes problemas que tiene la sociedad y la humanidad, a pesar de los intentos de silenciarla desde determinados estamentos de poder, a los que no les gusta que se sepa lo que hacen y/o piensan hacer.  

Los Premios Goya, además, nos muestran la fortaleza que tiene el cine en todas las lenguas oficiales de España, algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos, porque esto sí es un signo de la diversidad cultural y lingüística que tenemos. También nos dice que es en esa diversidad cultural en donde se encuentra la verdadera unidad de España como proyecto de país. Pero también nos hace ver que es en la inclusión del diferente, en la aceptación de lo que cada uno o cada una es, por nacimiento o por socialización; en la fortaleza de la igualdad, como una seña de identidad que nos pone a todos en su sitio, sin desprecio por razones de género, sexo, raza, procedencia, capacidades o gustos culinarios, donde podemos construir una sociedad en la que quepamos todos. No me quiero olvidar del “Se acabó”, como denuncia de una situación de violencia, miedo y abuso de poder contra las mujeres y colectivos LGTBI, que se vive en el cine y en toda la sociedad, cada vez más impregnada de mensajes machistas.  

Todo esto es la nobleza del cine, que cada año se expresa y se agranda en la celebración de los Premios Goya, más allá de las disquisiciones de si la gala pudiera haber sido mejor o peor. Enhorabuena a los premiados, a los no premiados, a la Academia del Cine Español, a los espectadores, a quienes desde lo público o lo privado apoyan y apuestan por el cine y a todos los espectadores/as que regularmente van a las salas de cine o pagan una plataforma para verlo en la TV. Porque, a fin de cuentas, el cine, como la literatura, como el teatro, son expresiones artísticas de la vida misma, y ahí es donde reside su grandeza.

 

viernes, 9 de febrero de 2024

Tractores en la carretera

 


Tengo que reconocer que las protestas de los agricultores me generan sentimientos contradictorios, al pensar que detrás de ellas no todo lo que se reivindica es para mejorar la vida y la profesión de aquellos que se dedican a la agroalimentación, sino la utilización del campo por otros intereses que distan mucho de sus demandas. Aquí se mezclan churras con merinas, y ya saben, a río revuelto ganancia de pescadores. Porque en estas marchas hay mucho señorito, mucho terrateniente, mucho dueño de grandes explotaciones, mucho negacionista y mucho fascista tratando de capitalizar el descontento de cara a las elecciones europeas. Esto también va de eso, de posicionarse con discursos fáciles y simplones a ver si en junio la extrema derecha controla el Parlamento de la UE. ¿Realmente creen que si la extrema derecha llega a gobernar en la UE, la PAC va a seguir regando de euros al campo en Europa? No se ven jornaleros ni trabajadores/as del campo ni inmigrantes, posiblemente explotados por algunos de los que van subidos a los tractores.

Así pues, los agricultores y ganaderos que trabajan medianas y pequeñas explotaciones, vuelven a ver sus demandas diluidas entre un totum revolutum de reivindicaciones, que acaban ocultando el verdadero motivo de las protestas. Porque sus demandas son justas, en la medida de que se está produciendo un agravio comparativo entre las exigencias de producción dentro de la Unión y la laxitud de estas exigencias para los productos que vienen de fuera. O por la indefensión que tienen frente a los grandes distribuidores y cadenas comerciales, que les obligan a vender a pérdidas o tirar la mitad de la cosecha, entre otras muchas imposiciones.

Tienen razón los agricultores y ganaderos de protestar, porque el campo lleva mucho tiempo siendo el patito feo de la economía, sometido a los vaivenes de los acuerdos estratégicos, comerciales y políticos, nacionales e internacionales, más proclives hoy a producir en donde los costes son más bajos, al igual que sucede en otros sectores, producto de las políticas de libre comercio.

Por eso, no deberían dejarse llevar por los intereses de sectores ajenos a sus problemas, que sólo buscan beneficios que poco o nada tienen que ver con la agroalimentación. Es esencial que centren el objetivo de sus propuestas y el foco hacia donde tienen que dirigirlas. Ni señoritos ni hijos de marquesas ni propietarios de grandes explotaciones ni fondos de inversión ni rentabilidades políticas de la extrema derecha van a solucionar sus problemas. ¿O acaso han pensado que cuando el terrateniente consiga aumentar sus beneficios vía subvenciones, sin producir apenas; o cuando el mercado agroalimentario se alinee con los intereses de las grandes empresas agrícolas; o cuando pasen las elecciones europeas y a la extrema derecha ya no le interese el campo, sus problemas se van a solucionar?

El campo es la despensa, no solo de las ciudades, también del ámbito rural, y ni se debe abandonar al albedrío del libre comercio ni se debe dejar manipular por intereses espurios, que nada tienen que ver con sus verdaderos problemas.        

 

lunes, 8 de enero de 2024

Mi reino bien vale un genocidio

 


¿Se imaginan ustedes que durante los peores años de terrorismo de ETA el gobierno de España hubiera ocupado militarmente el País Vasco y sometido a sus habitantes a un genocidio? Esto no cabe en la cabeza de nadie en su sano juicio. Porque todos sabemos que el terrorismo no se puede ganar militarmente (esto es como tratar de apagar un fuego echando carbón) ni tampoco con medidas represivas que crucen el Rubicón de la dignidad humana, no digo ya de los derechos humanos. En una democracia, el terrorismo se vence con firmeza democrática, represión selectiva de los terroristas, tribunales y negociación, como bien hizo España para acabar con ETA. Y no es un camino fácil anular organizaciones que hacen del terrorismo y el crimen su modus vivendi, sin importarles el daño y dolor que puedan causar entre la población en general. Pero no hay otro.

Por eso, no se puede entender ni tolerar, que el gobierno de un país esté masacrando, en el sentido literal de la palabra, a ciudadanos: hombres mujeres, niños y niñas, o esté destruyendo cualquier posibilidad de vida en un territorio, porque haya sido objeto de un despiadado ataque terrorista, tal como está haciendo el gobierno israelí (y esto no es una crítica al pueblo judío; digo judío, porque tan semitas son estos como los palestinos), responsable de una guerra sin sentido, en donde la venganza ha cobrado tal carta de naturaleza, que se siente legitimada para la aniquilación física y mental de un territorio y las gentes que lo habitan. Cuando un Estado se convierte en terrorista, pierde toda su razón de ser.

Aunque ya no es sólo una sospecha, que esta guerra genocida tiene mucho que ver con la supervivencia política del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, y que el único motivo que le hace prolongarla es no enfrentarse a la realidad de su final político, y quien sabe si no el principio de un calvario judicial. Lo que nos debería llevar a plantearnos, cómo es posible que el mundo esté consintiendo que esto suceda. Parece que no hemos aprendido que las políticas de no intervención en conflictos que conciernen, no sólo a la geopolítica mundial, sino a los derechos humanos y el respeto por la vida, nunca acaban bien, como pudimos comprobar los europeos en el siglo pasado, cuando las potencias continentales, supuestamente democráticas, decidieron no intervenir ante el ascenso del nazismo, que acabó con una guerra genocida, que arrasó Europa y diezmó a una generación, por poner un ejemplo que nos pilló en medio.

Acabar con esta guerra es una necesidad urgente, porque, por mucho que se esfuercen en negarlo, estamos asistiendo a un genocidio planificado por un gobierno. Y hacer que sus responsables acaben en un tribunal internacional, debería ser una prioridad máxima, para que la democracia no se convierta en cómplice de una situación tan vergonzosa como la que está viviendo el pueblo palestino. Eso sin comentar la posibilidad de que la ambición de poder y venganza del gobierno israelí, acabe arrastrándonos a todos aun conflicto de incalculable consecuencias. Otra vez no, por favor.          


La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...