viernes, 30 de octubre de 2020

Coronavirus como excusa para recentralizar España



¿Alguien puede explicarme, por qué en un sistema cuasi federal como el autonómico español, es malo que las comunidades autónomas, que son las que tienen la competencia sanitaria, tomen decisiones dispares entre ellas, para frenar la expansión del coronavirus? ¿Por  qué si en las distintas comunidades autónomas la incidencia de la pandemia es diferente, las medidas tienen que ser las mismas? Creo, humildemente, que se está generando mucha confusión con este tema, quizá con alguna intención recentralizadora del Estado, cuestionando el sistema autonómico; o lo que sería peor, que aún sabiendo que la única manera posible legal de afrontar la pandemia es respetando las competencias autonómicas, porque de otra forma habría que retirarlas esa competencia otra vez, se trata, simplemente, de desgastar al gobierno. Aunque cabe la posibilidad de que en el subconsciente de mucha gente, en donde incluyo a no pocos políticos, tertulianos y periodistas, no se tenga asimilado, todavía, que España es un Estado descentralizado, con muchas rémoras, pero cuasi federal, como decía antes. Para ser más claro, hay una parte de los españoles que no se toma en serio el sistema autonómico.

El gobierno está haciendo lo que debe: poner a disposición de las comunidades un marco jurídico para que las decisiones que tomen no puedan ser tumbadas por la justicia, y es deber y derecho de las autonomías poner en marcha medidas, que como el sentido común dicta, no tienen por qué ser las mismas en todo los sitios. Otra cosa es que haya alguna que esté tratando saltarse permanentemente  la norma estatal o tomando decisiones que solo conducen a una agravamiento del problema.

Tengo la sensación, de que más allá de que algunos partidos y su corte mediática, está tratando de torpedear al gobierno a cuenta del coronavirus, hay un mar de fondo que está aprovechando la pandemia para cuestionar el estado de las autonomías, y volver a un centralismo absurdo que solo está en la mente del nacionalismo español de la España una, grande y libre con epicentro en Madrid.

Hablando de Madrid y su presidenta Ayuso, los niveles de indecencia política a los que está llegando esta señora no tienen parangón ni en España ni en una democracia. Y lo peor, es que la confusión que genera el gobierno de Ayuso entre los madrileños, se está tratando de trasladar al resto del país. Como si los habitantes de Murcia, Valencia, Andalucía, Cataluña, Asturias, Navarra, Castilla-León, etc., no tuvieran claro lo que tienen que hacer; sus gobiernos sí están tomando decisiones que no conducen a error, sean más acertadas o menos. Porque todas, salvo Madrid, están actuando y respetando las decisiones que se toman en el Consejo Interterritorial, que digamos es un instrumento de cogobernanza en un país descentralizado, ante una situación como la actual.

Una vez más, hay que decir que Madrid no es España, y que las decisiones que toma su presidenta solo afectan y generan confusión en los madrileños, no en los vascos o extremeños. Otra cosa es que se esté jugando a convertir a la presidenta madrileña en la Agustina de Aragón de los antisistema de extrema derecha y zumbaos cósmicos que pueblan el país. O que ella se haya creído que está por encima de todos sus colegas presidentes autonómicos y del gobierno.

Tengamos claro que el virus nos va a acompañar durante un tiempo y salvo que queramos un  nuevo confinamiento nacional en casa, decretado por el gobierno central , son las comunidades autónomas las que tienen la capacidad legal de aplicar medidas, por tanto, no hagamos caso a la campaña de confusión a la que están jugando algunos medios de comunicación, y atendamos a las instrucciones que dicta el gobierno de nuestra comunidad, principalmente. Salvo que usted quiera viajar y tenga que informarse de las medidas en el resto de las comunidades, igual que lo tendría que hacer si quiere viajar a cualquier país del mundo.  


miércoles, 28 de octubre de 2020

Y ahora salvar la Navidad.


 ¿Salvar la campaña de Navidad? ¿Todavía estamos en esas? ¿Salvarla como salvamos el verano y en enero todos confinados otra vez? ¿Qué pretende Pablo Casado, culpar al gobierno de dejar sin Navidad a los españoles? ¿Va a ser esta la  nueva campaña del Partido Popular, para contener el coronavirus? ¿Alguien puede explicarme por qué un estado de alarma que se impone para salvar vidas y haciendas en el futuro, es nocivo para la sociedad? ¿Realmente, porque no podamos tomar cañas y vivir la noche, nuestras libertades están amenazadas? Demasiadas preguntas, para una única respuesta: lo importante, ahora mismo, es volver a doblegar al virus, para que no vuelva a pasar lo que nos está pasando por las prisas en la desescalada y la necedad de todos nosotros por no perder ni un minuto de fiesta estival.

Si nos comportáramos con responsabilidad, y las administraciones no estuvieran tan preocupadas de salvar la economía a corto plazo, lo que puede resultar la muerte anunciada a largo plazo, quizá no estaríamos en esta situación abocada a un nuevo confinamiento, si seguimos comportándonos, los unos y las otras, como si esto no fuera con nosotros.    

Pero lo peor es la necedad de unos partidos a los que solo les interesa buscar flancos de confrontación para derribar al gobierno, cuando el país vuelve a estar en la picota con demasiados muertos diarios, hospitales al borde de la saturación y empresas con la Espada de Damocles de quiebra sobre su cabeza. ¿Con qué cara vamos a volver a salir a aplaudir a los sanitarios esta vez?

Una última cosa. ¿No es raro que se retrase, otra vez, hasta el último minuto el confinamiento de Madrid? Quizá y digo solo quizá, cuando se apruebe los ricos, que no dependen de fichar en el trabajo, ya estén instalados en sus segundas residencias, lejos, una vez más, de los inconvenientes, ¡Jo!, de vivir sin poder ejercer su libertad de ricos.

jueves, 22 de octubre de 2020

La transfiguración de Pablo Casado

 

  

El discurso de Pablo Casado. Como brillante lo ha calificado el vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias. No le voy a quitar, sensu stricto, valor parlamentario. Ha sido contundente y bien modulado. Pero no sé por qué, tengo la sensación de que es todo un artificio para que al final de la moción de censura el protagonista haya sido Pablo Casado.

 Ciertamente se ha desmarcado de Vox, aparentemente; luego habrá que comprobarlo sobre los hechos, aunque dudo mucho que el PP, que hoy ha querido dar una imagen de ruptura con la extrema derecha, vaya a desligarse de esta donde está gobernando con ella, o que no vuelva a hacer un prietas las filas con Abascal para desgastar al gobierno.

 Rápidamente los medios de comunicación, unos por afinidad, otros por acríticos y algunos por atisbar un principio del fin de la crispación, se han lanzado a alabar el discurso, ensalzar al personaje y poco menos que celebrar la vuelta a la moderación y al centro (lo que significa que antes no estaban ahí). Como si sus dirigentes se hubieran transmutado de la noche a la mañana en enemigos de la extrema derecha con la que compartían mesa y mantel político, para transfigurarse en sensatos centristas dispuestos al diálogo, sin pensar que por ello perdían el alma.

Es curiosa la rapidez con que han empezado a forjar la imagen de Pablo Casado como un hombre de estado, alguien que hasta ayer no ha parado de utilizar a su partido como una apisonadora, segando todo por donde pasaba, en su viaje hacia la Moncloa o hacia ninguna parte.

Me gustaría creer la conversión hacia la moderación y la sensatez, igual que le ocurrió a su tocayo canonizado en santo, pero me resulta bastante difícil, porque los milagros solo aparecen en la Biblia, para hacernos creer lo que es imposible, por la gracia de Dios,  pero que solo puede suceder por azar, igual que si pasas de pobre a rico gracias a la lotería. Y pensar que Pablo Casado y su PP ungido por la FAES de Aznar, van a ser capaces de abandonar la guerrilla política, es una quimera, como pedirle peras al olmo. Pero tiempo hay para tener que arrepentirme por mi incredulidad mal sana.  

domingo, 18 de octubre de 2020

Conquistadores. Adventum. Levantar las alfombras de la España Imperial

 


Acabo de terminar de ver la serie Conquistadores. Adventum, producida por RTVE y dirigida por Israel del Santo. Lo primero que me gustaría señalar es la impecable factura, casi de gran producción, con unos excelentes actores y escenarios propios de la historia que se está narrando, que no es otra que una parte de la historia de España.

 Pero no es esa belleza estética y narrativa lo que más me ha llamado la atención, sino el contenido moral e histórico que transciende detrás de sus personajes y gestas, en un tema que ha sido manipulado por el poder y el nacionalismo imperial español, desde el minuto uno de la conquista hasta nuestros días. Solo tenemos que echar la vista atrás a los fastos pseudocoloniales que siguen presidiendo la celebración del 12 de octubre, fecha en la que Colón puso por primera vez  el pie en donde  él pensaba que eran las Indias.

 Un imperio tan torpe que se dejó arrebatar el nombre del  nuevo continente por un advenedizo que supo atribuirse lo que él no había hecho, y en vez de llamarse Colombia o Isabelia el nuevo territorio, por ejemplo, pasó a la historia con el nombre de América, en honor a un personaje que poco tuvo nada que ver con el descubrimiento. 

 Conquistadores. Adventum es una serie que se sostiene sobre la línea argumental de las venturas y desventuras de algunos de los conquistadores más importantes, muy alejados, por otro lado, de la grandeza casi mitológica, que les ha otorgado la historia oficial, deseosa de encumbrar héroes de la patria, para la construcción del mito de la España Imperial. Tiene el acierto de contar con un narrador, que le otorga a la serie una unidad argumental, salvando el peligro de haberse convertido en capítulos estancos sobre cada uno de los conquistadores.

 Colon, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Vasco Núñez de Balboa, Magallanes, Elcano, Cabeza de Vaca, conquistadores que procuraron un inmenso territorio a la corona durante los treinta primeros años de la conquista. Quizá por eso, se han quedado fuera, apuntando a una posible segunda temporada: Hernán Cortes, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia, entre otros. Todos ellos tratados con una mirada humana, que los aleja bastante de la leyenda forjada en torno a su figura. Porque los conquistadores, ante todo eran hombres que buscaban la gloria y la hacienda. Personajes únicos e irrepetibles, los conocidos y todos los que los acompañaron en el anonimato, movidos por una inmensa codicia, que los llevó a alcanzar un mundo hasta entonces desconocido para el oriente europeo (digo oriente, porque Europa está al este del Nuevo Mundo).

 Codicia de los conquistadores y codicia de una monarquía, que con un coste bajo mandó a hombres y pertrechos a lo desconocido, en esos primeros años para controlar el mercado de las especias, descubriendo una ruta más directa que la de los portugueses. No hay que olvidar que esta fue una época de gran confrontación entre las coronas de Portugal y Castilla, por controlar los mares y sus rutas de navegación. Y aquí entra en juego el Tratado de Tordesillas, por el cual, mediante la mediación del papa Alejando VI, en 1494 se firmó en la localidad castellana un acuerdo que concedió a Portugal todas las tierras y aguas comprendidas al oeste de una línea imaginaria establecida a 370 leguas hacia el este de la isla de Cabo Verde, y a la Corona de Castilla, las comprendidas al este.  Es decir, para Portugal sería lo descubierto de Brasil hacia Europa, y para Castilla, todo lo demás.

 Los Reyes Católicos, especialmente Isabel, pensaron que si se pudiera llegar a las Indias navegando hacia Occidente, controlarían las especias. Hay que tener en cuenta, que en esa época, aunque ya se sabía que la tierra era redonda, no se tenía constancia de ello fehacientemente y era mucha la confusión.      

 La codicia de una monarquía que no podía o no quería controlar los desmanes de los conquistadores, por muchas pragmáticas y cedulas reales que dictara; a fin de cuentas el Nuevo Mundo estaba muy lejos, y ellos no se iban a enterar de la “misa la media”. Porque los adelantados, gobernadores, virreyes… participaban de la misma codicia de poder y riquezas que los conquistadores y la corte en Castilla. Y todo ello devino en una brutalidad sin parangón, porque quienes allí estaban tenían tres funciones: anexionar territorios de los indígenas, controlar estos territorios y las riquezas que pudieran tener y aumentar el poder de la Iglesia, cristianizando por las buenas o por las malas. Esa brutalidad tenía otro fundamento: pensar que los indios no eran seres humanos y, por ello, se les podía maltratar, esclavizar, torturar y matar, sin que nadie se echara las manos a la cabeza, o casi nadie. Muy acertada es la aparición de fray Bartolomé de las Casas en uno de los capítulos, denunciando ante importantes prohombres de la Corte lo que estaba sucediendo: un comportamiento muy alejado de los principios de evangelización cristiana que el dominico tenía, y que no parece compartieran sus superiores de orden y en general la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

 Muy recomendable la serie en tiempos de corrección política, cada vez más moralista y acrítica con la historia. Un dardo envenenado contra aquellos que van por “rutas imperiales caminando hacia Dios”.  No puedo decir, por menos, que es una serie valiente y necesaria. Quizá por eso, ha pasado inadvertida para el gran público, porque lo que no interesa a reyes y gobernantes, es que la historia se conozca desde puntos de vista menos triunfalistas y mucho menos, que ponga en solfa los grandes mitos que han construido esta nación que se llama España.

 

viernes, 9 de octubre de 2020

Madrid en estado de insumisión institucional

 


 Seguimos culpabilizando a partes iguales al gobierno central y al gobierno madrileño, por lo que pasa en la Comunidad de Madrid. Es la equidistancia de los cobardes, que no significándose con nadie, no ofenden y no creen sentirse perjudicados por ello. Aunque más grave es la equidistancia deliberada, la que tiene por objetivo crear el ánimo en la calle de que todos los políticos son iguales, y si es así, para qué ir a votar. Saben muy bien que el resultado de esto, siempre, es el triunfo de la derecha. Quizá sea eso lo que pretenden los medios y tertulianos con su insistencia equidistante en el reparto de culpas.

Pero no hay equidistancia posible. Nunca la hay. Si pensamos que Pedro Sánchez es igual que Pablo Casado, vamos mal. Si pensamos que Joe Biden es igual que Donald Trump, vamos mal. Y al final, los de abajo, los que no tenemos el poder ni el dinero, acabaremos mal parados.

Madrid no es España, aunque así traten de hacernos creer los que están gestionando la pandemia con un objetivo prioritario: cargarse al gobierno central. No hay otra intención. ¿Nos hemos preguntado por qué el problema que se ha producido en Madrid, no se ha creado en otras comunidades autónomas? No hay caminos alternativos y todos, salvo el Madrid de Ayuso, han aceptado, con mejor o menor gana, las normas del  ministerio, porque todos saben, que son las avaladas por los expertos nacionales e internacionales. Y llegan tarde, desgraciadamente, pero no solo por culpa del gobierno central, alguna responsabilidad tendrán las Comunidades autónomas en este fracaso, competentes para implementar medidas que frenara el expansión del virus. Luego volveremos a Madrid.

En un país donde la oposición conservadora no ha dejado de presionar al gobierno desde el minuto uno de la pandemia, no porque estuvieran haciéndolo mal, sino porque no lo estaban haciendo ellos, es decir el PP de Casado/Ayuso, principalmente, es muy difícil tomar medidas. Sobre todo cuando tienes el martillo de la oposición dispuesto a darte en la cabeza, hagas lo que hagas, porque siempre estará mal, y lo utilizarán para decir que está mal, y de paso, negarle la mayor al gobierno en un tema tan delicado. No han mostrado ninguna empatía con los ciudadanos, salvo para tratar de enfrentarlos al gobierno central.

¿No estaríamos en una situación menos grave, en esta segunda oleada de coronavirus, si el PP de Casado y Ayuso y sus partidos afines, hubieran mostrado lealtad al gobierno central y apoyo a las medidas sanitarias y económicas, lo que no significa hacer dejación de su derecho a la crítica constructiva? Probablemente sí, y el estado de alarma, que algunos dicen no debería haberse suspendido, habría dado más opciones al gobierno, en cogobernanza con las comunidades, aumentando su margen para la actuación y evitando la insumisión institucional, como la que está practicando la Comunidad de Madrid de Ayuso/Casado. Otras comunidades autónomas lo han hecho y les va mejor.  Pero el Partido Popular presionó, negó y votó en contra de casi todos los estados de alarma sucesivos que el gobierno central planteaba a las Cortes. Entonces era necesario que, sobre todo Madrid, en su papel de ariete contra el gobierno central, recuperara sus competencias. Pero cuando la incapacidad de gestión o la subordinación de la salud a la economía, hacen que todo haga aguas en la comunidad madrileña, es el gobierno de Sánchez/Iglesias el que tiene que solucionarlo, acusándolo de inmovilismo. Y para rizar el rizo, todas las comunidades tienen que aceptar unas medidas impuestas por Madrid, que luego Casado/Ayuso se niegan aplicar.

Decía antes que Madrid no es España, por mucho que quieran hacérnoslo creer. Por cierto, no quiero ni pensar la que estaría montando la derecha conservadora si esta insumisión institucional viniera de Cataluña; la petición de volver a aplicar el 155 sería poco. ¿Cómo se puede explicar que todas las comunidades autónomas estén trabajando desde hace tiempo, con mayor o menor éxito, y con sus discrepancias se hayan puesto a la tarea de aplicar las medidas del ministerio de sanidad, y la comunidad dirigida por Ayuso y su benefactor Casado, esté en la rebeldía absoluta? Quizá solo hay una explicación, y habría que buscarla en la calle Génova de Madrid. Si hay un conflicto jurídico, es porque Madrid lo ha generado, no otras comunidades autónomas; es el Madrid de Ayuso el que ha provocado este conflicto. Es posible, que con la intención de que sea el gobierno central el que decrete el estado de alarma en Madrid, y así tener munición de grueso calibre para unas cuantas semanas de oposición desleal, no ya al gobierno, sino a los madrileños y resto de españoles. Casado/Ayuso tiran la piedra, esconden la mano, y luego acusan de las heridas provocadas a Sánchez. Esa es su política, única y exclusivamente.

Urge en Madrid un cambio de gobierno, no porque sea el actual liberal/conservador, ni muy echado hacia la derecha. Urge, porque está tumbado hacia el vacío, despeñando a muchos madrileños por el abismo de su incompetencia, en un asunto que provoca enfermedad y muerte, no solo en los afectados por el coronavirus, también en otras patologías que no pueden ser atendidas, por la saturación del sistema sanitario madrileño, tan precario ya de por sí. Pero eso, solo es una responsabilidad de los madrileños, que son los que tiene que poner fin a esta situación de descaro político, incompetencia gubernamental y falta de empatía ante el dolor y desconcierto de una población que cada vez está menos protegida por sus dirigentes. Algo que no pasa en otras comunidades autónomas, sean del color político que sean.    

  

martes, 6 de octubre de 2020

El Foro de la Toja y la España del bipartidismo

 

Se ha celebrado este último fin de semana un evento en La Toja denominado “Foro para la reconstrucción”, en el que supuestamente se han debatido propuestas para una salida de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus y el hundimiento de la economía por el parón de la actividad social y económica. La idea no parece mala, porque cualquier foro de debate siempre es interesante, incluso aunque esté organizado para dar respuestas desde el neoliberalismo a los problemas que nos aquejan,  pero a mí, a tenor de los asistentes este año,  me ha sonado más a una reunión de los defensores del sistema bipartidista y sus privilegios, cada vez más parecido al “turnismo” de la Restauración, con la figura del rey Felipe VI a la cabeza, en esa simbiosis de la monarquía borbónica con el poder político y económico.

                Lo primero que me ha llamado la atención no es quienes han ido, que como ya he dicho representan a la España del bipartidismo, que si bien en su momento tuvo su importancia para traer la democracia, ahora, desde hace algunos años, ha quedado obsoleta como una máquina oxidada, que ejerce más de freno para los nuevos retos del país en el siglo XXI, que de impulso. Un sistema, que con el tiempo se ha revelado corrupto, soberbio  e incapaz de solucionar algunos problemas estructurales heredados del franquismo, como el empleo, la pobreza, la enseñanza, la honestidad política y la utilización de los resortes del Estado en beneficio de los privilegios, que han ido atesorando sus defensores. Y cómo para muestra vale un botón, solo tenemos que ver que el rey emérito, el que nos han vendido como un modelo de jefe de estado, ha sido el mayor corrupto, con la aquiescencia de toda la élite dirigente del país.

                Decía que me llama la atención no tanto las asistencias, previsibles casi todas, sobre todo en un  momento que tienen que resaltar la figura del rey, como las ausencias, es decir, que hayan participado los que tienen una idea de España que no se ha movido ni un ápice desde hace cuarenta años. Si el foro se hubiera ceñido al debate ideológico desde el liberalismo para la reconstrucción de la  España del Siglo XXI, sería uno más de los que organizan cada año las diferentes ideologías. Lo que pasa, es que ha sido un cierre de filas con la monarquía, con el bipartidismo y con una idea de España de la que no participa la mitad del país, por lo menos. Ha sido una vuelta de tuerca más, bien orquestada por la prensa de derechas, en la imposición de una España sometida al pensamiento centralista y, permítanme una licencia histórica, estructurada en torno a las leyes centralizadoras de Castilla, impuestas por el primer Borbón, Felipe V. Lo diré con más precisión: han estado los que ignoran a las periferias territoriales, porque entienden estas como un apéndice de lo que se cuece en Madrid.

Los cantos de sirena hechos a la concordia y el entendimiento, difícilmente se pueden cumplir, cuando en el debate está ausente la parte que no concibe España como ellos. Salvo que esa llamada solo vaya dirigida a que PP y PSOE se entiendan y volvamos a al bipartidismo turnista que hemos tenido desde la Transición.

                Se ha reivindicado una España que no convence a muchos españoles, ajenos al flamear de banderas y el patriotismo de golpes en el pecho, cuando no de brazo en alto. Una España, que niega cualquier intento de organización territorial federal, que no tiene nada que ver con este trampantojo de federalismo que son las autonomías, en donde cupieran todos los españoles, al margen de su lugar de nacimiento. Una España siempre a la cola de todo cuando se la compara con los demás países europeos; o que está a la cabeza de los malos datos, según se mire. Una España que ha consolidado el modelo de la desigualdad y la pobreza cada vez más estructural, sin que la monarquía y todas las élites que manejan los hilos del poder se rasguen las vestiduras. Una España incapaz de solucionar el problema del desempleo, la educación, la dependencia, los servicios sociales y ahora la sanidad (cuánta mentira nos han contado sobre la mejor sanidad del mundo). Esa es la España que se ha debatido en La Toja, para que como escribía Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su obra “El Gatopardo”: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».

                En definitiva, el mensaje que ha llegado del Foro de La Toja, es excluyente, bipartidista, centralista, defensor del estatus quo de la élites dirigentes y, sobre todo, un prietas la filas en torno al rey y la monarquía.

 

 

 

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...