Volvemos a recordar hoy a todas las
víctimas de la dictadura franquista. Este año con la satisfacción de que el
gobierno ha hecho justicia histórica con la democracia, sacando al dictador Franco
del Valle de los Caídos (nada de general, Franco tiene que pasar al historia
como lo que fue: un dictador fascista, todo lo demás son intentos de blanquear
su figura).
Este país, tan dado a reconocer, homenajear
e incluso utilizar a las víctimas del terrorismo en el interés propio de la
derecha posfranquista, se vuelve olvidadizo hasta el sonrojo cuando ha de reparar
la dignidad de todas aquellas víctimas del mayor terrorismo de Estado que ha
vivido España en toda su historia. Un país que sigue plagado de cunetas, fosas
comunes, monumentos a los caídos del bando franquista, olvido de los miles de
exiliados y expedientes judiciales que serían un oprobio para cualquier democracia.
Por eso seguimos yendo todos los
años el 1 de noviembre a los cementerios; seguimos poniendo flores en las
tapias de los cementerios, para que la muerte injusta de todos aquellos demócratas
no caiga en el olvido, y algún día, igual que por fin Franco ha salido de
Cuelgamuros, el Estado democrático se decida a reparar esta injusticia
histórica, que es la verdadera herida que nunca se acabara de cerrar hasta que
no haya justicia.
No hay alternativa posible a que
sean las instituciones las que se impliquen en la búsqueda de las víctimas y
entrega a sus familiares, igual que lo hace el Ayuntamiento de Castellón, desde
que gobierna la izquierda, porque antes lo único que había era silencio y
olvido por parte de las instituciones locales.
No es venganza, es vergüenza, lo
que hoy, uno de noviembre, sentimos, al ver que el neofranquismo y su desprecio
a las víctimas de la dictadura, vuelve a levantar cabeza en la sociedad española,
y no es porque el gobierno haya sacado a Franco de Cuelgamuros, sino porque le
derecha y su ultranacionalismo español, ha dado alas al fascismo de Vox, que
durante tantos años ha estado silenciado.