domingo, 17 de diciembre de 2023

La ausencia de mi amigo Rafa Calvo

 


Hace un tiempo, no recuerdo cuánto, conversaba con mi amigo Rafa Calvo sobre la futilidad de la vida, ante ese brevísimo instante en que la muerte se alza sobre lo que somos y todo se acaba, por lo menos tal como lo conocemos. Estábamos sentados frente al mar en la terraza del restaurante La Ola, en la playa de Castellón, delante de un suculento bocadillo de tortilla de patata y una cerveza. Éramos dos ocupas de tierra a dentro en una mañana límpida de invierno, con la luminosidad del Mediterráneo resplandeciendo en azules que se acababan fundiendo en el horizonte con un cielo de tonos turquesa.

La conversación fluía por derroteros casi metafísicos, cuando mi amigo Rafa, con ese racionalismo cartesiano de buen aragonés, decía que la muerte es el fin de todo y que la nada es lo único que nos aguarda tras el último suspiro. Yo, menos jacobino, le explicaba que no podía asegurar eso tan categóricamente, porque lo que haya detrás de la muerte sólo lo sabremos cuando atravesemos la laguna Estigia y descubramos lo que hay en la otra orilla, si es que hay algo, pero que, en cualquier caso, era un asunto que no me preocupaba; cuando llegara el momento ya me enteraría. Rafa Calvo me miraba con cara de incrédulo y le daba un trago a su copa de cerveza.

Nada me hacía presagiar en ese momento y en otros acontecidos durante los largos años de amistad, charlas, discusiones, fraternidades, vino, conspiraciones, buena comida y gin-tonics, que un día como hoy, de diciembre de 2023, él ya habría pagado a Caronte para que lo cruzara con su barca al lado en el que la verdad, la única que existe y nos es vedada a los mortales mientras vivimos, se descubre. Que ya sería sabedor de ese gran misterio del que hablábamos frente al mar.

Y yo, recordando todo esto me quedo vacío en esta hora fatal en la que nos ha dejado de una forma, no por esperada menos cruel. Me queda un silencio oscuro, que avendrá en una ausencia que sólo podré llenar con la memoria de su amistad, con el tejido de los recuerdos vividos juntos, en esta noche oscura del alma, que si no es provocada por la duda de la fe, si crece por la ausencia del amigo.

Dicen que nadie muere mientras se le recuerde, y yo busco, casi exasperadamente, los recuerdos, para ordenarlos y darles el sentido que sea antídoto para el dolor de la ausencia. Sólo así podré llenar ahora el hueco que has dejado en mi alma, querido Rafa, y sobrellevar, con el tiempo, tu ausencia, con la dignidad de un amigo que nunca pensó que te fueras tan pronto. 


lunes, 20 de noviembre de 2023

Argentina se inmola en un aquelarre capitalista

 


La primera controversia que se me genera con las elecciones de Argentina, es la capacidad que tenemos los humanos de autodestrucción. Ya lo venimos viendo en el empeño en poner nuestra supervivencia como especie al borde del colapso, acabando con las condiciones necesarias para que sigamos pudiendo sobrevivir en el planeta. Parece que los avisos que nos lanza la naturaleza no fueran con nosotros, persistiendo en continuar comportándonos como si esta fuese algo que sólo tiene razón de ser cuando está a nuestro servicio. Y nos equivocamos, porque si una cosa puede acabar desapareciendo será la especie humana, o si somos fervientes creyentes de la evolución de las especies, vaya usted a saber qué aspecto mutante tendrán o cómo serán nuestros futuros descendientes. Porque el planeta, con o sin nosotros, seguirá donde está, hasta que las fuerzas cósmicas acaben con él.

Pero a fin de cuentas, invertir esta situación se tratará de un proceso lento que puede llevar años. Lo que resulta llamativo es que en aquellos procesos destructivos que podemos nosotros evitar a corto plazo, o casi inmediatamente, nos ofusquemos en nombre de entelequias que hemos creado para ocupar territorio (no olvidemos que somos una especie gregaria), buscando las soluciones más lesivas para nuestro bienestar, entendiendo este como un compendio de factores que hacen que vivamos con todas nuestras necesidades físicas y espirituales cubiertas. Es decir, que los pobres se empeñen en seguir siéndolo y los menos pobres apuesten por entrar en el club de la pobreza, por la vana ilusión, producto del brillo del oropel que nos ciega, de ser algún día ricos. Lo que me lleva a la conclusión, de que la única clase social que vela por su bienestar y no es destructiva de sí misma, es la de los ricos y poderosos. Estos sí que saben muy bien qué es lo que tienen que hacer para seguir estando en la cúspide del poder y la riqueza.

Todo esto viene a cuento, como ya dije al principio, por las elecciones en Argentina, que aunque los medios nos hacen ver que la victoria de la extrema derecha abre una etapa de incertidumbre, todo el mundo sabe que los argentinos van a ser más pobres, menos libres y tendrán que volver a arrastrar su tristeza entre boliche y boliche al son del lamento porteño de muchos nuevos y viejos tangos, en los que llorar por haber vuelto a caer, otra vez, en el mismo error. O lo que es más grave para ellos, volverán a saltar el charco buscando una vida mejor, como ya lo han tenido que hacer varias veces en los últimos cincuenta años. En España serán siempre bienvenidos.

Cada uno de nosotros, cada pueblo, cada sociedad, es muy libre de auto inmolarse, como si tuviera la necesidad de asistir a su propio funeral constantemente. No nos ha de extrañar, pues, que Argentina sea el país con mayor proporción de psicólogos del mundo. Aunque en su descarga hay que decir, que el resto de países no les va a la zaga. Si no cómo se puede entender que toda una nación haya votado con entusiasmo que vayan a suprimir ministerios como el de educación y sanidad; o que se den carpetazo a las subvenciones; o que todo en el país se privatice, convirtiéndolo en un aquelarre del mercado más salvajemente capitalista. ¿Piensan los argentinos y muchos otros que no lo son, que van a vivir mejor en un país en donde la ley de la selva se va a imponer, la misma que suele jugar, siempre, a favor del más fuerte? Sólo los ricos subsisten en una sociedad así, porque ellos no necesitan ni ministerio de sanidad ni de educación ni subvenciones ni leyes que regulen el aborto ni nada.

Los argentinos, mayoritariamente, han decidido con su voto, invirtiendo las palabras de Groucho Marx, partir de la miseria para alcanzar la nada, rindiéndose al poder del dinero, aunque este no sea más que un espejismo disfrazado de patriotismo nacional. Nadie como Quevedo para expresar la adoración al Becerro de Oro que ha cegado a nuestros queridos compadres argentinos y que ciega a mucha gente en España:

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

La desmesura de la discrepancia es un peligo para todos

 


Llegó el día de la investidura con el país incendiado por el envalentonamiento de la extrema derecha, a la que la Constitución, la democracia y los españoles les importa bien poco, como hemos podido ver estos días de gritos fascistas, exaltación franquista, insultos a quienes no piensan como ellos y toda la parafernalia activista propia de aquellos que se pasan la democracia por la entrepierna. No son demócratas y eso debería ser suficiente para que todos aquellos que no participando del discurso fascista les apoyan, se pararan a reflexionar si en un país falto de libertades y cargado de odio podrían vivir como lo hacen ahora.

Dicen que estamos en una dictadura, que Sánchez está dando un golpe de Estado, etc., no sólo ellos, también algunos/as dirigentes del Partido Popular, que en su cruzada contra el socialismo democrático, se convierten en aprendices de fascistas, abonados al esperpento político. Y eso es lo verdaderamente preocupante, que la derecha democrática que se le supone al Partido Popular, esté jaleando esas protestas con discursos incendiarios, cargados de grosería política, que están llevando al país a una situación de tensión innecesaria, al cuestionar la legitimidad de la propia democracia, cuando no aceptan que la aritmética parlamentaria no les da ellos la gobernabilidad, por mucho que hayan ganado las elecciones. Siendo más claros, no aceptan, como no han aceptado nunca desde que José María Aznar llegó a la dirección del PP, no ser ellos quienes gobiernan.

El Partido Popular es necesario, porque recoge el sentir político de una parte muy importante de la sociedad española. Y precisamente por eso debería ser más responsable y ejercer, cuando le toca, una oposición democrática, constructiva y serena, como hacen otros partidos cuando ellos están en el gobierno. Porque de otra manera, no sólo están sembrando dudas sobre la legitimidad de  gobiernos progresistas, están cuestionando la propia legitimidad del sistema democrático español, avalado por la Constitución que ellos tanto dicen defender.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Una carta fuera de lugar del comisario europeo de Justicia

 


Me gustaría preguntar al comisario europeo de Justicia Didier Reynders, si es habitual que la Comisión Europea pregunte sobre actuaciones que no afectan para nada ni al funcionamiento interno de la UE ni vulneren derechos cívicos de sus ciudadanos. También, si la Comisión preguntó a Italia, cuando el gobierno de Berlusconi amnistió a defraudadores fiscales; o a España, cuando el gobierno de Rajoy hizo lo mismo que Berlusconi. Tampoco hay noticias de que se pidieran explicaciones por la amnistía que en Portugal se ha concedido, recientemente, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, presidida por el Papa Francisco este año; o que Francia tuviera que responder a carta alguna enviada por el comisario de turno por las dos últimas amnistías de los años 1990 y 2002. Tampoco tenemos noticia de que se preguntara a Alemania por la amnistía de rehabilitación que concedió en 2009.

Parece un poco extraño, entonces, que ahora en pleno desenfreno político de la derecha contra la futura Ley de Amnistía (aunque sigo pensando que lo que mueve al Partido Popular y Vox es impedir, por los medios que sean, la investidura de Pedro Sánchez, y que la amnistía es una excusa), el comisario Reynders envíe una carta a España expresando “serias preocupaciones en relación con los debates en curso sobre la posible adopción de una ley de amnistía. Lo que nos puede hacer pensar que el comisario lo que está haciendo es tomar postura favorable hacia su familia liberal política en Europa, excediéndose de sus atribuciones al abandonar la honestidad que se debe suponer a la Comisión Europea en su trato con los diferentes países que componen la UE. Lo que debería ser objeto de cese inmediato o dimisión.

Y ya puestos a preguntarnos debería explicar por qué no se ha interesado en saber cómo puede afectar a los derechos civiles y ciudadanos que un partido fascista como Vox esté entrando en los gobiernos de la mano del Partido Popular. Eso si que debería ser un motivo de preocupación, por las consecuencias que puede tener en el espíritu democrático de la Unión Europea. O por qué el Partido Popular, que tanto está celebrando el envío de la carta, sigue impedido desde hace cinco años la renovación del Consejo General del Poder Judicial, lo que está poniendo en riesgo la imparcialidad de la judicatura en España, o lo que es peor: la utilización de esta en pos de los intereses del Partido Popular.         


viernes, 3 de noviembre de 2023

Puro teatro

 

Ha puesto el Partido Popular el grito en el cielo por el pacto del PSOE con ERC, entre otras cosas por la condonación de parte de la deuda de Cataluña con el Estado. Hoy es el día que toca echarse las manos a la cabeza y hablar de la desigualdad de los españoles, mostrando indignación por la venta de España que supone este acuerdo. Parece que los líderes del Partido Popular, en nombre de la Constitución, vuelven a torcer la realidad a su antojo, como nos tienen acostumbrados. Leamos: «Con el fin de sanear la situación financiera de la Generalitat y facilitar su vuelta a la financiación de la deuda, se procederá a tramitar una modificación legal de alcance general para todas las Comunidades Autónomas de régimen común que permita la asunción por parte del Estado de parte de la deuda autonómica con este, originada por el impacto negativo del ciclo económico» . Esto es lo que dice el acuerdo. Lo que nos puede hacer ver, que ponen por encima el hostigamiento constante a la posible investidura de Pedro Sánchez (es un peligro para España ha dicho José María Aznar; el presidente que casi nos mete en una guerra y nos mintió a la cara, como nunca nadie lo había hecho, cuando los atentados del 11-M, o trató de blanquear a ETA, cuando la denominó Movimiento Vasco de Liberación Nacional en 1998), a ponerse a trabajar para reclamar la parte de la deuda que corresponde que sea devuelta a sus Comunidades Autónomas, según el texto arriba señalado. Por ejemplo, según publica hoy el diario Levante, el pacto de Sánchez y ERC (ojo, no del PSOE, de Sánchez), podría condonar 10.000 millones de la deuda valenciana, si el Consell lo solicita. Pero seguro que el presidente Mazón descartará pedir esa condonación, porque se trata de un pacto catalanista, y él está para salvaguardar la Comunidad Valenciana de catalanismo.   

Aunque todo esto no es más que puro teatro: la amnistía, la deuda, etc., porque lo único que le importa a la derecha es lo de siempre desde hace doscientos años, que no haya gobierno de progreso, para gobernar ellos. Y no dejarán de torpedear y sabotear cualquier intento (el ultimo la utilización, una vez más, del Consejo General del Poder Judicial, para sus fines partidistas, hasta que lo consigan). Y si es así, ya estarán sus medios de comunicación, que son muchos, para blanquear cualquier acuerdo, sea el que sea. No sería la primera vez.  


miércoles, 1 de noviembre de 2023

Fantasmas que habitan entre nosotros

 


Cada vez creo más en los fantasmas. Ojo que hablo de fantasmas y no de fantoches. Fantasmas en el sentido literario del término. Decía Javier Marías, que los hados y los lectores lo tengan en su gloria, que «cada vez me voy sintiendo más cercano a una de mis figuras literarias predilectas, el fantasma: alguien a quien ya no le pasan de verdad las cosas, pero que se sigue preocupando por lo que ocurre allí donde solían pasarle y que –aun no estando del todo– trata de intervenir a favor o en contra de quienes quiere o desprecia.» Es decir, los fantasmas son seres espirituales o almas errantes (cualquier gallego si no visita en vida San Andrés de Teixido, lo hará muerto), que habitan entre nosotros, cada uno por un motivo que le impide entrar en el reino de los muertos y descansar para la eternidad, si es que se lo ha merecido y no acaba en el inframundo más cruel y tenebroso, por los siglos de los siglos.

Los fantasmas pueden manifestarse de muchas maneras y en diferentes lugares. La literatura está plagada de algunos memorables: Erik, el fantasma de la ópera; el rey Hamlet; Jacob Marley, en el Cuento de Navidad; o sir Simón, el fantasma de Canterville, por no hablar de la deliciosa Mirtle la llorona, residente del baño de chicas del Colegio Hogwarts, donde vive sus aventuras mágicas el inigualable Harry Potter. Aunque ahora deberían preocuparnos otros fantasmas.

Según el Diccionario panhispánico de dudas, fantasma es la imagen de una persona muerta que se aparece a los vivos. Pero últimamente no paran de surgir otro tipo de fantasmas más ligados a nuestra historia, que si bien no lo hacen de una forma inquietante: con una sábana, un suspiro helado o una luz, están aquí, como posesión espiritual que ha colonizado el alma de la política española, sí producen cierto pavor.

Cuando escucho palabras como separatismo o gobierno filocomunista o unidad de la patria, pienso que el fantasma de Franco anda revoloteando por el espíritu de todos aquellos que siguen anclados en un concepto de España que nos recuerda al pasado de la España una, grande y libre, que fue bandera de los años más tristes y terroríficos de los últimos siglos de nuestra historia. O cuando las palabras humillación a los españoles o traición a la patria resuenan todos los días en boca de algunos políticos, me recuerdan a Millán Astray o Narváez (azote de los progresistas en el siglo XIX). Es más, muchas veces, tengo la sensación de que el ánima de Fernando VII, sigue vagando por las ideas de aquellos que nunca han dejado de considerar que España es o suya o de nadie.

Fantasmas, posesiones, poltergeist, estamos rodeados de almas en pena, que como decía Javier Marías tratan de intervenir a favor o en contra de quienes quiere o desprecia. Y aquí, parece que hay demasiados espíritus velando porque España siga siendo la que soñaba Marcelino Menéndez Pelayo: «España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra». Como ven otro fantasma que sigue anidando entre una parte de nuestros políticos. En estos, la verdad, es que no me gustaría creer, porque son aburridos, pero no menos peligrosos que el leviatán que habitaba en el cuerpo de Regan MacNeil.

    


martes, 17 de octubre de 2023

Israel y Palestina, un antagonismo centenario

 


La radicalización del conflicto palestino-israelí, no debería hacernos pensar que se reduce a la violencia de Hamás y la respuesta de Israel, mucho más violenta, si cabe, en destrucción y número de muertos. No se trata, por tanto, de una noticia que dura el tiempo que va a ser portada en los medios de comunicación, sino que hay que retrotraerse años atrás, para encontrar una explicación, mínimamente racional, si es que es posible, sobre lo que está sucediendo.

El enfrentamiento entre judíos y palestinos tiene más de 100 años y, desgraciadamente, durante ese siglo hay ido a peor; cuando se mezclan factores religiosos y nacionalistas, el resultado es una pócima de efectos letales y destructivos, y también porque intervienen agentes externos, que tienen demasiados intereses en la zona, y hace imposible un acuerdo de paz duradero entre Israel y Palestina. La solución de dos estados independientes, no es nueva, como veremos más adelante, como tampoco son nuevos los actores que se han dedicado, más allá de las declaraciones de buenas intenciones, a dinamitar esa posibilidad, condenando el conflicto a una única solución: la guerra, con toda su maldad sobre la población, hasta ahora palestina, y, en menor medida israelita.

Palestina, a lo largo de la historia, ha sufrido la ocupación de las potencias de cada momento, en función de sus intereses, lo que la convierte en un territorio vulnerable, pero también permeable a diferentes culturas. Se trata de una geografía señalada en la Biblia como la tierra prometida de los judíos, en la que desde hace más de mil años, el Islam es la religión que profesan la gran mayoría de sus habitantes, y que es también el epicentro del origen del cristianismo, no olvidemos que Jesucristo nació, predicó y murió allí. Parece, entonces, una tierra en donde se dan cita las tres grandes religiones monoteístas de la historia, y eso, no nos engañemos, es motivo suficiente para el conflicto. Sin embargo, en la actualidad musulmanes y cristianos viven en convivencia, a pesar de las graves diferencias histórico-religiosas. Entonces, por qué el judaísmo no puede vivir en armonía con las otras dos religiones, en un territorio que es escaso y duro, y que todas reclaman como propio. Quizá la respuesta habría que buscarla en la Biblia, con sus aseveraciones sobre los judíos como el pueblo elegido, al que se le promete una tierra de abundancia y miel por un Dios vengativo, tal como lo muestra el antiguo testamento, si nos adentramos mucho en el pasado.

Pero hay otra respuesta mucho más próxima, que está en el origen del conflicto que se vive actualmente, cada vez más marcado por el odio. Nos tendríamos que remontar a finales del siglo XIX, cuando se funda el movimiento sionista, que si bien es de inspiración atea y laica, utiliza la religión como aglomerante para la creación del estado judío, pero que, sobre otras consideraciones, es un movimiento nacionalista, que necesita un territorio para subsistir, y si en un principio barajaron diferentes opciones para fundar el Estado de Israel en distintas zonas del mundo: Argentina, Chipre, Kenia, etc., decidieron, por razones históricas, que Palestina era el lugar idóneo. Pero claro, en Palestina estaban los palestinos y el sionismo no admite compartir territorio con nadie, por lo que se arman de una buena dosis de colonialismo, en el peor sentido de la expresión, teniendo como fin, la expulsión del territorio, que ellos consideran suyo, de todos los que no son hebreos.

Hasta ese momento inicial del siglo XX, no podemos decir que exista un grave conflicto, pues todo queda en una sutil ocupación de un territorio, muy mayoritariamente árabe. Sin embargo, el sionismo si va calando en las simpatías de las grandes potencias del momento, sobre todo en Gran Bretaña, que va a provocar a medio y largo plazo una radicalización, primero de los judíos y, después, de los palestinos, hasta el punto de generar un conflicto que exige la eliminación del otro como única salida.

En 1916, Gran Bretaña y Francia firman los Acuerdos Secretos de Sykes-Picot, por los que ambos países se reparten algunos territorios del Oriente Próximo: Siria y Líbano para Francia, y Jordania, Irak y Palestina para los británicos. Pero estos ya tenían en mente ceder Palestina a los sionistas, para crear un Estado Judío. Lo que se materializa en 1917, con la Declaración de Balfour. Desde ese momento, Israel se convierte en un problema que no para de hostigar, con acciones violentas y terroristas, a los Palestinos y a la propia Gran Bretaña, que harta, en 1946 le pasa el problema a la recién creada ONU, y se desentiende del territorio. Un año después, las Naciones Unidas reconocen que la única solución al conflicto es la partición de Palestina en dos estados independientes, algo que no aceptan ni palestinos ni israelíes, que no están dispuestos a dividir la geografía que ambos consideran como propia. Realmente la distribución de las Naciones Unidas fue un poco desproporcionada. A los israelíes, que representaban el 6% de la población, se les asigna el 55% del territorio, y a los palestinos que son el 94%, el 45%.

No olvidemos que el sionismo es expansionista y su objetivo es conseguir la mayor cantidad de espacio. Por ello, con la inhibición de la mayoría de occidente y el apoyo incondicional de EEUU, Israel pone en marcha una devastadora limpieza étnica en Palestina: casi la mitad de la población, unos 800.000 palestinos, son expulsados por la fuerza de sus casas, sus haciendas y su geografía. Se requisan bienes y se entregan a los colonos; asentar colonos que fijen población nueva, es el recuso clásico en la historia de consolidar territorios conquistados.

El conflicto ya estaba servido, provocando acciones de protesta, muchas de ellas no exentas de violencia por parte de los palestinos, y respuesta, no menos violenta del estado judío, alimentada por la venganza. Pero todo da un giro en 1964, cuando se funda la OLP, Organización para la Liberación de Palestina, que utilizará tácticas terroristas y de guerrilla, para conseguir su fin último, que es la desaparición del Estado de Israel, y la creación de una Palestina laica en donde las tres religiones del libro, hijas de Abrahán: judaísmo, cristianismo e islamismo, tuvieran cabida. Una utopía imposible, dadas las altas dosis de odio, venganza y eliminación del otro, instaladas en la zona.

La OLP durante más de 20 años se dedica a hostigar a los judíos con acciones terroristas que tratan de desestabilizar el Estado de Israel, a lo que estos responden con una represión cada vez más dura y eficaz. El conflicto, además, se internacionaliza al entrar de lleno en la Guerra Fría, que durante esos años condiciona las relaciones internacionales en el planeta. Así, mientras EEUU es el principal valedor de armas y financiación del Estado de Israel, la URSS es la potencia suministradora de armas a la OLP, que las recibe a través de la intermediación del presidente de Libia Muammar al-Gaddafi.

Es a partir de la Primera Intifada (1987-1993), ha habido tres, cuando se va a producir un cambio que dio esperanzas al mundo de que la guerra soterrada mantenida entre israelíes y palestinos pudiera llegar a su fin. Después de un enfrentamiento desigual, en lo que se denominó la ”Guerra de las piedras”, tras la Conferencia de Madrid en 1991, se alcanzan los Acuerdos de Oslo en 1993, por los que Israel acepta transferir cierta independencia administrativa en Gaza y Cisjordania a la OLP, creándose la Autoridad Nacional Palestina, en una suerte de autogobierno bajo la tutela de Israel. Pero lo que parecía un principio de reconducción del problema, lo único que hace es enquistarlo, pues la represión en los territorios palestinos sigue estando de manifiesto y los israelíes continúan con su política colonial de asentamientos de colonos, que exige expulsar de sus casas a los palestinos. Más arriba hemos hablado de que el sionismo es una mezcla de nacionalismo y colonialismo excluyente de todo lo que no sea judío.

El fracaso de los Acuerdos de Oslo no se puede desligar de la aparición de Hamás, una organización islamista que tiene como principal objetivo el establecimiento de una república islámica en los territorios que ocupan Israel, Gaza y Cisjordania, que se sirve de acciones terroristas (lucha armada lo llaman ellos) contra Israel y contra los propios palestinos, en su enfrentamiento contra Al Fatah, organización creada en 1959 por Yaser Arafat, que defiende, después de haberse ido moderando con el tiempo, una solución pacífica del conflicto, incluyendo el reconocimiento del Estado de Israel, es decir, la creación de dos estados independientes.

En 2007 Hamas se hace con el poder en la Franja de Gaza, tras derrotar a Al Fatah, y las acciones terroristas hacia Israel se intensifican, con la consabida respuesta de estos, indiscriminada al considerar que todos los palestinos son terroristas, radicalizando el conflicto hasta la situación actual, de una guerra imprevisible, de la que no se puede aventurar el final, porque, como ya se ha dicho antes, al igual que sucedió durante la Guerra Fría, la irrupción de nuevos actores está tensando mucho la situación, ante el nuevo reparto del mundo entre los potencias emergentes y las ya existentes.

Concluyendo: La única solución al conflicto centenario entre Israel y Palestina, es que ambos se reconozcan el derecho a vivir como dos estados independientes, para lo cual el resto del mundo tiene la obligación de doblegar las aspiraciones nacionalistas, colonialistas y religiosas de uno y otro. No es fácil, por todo lo que hemos explicado en este escrito, pero no hay otra solución si se quiere acabar con un conflicto que lleva ya demasiados muertos a sus espaldas, y la destrucción de la vida de los palestinos, confinados, por lo menos en la Franja de Gaza, a subsistir en un gran campo de concentración al aire libre. Y para que esto suceda, sólo el perdón y la contrición, pueden poner la primera piedra del respeto mutuo, no ya de la convivencia, que eso es más difícil de aceptar, cuando se lleva odiando demasiado tiempo.    

 

Para escribir este artículo he utilizado las siguientes fuentes:

-          La Enciclopedia de Salvat Editores, publicada por El País en el año 2003.

-          El artículo Los orígenes del conflicto entre Israel y Palestina, escrito por Mar Gijón Mendigutía. Publicado por el Diario Público el 16 de octubre de 2023.

-          La enciclopedia digital Wikipedia.

 

     

martes, 10 de octubre de 2023

Un conflicto que se retroalimenta a sí mismo

 


Resulta complicado escribir sobre un tema tan controvertido como el conflicto entre Palestina e Israel. Sobre todo cuando hablamos de dos actores, en este caso Hamas y el gobierno israelí, que el único recurso al que están dispuestos a llegar es a la violencia indiscriminada. Una violencia fundamentada en el odio entre dos pueblos que están condenados a entenderse. Porque después de que el Estado de Israel se creara con la bendición de occidente, sobre una geografía reclamada legítimamente tanto por los judíos como por los palestinos, nada ha ido a mejor, provocando un conflicto que ya dura varias décadas y que en los últimos años se ha enquistado en una violencia creciente desde los dos bandos, por la negativa de Israel a negociar el reparto del territorio, para que pueda ser ocupado por dos Estados libres e independientes, y el odio generado en el bando palestino.

Decía antes que todo ha ido a peor y la prueba es la violencia irracional y desmedida que estamos viendo estos días. El ataque salvaje e injustificable de Hamas a la población civil israelita, debe ser condenado y hacer que sus responsables respondan ante la Corte Penal Internacional; ningún programa político se puede defender si utiliza el asesinato indiscriminado entre los civiles, para amedrentar a sus enemigos o eliminarlos. La violencia de Hamas justifica, sobradamente, que sea considerado una organización terrorista, y ha colocado al pueblo palestino en una difícil situación de precariedad internacional, por no decir que ha otorgado a los halcones de Israel la excusa perfecta para que aumente su programa de genocidio encubierto del pueblo palestino.

Si Hamas se ha comportado como una organización terrorista, copio la definición de la ONU: «El terrorismo implica la intimidación o coerción de poblaciones o gobiernos mediante la amenaza o la violencia. Esto puede resultar en muerte, lesiones graves o la toma de rehenes. Es necesario prevenir estos actos, así como detener la financiación, movimiento y actividades de redes terroristas, con el fin de prevenir futuras violaciones de derechos humanos», a tenor de su proceder de estos días y en los precedentes, no es menos cierto que esa definición también se puede aplicar al Estado de Israel, si miramos con distancia lo que está haciendo con el pueblo Palestino desde hace décadas, sobre todo en la Franja de Gaza, convertida en un campo de concentración, del que se puede sacar toda la mano de obra barata que se quiera, y al que sólo le faltan los hornos crematorios. Por que eso es lo que realmente está haciendo Israel con Palestina, a pesar de que el mundo occidental esté mirando hacia otro lado, cuando no apoyando un comportamiento que en otros lugares del mundo habría censurado sin reservas.      

Cabría preguntarse, para entender lo que está sucediendo estos días, porqué el pueblo palestino, que hace años estaba muy alejado del adoctrinamiento islamista, ha ido virando hacia posiciones cada vez más extremas, hasta dar su apoyo incondicional a Hamas, una organización islamista que tiene como único objetivo acabar con el Estado de Israel. Un Estado que nunca ha considerado la posibilidad de una Palestina independiente; que trata a los palestinos como parias, sin ningún derecho, confinándoles en un territorio controlado en todos sus aspectos; que bombardea y destruye indiscriminadamente la vida de los habitantes de Gaza; que organiza razias vengativas regularmente, para inocular miedo y sumisión; que ocupa territorios, haciendas y hábitats en Palestina, para construir asentamientos de colonos e ir ensanchando su territorio a costa del desahucio y la pobreza de los palestinos. No hay nada por lo que al Estado de Israel se le pueda excluir de no verse reflejado en la declaración de la ONU sobre terrorismo. Y sin embargo, nos sorprende que habiendo creado un monstruo, alimentándolo durante décadas, Hamas actúe como lo que es, cuando Israel, desde que se constituyó como país, viene saltándose todas las convenciones sobre derechos humanos, o los requerimientos de instituciones internacionales para que suspenda la represión contra los palestinos.

No van a parar en su objetivo de expulsar a los palestinos de una tierra que consideran suya, pero que no lo es, por lo menos en exclusiva. Pero este es un conflicto en el que ya no sólo actúan bajo la protección de Estados Unidos y el beneplácito de Europa. La nueva dimensión, y eso es lo que debería hacer entrar en razón a occidente, es que el conflicto ahora tiene anchuras planetarias. Palestina ya no está sola, porque en el nuevo reparto del mundo que se está produciendo en los últimos años, hay poderosísimos actores que entran en juego, y ese es el grave problema, para una región que parece no ha sido ya suficientemente devastada por el interés de otros.  

lunes, 2 de octubre de 2023

Cataluña cautiva de dos nacionalismos que se odian


 

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Esta frase de Groucho Marx no puede ser más acertada para definir lo que está sucediendo con Cataluña desde hace ya casi veinte años. Y no le restemos importancia porque fuera pronunciada por uno de los mejores cómicos que el cine haya dado jamás; para poner la realidad delante de un espejo, no hay nada más ácido y lúcido que el humor.

Desde 2005, año de aquella triste campaña del Partido Popular contra los productos catalanes, y la posterior recogida de firmas contra el Estatuto de Cataluña, con mesas por toda España, tras el visto bueno de los catalanes en el referéndum de 2006 y su aprobación en el Congreso, el Partido Popular ha hecho de Cataluña su bestia negra, con recurso ante el Tribunal Constitucional, incluido, que dictó sentencia en 2010 anulando algunos artículos (empieza el Partido Popular a enmendar la plana a la política, cuando esta no le es favorable, desde los tribunales), que paradójicamente aparecían en otros estatutos de autonomía, como en el de Aragón o Andalucía, que no fueron ni recurridos ni anulados por el Constitucional, y hoy siguen en vigor.

Toda aquella campaña del Partido Popular, sus recursos y sentencias en nombre de la unidad de la nación española, no eran inocua, sino que obedecía a una estrategia, que con el tiempo se ha ido acrecentando, de acoso y derribo a los gobiernos socialistas (parece que sólo el Partido Popular tiene la patente de corso para negociar todo lo que quiera con los nacionalismos periféricos, pero cuando lo hacen otros España se rompe). Después, ya metidos en harina, se inventan policías patrióticas; generan un grave conflicto lingüístico donde no lo había; y entran en una dinámica de echar, cada vez, más leña al fuego de su anticatalanismo, siempre que este no sea de sumisión al nacionalismo español, hasta que una gran parte de la sociedad catalana explota, y donde tampoco había un conflicto, estalla con el crecimiento del independentismo, que tanto deseaban los grupúsculos ultranacionalistas catalanes.

Vuelvan ustedes a leer la cita de Groucho Marx del principio, porque si se fijan bien, resulta hasta inocente. En Cataluña, es cierto que el nacionalismo español ha buscado un problema, pero no han hecho un diagnóstico equivocado, sino más bien certero, al servicio de una estrategia que obedece a otros intereses ajenos al problema. El Partido Popular ha encontrado un caladero de votos en el resto de España a costa del independentismo catalán, que le permite agitar la bandera y la unidad de la patria como un fin en sí mismo. El nacionalismo español ha encontrado su enemigo en Cataluña (no hay nacionalismo sin un buen enemigo territorial) y en esas aguas lleva años chapoteando para encharcar la política española. De ahí que esté aplicando y exigiendo remedios equivocados, con el fin de seguir agitando el avispero. Mal asunto este de los nacionalismos enfrentados, que tanta desgracia han traído a Europa en los dos último siglos.

Así llegamos al denominado “proces”, que no es otra cosa que la exaltación a niveles de nación sagrada y elegida por los hados que rigen el destino de las naciones por el nacionalismo catalán, agitado por una élite política, social, económica y cultural, que quiere ocupar el espacio de poder sin compartirlo con nadie. Una élite que le ha dado combustible al españolismo para movilizar todos los recursos del Estado posibles contra el catalanismo independentista, entrando en un bucle que se retroalimenta así mismo, sin solución de continuidad.

Es cierto que el independentismo catalán está lanzado a una carrera sin sentido, que arrastra a una parte de la sociedad catalana al suicidio, si no a toda ella, con una carga de necedad tan grande, que como a todos los estúpidos sólo les conduce a estrellarse contra un muro. Enfrentarse contra un Estado democrático en el siglo XXI, no por mejorar la vida de los ciudadanos, sino por la codicia del poder de una parte de las élites catalanas, es una demostración de hasta dónde puede llegar la majadería del nacionalismo. Porque aquí no se trata de reivindicar las tradiciones y la cultura del pueblo catalán ni de mejorar la vida de los catalanes ni de defender la lengua propia. Todo eso son excusas para que las mentes calenturientas del imaginario nacionalista, den un paso al frente reivindicando la independencia de Cataluña, aún a costa de provocar desventura al pueblo catalán.

Pero si el “proces” ha demostrado ser un fenómeno incapaz de resolver los problemas reales que tienen los catalanes, no muy diferentes al del resto de los españoles, ni de dar solución al encaje democrático y territorial que debe tener Cataluña en el Estado español, poniendo fin al disparate de los Decretos de Nueva Planta de Felipe V y al centralismo borbónico desde hace cuatro siglos, no es menos cierto que la respuesta del nacionalismo español, a derecha e izquierda, ha sido desproporcionada y vengativa hacia quienes han osado cuestionar el poder de las élites españolistas. En política hay que sanar los males, jamás vengarlos, dijo en alguna ocasión Napoleón III.

A nadie que esté un poco alejado del nacionalismo de uno u otro bando, se le escapa que el juicio al “proces” fue un disparate tanto jurídico como político. Jurídico, porque desde el principio se intuía cuál iba a ser el resultado de esa pantomima de juicio, sabiendo, por aquel famoso mensaje del portavoz del Partido Popular en el Senado: Controlamos la sala segunda (del Supremo) desde atrás, que todo estaba bien amañado en el tribunal, para que los artífices del “proces” tuvieran un castigo ejemplarizante. Político, porque la peor manera de resolver un conflicto político es derivarlo a los tribunales, porque es la forma de enquistarlo durante mucho tiempo, y eso es, precisamente, lo que el nacionalismo español deseaba y desea.

No es de extrañar, que cualquier intento de solucionar el conflicto por la vía del diálogo democrático, desate una respuesta feroz de quienes, en nombre de España, no tienen ningún interés de que el conflicto se solucione. Por ello, negaron la mayor al diálogo impulsado por el gobierno progresista, a los indultos, al encaje de Cataluña como una nación dentro de la nación española y a una convivencia pacífica entre catalanes y españoles, entendiendo España como una diversidad de pueblos y culturas.

Ahora le toca el turno a la amnistía. Me gustaría que alguien explicara por qué una amnistía, que puede resolver un conflicto político, o por lo menos atemperarlo, va a romper España. De las tres amnistías que se han dado desde que murió Franco, dos han sido para resolver conflictos políticos, y una para salvarle el culo a quienes habían defraudado a Hacienda, esta ya con la Constitución aprobada. Y lo que no cabe la menor duda, más allá del ruido del independentismo catalán, es que la amnistía a los encausados en un conflicto que nunca debería haber llegado a los tribunales como lo hizo, es un elemento político de reconducción del conflicto; no de solución, que esa está todavía lejana, mientras los nacionalismos a un lado y otro del Ebro sigan enrocados en sus sagradas posiciones de defensa de la patria.

¿Cuál es el problema, entonces? Más allá de todo lo escrito anteriormente, hay un conflicto de intereses. Al Partido Popular le viene muy bien sacar toda su artillería nacionalista, simplemente, para evitar que el gobierno progresista se pueda reeditar. Ya saben ustedes que o gobiernan ellos o España es un caos. Pero si por una de estas casualidades el independentismo catalán hubiera garantizado la investidura de su candidato a la presidencia del gobierno, la amnistía habría pasado de romper España a ser una bendición divina para la unidad territorial. Ni cuestionamientos de su posible constitucionalidad ni nada. Por cierto, un debate, el de la constitucionalidad de la amnistía, estéril, sencillamente porque la Constitución no hace ni una sola mención a la amnistía, ni a favor ni en contra.

Finalizando. El conflicto con Cataluña, que viene históricamente de lejos, ha sido azuzado en los últimos años por el nacionalismo español y el nacionalismo catalán, cada uno en defensa de sus propios intereses, no en defensa del común. Por ello resulta tan complicado argumentar e implementar políticas que vayan encaminadas hacia la resolución del encaje territorial de Cataluña en España. Y la amnistía, que es una medida política, puede ser un buen instrumento para alcanzar ese objetivo. A pesar de que al Partido Popular y al nacionalismo español de derechas y de izquierdas no les guste, y de que al independentismo ultramontano tampoco. Quizá por eso se vaya por el buen camino.    

Así veo yo las cosas, sin pensar que estoy diciendo verdades.


domingo, 24 de septiembre de 2023

¡¡Puigdemont a la cárcel. Sánchez a la mierda!!

 


¡¡Puigdemont a la cárcel. Sánchez a la mierda!! Reza una pancarta con el fondo de una bandera de España en el mitin/concentración/manifestación/acto de partido -no está muy claro cuál era la convocatoria, tras la pretensión de que no apareciera por allí Vox, como si de esta manera se tratara de disimular que es el socio preferente del PP en todos los sitios donde huelen a poder; y los intentos para que Díaz Ayuso pasara desapercibida -, que ha sido todo, menos un éxito de participación. ¿Se está agotando el empuje del Partido Popular? ¿O es que en Madrid, colocando a Ayuso de telonera, Feijoo no tiene tirón? Si yo fuera Núñez Feijoo, no habría salido muy contento del “encuentro con militantes”, sabiendo que no aporta nada a su investidura, porque Díaz Ayuso se ha vuelto a dar un baño de masas, pocas esta vez, pero suficientes para mostrar músculo ante el tiempo de cambio de líder que se avecina el Partido Popular; y, además, ese discurso de patriotismo de bandera hipernacionalista, parece que empieza a mostrar signos de debilitamiento.

Pero volvamos a la pancarta, porque resume muy bien todo lo que puede ofrecer en estos momentos el Partido Popular, perdido en el discurso antisanchista, que le está resultando tan estéril, y disfrazado de un populismo nacionalista español que lo alejan de ser un partido de derecha democrática, modernizador y ajeno al frentismo político, al que le viene arrastrando la extrema derecha postfascista, desde hace tiempo.

El Partido Popular hace tiempo que está desnortado, y cada vez se muestra más como un Partido ansioso de poder, para ponerlo a disposición de las clases más pudientes y ricas del país, sin olvidarse de una visión del mundo que no dista mucho de los cenáculos más conservadores y retrógrados de las religiones que tratan de controlar nuestras conciencias, lo que pensamos y lo que hacemos. Para ello nos tienen que mantener en el engaño constante de que la izquierda, liderada por el diabólico Pedro Sánchez, sólo busca el mal de España y su desintegración.

El otro eje de su discurso, que también señala la pancarta, es el de Puigdemont, que vuelve a ser tratado como el desarticulador de la patria una grande y libre, aunque, quizá, aquí estamos ante la trasposición a la política de la fábula de “La zorra y las uvas”, después del cortejo a Puigdemont, al que habrían otorgado, que digo la amnistía, posiblemente hasta la reposición de su cargo como presidente de la Generalitat, anulando con carácter retroactivo el artículo 155 de la Constitución, si hubiera garantizado a Núñez Feijoo la investidura. En fin, Sánchez y Puigdemont, dos seres malignos, que trata de exorcizar el incienso que rodea esa idea de España al servicio de los intereses de los españoles de buena familia, les han ahorrado tener que explicarnos qué pensaban hacer si llegaran al poder de la nación. Claro, que después del gobierno de Mariano Rajoy y a tenor de lo que ya se va vislumbrando en las comunidades autónomas y ayuntamientos donde gobiernan, con o sin Vox, pocas palabras hacen falta. Ya nos vamos haciendo una idea.

Pero lo más triste de todo, es que están utilizando a dirigentes del PSOE, nostálgicos del poder, que perdieron su dignidad hace tiempo. Dirigentes trasnochados, que no entienden nada de por donde va la sociedad española del siglo XXI y, lo que es más grave, que se dejan llevar por el odio que manifiestan a Pedro Sánchez, desde que les apeó del poder del socialismo español, algo que no le van a perdonar nunca y, sobre todo, porque les puso frente al espejo de su decrepitud política, cuando dimitió de su puesto de diputado para no abstenerse y dar la presidencia del gobierno al partido político más corrupto que ha existido en España desde la muerte de Franco. Claro, que a Núñez Feijoo esto le importa poco, apareciendo en el mitin de Madrid flanqueado por el hombre que puso en marcha toda la maquinaria corrupta del PP y el que después la desarrolló.

Por último, un Partido que tiene que recurrir a la ilegalidad de apelar al transfuguismo para poder gobernar España, a ver si con un poco de suerte se produce un nuevo “tamayazo”, nos muestra el  nivel de miseria moral al que está llegando. Y me pregunto otra vez: ¿Dónde está la derecha que se echa las manos a la cabeza al ver todos estos desatinos?

Como verán no he hablado nada de la amnistía. Pero esto lo dejo para otro escrito, que da mucho de sí.              

miércoles, 13 de septiembre de 2023

No van a parar

 


No van a parar. La única política que tiene el Partido Popular desde que perdieron el poder nacional es volver a ocuparlo, cueste lo que cueste. No importa el daño que puedan hacer al país, al Estado, a los ciudadanos o a la patria que tanto cacarean; esos son daños colaterales, y son asumibles para ellos, siempre que el fin justifique los medios. Ya lo hicieron con el presidente Zapatero, al que vapulearon sin misericordia hasta la saciedad. Lo han estado haciendo con el gobierno actual, al que no han dejado de insultar y tachar de ilegítimo, como si hubiese llegado al poder a través de amañar las elecciones, lo que no es ni más ni menos que cuestionar la democracia española. Esto de poner en solfa la democracia es algo que suele hacer la extrema derecha mundial, siempre que ellos no ganan las elecciones; lo llamativo es que en España la derecha del Partido Popular, que pensábamos demócrata, se haya apuntado a este mantra fascistoide que recorre las democracias occidentales. Claro, que volviendo al principio, todo vale si es por alcanzar la Moncloa.

Vivimos en uno de los países del entorno occidental más ricos en diversidad cultural, gastronómica, climática, paisajística, lingüística, política y geográfica. La verdadera esencia de lo que somos es, precisamente, esa diversidad, que no ha sido óbice para que haya una idea común de España, que se puede traducir en mayor o menor sentimiento de pertenencia a un proyecto de país con raíces históricas comunes y un presente de país moderno y tolerante. Lo que no está tan claro es el futuro, dado el empeño de alguno en desdibujarlo si ellos no son los que lo pilotan.

Uno acaba cansándose de tanta amenaza de ruptura de España. De tanta desintegración nacional, que sólo imaginan las mentes calenturientas de la extrema derecha, a las que únicamente les sirve aquello de España como una unidad de destino en lo universal, centrípeta y defensora de una moral religiosa casposa e intransigente, que se puede resumir en “a Dios rogando y con el mazo dando”. Es tanto el abuso y apropiación de la patria, que acaba causando hartazgo. Todos rompen España menos ellos; todos somos malos españoles, menos ellos, que se creen en la potestad de dar carnets de españolidad, convirtiendo así a una gran parte de los ciudadanos del país en apátridas, sólo porque entendemos que España es otra muy diferente a la que su mente ultranacionalista concibe.

Después está el Partido Popular, a quien realmente todo este discurso de ruptura de España sólo les importa como argumento para alcanzar el poder. ¿Alguien se cree que el Partido Popular no convertiría a Puigdemont de villano a héroe nacional (con amnistía incluida), si este asegurara la investidura de Núñez Feijoo? Aznar, que ahora clama por la insurrección cuasi golpista contra el gobierno legítimo, se rindió, cuando creía que esto le iba a beneficiar, a los pies de ETA o habló catalán repentinamente cuando necesitaba a los nacionalistas para su investidura. De Rajoy solo hay que remitirse a la portada de ABC del 19 de octubre de 2017, para ver hasta qué punto llega la hipocresía del Partido Popular en este asunto de la ruptura de España.

No nos engañemos. En España la derecha es más nacionalista que democrática, y eso significa que el futuro que nos esperaría si gobernara sería de mucha bandera, mucho beneficio para el bolsillo de los ricos y Santiago y cierra España contra el infiel que no abrace sus ideas y acate sus políticas. Nada que no sepamos.  

      

domingo, 27 de agosto de 2023

Luis Rubiales un machista con poder

 


Ha tenido que producirse un triunfo deportivo mayúsculo, como ganar el Campeonato del Mundo de fútbol femenino, para darnos cuenta de hasta qué punto el machismo está acampado en las estructuras de las instituciones públicas y privadas del Estado y la sociedad española. Porque no sólo es el fútbol el que está inoculado con ese virus que hace pensar a los hombres que están por encima de las mujeres, tratando a estas como si fueran un apéndice bíblico de la grandeza masculina (parece que la sociedad ha avanzado muy poco en este sentido en los últimos 5.000 años), sino que el comportamiento de muchos, en estos días de machirulismo inaceptable del ex presidente de la Federación de Fútbol y toda la corte que le rodea, nos ha puesto a la sociedad en su conjunto y a los hombres en especial, frente al espejo que nos muestra lo que realmente somos: una sociedad que trata de avanzar en derechos de las mujeres, pero que se topa con unas estructuras mentales consolidadas en el machismo y la desigualdad, que va a costar mucho derribar.

Es cierto que en todo este proceso de vergüenza ajena que hemos sentido por el chulesco comportamiento machista de Luis Rubiales y todos los que le aplaudieron en la Asamblea de la Federación, ha habido un proceder mayoritario de rechazo, lo que nos indica que las políticas desplegadas en los últimos tiempos, y una cultura cada vez más entregada a la reivindicación de la mujer como sujeto social en igualdad con el hombre, van calando en nuestra conciencia individual y colectiva. Pero también nos hace ver que falta mucho camino por recorrer.

Vergüenza ajena, que también hemos sentido al escuchar a periodistas y medios deportivos jaleando, defendiendo y justificando el baboso beso de Luis Rubiales a una jugadora de la selección, a la que simplemente debería haber felicitado con un apretón de manos y unas palabras de agradecimiento y satisfacción por la hazaña que acababa de hacer junto a sus compañeras. Medios que ahítos de machismo de sacristía han tratado de culpabilizar a Jenni Hermoso, como si de una buscona se tratara, en su defensa del presidente de la Federación. Lo que dice muy poco de la catadura moral de esos periodistas, apuntados al bochornoso acto de lavar la mierda de otros, vaya usted a saber si por razones ideológicas o pecuniarias o quizá por ambas.

Vergüenza de género que muchos hombres hemos sentido al ver como una gran parte de la masculinidad del deporte en general y del fútbol en particular, ha mirado para otro lado, como si la cosa no fuera con ellos. Es notoria la ausencia de comentarios de muchas grandes figuras del deporte nacional o la tardanza en hacerlo, que en algunos casos, parece el intento de subirse a un carro, que les resulta incómodo, a regañadientes. Porque no nos engañemos, en un mundo como el del fútbol, donde la gloria, la fama y, por qué no decirlo, la estupidez, han sido y son todavía un asunto de hombres, la irrupción de las mujeres supone un terremoto, que muchos no están dispuestos a aceptar. Compartir gloria y fama a nadie le gusta. Aceptar que las mujeres lo pueden hacer tan bien o mejor que los hombres, es tener que compartir la exclusividad del poder que da ser el único. Y la sociedad, en oriente y occidente, lleva siglos ninguneando a las mujeres para no tener que hacerlo.

Luis Rubiales y la actual Federación de Fútbol deben desaparecer del mapa. No se trata de quitarse de en medio al actual expresidente, para que todo siga igual. Para que el desprecio hacia el esfuerzo y las capacidades de las mujeres, quede laminado de las estructuras del fútbol y otras disciplinas deportivas; todos tenemos en la retina la imagen de las ganadoras de la supercopa femenina poniéndose ellas mismas las medallas que recogían de una mesa. Aquellos que han aplaudido a Luis Rubiales en la intervención pública más vergonzosa de un dirigente deportivo en años, deben de ser apartados de sus cargos, porque ya no son de fiar y porque la sombra de la corrupción y el machismo, ya convertida en luz cegadora, planea sobre ellos, como un estigma ganado a pulso, que difícilmente se van a poder quitar de encima. Porque una sociedad democrática no puede permitir que una persona atente contra los valores que deben regir en el comportamiento público y privado de cada uno de nosotros. Y no quiero caer en un falso moralismo de golpes en el pecho. No. Los valores sobre los que se fundamenta la democracia son el pegamento de la sociedad y ningún personaje público puede situarse con sus actos, por obra u omisión, enfrente de ellos. Y eso es lo que ha pasado estos días con los dirigentes del fútbol español.

Al escuchar a Luis Rubiales sólo se podía pensar si su discurso se lo había escrito VOX. Porque no hubo ni una coma que se saliera del guion de lo que piensa la extrema derecha de las mujeres. Destilaba tanta misoginia, falta de empatía hacia las mujeres, odio hacia la igualdad y culpabilización de la jugadora para expiar los propios pecados de Luis Rubiales, que no nos extrañe ver al ya ex presidente del fútbol español en alguna lista electoral de VOX próximamente.


Luis Rubiales, además, no sólo ha cometido un acto de infamia hacia las mujeres y la sociedad, que deba purgarse con su salida de los cargos que ocupa actualmente. Su comportamiento es mucho más grave. Tanto que está tipificado en los artículos 178.1 y 2 del Código Penal —les ruego que se lo lean—. Por ello debe comparecer ante la justicia y responder por sus actos. Y porque, además, la única manera de que en España se empiece a tomar en serio este tipo de actitudes, que no son tan minoritarias como muchos pueden creer, es que haya una sentencia ejemplar, por la repercusión mediática que esta pueda tener como aviso a navegantes. Si nuestra relación con las mujeres no empieza por respetar su derecho a decidir sobre su propia intimidad e integridad moral y física, nunca seremos una sociedad que nos podamos mirar a la cara sin avergonzarnos. Y si bien la educación es fundamental para ello, crear una mentalidad social que construya una aceptación de la igualdad como algo natural es básico, y para ello la aplicación de la justicia es un revulsivo que puede hacernos reflexionar como comunidad y como individuos.

El machismo sonrojante de Luis Rubiales ha tenido la capacidad de unir a la sociedad española en su condena unánime. Incluso a la clase política, salvo VOX y el clamoroso silencio de las diferentes Iglesias que pueblan el país, se ha posicionado sin fisuras, algo raro en España, en contra de lo sucedido. Aunque no se entiende muy bien, que dirigentes del Partido Popular hayan intentado desgastar al gobierno con este asunto, con unas declaraciones similares a las de la extrema derecha, fuera de tono y poco edificantes. Es el momento, por tanto, de dar un paso al frente y empezar a modificar y cambiar la manera de afrontar la desigualdad de género. No sólo se trata de un “Me too” que denuncie las agresiones sexuales. Se trata de cambiar los comportamientos sexistas en las empresas, en las universidades, en los colegios, en las familias, en el deporte, en la política, en las relaciones entre hombres y mujeres, etc. También en la aceptación por parte de los hombres de que nosotros somos parte del problema, pero también de la solución. En definitiva, aprovechar lo sucedido, para despertar conciencias individuales, con el fin de alcanzar esa igualdad tan trabajada, que nos hará más libres, más justos y más felices.   

                  

jueves, 20 de julio de 2023

23-J. El voto progresista frente a la mentira

 


Otra vez la mentira ha vuelto a ocupar gran parte del discurso de la derecha en campaña electoral. No es nuevo. Viene sucediendo desde José María Aznar y Mariano Rajoy. Lo que sucede en este verano de 2023, es que Núñez Feijoo ha hecho de la mentira su seña de identidad, y cuanto más se le atrapa en un engaño, más miente. Es como si en su cabeza no cupiese otra cosa, quizá porque no da para tener ideas coherentes que exponer o porque si las tiene las quiere ocultar o porque piense que los ciudadanos y ciudadanas somos un una panda de catetos que todo nos lo creemos. Incluso, a lo mejor, es posible que haya un poco de las tres cosas.

Adolf Hitler, que de esto sabía mucho, dijo que las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña. Esto es lo que trató de hacer José María Aznar cuando nos engañó a todos con la autoría del 11-M, pero, afortunadamente, le salió mal, porque ya llovía sobre mojado y cuando uno miente por norma, al final, deja de ser creíble. Decía Friedrich Nietzsche: No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra. Porque cuando uno o una miente demasiado acaba de ser creíble. Justo lo que le está pasando a Núñez Feijoo, que miente tanto que empieza a producir rechazo en mucha gente (esperemos que sea la suficiente para que no nos gobierne un mentiroso).

Además, en las mentiras encadenadas del Partido Popular, convertido en émulo del neofascismo de Vox, hay una dosis de desprecio tan grande a la inteligencia, que debería aterrarnos. Con ellas no sólo construyen una realidad paralela a acomodada a sus intereses, sino que extienden un tupido velo sobre todo aquello que no quieren que se sepa. A la sazón de estas elecciones: todos los avances que ha habido en España propiciados por el gobierno actual de coalición.

¿Qué tratan de ocultarnos con el machaqueo constante de que España es un desastre de país al borde del abismo? Todos y todas aquellas que no somos hooligans de la derecha o tienen intereses muy particulares para que esta gane, es decir, los que se pueden permitir vivir sin el paraguas de lo público, deberíamos ponernos a pensar si realmente lo que está diciendo Núñez Feijoo, Cuca Gamarra o González Pons es bueno para nosotros. Porque tratar de derogar o modificar o frenar el desarrollo de todas las leyes que han sido beneficiosas para la ciudadanía y el país con la cantinela del sanchismo como enemigo de España, lo único que esconde, de ahí tanta mentira, es que quieren volver a la época en la que la derecha campaba a sus anchas cercenando bienestar y derechos. Con el agravante de que en estas elecciones no vamos a elegir un modelo de gobernar u otro, que ya de por sí tendría que ser objeto de tener mucho cuidado a la hora de depositar el voto en la urna. Estamos ante un problema más grave, que tiene que ver con el ataque y el derribo del mismísimo sistema democrático. En estas elecciones lo que está en juego es la propia democracia como sistema político de convivencia, tolerancia, respeto y bienestar económico.  

No es baladí ni catastrofista lo que planteo. Nos estamos jugando la libertad de expresión, los servicios públicos, las pensiones, el derecho a que cada uno sea como quiera, la batalla contra la violencia de género, la igualdad de oportunidades, el respeto a las minorías, el salario mínimo, el ingreso mínimo vital, el incremento de las becas universitarias, la protección a los trabajadores/as con los ERTES, la mejor ley laboral que ha habido en España desde hace muchas décadas porque vuelve a situar al trabajador/a en el centro del sistema productivo, tener la inflación más baja de Europa, los precios de la energía contenidos gracias a la excepción ibérica, la transición energética y la protección del medio ambiente …, en fin todo lo que Núñez Feijóo trata de ocultar enfangándolo con mentiras, con un discurso apocalíptico de la realidad (hasta en Europa le han tenido que parar los pies en alguna ocasión) y con otra realidad que no deberíamos obviar, como es el blanqueo de la extrema derecha neofascista que ya está en los gobiernos de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas.

Revertir la autosuficiencia que muestra Núñez Feijoo y el Partido Popular, tanta que ni siquiera tiene la cortesía hacia los electores de asistir al último debate que se celebra en televisión entre los cuatro candidatos más importantes a la presidencia del gobierno, está al alcance de la mano. Sobre todo si el votante progresista, sea del color que sea, asume que impedir la mentira y el retroceso político es posible dejando la papeleta de voto en la urna el próximo día 23 de julio.        

domingo, 16 de julio de 2023

23-J. La Reforma Laboral en el punto de mira

 


En febrero de 2022, Cuca Gamarra, que todavía era fiel a Pablo Casado, dijo que la Reforma Laboral era un cambio objetivamente malo…un paso hacia atrás… y que tendría una corta vida, solo hasta que el Partido Popular tomase las riendas. Núñez Feijoo defendió que sólo servía para maquillar las cifras del paro. Después, en su propaganda de derogación del sanchismo, la Reforma Laboral entraba en el paquete de lo que iba a hacer el ya autoproclamado presidente del gobierno. Pero como parece que alguien le ha dado un tirón de orejas, vuelve a desdecirse o mentir, y la Reforma Laboral del sanchismo ya es buena. Núñez Feijoo: Es sustancialmente una buena reforma, donde dije digo digo Diego. Incluso va más lejos en su impudor: Es la reforma del Partido Popular con algunos ajustes. ¿Dónde han quedado los exabruptos lanzados contra el gobierno y la propia reforma cuando se aprobó? El acuerdo del diálogo social supone un retroceso. El PP ni transige ni contemporiza ni se resigna cuando está en juego el empleo de los trabajadores (Cuca Gamarra, otra vez).

A ver si lo entendemos: la reforma laboral es mala, pero es la reforma que habría hecho el PP, con algunos ajustes, porque sustancialmente es una buena reforma (Es el alcalde el que quieren que sea los vecinos el alcalde). Seguimos con los juegos de palabras. Si no comprendemos lo que dicen, nunca se les podrá acusar de engañarnos. Parece que el antisanchismo se ha convertido en el juego del Scattergories, y se admite pulpo como animal de compañía, si esto vale para ganar. Lo que nos lleva a preguntarnos si los dirigentes del Partido Popular habrán dicho alguna verdad desde que empezó esta ya larga campaña electoral.

Yo me temo que sí. Porque si tengo que creerme algo es lo de que la Reforma Laboral es una mala Ley que el PP va a eliminar cuando tome las riendas. No nos tenemos que olvidar que está se halla en las antípodas de la que aprobó el gobierno de Mariano Rajoy, que tanto gusta a los populares. Porque no nos engañemos, a la derecha no le importa si los trabajadores y trabajadoras están protegidos en sus derechos laborales, tienen salarios justos y condiciones de trabajo dignas. Ya lo dijo muy explícitamente aquella diputada aplaudiendo a rabiar, Andrea Fabra, cuando Mariano Rajoy anunciaba recortes para los parados: ¡Qué se jodan!

Este es el verdadero espíritu que anida en el alma del Partido Popular: que trabajadores y parados se jodan, y si no haber nacido ricos… o corruptos. El espíritu que se plasmó en la Ley de Reforma Laboral del gobierno de Mariano Rajoy, que dejó a los trabajadores y trabajadoras, perdónenme la expresión, con el culo al aire ante los empresarios. En contraste con los ERTES activados por el sanchismo, que evitaron el desempleo de millones de trabajadoras/es y el cierre de muchas empresas. Hablando en román paladino, mientras el anterior gobierno del PP aumentaba las listas del paro con políticas laborales y de protección regresivas, el sanchismo frenaba, gracias a los ERTES, la pérdida de empleo derivada de la pandemia de coronavirus. Y negociaba con los agentes sociales una nueva Ley laboral que representa todo lo contrario al espíritu del PP en materia de derechos y salarios.    

Por eso no creo que ahora vayan a resistir la tentación de cambiar la reglas del juego. Y en caso de no derogar la ley y volver a las condiciones semiesclavistas de la anterior del Partido Popular, el truco está en los “ajustes”. Con algunos ajustes, ha dicho Núñez Feijoo. Porque ajustando ajustando, se convierte un traje de bailarín en un traje de luces: un recorte por aquí, un añadido por allá, un pespunte, un retoque donde carga el pantalón, y ya está: un torero de vicepresidente. No es nigromancia es caradura. El arte de magia está en convencernos que lo que ahora está bien, hay que cambiarlo a peor, aunque sea a hurtadillas.

Sería muy triste que dejándonos llevar por los cubiletes del trilero, perdiéramos todo lo avanzado en derechos laborales, que hemos ganado por culpa del sanchismo. Pero en España todo es posible si se presenta bien empaquetado. Algo al respecto dijo Otto von Bismarck: España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido.            

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...