lunes, 10 de junio de 2019

Entrevista con Vicente Flors


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Vicente Flors, un bodeguero hecho a sí mismo, que está recuperando la elaboración  artesanal del vino.

Por José Manuel González de la Cuesta
El Pla de les Useres es un lugar dotado de una plácida belleza en la comarca de L’Alcalatén , a unos 40 kilómetros hacia el interior de la provincia de Castellón. En los últimos años, esa maravillosa naturaleza, que apacigua los sentidos con su sola contemplación, se ha visto salpicada de viñas y un buen número de bodegas, que gracias a una climatología excelente y un suelo propicio, están tratando de devolver a la zona su antigua categoría vinícola, pero con una calidad de los caldos mucho más exigente, que no es ajena a la labor y el entusiasmo de unos cuantos bodegueros, que están elevando el vino de Castellón a niveles impensables hace unos años.
Entre esos bodegueros se encuentra Vicente Flors, propietario, enólogo, viticultor y alma de BodegaFlors, una pequeña bodega, rodeada de viñedos casi centenarios, que elabora buenos caldos con métodos muy artesanales, que están empezando a conquistar el mercado y los paladares de quienes entienden que el vino es una cultura milenaria, que va de la mano del placer por la vida. 
Nos vemos con Vicente Flors en la parte alta de la bodega, emplazada en un pequeño caserón familiar, desde el que se domina toda la extensión de pequeñas parcelas de viñas, donde se cultivan las uvas que van a dar lugar a los excelentes vinos que Vicente elabora. La primavera se despliega en toda su extensión por los campos y entra a borbotones por la ventana.


¿Por qué te metiste en el mundo del vino?
Me metí en el mundo del vino casi como un juego cuando me jubilaron. Esta bodega en la que estamos es de mi familia desde generaciones atrás. Estaba en ruinas porque después de  mi abuelo, nadie de la familia quiso seguir con ella.
Un día en una cata decidí que quería hacer vino. Como tenía viñas y bodega me puse a ello, y en el año 2007 lo conseguí.  No salió vinagre, salió vino, aunque los bodegueros entendidos me decían que estaba muy mal hecho, y me di cuenta de que no tenía ni idea. Como a mí me gustaba el trabajo artesanal de las pequeñas bodegas, consideré que tenía que estudiar, y me fui a la Escuela de Requena, con chavales de 20 años, donde aprendí mucho.
Eso es lo que más asombra, que tú vienes de un  sector profesional que no tienen nada que ver con el vino, y sin tener conocimiento te lances a esa aventura.
Al pricipio no conocía a casi nadie. Iba a ver bodegas maravillosas, pero a mí me gustaba las pequeñas, las familiares, las que se llaman de “garaje”, que hacían grandísimos vinos, sin ningún aparato ni depósitos monstruosos de acero inoxidable ni nada de esto. Era puro conocimiento y me identifiqué  mucho con esa gente y la vida que vivían. Yo quería hacer 5.000 litros y divertirme, pero te va entrando el gusanillo y haces un poquito más, y un poquito más, y te apetece hacer otro tipo de vino, porque hay otra variedad de uva y otra forma de elaborar y te lanzas más allá de lo que inicialmente te habías propuesto, porque te diviertes.
A mucha gente, a pesar de que a principios del siglo pasado fue una gran provincia vinícola, le sorprende que se esté haciendo vino en Castellón. 
De ahí la grandeza del vino. Las variedades, en todos los sitios son prácticamente las mismas. La diferencia de un sitio a otro está en la climatología y el suelo. Aquí, en Les Useres, tenemos la suerte de tener un subsuelo de arena y grava, calcáreo, de canto rodado, que es una maravilla. Los vinos tienen muchísima mineralidad. El calor no les afecta mucho, porque los veranos en las viñas son frescos.
¿Qué tipo de uva da ese suelo y esa climatología, para hacer un vino  distinto a lo que estamos acostumbrados: el Rioja , el Ribera del Duero…?
Yo, sobre todo, tengo tempranillo. Tempranillo muy viejo, que ya se ha amoldado a las circunstancias climatológicas. Pero ahora, con el cambio climático, van a subir las temperaturas y el tempranillo va a sufrir mucho. Pero esta zona no es de tempranillo. En el Mediterráneo se da en la parte de Tarragona, muy puntualmente aquí y un poco en Requena.
La monastrel es una variedad más mediterránea, muy resistente y muy nuestra. Los críticos ponen muy bien mi monastrel, aunque el mérito no es mío, es de la cepa.
¿Algún mérito tendrás tú?
Bueno, algo (risas) . Luego estoy cultivando una variedad que todavía no ha salido. Empecé el año pasado. Se trata de la variedad ambolicaire, que es muy vieja. El vino saldrá de aquí a dos años, aproximadamente. Estoy muy ilusionado con ella, porque se ha comportado muy bien, aunque se puede mejorar. Aprendo de los errores.
También tenemos la macabeo: viñas viejas, que han estado toda la vida. Se comportan muy bien. La macabeo tendrá uno setenta años, lo mismo que la ambolicaire. Sin embargo, la monastrel es más vieja. Las cepas de tempranillo son de hace noventa años. Y este año descubrí una variedad, aquí en el llano, que es la tortosí. Una variedad blanca, que no sabía el comportamiento que iba a tener, pero me gustó la cepa, con más de cien años,  y la fruta que hacía esa súper vieja viña. Me gustó y me atreví. Empecé y en breve saldrá ya un vino con esta uva.
Y de todas estas variedades, ¿qué tipos de vino elaboras?
Tengo dos marcas. Una es Flor de Tarongers, que es un vino joven, tanto el blanco como el tinto. El blanco es macabeo y el tinto un poquito de todas las cepas. Después estaría el Flor de Clotás, que es un vino de media crianza con seis meses en barrica; estos años atrás era de tempranillo y garnacha.  Me gusta la garnacha y cada vez estoy haciendo más. Encuentro que tiene un sabor y un potencial enorme.
Con la denominación Clotás, tengo varios vinos: Clotás M, elaborado con monastrel; Clotas G, que es de garnacha; un semidulce para aperitivo, que llamo Dolçet de Clotás.  Este es un vino, que en vez de fermentarlo, dejo que la uva se haga medio pasa en la cepa y la recojo a finales de noviembre. De aquí a dos años aparecerá otro, que se llamará Clotás no sé qué, de uva ambolicaire. Finalmente tengo el Blanc Clotás, que es blanco fermentado en barrica.
Entre todas las variedades produzco unas 12.000 botellas anuales, aproximadamente.
¿Y qué salida tienen  al mercado?
En la provincia de Castellón tenemos un potencial bastante grande.  El mercado de Castellón puede asumir perfectamente toda la producción que tenemos. También vendo en Valencia y en la zona de Denia; en Alicante menos, porque he empezado ahora allí a vender. Luego, en el extranjero, vendo en Londres, en Bélgica y en Dinamarca. Voy a ferias y hago contactos.
¿No te da miedo que todos esos contactos que estás haciendo fructifiquen y empiecen a pedirte vino y más vino?
Me encantaría (risas).
Tendrías que cambiar un poco la filosofía de la bodega…
Sí, pero no habría problema. Yo me limito mucho a la demanda que tengo. Dispongo de tierra y bastante uva para conseguir todo eso.

No haces más, porque  no quieres
No quiero que se me haga viejo en bodega. Pero si me piden más, puedo hacer más, no hay ningún problema. Estoy vendimiando la uva que considero que tengo que vendimiar y la demás la dejo para los pájaros. Todo lo que hago es ecológico y aquí en bodega la fermentación es espontánea y natural.
Controlo todo el proceso, a veces con alguna ayuda, pero todo manual, en pequeños depósitos. Es muy laborioso pero gratificante, porque además de haberlo hecho con mis propias manos, a la gente le gusta.
¿Existe una estructura, que impulse las bodegas que hay en la zona?
Sí. Tenemos la IGP (Indicación Geográfica Protegida) porque Bruselas nos exige unos años de control de calidad. Amparado bajo este signo de calidad, si hacemos bien los deberes, pasaremos a con seguir la D.O. (Denominación de Origen) de Castellón. En ese proceso estamos. No creo que tarde. Hace falta porque con D.O. es más fácil salir fuera de nuestra comunidad. En el extranjero les da igual, porque la figura de IGP la entienden y saben que es un signo de calidad. En España cuesta mucho si no tienes D.O.
¿Cómo elaboras tus vinos?
Tengo dos formas de elaborar. Una es en depósitos de acero inoxidable de 1.000 litros; no quiero depósitos grandes, como hago poca producción, no necesito más. Y luego toda la gama alta, que es Clotás lo que sea, la elaboro en barrica abierta de 225 litros,  en la que hemos tenido la guarda del año anterior. Lo que hacemos, es que le quitamos la tapa a esa barrica, metemos la uva ahí dentro y la tratamos con mucho cuidado y mucho mimo.
La vendimia la empezamos sobre el 10 de septiembre con la ambolicaire, que es la variedad tinta que primero recojo. Esta la hago en barrica abierta. Luego pasamos a los blancos, uno en depósito y el otro en barrica. Después empezamos con la tempranillo y la garnacha. Vamos alternando.  La última, a finales de octubre, es la monastrel.  Prácticamente toda la vendimia de tinto la hacemos en octubre. El Flor de Clotás está medio año en barrica y los otros un año .
Ya por último, ¿la bodega, aparte de producir vino, se puede visitar?
 Claro que sí. A mí me gusta enseñar y explicar lo que hago. Y me gusta que prueben mis vinos. Aquí, en la bodega, se pueden probar todos. Así, cuando vas al restaurante o a la tienda a comprar vino  ya los conoces, y es más fácil adquirirlo.  










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