6º día de desconfinamiento. Desescalada.
Extraña palabra la de desescalada, que no existe en el diccionario de la RAE, y
hablo por mí, no había oído en mi vida, hasta que el coronavirus llegó y
trastrocó todo, hasta el lenguaje. Como es muy habitual en castellano, cuando
no tenemos una palabra para definir algo, en vez de inventárnosla, le añadimos
un prefijo a la palabra que queremos revertir y nos quedamos tan oreados.
Existe un antónimo de -escalada-, pero para el caso que nos ocupa de graves intensidades
para todo, descenso parece un poco suave, como si nos dejáramos caer y ya se acabó el coronavirus,
el confinamiento y las puñeteras mascarillas, que nos van a asfixiar este
verano.
El prefijo -des- no es una degradación
del lenguaje, sino un uso más preciso, cuando una palabra no tiene un antónimo
que se ajuste a lo que queremos decir. Además ha dado lugar a palabras muy
bonitas, como desatino, deslenguado, deslucir… todas ellas ya con reválida suficiente
como para tener presencia en la RAE. Pero -desescalar-, todavía no ha llegado a
esa categoría. Aunque creo que no tardará en hacerlo por la puerta grande.
Hay que felicitar al lumbreras
que se le ha ocurrido la palabra, probablemente experto en equipos de expertos,
ahora tan de moda. Realmente, ha cuadrado el significado con lo que se quiere
expresar. La palabra -escalar-, lleva implícita en su ADN morfológico el esfuerzo,
la capacidad de superación, el control y el sentido común, porque un fallo de
cualquiera de sus atributos puede ser fatal. Pero -descender- no es para tanto.
No refleja la intensidad de la nueva situación que supone tener que bajar desde
la cima de la curva del coronavirus. Sin embargo, -desescalar- sí lo hace con
holgura.
No sé si somos conscientes de que
estamos bajando de una montaña de paredes verticales, que nunca pensamos subir.
Por eso hay que desescalar, hacerlo con prudencia, sin echarnos a correr pendiente
abajo, que cuando se desciende por una ladera llena de obstáculos, no llega
antes el que más corre, sino el que más control y adaptación al terreno ha
tenido. Es decir, el que ha tenido sentido común.
Esta es nuestra situación actual:
estamos desescalando por un terreno incierto, desconocido y sin red que frene
nuestra caída. No ha lugar para las prisas, a pesar de que a todos nos urge salir a la
calle sin tanta prohibición, abrir nuestros negocios y tomarnos una cerveza con
los amigos. Un paso en falso en la desescalada
puede ser fatal, porque aquí no caemos, a ver si hay suerte y no nos pasa nada.
Nos condenamos, al contrario que Zeus condenó a Sísifo, a tener que empezar la desescalada
otra vez.
Seamos prudentes. Entendamos el
concepto de la palabra -desescalada-, y no hagamos gala de una rebeldía inútil
que solo conduce a prolongar el sufrimiento de muchos, incluido el nuestro. No
hagamos a Sísifo nuestro compañero de viaje.
Hoy creo que se ha revelado otra
palabra nueva: “Destorturado”. Destorturar: “Descansar la mente cuando tu
torturador desaparece de la faz de la tierra”. Quizá así es como se sienten todos aquellos y
aquellas que fueron torturados por un personaje tan abyecto como Billy El Niño.
Lo que no quiso hacer la justicia española, lo ha hecho el coronavirus. Descanso
para todos los destorturados, vivos o muertos.
Nos vemos a las ocho.
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