12º día de desconfinamiento.
Nueva normalidad. He de confesarles que a mí lo de la nueva normalidad me suena
un poco raro. No sé exactamente a qué se refiere. Si lo que se pide desde algunos
estamentos sociales y políticos, es volver a que la economía vuelva a ser como en
la vieja normalidad, no me encaja muy bien lo de nueva normalidad. La verdad es
que soy un poco escéptico con los anuncios de un nuevo mundo postcoronavirus que
se nos lanzan desde alguno sectores de la sociedad.
Si pensamos que el cambio climático
va a dejar de ser un problema; que el teletrabajo va a mejorar nuestras vidas;
que vamos a trabajar menos para repartir el trabajo entre todos; que los ricos
y el capital van a aceptar distribuir la riqueza porque el coronavirus les ha
vuelto solidarios; que la educación ya no va a estar al servicio de fabricar mentes
acríticas y productivas; que las mujeres van a alcanzar la igualdad laboral y
social por arte de magia… Si nos convencemos de que el “hombre ya no va a ser
un lobo para el hombre”, como proclamó Thomas
Hobbes en su obra Leviatán, a mediados del siglo XVII, entonces es que
el coronavirus es más grave de lo que pensamos, porque también tiene efectos
secundarios en el cerebro.
Lo más probable es que todo
vuelva a ser como antes o peor. Siento ser tan agorero, yo que soy un optimista
genético. El poder nunca ha regalado nada a
lo largo de la historia. Todo lo que se ha avanzado ha sido arrancándoselo
de sus palacios de cristal, y en cuanto han podido, nos lo han vuelto a quitar.
Solo tenemos que mirar lo que ha venido sucediendo en las últimas décadas.
Hemos bajado la guardia y nos ha arrebatado muchas de las conquistas
conseguidas en los últimos cien años. Incluso, el periodo que más avanzamos
después de la Segunda Guerra Mundial, alcanzando un alto nivel del estado de bienestar,
se debió, más allá de las luchas sociales y laborales, al temor del capital a
que el comunismo imperante en el otro lado de Europa se extendiera por
occidente. Muerto el comunismo, se acabó el miedo, y en esas estamos.
La nueva normalidad, por el
contrario, puede traer más pobreza, más ajustes laborales, más desempleo y en
definitiva, más desigualdad. En términos bélicos, la batalla que vamos a tener
que librar en los próximos años no es contra el COVID-19, esto pasará antes o
después, sino contra la avaricia del capitalismo y el gran poder que tiene en
gobiernos y sobre la ignorancia y la conformidad de una gran parte de la sociedad,
que va a tratar de avanzar en la desregulación de todo lo que le impida campar
a sus anchas. Y eso, para la mayoría es más precariedad laboral y pérdida de
bienestar y derechos, que es lo que se esconde detrás de los populismos con sus
discursos fáciles y coronofascistas.
Por ello, la nueva normalidad me
asusta. Porque tenemos muchas ganas de volver a la vieja y pocas de revertir
los cambios hacia un mundo mejor. Suena a utopía, pero si perdemos el empujón
que nos da la utopía para cambiar las cosas, lo perdemos todo y la sociedad distópica,
esa que vemos en las películas y libros de ciencia ficción estará a la vuelta
de la esquina. Nada me fastidiaría más que George Orwell y Ray Bradbury
tuvieran razón y sus novelas fueran una premonición del futuro que nos espera.
O lo que es mucho peor, el de ese mundo tan desigual que son dos mundos, como nos
relata la película Elysium del director Neill Blomkamp.
Preparémonos, porque lo que viene
puede ser mejor o peor que lo que teníamos. Depende, como siempre de nosotros. Hasta
las ocho.
Imagen: "Las Meninas" de Traver Calzada. Perteneciene a la colección del MACVAC
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