17º día de desconfinamiento. Reculada.
Si les soy sincero, hoy no sé muy bien de qué escribir. No es porque esté
cansado, aunque en algún momento tendré que ir terminando esta serie, para pasar
a otros artículos más espaciados en el tiempo. Además, tengo una novela que
retomar, cuando mi cabeza esté liberada del abotargamiento que me ha producido
el coronavirus.
Les diré una cosa. Normalmente,
escucho la radio por la mañana y con la lectura de titulares de la prensa escrita
suele surgir algún tema sobre el que escribir. Pero hoy no me ha pasado eso. Y
no sé si es que vamos normalizando nuestra vida y las informaciones del coronavirus
se vuelven repetitivas, o que me aburre insistir siempre en las mismas
paranoias de la oposición (de los errores del gobierno todavía no quiero hablar,
porque pienso que esto no está terminado ni por asomo, y necesitamos mucha
disciplina para cumplir unas normas que nos están sacando de la epidemia, nos gusten
o no nos gusten). Quizá es que ya no le pongo tanto interés al asunto. Me
preocupa, porque hay muchas cosas de las que hablar, más allá del día a día de
la pandemia, que tienen mucho que ver con la manera que vamos a salir de esta
situación, que como ya he escrito puede ser reseteándonos como sociedad o
volviendo a las andadas precoronavirus.
Entre las cosas que me han llamado
la atención, está la paralización de la liga femenina de fútbol. No parece que
sea un buen mensaje de igualdad que todo el mundo ande pendiente del fútbol masculino
y se deje de lado el femenino, hasta el punto de que en la prensa deportiva de
hoy, poco espacio se le dedica a este asunto.
Siempre pienso que este tipo de comportamientos
no son inocuos, sino que responden a una manera de ver e interpretar la
sociedad, que, en este caso, dista mucho de estar cerca de la igualdad de
género. Pero además, lanzan un mensaje muy pernicioso, porque lo que explicitan
es que las mujeres y sus asuntos siguen teniendo una importancia secundaria. Por
eso, van a ser las grandes paganas de la crisis económica del coronavirus, con
una mayor precariedad en el empleo y la eterna desigualdad salarial, si no lo
evitamos.
Invisivilizar a las mujeres no trae
nada bueno y en una actividad con tanta fuerza mediática como el fútbol, flaco
favor se las hace suspendiendo su campeonato, justo ahora que empezaban a tener
algo de relevancia; incluso habían firmado un convenio bastante precario, pero
a años luz de lo que tenían.
La epidemia de coronavirus no
puede ser un retroceso en el camino hacia la igualdad de las mujeres, porque
eso supone el triunfo de la caverna conservadora del país. Sí, aunque parezca
algo arcaico, hay mucha gente, demasiada, a la que les gustaría ver a la mujer como
la presentaba aquel anuncio de Soberano de los años 60, o siguiendo las pautas
de comportamiento de buena esposa de la Señora Francis. Parece mentira, pero es
así, y esta pandemia puede ser una excusa perfecta para perpetuar las
desigualdades, es decir, para dar una reculada.
Es importante que las mujeres
jueguen al fútbol o practiquen cualquier otro deporte, porque lanzan un mensaje
nítido de que la igualdad para otras actividades es posible. Por eso, en cuanto
se ha podido, se ha frenado el ascenso mediático y apoyo social que estaban teniendo
por una parte importante de la sociedad futbolera. No es solo una cuestión deportiva
y sanitaria, porque para que se reanude el campeonato de los hombres, se está haciendo
encaje de bolillos.
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