15º día de desconfinamiento. Bandera.
El coronavirus está haciendo aflorar la manipulación y apropiación de la bandera
roja y gualda, y digo bien: roja y gualda, que era como se definía en la
dictadura de Franco, por parte de la derecha y la ultraderecha (la Constitución
no hace mención al gualda por ningún
lado). No es un asunto nuevo que la derecha se guarde para ella, de forma tan
vehemente, los símbolos del Estado que no se desvincularon de la dictadura: bandera e himno, por ejemplo. Pero con la crisis
del coronavirus está siendo tan excesivo, que resulta grosero ver cómo flamean
la bandera, no como símbolo de unión de los españoles, sino, más bien, para usarla
como tela arrojadiza contra todos aquellos, incluido el gobierno, que no son
dignos de llamarse españoles, es decir, todos los que no piensan como ellos y
no los aúpan al poder.
A mí nunca me ha hecho mucha gracia esta bandera. Y miren que he hecho
esfuerzos por identificarme con ella, creo que igual que la gran mayoría de la izquierda y muchos españoles,
que no parecen salvo en el deporte, tener un sentimiento emocional hacia ella.
Nos recuerda demasiado a la dictadura y ser el emblema de las élites del país. De
hecho, cuando se proclamó la II República y todo se quiso hacer diferente, de
forma que pareciera que el antiguo régimen borbónico quedaba liquidado en
España, la bandera cambió y fue bien aceptada por el pueblo español, salvo para
las élites retrógradas que tanto extrañaban la monarquía y todo lo que esta
representaba. En esa vuelta al pasado, al orden casi estamental de la sociedad
española, con el que Franco tanto se identificaba, no fue una sorpresa que
sustituyera la bandera republicana por la roja y gualda.
Creo que fue un error no inventarse
una bandera nueva en la Transición. Ni si quiera pienso que tuviera lugar la bandera
republicana, que generaba tanta animadversión a la derecha apostólica y romana
de este país, como la actual provocaba a la izquierda. Con una bandera aceptada
por todos, no habríamos llegado a esta situación de rechazo de la izquierda y monopolio de la derecha.
Una bandera menos ideologizada y más abierta a la tolerancia y la convivencia,
habría evitado que los líderes de la derecha se escondieran tras ella para lanzar
sus discursos de españoles y antiespañoles. No habrían salido los coronapijos
del Barrio de Salamanca a envolverse en ella, como único argumento para
saltarse el confinamiento.
Nos guste o no, la bandera roja y
gualda se sigue identificando con facha y fascismo; triste después de cuarenta
años de democracia, a pesar de que algunos líderes de la izquierda hayan
querido reivindicarla como la bandera de todos. Vano intento con esta bandera,
cuando día tras día vemos a la derecha y al fascio español envueltos en ella.
No habría venido mal, que en este
momento hubiéramos tenido algún símbolo que nos identificara como país, no digo
ya como nación, que esa es harina de otro costal. Es ahora cuando necesitamos sentirnos
unidos en una tarea común, y parece que ni la bandera ni el himno ni la
jefatura del Estado cumplen ese papel. Símbolos, que al ser aceptados por
todos, no serían sagrados para nadie.
Una vez más, el coronavirus nos
pone ante el espejo, como a Blancanieves, que vivía una ilusión de ser lo que
no era, para lanzarnos a la cara las deficiencias que tenemos como país, como Estado
y como sociedad. A ver si aprendemos
algo y empezamos a caminar por la misma senda, que no significa que tengamos
que ir todos cogidos de la mano.
Hasta las ocho.
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