4º día de desconfinamiento. Estado
de Alarma. Tenía que llegar en algún momento que el estado de alarma se
convirtiera en un motivo de rifirrafe político. Es lo que tiene la política
cuando a ella se dedican personas incapaces de ver más allá de su mundo,
construido por grandes muros de incompetencia, parabienes, intereses personales
y bajeza de miras. Mientras los ciudadanos estamos siendo escrupulosos, de
forma generalizada, con la cuarentena, los dirigentes de este país se dedican a
perder tiempo y energía una vez más, en descalificarse y anunciarnos el caos.
Es el “yo o la nada”, tan del uso de quienes son incapaces de escuchar y darle
al otro un margen de acierto y de error.
Nos encontramos en una situación
a la que nunca deberíamos haber llegado. Ya sabíamos que a la derecha
patriótica el coronavirus le importaba lo justo para iniciar una campaña de
acoso y derribo del gobierno. Que el nacionalismo periférico, hermano gemelo
del central, llegado el momento, estaría más pendiente de sus delirios
nacionales, que del bien común general. Esto no nos sorprende. Pero lo que si
me llama la atención es la cerrazón del gobierno en convertirse en San Jorge
solo frente al dragón, llueve o truene.
El estado de alarma no debería
estar cuestionado en ningún momento, pues es gracias a él que hayamos llegado a
esta situación de desescalada progresiva del confinamiento. Tratar de tumbarlo
para sustituirlo por una mano de leyes, es uno de los absurdos más grandes que
he oído desde que estamos acuartelados, como propone el PP. Nos está yendo
bien, a pesar de que la oposición de derechas, dirigida por Vox, trate de
hacernos creer que estamos en una situación catastrófica por culpa del gobierno
central (quedan eximidas las Comunidades que gobierna el PP y Ciudadanos,
porque su reino no es de este mundo).
El nacionalismo periférico está
jugando a una carta peligrosa, sin sentido, al darle munición a la derecha para
bombardear al gobierno. Aunque, en este caso, no les falte algo de razón.
Resulta absurdo, que en un estado
cuasi federal, el gobierno se empeñe en ser la única dama del baile. Más
todavía, cuando se emplean palabras gruesas, que no se alejan demasiado de las
que utiliza la derecha. Pretender hacernos creer que si no se hace lo que ellos
dicen será el caos, es de una incompetencia política supina. No se trata de
nosotros o el caos, con lo que vienen amenazando en las últimas horas, sino de
evitar el caos mediante la negociación y la rectificación.
¿Realmente pensamos que una
desescalada menos centralizada, coordinada con las Comunidades Autónomas,
va a ser peor que si la dirige el
gobierno, como si mandara en un país centralista?
Al final, va a parecer que el poder, cuanto menos se comparte, más nubla las
entendederas.
No sé por qué el estado de alarma
es incompatible con la descentralización de la desescalada. Simplemente el gobierno,
manteniendo la titularidad que le otorga el estado de alarma, tendría que delegar en las autonomías parte de
ese poder, en el marco de las competencias que estas tienen. Pero para hacer eso,
hace falta voluntad política, creer que los demás también lo saben hacer, dejar
espacio para que puedan gestionar la desescalada, siguiendo las instrucciones
de los expertos. Pero teniendo en cuenta que cada territorio tiene unas
especificidades concretas, y quién mejor que los que gobiernan allí para
conocerlas. Y si alguna autonomía no es responsable y quiere ir por libre, se
le quita la competencia y que cada uno aguante su vela.
Seamos serios. No toda la culpa
de la situación en la que hoy nos encontramos es de la oposición. Me parece
increíble decir esto, pero el gobierno no ha dado señales de tener mucha
cintura en este asunto. Una crisis tan grave como la actual, no solo se salva
con expertos, también hace falta política, mucha política y mucha negociación.
Como decía Luis Aragonés cuando
lo preguntaron qué era para él el fútbol y contestó: ganar, ganar, ganar, ganar
y ganar. Pues la política en democracia es negociar, negociar, negociar,
negociar y negociar.
Nos vemos a las ocho.
La obra es de Ripollés y está en el MACVAC. Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés.
La obra es de Ripollés y está en el MACVAC. Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés.
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