2º día de desconfinamiento.
Madres. Hoy es el día de acordarnos de nuestra madre, de felicitarla y recordarla
si ya no está. Dicen que madre no hay más que una, pero en este mundo tan
abierto a múltiples opciones de familia, también se adquiere la condición de
madre por cariño, afecto, amor, cuidados y desvelos. Quiero decir, que mucha
gente siente a su madre no solo por que la haya parido, sino por otros muchos
motivos. A fin de cuentas, el amor es un premio que nos tenemos que ganar día a
día.
Para mí, este día de la madre
tiene sentimientos contradictorios. Por un lado el del cariño y recuerdos de la
madre que me parió, y por otro, el de la ausencia definitiva, el del adiós que
todavía no la he podido dar, por culpa
de este virus que tanto y tan rápido ha modificado nuestros hábitos y costumbres.
Me imagino que es un sentimiento compartido por muchos y muchas, que han
perdido a su madre estos días.
El Día de la Madre está muy bien,
y es muy emocionante para ellas, pero yo no puedo evitar pensar que tiene un
rebufo muy machista, que todavía, a pesar de tanta lucha por la igualdad, no se
ha conseguido superar. La publicidad, la propaganda, los sermones desde los púlpitos
de diferentes religiones, los mensajes que nos lanza el nuevo fascismo que está
recorriendo Europa, los medios de comunicación, que disfrazados de modernidad siguen
transmitiendo valores antiguos de madres abnegadas; madres que son el pegamento
de la unidad de la familia; madres desveladas por los problemas de sus hijos y
su marido; madres que lo dejan todo si el bienestar de la familia lo requiere;
madres que anteponen sus obligaciones familiares a su vida profesional. En fin,
mensajes que cambian poco o nada de los que hemos escuchado cuando éramos pequeños,
los que ahora somos más mayores.
No veo en la celebración del Día
de la Madre un mensaje liberador de tanta carga familiar sobre sus hombros, que
ponga en la picota de las prioridades sociales que no tengan que elegir entre
ser madres y carrera profesional; que provoque el reparto de las tareas en
casa, y las deje espacios de libertad y privacidad igual que los tiene el resto
de la familia. Que las madres dejen de ser calificadas “malas madres” cuando se
rebelan contra todos esos roles que las tenemos asignadas, o cuando no
encuentran en la maternidad ese mundo maravilloso y feliz, proclamada por la propaganda de los que nunca
han sido madres, que proporciona el cuidado de los hijos.
La Sección Femenina, dirigida por
Pilar Primo de Rivera en los años de dictadura franquista, imbuida de las ideas
fascistas del falangismo, a su vez recogidas de los manuales sobre la mujer del
Partido Nazi, otorgaba a las mujeres el papel de madres que tenían que saber cocinar,
mantener la casa, coser, limpiar, planchar, cuidar de los niños y saber cómo
decorar la casa. Casi nada. ¿Dónde quedaba el tiempo para la autorrealización
personal, profesional y vital de las madres? Hoy, afortunadamente no es así, bueno,
o no del todo, o…, no sé, algo habremos avanzado, digo yo. ¿O no? Ahora las
madres, según alguna publicidad, tienen el trabajo más difícil del mundo. No sé
si les gustaría tener un trabajo menos espinoso, más compartido, compatible con
otras profesiones y, sobre todo, remunerado. Porque ser madres, mola, pero si ese
trabajo tuviera un reconocimiento social más allá de lo emotivo, sería la leche.
Para provocar emociones a flor de piel en la madre, ya estamos los hijos.
Nos vemos a las ocho. Hoy también
por las “malas madres” que quieren no dejar de ser mujeres libres cuando tienen
hijos.
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