miércoles, 6 de mayo de 2020

5º día de desconfinamiento. Augures


5º día de desconfinamiento. Augures. Todos queremos volver a la normalidad, o a algo que se le parezca, dados los augurios de que ya nada va a ser igual. Es curioso el papel que han tenido los augures a lo largo de la historia, para decirnos lo que va a pasar en el futuro y lo que no. Si en Roma se les llamaba Augures a quienes pronosticaban lo que estaba por suceder, en la antigua Grecia se las llamaba Sibilas. Pero con los siglos el oficio de la adivinación del futuro se fue degradando a brujas, nigromantes, echadoras de cartas, adivinas y todo tipo de mujeres poco fiables, para la mentalidad machista de la historia, que dejaba a los hombres que se dedicaban a la adivinación el misterio de la astrología, con mucho más empaque que el resto de adivinos, y entrada en los palacios de príncipes y nobles. Qué hombre o mujer de alta alcurnia no tenía su carta astral, que le señalara el camino por donde debía transitar en el futuro. El más famoso de todos ellos fue, sin lugar a dudas, Nostradamus, reclamado hasta por Catalina de Medici, esposa del rey francés Enrique II, que lanzó profecías que abarcaban los siglos venideros. Hoy, todavía, tiene muchos seguidores.
En la actualidad, los augures no han mejorado su condición. Vemos tarotistas en ferias y en programas de televisión de madrugada; adivinos entre la jet-set, que nunca fallan, porque siempre dicen lo que desea oír el cliente, adornado de un halo de arcano oculto; y mucho vendemantas conocedor del futuro solo con mirarte a la cara.
Luego están los nuevos augures, que tienen como oficio pasearse por diferentes medios de comunicación, lanzando opiniones a diestro y siniestro. Incluso, hay algunos que dependiendo del medio dicen una cosa o la contraria. El que paga manda, debe ser.
Estos, que fueron incapaces de augurar la que se avecinaba, probablemente porque estaban ocupados profetizando sobre cuánto tiempo iba a durar el gobierno actual, o por qué no se hizo todo lo posible para que el MOBILE  de Barcelona no se suspendiera, ahora, con los mismos datos que tenían para no darse cuenta de lo que se estaba cociendo en el mundo por culpa de un virus, nos profetizan un futuro de cambios, sin que ninguno sea capaz de aventurar qué cambios.
Ahora todos, como buenos aprendices de brujo, nos dan lecciones sobre cómo se tenían que haber hecho las cosas, y no dejo de percibir un tufo casposo y grasiento en sus análisis, que proyectan al futuro para anunciarnos un tiempo de padecimientos y penalidades. Algunos, incluso, se atreven a amenazarnos con el desastre total. Quizá, porque al igual que las Sibilas entran en trance, o miran en los posos del la taza de café, o practican la nigromancia buscando augurios en las vísceras de cualquier animal muerto.  
Augures modernos que para adivinar el futuro, nunca dicen que los ricos paguen más impuestos o que la riqueza se reparta de una manera más justa y equitativa. Jamás presagian que la manera de salir de esta es que se acabe con el mundo neoliberal que nos ha conducido a esta situación, al estar más preocupado por el beneficio y la rentabilidad del dinero y los negocios, que en la salud y el bienestar de la población. Solo nos anuncian que vienen tiempos duros y hemos de apretarnos el cinturón. Vamos, como siempre. ¿O conocen ustedes alguna crisis en la  que hayan pagado la factura los ricos? Como pitonisas del Oráculo de Delfos, en el Templo de Apolo, no duraban ni un día.
Nos vemos a las ocho, para que si van a cambiar las cosas, por una vez, no sea a nuestra costa.

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