16º día de desconfinamiento.
Aplauso final. La convocatoria de un gran aplauso final para el día de hoy está
generando cierta controversia. Sobre todo en determinados sectores de la izquierda
que no entienden o no quieren entender la famosa frase atribuida a Napoleón: Una
retirada a tiempo es una victoria”. Tiene tanta enjundia esta expresión,
que perfectamente podría haberla pronunciado algún filósofo griego, porque
resume el triunfo de la sabiduría, frente al empecinamiento.
Hace unos días, me llegó un
mensaje convocando a un gran aplauso final este domingo, para evitar la
tristeza de ver como una de las grandes manifestaciones sociales y espontáneas
que se han producido en España en los últimos tiempos, languidecía por diversas
razones, que no tienen que ver con el apoyo de la ciudadanía a los sanitarios y
demás trabajadores de servicios esenciales. Me pareció acertado y así creo que
lo he expresado desde estas páginas.
Todo, absolutamente todo en esta
vida, tiene un principio y un fin. Aunque terminar algo se nos suele hacer
bastante cuesta arriba, de ahí que muchas de las cosas que hacemos al final acaben
yéndose por la puerta de atrás. Por eso no entiendo muy bien que se esté
intentando continuar con unos aplausos que cada vez tienen más balcones vacíos,
porque las circunstancias han cambiado desde que empezaron hace dos meses y,
queridos amigos y amigas, todo cansa en esta vida, incluso “la revolución
permanente”.
Los aplausos desde los balcones siguen
teniendo esa función de reconocimiento y agradecimiento, pero han perdido un ánimo
que no ha sido menor: la de no sentirnos solos durante los días más duros del confinamiento;
salir a las ocho era reconocernos en los vecinos, que también estaban allí,
como seres gregarios, que necesitan ser y estar arropados en la manada. Y la
manada somos cada uno de nosotros, que juntos, con nuestras peculiaridades y
diferencias, alimentamos nuestra necesidad de compartir, reconocer y ser reconocidos.
El problema y su suicidio, es
cuando esos aplausos se quieren politizar, mejor dicho, partidizar (me acabo de
inventar esta palabra), porque política es todo, hasta aplaudir por reconocimiento
al esfuerzo de los sanitarios. Resulta, que si dejamos de aplaudir sería un triunfo
de la extrema derecha, que nunca ha visto bien que lo hiciéramos, porque en su
demencia cualquier cosa que no sea
bailarles a ellos el agua, es un apoyo a un gobierno ilegítimo y antiespañol. Y
para evitar eso, otros nos piden que sigamos aplaudiendo, porque así le damos a
la extrema derecha en los morros. Y entonces los aplausos se convierten en una
guerra de gallos contra las caceroladas, y nosotros, los sanitarios y demás en la
maroma que va para un lado u otro, a ver quién consigue inclinarnos hacia su
bando.
Además, no habrá mayor triunfo
para la extrema derecha de Vox, coronapijos y Ayuso desde su balcón de lujo, que
los aplausos vayan languideciendo, para proclamar luego que ya nos hemos cansado
del gobierno y sus medidas carcelarias. Terminar con ellos de una manera digna,
a lo grande, como esos grupos de música, que llenan un estadio para anunciar su último concierto, es el mayor
homenaje que podemos hacer a los sanitarios y demás trabajadores que han estado
dando la cara por nosotros.
No sé quién ha convocado esto, ni
me importa. Lo que sí me importa es que no sepamos decir hay que terminar. Dejamos
los balcones, no como un triunfo de nadie, sino como un aviso de que decidimos
terminar cuando lo creemos conveniente, pero no nos vamos. No abandonamos el
aprendizaje de esta pandemia y volveremos, quizá en otro contexto diferente al
de los balcones, si vemos que no se refuerza las sanidad pública y los
servicios fundamentales que un Estado social y democrático debe ofrecer a sus
ciudadanos. Qué tome nota, también, el gobierno; este y los que vengan a
futuro.
Y otro mensaje: No somos apolíticos.
Por tanto, exigiremos y apoyaremos a aquellos que nos aseguren más bienestar, más
democracia, más servicios públicos y menos
cháchara populista.
Hagamos que el aplauso de hoy sea
un trueno de agradecimiento y esperanza. Nos vemos a las ocho.
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