Decimoséptimo día de cuarentena.
Llueve y hace frío. El tiempo sigue siendo nuestro aliado en el confinamiento
para que no nos apetezca mucho salir de casa. Antes de hablarles de lo que hoy
me gustaría, ¿no se han fijado que la mayoría de los presentadores/as de la televisión,
están más guapos/as cuando salen desde su casa, que cuando están en el plató? Por
algo será, que los doctores en mercadotecnia tendrán que pensar.
Pero de lo que quería hablarles
hoy es de Pedro Sánchez; este sí que tiene mala cara. Ni se me ocurre
cuestionar la gestión de la epidemia desde el punto de vista sanitario, que
ahora es lo más importante, y como ya he dicho en otras ocasiones, debemos estar
todos como una piña con el gobierno. Ya habrá tiempo de valorar y hablar de lo
bueno y lo malo.
Pedro Sánchez está en el punto de
mira de mucha gente que está esperando a que pase esto para lanzarse a su
cuello, porque todo lo habrá hecho mal; no tardarán mucho en pedir elecciones
anticipadas, a ver si pueden sacar tajada después de tantos días de confinamiento.
La vileza de la política es así, aquí y en Madagascar, siempre hay gente más
preocupada por tener el poder, que por gobernar por el bien común.
Pero, cuando pase esto, a Pedro Sánchez
no se le va a juzgar por sus decisiones sanitarias, muy condicionadas por la
situación. Se le van a pedir explicaciones por sus decisiones económicas y,
sobre todo, sociales. Si sabe dar respuesta a las necesidades de la gente, a
que la percepción cuando volvamos a la calle sea que no hemos vuelto a pagar
los mismos los platos rotos de esta crisis, lo tendrá mucho más fácil y podrá alejar la guadaña de
la derecha de su cuello.
Es cierto que son demasiados los
intereses, que tiene que hacer mucho encaje de bolillo, pero eso no es excusa
para que no sea un gobernante para la mayoría. Muchas voces apuntan a que el mundo:
las relaciones sociales, económicas, políticas, ecológicas, etc., no van a ser iguales
después de la pandemia. No tenemos ni idea de hacia donde vamos, pero sí podemos
vislumbrar algo en el horizonte. Para que esos cambios sean lo menos traumáticos
posible; para que el coste y el beneficio sea compartido; y para que no volvamos
a lo que algunos quieren volver: la desigualdad, el poder acaparado en pocas
manos y la destrucción de todo lo que no sea beneficio económico, necesitamos que
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y el gobierno en pleno tengan claro, dentro de lo
que cabe, cuál va a ser el futuro. Porque de ese futuro va a depender nuestra vida y su supervivencia
política.
Yo no dudo que pueden hacerlo,
pero tienen que demostrarlo. Sí se me plantean dudas si ahora nos estuvieran
gobernando los de la crisis anterior; los de los recortes y la pleitesía a la
banca y el gran capital. Hoy hay que abrigarse a las ocho, que hace frío y
cogerse un resfriado ahora es un problema gordo.
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