Decimosexto día de
cuarentena. Empezamos la tercera semana
de confinamiento y con el dinero hemos topado. El buenismo empresarial por las
medidas del gobierno se ha hecho añicos cuando se decreta que la economía tiene
que hibernarse unas semanas. La misiva de anteponer la salud al dinero parece que
quedaba muy bien en los telediarios mientras no afectara a la cartera del poder
económico. Al final, todo se sabe y para muchos la economía está por encima de
la salud. La gente tiene que ir a trabajar, cueste lo que cueste o si no al
paro. Que pague el estado, no vaya a ser que al final el coronavirus afecte a
los beneficios y los millonarios lo sean un poco menos. No se ofendan , pero si
los trabajadores y pequeños autónomos están ya padeciendo en sus ajustadas
economías las medidas de confinamiento; sí las entidades deportivas están
pasándolo mal por el cierre de las competiciones; si el mundo académico:
estudiantes y profesores, están haciendo un esfuerzo ímprobo para no perder el
curso; hasta la Iglesia ha entendido la gravedad del problema, cerrando los
templos. Si el mundo de la cultura ha quedado arrasado; si la sociedad en su conjunto, salvo los cernícalos
que piensan que en el mundo sólo viven
ellos, está dando un inmenso do de pecho encerrándose en sus casas, ¿por qué
los grandes empresarios no pueden asumir que esto les supone, a ellos también, un
coste?
El confinamiento casi total no es
un disparate, como algunos están dejando entrever. Solo cuando salgamos de esta
la economía podrá recuperarse. Esto no es una guerra en donde los muertos son
daños colaterales. Se puede evitar si actuamos con rigor y disciplina. No hay
otra. Lo que no pueden pretender algunos es que todo el coste, todo el esfuerzo
recaiga sobre los trabajadores y clases medias, igual que en la crisis del 2008.
Hoy hablaba en una emisora de radio
un dirigente de una patronal y decía que el bienestar común se podía mirar
desde diferentes puntos de vista. Nada que objetar. Pero aquí no estamos
hablando de eso. Hablamos de la salud y la vida de las personas, de no quebrar un
sistema sanitario que nos alberga a todos, que sin esto no hay bienestar común
que valga, a no ser que haya quien piense que está inmunizado y que de todas
las crisis siempre sale indemne. No han entendido nada. Hasta las ocho.
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