Decimoquinto día de cuarentena.
Un día raro con lo del cambio de hora. A mí, por ejemplo me ha pillado desprevenido
y me pongo a escribir más tarde que nunca, casi a la hora de comer. En definitiva,
no debería afectarnos demasiado, cuando el regulador horario de nuestras vidas
ha quedado en suspenso: no tenemos hora para ir a trabajar, a recoger a los
niños al colegio, de ir al gimnasio, de hacer la compra, de…, si os fijáis todo
lo que hacemos está controlado por el reloj. Pero ahora no, el único reloj que
puede dirigir nuestra vida somos nosotros, cada uno de nosotros, y ahí es donde
está lo complicado.
Acostumbrados a que alguien o algo
organice lo que hacemos, rutina lo llamamos, se nos hace difícil ser nosotros
mismos los que nos imponemos esta rutina. Estamos acostumbrados a romperla, a sentirnos
dueños de nuestras vidas cuando lo hacemos y percibimos un soplo de libertad.
Pero si la rutina la imponemos nosotros, no tiene gracia romperla, no hay sensación
de transgresión y mucho menos de libertad. Por eso, en estos días de confinamiento
balconero, no sé si es bueno volver al
reloj como organizador de nuestra vida o dejar que está fluya como le dé la
gana, dentro de lo que nos permite el coronavirus. Creo que ya he escrito algo
a este respecto. El cambio de hora nos afectará, de pendiendo de si somos
rutinarios o no.
Aunque ninguno estamos exentos de
los horarios, ni los más ácratas. Yo, por ejemplo, escribo esto todos los días
a la misma hora, y si me fijo, hago casi todos los días lo mismo sin que lo
haya planificado. En el fondo, sin la usanza, que diría Sancho, no somos nada.
Y mientras nosotros estamos a lo
nuestro, alguno siguen con sus ocurrencias. La última: banderas a media asta. Pronto
a alguien se le ocurrirá que salgamos a los balcones a rezar el rosario. Si ya estamos
de luto, ¿cómo vamos a salir a aplaudir y montar una fiesta todos los días con
los vecinos desde la ventana de nuestra casa? No sé, no lo veo muy claro.
Recordad que hoy a las ocho será
de día en algunos sitios del país. Ojo con lo que nos ponemos para salir al balcón.
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