Octavo día de cuarentena. No por esperada la noticia deja de
tener impacto: la cuarentena se va a prolongar 15 días más. Voy a tener que
empezar a aplicar mi técnica de contaje cuando voy a nadar. Normalmente suelo hacerlo
dos o tres veces por semana. Cuarenta largos sin parar de una piscina de 25
metros. Cuando uno está nadando se busca sus estrategias para contar los largos
que lleva y que la monotonía no te acabe agobiando, si te pones a pensar lo que
llevas y lo que te falta, porque eso es malo, y al final, se nada a disgusto,
deseando terminar. Lo mejor es pensar solo en el largo que estás, repitiéndotelo
como un mantra hasta que llega el próximo. Les aseguro que funciona.
Ya les he comentado en algún escrito anterior que va a llegar
un momento en que la novedad del encierro se difuminará y caigamos en la monotonía
y el aburrimiento; va a ser así y debemos estar preparados para ello. Por eso,
independientemente de las estrategias que cada uno se construya, le recomiendo
que no piensen en lo que llevamos de cuarentena y, mucho menos, lo que falta. Lo
mejor es el día a día, el partido apartido como decía un entrenador de fútbol,
porque además, es inútil planificar nada a futuro, cuando no sabemos qué día va
a llegar ese futuro.
Mientras tanto, veo una sociedad de la que sí tenemos que
sentirnos orgullosos, con ese orgullo que no dan las banderas, ni las glorias
imperiales, ni la España eterna, como clamaba hace unos días un dirigente
político en el Congreso. Aquí lo único que hay es gente que se ha puesto a trabajar,
a mostrar ese lado tan maravilloso, que hace que la humanidad merezca la pena.
Me refiero a la solidaridad. Por todo el país surgen iniciativas particulares
que tratan de paliar la urgente necesidad de cariño, material y apoyo, que
ahora mismo tiene la sociedad española. Son hombres y mujeres que desinteresadamente
están ofreciéndonos sus conocimientos en áreas que son imprescindibles, como el
arte, la música, la literatura, el apoyo psicológico, el mantenimiento físico ;
que se han puesto a trabajar tejiendo mascarillas, ideando métodos para que los
test se hagan más rápido y seguros, o los respiradores se puedan obtener en un
corto espacio de tiempo. Empresas que
están poniendo sus instalaciones y trabajo al servicio del gobierno y las
instituciones. Universidades y laboratorios que trabajan sin descanso para
encontrar medicamentos y vacunas contra este virus que está cambiando el mundo.
Y, por su puesto, todos a aquellos y aquellas que están en primera línea de
fuego, exponiéndose, más allá de sus obligaciones. Todos y cada una de ellas
son el motivo de orgullo nuestro.
Es en eso en lo que tenemos que pensar, para que esta cuarentena
sin fecha de caducidad se nos haga más soportable. Porque cuando uno se siente
orgulloso personal y colectivamente, todo se aguanta. Ya lo dijo alguien hace
mucho tiempo: “Uno a uno, todos somos mortales. Juntos somos eternos”.
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