Desde
el año 1996 se han concedido 10.652 indultos en España, algunos de ellos
sonados, como los de los golpistas Alfonso Armada o Milans del Bosch, entre
otros personajes públicos, ligados de alguna manera o de otra al poder y al
imperante bipartidismo durante años. Como entonces, los indultados eran de la
simpatía de uno u otro bando ideológico, nadie ponía el grito en el cielo
cuando se liberaba a algún condenado amigo. Digamos, que había un pacto tácito
entre derecha e izquierda para indultar a personajes afines.
En
cualquier caso, el indulto es una medida de gracia, que otorga el gobierno y
que más allá de las connotaciones políticas, en los casos anteriormente
citados, puede tener un fin humanitario o de hacer justicia cuando la ley se
muestra injusta con algunas personas. Aunque chirría un poco que la Ley aplicable
para indultar sea de 1870, aprobada en plena Revolución de la Gloriosa, cuando
se puso fin al reinado de Isabel II y la dinastía de los Borbones en España,
aunque fue solo temporalmente. Tiempo ha habido para renovarla después de 150
años. Ya saben que en España hay cosas que nunca se tiene prisa por cambiar.
Pero
cómo es preceptivo en este país en los últimos años, la derecha, que parece que
tampoco ha cambiado en el último siglo y medio, se ha vuelto a lanzar al monte
al igual que lo hace siempre que pierde unas elecciones y el sinfín de
oportunidades que les ofrece estar en el gobierno. Y todo, absolutamente todo
lo que haga el actual ejecutivo estará mal y supondrá un peligro para la unidad
de España y la sumisión de los españoles. Siempre el mismo espantajo, que
coloca en una situación de desafección patriótica a la parte del país que
entiende que España no es la nación centralista/madrileñista que nos hacen
creer, sino la suma de muchos territorios, algunos de ellos con derechos
históricos (recordemos que fue el borbón Felipe V el que acabó con ellos,
recentralizando España, al aplicar en toda la monarquía las leyes de la
entonces Corona de Castilla).
En
este contexto de negar la mayor al gobierno en todas sus acciones y de idea
centralista de España, es imposible que los indultos a los condenados del
procés no se conviertan en munición de alto calibre para la derecha, que ve en
ellos una oportunidad para derribar al gobierno actual. Porque no nos
engañemos, al Partido Popular los indultos le importan un bledo, para ellos lo
importante es tener artillería para que puedan seguir con su acoso y derribo,
hasta la victoria final. Nada nuevo que no venga sucediendo a lo largo de los
meses de pandemia; ni siquiera en este asunto tan grave para la salud de la
población han sido capaces de aflojar la cuerda que tratan de poner en el
cuello del gobierno.
Así
que, otra vez más, vuelven a agitar los fantasmas de la unidad de España, la
bandera y la traición de todo el que no defienda la visión centralista de
nacionalismo rancio que ellos tienen. La verdad es que no les funciona mal,
porque como se ha demostrado en las últimas elecciones en la Comunidad de
Madrid, una buena dosis de patriotismo barato hace maravillas electorales,
tapando todos los problemas que la sociedad tiene y que ellos han acrecentado
en sus años de gobierno. Para ello, volvemos a la mentira o al olvido. Cuando
Casado y todos sus afines dicen que hace falta arrepentimiento para conceder el
indulto a los condenados del procés, está faltando a la verdad. No son pocos
los expertos en derecho que sostienen que en ningún lugar de la Ley de indultos
se dice que el arrepentimiento sea requisito para su concesión. Incluso, me
atrevería a decir que en la mayoría de los 10.652 concedidos en estos
veinticinco últimos años, no ha sido condición sine qua non, para su concesión.
El
propio presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, ya en 2013, en el caso
del indulto al Kamikaze, que fue otorgado por el gobierno de Mariano Rajoy, advirtió en un voto particular junto a
otros diez magistrados, que «las
razones de un Gobierno para conceder un indulto pueden ser muy variadas y “no
siempre exteriorizables”, pues pueden estar relacionadas con la el seguridad
pública, política criminal, relaciones internacionales, “e incluso para
resolver graves problemas políticos que pueden afectar a la convivencia
nacional”». Sin
embargo, ahora sostiene, en una intromisión, una más, inaceptable de la
adjudicatura en la política, que no sería bien aceptado. ¿Aceptado, por quién?
Una vez más tenemos que dirigir nuestra mirada a quienes entienden la política
como un coto personal, y los demás solo tenemos el derecho a ser espectadores.
Por último,
no somos pocos los que creemos, porque tenemos una visión descentralizada de España,
que los indultos pueden favorecer el entendimiento entre diferentes poderes
territoriales, aunque nunca se sabe cómo va a responder el independentismo
catalán, en su huida constante hacia la nada o lo que es peor, hacia el
conflicto. Pero lo que sí sabemos, es que si esta medida de gracia contribuye a
serenar las aguas y a consolidar la mayoría parlamentaria del gobierno, la
derecha nacionalista española habrá perdido otra oportunidad y va a romper
todos los puentes de convivencia política, y lo que es más peligroso, social.
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