jueves, 6 de mayo de 2021

180º. Poemas de Elia S. Temporal

 


Lo inmediato que se me ocurrió nada más terminar de leer el poemario de Elia S. Temporal, 180º (Lastura, 2020), es que la poeta se había desnudado ante la mirada del lector, sin que nos hubiéramos dado cuenta. Porque lo hace con una delicadeza sublime, casi antigua, recordándonos aquellos poemas persas del siglo XIII, que hacían de la poesía un lugar espiritual para el amor y la belleza. Y es que Elia nos resume en un tiempo que son cuatro meses, los últimos 180 de una vida plagada de emociones vertidas sobre la persona amada, bebidas sorbo a sorbo por ella misma, humedeciendo el alma encallecida de todos nosotros. Nos hace parar para entender que, sin amor, el mundo y la vida son un trampantojo de felicidad, que no satisface a nadie.

A veces me pregunto cómo contaría los días

si no estuvieran ya contados,

cómo imaginaría los besos sin conocer tus labios.

 Pero no nos habla de un amor divino, platónico, imposible de alcanzar como el de los poetas del Renacimiento italiano. En su poesía hay una mística carnal, al igual que la había en los poemas encendidos de Santa Teresa, pero con una diferencia: su amor, su amado, el hombre que mueve sus emociones, es de carne y hueso. Por eso cuesta distinguir entre la Elia que ama a veces hasta la liquidación de su ser, de la Elia poeta mística, que se entrega con pasión a fundirse en los versos que ella misma escribe, cerrando el paso al olvido de las experiencias vividas desde su propia identidad de mujer —¡qué diferente aman las mujeres de los hombres!— proyectadas en un amor a veces físico, a veces espiritual, a veces material, definido en la persona amada, con sus encuentros y desencuentros, con su plenitud y sus vacíos, con sus dudas y certezas.

Cómo puedo explicarle al mundo que te quiero por debajo

de todas las raíces de la tierra,

de todos los susurros del silencio.                                                                                                                                                        

En 180º, Elia S. Temporal nos descubre que para ella el amor no es una entelequia que se pierde entre versos de bellísima factura, sino que está anclado a la vida en las noches de espera y de deseo compartido; en las ciudades que han sido testigos de sus quebrantos y esplendores amorosos.

Cuando te miro siento

que la profundidad del campo se vuelve innecesaria,

que todo se difumina, que todo fluye

en la parte del cuerpo por donde te observan mis ojos.

 Tiempo y geografía definen el diario de 180 meses, que Elia condensa en un verano imaginario, para que nada se quede enredado entre los pliegues de la memoria. Escribe María Teresa Espasa en el prólogo: “El tiempo al que se refiere Elia no solo es presente, sino también recuperación de la existencia vivida en el pasado”.  Ese tiempo está anclado a la geografía de las ciudades donde ha sentido la emoción del amor con todos sus sentimientos desplegados. Y es que su mundo gira en torno al pensamiento del amado:

Me derramo entera de pies a cabeza,

me vierto encima de ti.

 de sus ausencias:

 Amor o mar sin límites no hace falta que vengas

porque ya me hallo inmersa en tu inmensidad.

 del miedo a perdelo:

 Te comulgo sin comprender

tus medios enigmas

tus medias verdades

tus besos a medias.

 La poesía es el camino de redención hacia la plenitud o hacia el vacío. Es el lugar donde el poeta, la poeta, vierte sus más hondos sentimientos, el rincón donde desnudamos el alma, para volver a renacer como un Ave Fénix. Elia S. Temporal recorre en un viaje de ciento ochenta grados el camino de su identidad desde la profundidad del amor que ha marcado su vida, quizá dándole sentido. ¿Quién puede sustraerse a la fuerza indómita del deseo, la pasión y la plenitud de amar y ser amado? Porque, tras la belleza formal de sus versos, se esconde la verdad insondable de que el tiempo ha pasado y ella seguirá amando sin volver la vista atrás.

 Mirarte a los ojos es sonreír hasta doler, y volver

a sentir la ropa resbalando.

/porque hoy es el final del principio

/porque hoy dejo de escribir/.

 


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