Se ha
celebrado este último fin de semana un evento en La Toja denominado “Foro para
la reconstrucción”, en el que supuestamente se han debatido propuestas para una
salida de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus y el hundimiento
de la economía por el parón de la actividad social y económica. La idea no
parece mala, porque cualquier foro de debate siempre es interesante, incluso
aunque esté organizado para dar respuestas desde el neoliberalismo a los
problemas que nos aquejan, pero a mí, a
tenor de los asistentes este año, me ha
sonado más a una reunión de los defensores del sistema bipartidista y sus
privilegios, cada vez más parecido al “turnismo” de la Restauración, con la
figura del rey Felipe VI a la cabeza, en esa simbiosis de la monarquía
borbónica con el poder político y económico.
Lo
primero que me ha llamado la atención no es quienes han ido, que como ya he
dicho representan a la España del bipartidismo, que si bien en su momento tuvo
su importancia para traer la democracia, ahora, desde hace algunos años, ha
quedado obsoleta como una máquina oxidada, que ejerce más de freno para los
nuevos retos del país en el siglo XXI, que de impulso. Un sistema, que con el
tiempo se ha revelado corrupto, soberbio
e incapaz de solucionar algunos problemas estructurales heredados del
franquismo, como el empleo, la pobreza, la enseñanza, la honestidad política y
la utilización de los resortes del Estado en beneficio de los privilegios, que
han ido atesorando sus defensores. Y cómo para muestra vale un botón, solo
tenemos que ver que el rey emérito, el que nos han vendido como un modelo de
jefe de estado, ha sido el mayor corrupto, con la aquiescencia de toda la élite
dirigente del país.
Decía
que me llama la atención no tanto las asistencias, previsibles casi todas,
sobre todo en un momento que tienen que
resaltar la figura del rey, como las ausencias, es decir, que hayan participado
los que tienen una idea de España que no se ha movido ni un ápice desde hace cuarenta
años. Si el foro se hubiera ceñido al debate ideológico desde el liberalismo para
la reconstrucción de la España del Siglo
XXI, sería uno más de los que organizan cada año las diferentes ideologías. Lo
que pasa, es que ha sido un cierre de filas con la monarquía, con el bipartidismo
y con una idea de España de la que no participa la mitad del país, por lo menos.
Ha sido una vuelta de tuerca más, bien orquestada por la prensa de derechas, en
la imposición de una España sometida al pensamiento centralista y, permítanme una
licencia histórica, estructurada en torno a las leyes centralizadoras de
Castilla, impuestas por el primer Borbón, Felipe V. Lo diré con más precisión:
han estado los que ignoran a las periferias territoriales, porque entienden
estas como un apéndice de lo que se cuece en Madrid.
Los cantos de
sirena hechos a la concordia y el entendimiento, difícilmente se pueden cumplir,
cuando en el debate está ausente la parte que no concibe España como ellos. Salvo
que esa llamada solo vaya dirigida a que PP y PSOE se entiendan y volvamos a al
bipartidismo turnista que hemos tenido desde la Transición.
Se
ha reivindicado una España que no convence a muchos españoles, ajenos al flamear
de banderas y el patriotismo de golpes en el pecho, cuando no de brazo en alto.
Una España, que niega cualquier intento de organización territorial federal,
que no tiene nada que ver con este trampantojo de federalismo que son las
autonomías, en donde cupieran todos los españoles, al margen de su lugar de
nacimiento. Una España siempre a la cola de todo cuando se la compara con los
demás países europeos; o que está a la cabeza de los malos datos, según se
mire. Una España que ha consolidado el modelo de la desigualdad y la pobreza
cada vez más estructural, sin que la monarquía y todas las élites que manejan
los hilos del poder se rasguen las vestiduras. Una España incapaz de solucionar
el problema del desempleo, la educación, la dependencia, los servicios sociales
y ahora la sanidad (cuánta mentira nos han contado sobre la mejor sanidad del
mundo). Esa es la España que se ha debatido en La Toja, para que como escribía Giuseppe
Tomasi di Lampedusa, en su obra “El Gatopardo”: «Si queremos que todo siga como
está, es necesario que todo cambie».
En
definitiva, el mensaje que ha llegado del Foro de La Toja, es excluyente,
bipartidista, centralista, defensor del estatus quo de la élites dirigentes y,
sobre todo, un prietas la filas en torno al rey y la monarquía.
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