Acabo de terminar de ver la serie Conquistadores.
Adventum, producida por RTVE y dirigida por Israel del Santo. Lo primero
que me gustaría señalar es la impecable factura, casi de gran producción, con
unos excelentes actores y escenarios propios de la historia que se está narrando,
que no es otra que una parte de la historia de España.
Pero no es esa belleza estética y narrativa lo que más
me ha llamado la atención, sino el contenido moral e histórico que transciende
detrás de sus personajes y gestas, en un tema que ha sido manipulado por el
poder y el nacionalismo imperial español, desde el minuto uno de la conquista
hasta nuestros días. Solo tenemos que echar la vista atrás a los fastos
pseudocoloniales que siguen presidiendo la celebración del 12 de octubre, fecha
en la que Colón puso por primera vez el
pie en donde él pensaba que eran las
Indias.
Un imperio tan torpe que se dejó arrebatar el nombre
del nuevo continente por un advenedizo
que supo atribuirse lo que él no había hecho, y en vez de llamarse Colombia o
Isabelia el nuevo territorio, por ejemplo, pasó a la historia con el nombre de
América, en honor a un personaje que poco tuvo nada que ver con el
descubrimiento.
Conquistadores. Adventum es una
serie que se sostiene sobre la línea argumental de las venturas y desventuras
de algunos de los conquistadores más importantes, muy alejados, por otro lado,
de la grandeza casi mitológica, que les ha otorgado la historia oficial,
deseosa de encumbrar héroes de la patria, para la construcción del mito de la
España Imperial. Tiene el acierto de contar con un narrador, que le otorga a la
serie una unidad argumental, salvando el peligro de haberse convertido en capítulos
estancos sobre cada uno de los conquistadores.
Colon, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Vasco Núñez
de Balboa, Magallanes, Elcano, Cabeza de Vaca, conquistadores que procuraron un
inmenso territorio a la corona durante los treinta primeros años de la
conquista. Quizá por eso, se han quedado fuera, apuntando a una posible segunda
temporada: Hernán Cortes, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia, entre otros. Todos
ellos tratados con una mirada humana, que los aleja bastante de la leyenda
forjada en torno a su figura. Porque los conquistadores, ante todo eran hombres
que buscaban la gloria y la hacienda. Personajes únicos e irrepetibles, los conocidos
y todos los que los acompañaron en el anonimato, movidos por una inmensa codicia,
que los llevó a alcanzar un mundo hasta entonces desconocido para el oriente
europeo (digo oriente, porque Europa está al este del Nuevo Mundo).
Codicia de los conquistadores y codicia de una monarquía,
que con un coste bajo mandó a hombres y pertrechos a lo desconocido, en esos primeros
años para controlar el mercado de las especias, descubriendo una ruta más
directa que la de los portugueses. No hay que olvidar que esta fue una época de
gran confrontación entre las coronas de Portugal y Castilla, por controlar los
mares y sus rutas de navegación. Y aquí entra en juego el Tratado de
Tordesillas, por el cual, mediante la mediación del papa Alejando VI, en 1494
se firmó en la localidad castellana un acuerdo que concedió a Portugal todas
las tierras y aguas comprendidas al oeste de una línea imaginaria establecida a
370 leguas hacia el este de la isla de Cabo Verde, y a la Corona de Castilla,
las comprendidas al este. Es decir, para
Portugal sería lo descubierto de Brasil hacia Europa, y para Castilla, todo lo demás.
Los Reyes Católicos, especialmente Isabel, pensaron
que si se pudiera llegar a las Indias navegando hacia Occidente, controlarían
las especias. Hay que tener en cuenta, que en esa época, aunque ya se sabía que
la tierra era redonda, no se tenía constancia de ello fehacientemente y era
mucha la confusión.
La codicia de una monarquía que no podía o no quería
controlar los desmanes de los conquistadores, por muchas pragmáticas y cedulas reales
que dictara; a fin de cuentas el Nuevo Mundo estaba muy lejos, y ellos no se
iban a enterar de la “misa la media”. Porque los adelantados, gobernadores,
virreyes… participaban de la misma codicia de poder y riquezas que los
conquistadores y la corte en Castilla. Y todo ello devino en una brutalidad sin
parangón, porque quienes allí estaban tenían tres funciones: anexionar territorios
de los indígenas, controlar estos territorios y las riquezas que pudieran tener
y aumentar el poder de la Iglesia, cristianizando por las buenas o por las
malas. Esa brutalidad tenía otro fundamento: pensar que los indios no eran
seres humanos y, por ello, se les podía maltratar, esclavizar, torturar y
matar, sin que nadie se echara las manos a la cabeza, o casi nadie. Muy acertada
es la aparición de fray Bartolomé de las Casas en uno de los capítulos,
denunciando ante importantes prohombres de la Corte lo que estaba sucediendo:
un comportamiento muy alejado de los principios de evangelización cristiana que
el dominico tenía, y que no parece compartieran sus superiores de orden y en
general la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Muy recomendable la serie en tiempos de corrección política,
cada vez más moralista y acrítica con la historia. Un dardo envenenado contra
aquellos que van por “rutas imperiales caminando hacia Dios”. No puedo decir, por menos, que es una serie valiente
y necesaria. Quizá por eso, ha pasado inadvertida para el gran público, porque
lo que no interesa a reyes y gobernantes, es que la historia se conozca desde
puntos de vista menos triunfalistas y mucho menos, que ponga en solfa los
grandes mitos que han construido esta nación que se llama España.
gracias por la crítica. se agradece.
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