Dicen
que estas elecciones se van a dirimir en el terreno emocional, que no va a
importar que España hoy sea un país mucho más potente en el escenario
internacional ni que los españoles, en su conjunto, vivamos mucho más
protegidos por el estado de bienestar que hace ocho años, después de la Gran
Pandemia y una guerra que se dibuja como un ataque frontal al modelo de
sociedad europea. Nada importa, ni tan siquiera que tengamos las cifras de
empleo más elevadas de nuestra historia reciente ni que los salarios y
pensiones estén en la senda de la recuperación del poder adquisitivo. En estas
elecciones lo que está en juego son las emociones de los españoles.
Y
nosotros, como inocentes pardillos adolescentes, nos lo creemos y nos lanzamos
a un juego de pasiones políticas en donde no importa nada que no sea lo que nos
sale de las entrañas, que como ustedes saben pueden crearnos muchos problemas si
no están alimentadas correctamente. Un juego que solo interesa a la derecha,
porque a ella nuestro bienestar y todo lo demás le importa bien poco, y es
encendido las pasiones, que como todos sabemos son la antítesis de la
racionalidad y la reflexión sosegada de lo que sucede a nuestro alrededor, como pueden pescar en el río revuelto de una sociedad descreída.
Apelar
a las emociones, como único criterio de mirar la realidad y acercarse a las
urnas, no es algo nuevo inventado por los cerebros de la derecha española y sus
hooligans mediáticos. Ya lo pusieron en práctica Mussolini, Hitler, Franco o
Stalin, instalados en el poder apelando a los sentimientos patrios, la negación
de los políticos y/o la emoción de las banderas. Y no es que ahora la derecha
quiera instaurar una dictadura, aunque en el camino está si sigue tonteando con
la extrema derecha, pero sí les resulta eficaz que perdamos el tiempo en
descargar la adrenalina acumulada por unos años difíciles, contra quien
gobierna instalado en la razón del bienestar social, desviando así, la atención
sobre los logros conseguidos y el paraguas de protección que hemos tenido, para
superar estas últimas crisis.
La sociedad española no debe caer en esa gran falsedad a la que estamos
siendo sometidos para que votemos o no vayamos a votar. Porque nos va mucho en
estas elecciones y ya la hemos liado parda con las elecciones municipales y
autonómicas, permitiendo desalojar del poder a gobiernos que objetivamente lo
estaban haciendo bien. Y todo, porque lo que se impone son las emociones.
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