lunes, 26 de junio de 2023

23-J. El antisanchismo y el huevo de al serpiente




El huevo de la serpiente es una película de Ingmar Bergman de 1977 en la que entre otras cosas nos muestra cómo era el Berlín de los años 20 en un momento en el que la sociedad alemana empezaba a incubar un peligroso huevo que eclosionó en el nazismo. Pensarán ustedes a cuento de qué viene esto con las elecciones del 23 de julio. Aunque quizá muchos sepan cuál es la respuesta, porque ya no se esconde el ascenso del neofascismo en España, como consecuencia de un proceso de blanqueamiento que desde la derecha y sus medios de comunicación afín se viene realizando desde hace ya tiempo. Últimamente focalizado en ese eslogan a lo que se ha reducido la política española, que no es otro que “antisanchismo”.

Porque, a poco que nos pongamos a pensar, algo cada vez más complicado en la sociedad española (pensar es agotador para una población que solo busca la inmediatez masticada por otros), detrás del antisanchismo lo que se trasluce es un feroz rechazo al progresismo de izquierdas, o si prefieren ustedes llamarlo así: al socialismo democrático. Con la codicia poco disimulada de la derecha por acaparar el poder que creen propio por ley natural y sienten que les es usurpado cuando no gobiernan ellos.

El antisanchismo no es nuevo, ya hubo un antifelipismo cuando Aznar proclamaba a los cuatro vientos la ruina de España, y un antizapaterismo cuando Rajoy proclamaba a los cuatro vientos la ruina de España y, en ambos casos, la venta de la nación española al terrorismo o el separatismo. Luego, más que un programa de gobierno, lo que encontramos es una estrategia que se basa en hacer ver a una población cada vez más acrítica políticamente hablando (por algo la derecha siempre ha insistido en eliminar la asignatura de “Educación para la ciudadanía” de la enseñanza), que si ellos no gobiernan, España se despeña por el abismo de la desmembración y el caos. No importa que el gobierno actual social progresista, o los anteriores, hayan avanzado en la modernización de España, en la normalización de derechos civiles y en la consolidación y extensión del estado de bienestar a la mayor cantidad de población posible. Nada de eso cuenta. Ni que los gobiernos de la derecha hayan hecho políticas favorecedoras para las élites, desprotegiendo al resto, ensanchando la brecha de desigualdad hasta límites cuasi vergonzantes para un país democrático. Empobrecimiento generalizado de la población más propio de regímenes políticos autoritarios y/o fascistas.

El problema, y aquí es donde saltan las alarmas al ver que el huevo de la serpiente empieza a salir del cascarón, es que ahora la derecha está abriendo las puertas de las instituciones y, por tanto, de la gobernabilidad el país, a la extrema derecha fascista/franquista, sin calibrar las consecuencias que puede tener para la sociedad española y la política democrática. Una derecha que se retroalimenta de un discurso populista en una sociedad cada vez más infantil, políticamente hablando, que es como meter al zorro en el gallinero. Ver como la extrema derecha más reaccionaria está ocupando puestos de alta representación democrática, como son los Parlamentos Autonómicos, y cargos políticos de primer nivel con capacidad de gestionar muchos millones de euros, da un poco de pavor y produce bastante desesperanza en el futuro.  

En el antisanchismo cabe todo. No sólo el ansia de poder de la derecha postfranquista española, representada por el Partido Popular, sino que es un cajón de sastre donde se mezclan negacionistas de todo tipo; terraplanistas; fascistas; neofascistas; “izquierdistas” desencantados, que se rinden a los discursos populistas de la extrema derecha; vividores de toda calaña enganchados al qué hay de lo mío; entusiastas de la patria; racistas; xenófobos; machistas de mano ligera; exculpadores de maltratadores; envidiosos; defensores de la mujer en casa y con la pata quebrada; centralistas que piensan que España tiene como límites la Comunidad de Madrid y que el resto son provincias; enemigos de la cultura, cuando esta se revuelve contra el poder o simplemente lo cuestiona; neoliberales que sólo entienden el estado cuando este se pliega a sus intereses; millonarios que quieren serlo más; pobres que quieren ser millonarios y si no lo consiguen es por culpa del gobierno y un largo etcétera que pueden seguir escribiendo ustedes.

No quisiera caer en el peloteo político, nada más lejos de mi intención, pero si el gobierno actual, que aun habiendo cometido errores y algunos sonados, ha elevado la política de estado a niveles de protección social, desarrollo económico y avances civiles a cotas nunca alcanzadas en la historia de España, no es comprensible que tantos ciudadanos y ciudadanas se hayan apuntado al antisanchismo, sin preocuparles qué significa que este triunfe en las elecciones. Algo no va bien en la sociedad española cuando se deja abducir mentalmente por aquellos que no le van a procurar ningún bien.

A no ser que ese maleficio que arrastramos desde hace siglos, que ha convertido en deporte nacional derribar sin compasión a quien tiene éxito en su cometido, sea el que sea, haya desatado nuestros más bajos instintos y estemos dispuestos a inmolarnos.                      

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