Se
va perfilando la imagen de la Nueva España (¿a qué me sueno esto?) entre el
Partido Popular de Núñez Feijoo y la extrema derecha de Vox, una vez que vamos
conociendo los pactos a los que están llegando en ayuntamientos y alguna comunidad
autónoma. Nuevo ciclo político lo llaman los medios de comunicación, los dirigentes
de estos Partidos y los tertulianos que lo mismo pueden hablar de un roto que
de un descosido.
En
esta España post 28-M, todo parece que va a cambiar, y la derecha se relame
pensando que el trabajo de desprestigio del gobierno de izquierdas ya está
hecho y no hay vuelta atrás. Así, después del 23 de julio el nuevo ciclo estará
consumado y España una, grande y libre será suya, con su bandera, sus himnos y
su unidad de destino en lo universal.
Sin
embargo, eso del nuevo ciclo suena a viejuno, como si estuvieran desempolvando
del armario de la historia las viejas ideas con las que han hecho de España su
cortijo particular o un Patio de Monipodio donde pueden campar a sus anchas. Parece
que los españoles tenemos una maldición bíblica que nos impide progresar de una
manera sostenida en el tiempo, enterrando aquellas ideas que nos atan al pasado
y que, curiosamente, son las que representan a esa élite gobernante que viene
dirigiendo el país desde la derrota de los Comuneros y el aplastamiento de las
Germanías. Es la Nueva España, que nos recuerda tanto a los tiempos del
nacionalcatolicismo y la Formación del Espíritu Nacional, mientras la mayoría
de sus habitantes se deslomaba trabajando para salir adelante.
Todo
suena viejo y preocupante. Sobre todo por esa capacidad que tiene la derecha para
embadurnar la realidad y hacernos creer que las cosas funcionan sólo cuando
gobiernan ellos, porque deben tener algún designio divino que los ha puesto en
la tierra para ello, y que cuando lo hacen los demás los cimientos de la patria,
su patria, se tambalean. Suena muy preocupante, porque a pesar de los esfuerzos
para disfrazar la realidad, por hacernos ver que todo va a cambiar para que
todo siga igual (desde luego la lección de la novela el Gatopardo, se la han
aprendido bien), lo cierto es que los acuerdos entre la derecha con el
neofascismo español que encarna Vox, sí van a tener consecuencias muy negativas
para la gran mayoría de los españoles y españolas.
No
es una casualidad que se les esté cediendo el poder en parcelas que tiene que
ver con la igualdad, el ecologismo, la memoria histórica, la cultura… y otras
áreas que dibujan una España de derechos y bienestar que la democracia ha
construido desde la muerte del dictador, tan añorado por algunos y reivindicado
por otros.
Están
dando el primer paso del nuevo ciclo que va a configurar la Nueva España, según
ellos. Una España que ya sufrió las políticas de la derecha, sin que todavía
Vox tuviera capacidad de mediatizar, con los últimos gobiernos del Partido
Popular, que aprovecharon la crisis del 2008, no para hacer reformas que mejoraran
la vida de la gente, sino para diseñar un país al servicio de los poderes
económicos, culturales y sociales, única y exclusivamente afines a ellos.
Recuerden los famosos viernes de reformas, en los que la vicepresidenta del
gobierno cuando no anunciaba la supresión de un derecho, nos hacía creer que
dar miles de millones de euros a los ricos, la banca y las grandes empresas era
bueno para los españoles.
En
fin, que en el 23-J no nos jugamos sólo un cambio de gobierno. Efectivamente,
nos jugamos un cambio de ciclo político, que va a sustituir políticas
progresistas e innovadoras, en las que la buena marcha de la economía no está
reñida con la defensa del estado de bienestar, por ese más de lo mismo, que
nunca ha beneficiado a los españoles de a pie, más bien al contrario, ha
perjudicado. Pero el voto es soberano, aunque para algunas y algunos, si no
gana la derecha, no lo será tanto.
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