jueves, 24 de octubre de 2019

Exhumación del dictador Franco.


               

                Hace poco escribía que fascismo y dictadura son incompatibles. Como decía Sartre, refiriéndose  la muerte: los dos no podemos entrar juntos en un ascensor. Pues esto es lo que pasa con la dictadura franquista y la democracia que tenemos en España: no pueden convivir en el mismo espacio. Por eso, que el dictador Franco haya estado todo este tiempo enterrado en un mausoleo de Estado con todos los honores, ha supuesto para cualquier demócrata una vergüenza, que no se puede justificar con la cantinela de la reconciliación de todos los españoles, ni la manida de no hay que abrir viejas heridas. Que Franco haya estado enterrado todo este tiempo en el Valle de los Caídos revela que hemos consentido un territorio de impunidad fascista, intolerable en una democracia. Además, nos retrata como un país que  no ha hecho el suficiente ejercicio de contrición  del fascismo que lo gobernó durante cuarenta años, esparciendo por toda la geografía la infamia de los muertos enterrados sin tumba, sin identificar, y que ha convertido España en una gran fosa común, solo superada por el terror de otra dictadura como la de Pol-Pot en Camboya. Triste honor, que parece no querer ver la derecha patriótica, que tanto le gusta agitar la bandera, sin pudor por no exigir que se solucione, de una vez por todas, esa página negra de nuestra historia y nuestro presente.
                Sí, porque resulta incompresible que la derecha -aquí excluyo a Vox, porque ya sabemos que ellos están con Franco en todos sus pensamientos- no haya hecho el suficiente ejercicio de democracia alineándose con todos aquellos que quieren y desean que se ponga fin a los estertores, todavía algunos muy dramáticos, del franquismo en España. Uno siente vergüenza ajena cuando escucha a Riviera decir con respecto a la exhumación de Franco: “A mí me da igual porque yo nací en democracia”. Es tal la falta de conocimiento histórico que demuestra, tal la poca empatía con las víctimas del franquismo, que asusta. Quizá por eso, cada día está más vinculado a esa idea de España una, grande y libre, que tanto juego le dio al franquismo. La necedad es la enseña de los ignorantes.
                El Partido Popular no sorprende, de alguna manera siempre ha tenido en su seno a los nostálgicos de la dictadura, haciendo gala de una política postfranquista de la que no es capaz de desprenderse. A Casado, que también nació después de muerto el dictador, me gustaría decirle, que un país democrático, que él aspira a gobernar, solo se puede sustentar sobre la firmeza de las convicciones democráticas, y estas son incompatibles con cualquier atisbo de justificación de la dictadura, y mucho menos con el mantenimiento del dictador con honores de jefe de Estado. Ha tenido una oportunidad fantástica para alinearse con los demócratas de este país, incluso para liderar la normalización de la democracia, alejándose de la dictadura y resarciendo las reivindicaciones de sus víctimas, y la ha tirado por la borda, todo por miedo electoral, o porque quizá, no están tan desprendidos del franquismo, como nos quieren hacer ver.
                Pablo Iglesias, de quien no dudo que se alegre de la exhumación del dictador, una vez  más ha metido la pata. Me gustaría decirle que sacar a Franco debería ser una prioridad absoluta para cualquier demócrata, y mucho más si se define de izquierdas. No puede haber aplazamientos por que haya unas elecciones, simplemente por respeto a los miles de demócratas que han sentido como una afrenta que el dictador estuviera enterrado en el Valle de los Caídos, que espero empiece a llamársele por su nombre: Cuelgamuros.  Criticar que se saque a Franco ahora es de una torpeza supina, otra más, de una ceguera política tan grande, que solo le permite ver lo que tiene delante de las narices. Además, si él hubiera querido, hoy su Partido sería un miembro del gobierno que está sacando a Franco de su tumba de dictador perpetuo. A veces, sería  mejor que callara la boca; que estemos en periodo electoral no significa tener que decir siempre una memez.
                Por último, ha llegado al hora de intervenir en el Valle de los Caídos, primero para que deje de ser la fosa común más grande España y de Europa: segundo, para se convierta en un gran centro dedicado a la memoria histórica, no solo para recordar a sus víctimas, también para explicar a las generaciones actuales y futuras quién fue Franco, cómo fue su dictadura, y qué consecuencias tuvo para la población española y España, de represión, falta de libertades, atraso y palurdismo. Sería la mejor manera de ver que el franquismo es un mal recuerdo del pasado, que no estamos dispuestos a olvidar, seamos de derechas o de izquierdas.  
                 

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