domingo, 6 de octubre de 2019

El blanqueamiento del franquismo



               
                
La Historia ha sido siempre vapuleada por el poder. Cuanto más poder autoritario, más vapuleo. Ningún régimen político se ha escapado de esta tentación, pero sí es cierto, que la democracia permite instrumentos para que la investigación del pasado se haga de la manera más rigurosa posible. No así las dictaduras o el nacionalismo, que siempre han reescrito la historia acomodándola a sus intereses.
                Sin embargo, ahora que en España hay una democracia consolidada, según nos dicen los que no quieren que se consolide de verdad, la derecha se ha lanzado en tromba a blanquear el franquismo y presentarnos al dictador como una víctima a la que no se la deja descansar en su lecho mortuorio. Incluso van más allá, al cuestionar que la democracia no tiene derecho moral para retirar a Franco los honores que todavía sigue ostentando.
                No voy a comentar lo que la extrema derecha está diciendo estos días sobre la República, intentando mostrarla como un nido de rojos vengativos, confabulados para destruir España. Eso ya nos lo han dicho durante décadas, y por lo que se ve el discurso no ha cambiado[JMG1]  con el tiempo. Franco, para la extrema derecha sigue siendo un ídolo, motivo suficiente para que procuremos tenerla en cuarentena. Lo he repetido mil veces: democracia y fascismo son como el agua y el aceite: incompatibles.
                Lo preocupante es que la derecha, supuestamente democrática, esté justificando ese discurso profascista de la historia, suscitando el blanqueamiento de la dictadura franquista con exabruptos históricos, y amenazas guerracivilistas, que sólo conducen a dar más alas a la extrema derecha. Ni que decir tiene, su alianza con el fascismo del siglo XXI, para obtener poder sin ningún tipo de catadura moral. Quizá sería bueno que la fiscalía, tan diligente en algunos asuntos, empezara a intervenir cuando dirigentes políticos de la derecha y la extrema derecha hacen declaraciones que solo tienen como objetivo sembrar el miedo de una parte de la población, fundamentado en el odio a los que no piensan como ellos.
                Hay algunas verdades histórica, que la democracia debería defender por encima de todo: Franco fue un dictador, que llegó al poder después de ganar una guerra civil; el franquismo fue una dictadura; las dictaduras no solo encarcelan y matan disidentes, también empobrecen a la mayoría de la población; el franquismo fue una máquina de represión diseñada y alentada desde el Estado y La Iglesia Católica; un dictador no puede estar enterrado con honores de jefe de Estado del máximo nivel en una democracia; las raíces del franquismo son tan profundas, que después de cuatro décadas de democracia la derecha española sigue siendo franquista.
                Vivimos una anomalía histórica, que la Transición no pudo o no quiso solventar, pero ya es tiempo de ponerla fin. Nuevas leyes que defiendan la democracia de sus enemigos; educación para crear una ciudadanía democrática y no susceptible de caer en el discurso fácil y populista del fascismo; o enseñar en la escuela nuestro pasado con rigor histórico, para que nadie pueda salir diciendo barbaridades inventadas sobre la historia  sin pagar un precio social por ello.
                Si seguimos creyendo que la Historia se puede manipular al antojo de ideologías, partidos o líderes políticos, poco habremos avanzado y seguiremos siendo pasto del populismo ideológico, tan de moda últimamente.      
                 







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