La
radicalización del conflicto palestino-israelí, no debería hacernos pensar que
se reduce a la violencia de Hamás y la respuesta de Israel, mucho más violenta,
si cabe, en destrucción y número de muertos. No se trata, por tanto, de una
noticia que dura el tiempo que va a ser portada en los medios de comunicación,
sino que hay que retrotraerse años atrás, para encontrar una explicación,
mínimamente racional, si es que es posible, sobre lo que está sucediendo.
El
enfrentamiento entre judíos y palestinos tiene más de 100 años y,
desgraciadamente, durante ese siglo hay ido a peor; cuando se mezclan factores
religiosos y nacionalistas, el resultado es una pócima de efectos letales y
destructivos, y también porque intervienen agentes externos, que tienen
demasiados intereses en la zona, y hace imposible un acuerdo de paz duradero
entre Israel y Palestina. La solución de dos estados independientes, no es nueva,
como veremos más adelante, como tampoco son nuevos los actores que se han
dedicado, más allá de las declaraciones de buenas intenciones, a dinamitar esa
posibilidad, condenando el conflicto a una única solución: la guerra, con toda
su maldad sobre la población, hasta ahora palestina, y, en menor medida
israelita.
Palestina,
a lo largo de la historia, ha sufrido la ocupación de las potencias de cada
momento, en función de sus intereses, lo que la convierte en un territorio
vulnerable, pero también permeable a diferentes culturas. Se trata de una
geografía señalada en la Biblia como la tierra prometida de los judíos, en la que
desde hace más de mil años, el Islam es la religión que profesan la gran
mayoría de sus habitantes, y que es también el epicentro del origen del
cristianismo, no olvidemos que Jesucristo nació, predicó y murió allí. Parece,
entonces, una tierra en donde se dan cita las tres grandes religiones
monoteístas de la historia, y eso, no nos engañemos, es motivo suficiente para
el conflicto. Sin embargo, en la actualidad musulmanes y cristianos viven en
convivencia, a pesar de las graves diferencias histórico-religiosas. Entonces,
por qué el judaísmo no puede vivir en armonía con las otras dos religiones, en un
territorio que es escaso y duro, y que todas reclaman como propio. Quizá la
respuesta habría que buscarla en la Biblia, con sus aseveraciones sobre los
judíos como el pueblo elegido, al que se le promete una tierra de abundancia y
miel por un Dios vengativo, tal como lo muestra el antiguo testamento, si nos
adentramos mucho en el pasado.
Pero
hay otra respuesta mucho más próxima, que está en el origen del conflicto que
se vive actualmente, cada vez más marcado por el odio. Nos tendríamos que
remontar a finales del siglo XIX, cuando se funda el movimiento sionista, que
si bien es de inspiración atea y laica, utiliza la religión como aglomerante
para la creación del estado judío, pero que, sobre otras consideraciones, es un
movimiento nacionalista, que necesita un territorio para subsistir, y si en un
principio barajaron diferentes opciones para fundar el Estado de Israel en distintas
zonas del mundo: Argentina, Chipre, Kenia, etc., decidieron, por razones
históricas, que Palestina era el lugar idóneo. Pero claro, en Palestina estaban
los palestinos y el sionismo no admite compartir territorio con nadie, por lo
que se arman de una buena dosis de colonialismo, en el peor sentido de la
expresión, teniendo como fin, la expulsión del territorio, que ellos consideran
suyo, de todos los que no son hebreos.
Hasta
ese momento inicial del siglo XX, no podemos decir que exista un grave
conflicto, pues todo queda en una sutil ocupación de un territorio, muy
mayoritariamente árabe. Sin embargo, el sionismo si va calando en las simpatías
de las grandes potencias del momento, sobre todo en Gran Bretaña, que va a
provocar a medio y largo plazo una radicalización, primero de los judíos y,
después, de los palestinos, hasta el punto de generar un conflicto que exige la
eliminación del otro como única salida.
En
1916, Gran Bretaña y Francia firman los Acuerdos Secretos de Sykes-Picot, por
los que ambos países se reparten algunos territorios del Oriente Próximo: Siria
y Líbano para Francia, y Jordania, Irak y Palestina para los británicos. Pero
estos ya tenían en mente ceder Palestina a los sionistas, para crear un Estado
Judío. Lo que se materializa en 1917, con la Declaración de Balfour. Desde ese
momento, Israel se convierte en un problema que no para de hostigar, con
acciones violentas y terroristas, a los Palestinos y a la propia Gran Bretaña,
que harta, en 1946 le pasa el problema a la recién creada ONU, y se desentiende
del territorio. Un año después, las Naciones Unidas reconocen que la única
solución al conflicto es la partición de Palestina en dos estados
independientes, algo que no aceptan ni palestinos ni israelíes, que no están
dispuestos a dividir la geografía que ambos consideran como propia. Realmente
la distribución de las Naciones Unidas fue un poco desproporcionada. A los
israelíes, que representaban el 6% de la población, se les asigna el 55% del
territorio, y a los palestinos que son el 94%, el 45%.
No
olvidemos que el sionismo es expansionista y su objetivo es conseguir la mayor
cantidad de espacio. Por ello, con la inhibición de la mayoría de occidente y
el apoyo incondicional de EEUU, Israel pone en marcha una devastadora limpieza
étnica en Palestina: casi la mitad de la población, unos 800.000 palestinos,
son expulsados por la fuerza de sus casas, sus haciendas y su geografía. Se
requisan bienes y se entregan a los colonos; asentar colonos que fijen
población nueva, es el recuso clásico en la historia de consolidar territorios
conquistados.
El
conflicto ya estaba servido, provocando acciones de protesta, muchas de ellas
no exentas de violencia por parte de los palestinos, y respuesta, no menos
violenta del estado judío, alimentada por la venganza. Pero todo da un giro en
1964, cuando se funda la OLP, Organización para la Liberación de Palestina, que
utilizará tácticas terroristas y de guerrilla, para conseguir su fin último,
que es la desaparición del Estado de Israel, y la creación de una Palestina
laica en donde las tres religiones del libro, hijas de Abrahán: judaísmo, cristianismo
e islamismo, tuvieran cabida. Una utopía imposible, dadas las altas dosis de
odio, venganza y eliminación del otro, instaladas en la zona.
La
OLP durante más de 20 años se dedica a hostigar a los judíos con acciones
terroristas que tratan de desestabilizar el Estado de Israel, a lo que estos
responden con una represión cada vez más dura y eficaz. El conflicto, además,
se internacionaliza al entrar de lleno en la Guerra Fría, que durante esos años
condiciona las relaciones internacionales en el planeta. Así, mientras EEUU es
el principal valedor de armas y financiación del Estado de Israel, la URSS es
la potencia suministradora de armas a la OLP, que las recibe a través de la
intermediación del presidente de Libia Muammar al-Gaddafi.
Es a
partir de la Primera Intifada (1987-1993), ha habido tres, cuando se va a
producir un cambio que dio esperanzas al mundo de que la guerra soterrada
mantenida entre israelíes y palestinos pudiera llegar a su fin. Después de un
enfrentamiento desigual, en lo que se denominó la ”Guerra de las piedras”, tras
la Conferencia de Madrid en 1991, se alcanzan los Acuerdos de Oslo en 1993, por
los que Israel acepta transferir cierta independencia administrativa en Gaza y
Cisjordania a la OLP, creándose la Autoridad Nacional Palestina, en una suerte
de autogobierno bajo la tutela de Israel. Pero lo que parecía un principio de
reconducción del problema, lo único que hace es enquistarlo, pues la represión
en los territorios palestinos sigue estando de manifiesto y los israelíes continúan
con su política colonial de asentamientos de colonos, que exige expulsar de sus
casas a los palestinos. Más arriba hemos hablado de que el sionismo es una
mezcla de nacionalismo y colonialismo excluyente de todo lo que no sea judío.
El fracaso
de los Acuerdos de Oslo no se puede desligar de la aparición de Hamás, una
organización islamista que tiene como principal objetivo el establecimiento de
una república islámica en los territorios que ocupan Israel, Gaza y
Cisjordania, que se sirve de acciones terroristas (lucha armada lo llaman
ellos) contra Israel y contra los propios palestinos, en su enfrentamiento
contra Al Fatah, organización creada en 1959 por Yaser Arafat, que defiende,
después de haberse ido moderando con el tiempo, una solución pacífica del
conflicto, incluyendo el reconocimiento del Estado de Israel, es decir, la
creación de dos estados independientes.
En
2007 Hamas se hace con el poder en la Franja de Gaza, tras derrotar a Al Fatah,
y las acciones terroristas hacia Israel se intensifican, con la consabida
respuesta de estos, indiscriminada al considerar que todos los palestinos son
terroristas, radicalizando el conflicto hasta la situación actual, de una
guerra imprevisible, de la que no se puede aventurar el final, porque, como ya
se ha dicho antes, al igual que sucedió durante la Guerra Fría, la irrupción de
nuevos actores está tensando mucho la situación, ante el nuevo reparto del
mundo entre los potencias emergentes y las ya existentes.
Concluyendo:
La única solución al conflicto centenario entre Israel y Palestina, es que
ambos se reconozcan el derecho a vivir como dos estados independientes, para lo
cual el resto del mundo tiene la obligación de doblegar las aspiraciones
nacionalistas, colonialistas y religiosas de uno y otro. No es fácil, por todo
lo que hemos explicado en este escrito, pero no hay otra solución si se quiere
acabar con un conflicto que lleva ya demasiados muertos a sus espaldas, y la
destrucción de la vida de los palestinos, confinados, por lo menos en la Franja
de Gaza, a subsistir en un gran campo de concentración al aire libre. Y para
que esto suceda, sólo el perdón y la contrición, pueden poner la primera piedra
del respeto mutuo, no ya de la convivencia, que eso es más difícil de aceptar,
cuando se lleva odiando demasiado tiempo.
Para
escribir este artículo he utilizado las siguientes fuentes:
-
La Enciclopedia de Salvat Editores,
publicada por El País en el año 2003.
-
El artículo Los orígenes del conflicto entre
Israel y Palestina, escrito por Mar Gijón Mendigutía. Publicado por el
Diario Público el 16 de octubre de 2023.
-
La enciclopedia digital Wikipedia.
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