martes, 10 de octubre de 2023

Un conflicto que se retroalimenta a sí mismo

 


Resulta complicado escribir sobre un tema tan controvertido como el conflicto entre Palestina e Israel. Sobre todo cuando hablamos de dos actores, en este caso Hamas y el gobierno israelí, que el único recurso al que están dispuestos a llegar es a la violencia indiscriminada. Una violencia fundamentada en el odio entre dos pueblos que están condenados a entenderse. Porque después de que el Estado de Israel se creara con la bendición de occidente, sobre una geografía reclamada legítimamente tanto por los judíos como por los palestinos, nada ha ido a mejor, provocando un conflicto que ya dura varias décadas y que en los últimos años se ha enquistado en una violencia creciente desde los dos bandos, por la negativa de Israel a negociar el reparto del territorio, para que pueda ser ocupado por dos Estados libres e independientes, y el odio generado en el bando palestino.

Decía antes que todo ha ido a peor y la prueba es la violencia irracional y desmedida que estamos viendo estos días. El ataque salvaje e injustificable de Hamas a la población civil israelita, debe ser condenado y hacer que sus responsables respondan ante la Corte Penal Internacional; ningún programa político se puede defender si utiliza el asesinato indiscriminado entre los civiles, para amedrentar a sus enemigos o eliminarlos. La violencia de Hamas justifica, sobradamente, que sea considerado una organización terrorista, y ha colocado al pueblo palestino en una difícil situación de precariedad internacional, por no decir que ha otorgado a los halcones de Israel la excusa perfecta para que aumente su programa de genocidio encubierto del pueblo palestino.

Si Hamas se ha comportado como una organización terrorista, copio la definición de la ONU: «El terrorismo implica la intimidación o coerción de poblaciones o gobiernos mediante la amenaza o la violencia. Esto puede resultar en muerte, lesiones graves o la toma de rehenes. Es necesario prevenir estos actos, así como detener la financiación, movimiento y actividades de redes terroristas, con el fin de prevenir futuras violaciones de derechos humanos», a tenor de su proceder de estos días y en los precedentes, no es menos cierto que esa definición también se puede aplicar al Estado de Israel, si miramos con distancia lo que está haciendo con el pueblo Palestino desde hace décadas, sobre todo en la Franja de Gaza, convertida en un campo de concentración, del que se puede sacar toda la mano de obra barata que se quiera, y al que sólo le faltan los hornos crematorios. Por que eso es lo que realmente está haciendo Israel con Palestina, a pesar de que el mundo occidental esté mirando hacia otro lado, cuando no apoyando un comportamiento que en otros lugares del mundo habría censurado sin reservas.      

Cabría preguntarse, para entender lo que está sucediendo estos días, porqué el pueblo palestino, que hace años estaba muy alejado del adoctrinamiento islamista, ha ido virando hacia posiciones cada vez más extremas, hasta dar su apoyo incondicional a Hamas, una organización islamista que tiene como único objetivo acabar con el Estado de Israel. Un Estado que nunca ha considerado la posibilidad de una Palestina independiente; que trata a los palestinos como parias, sin ningún derecho, confinándoles en un territorio controlado en todos sus aspectos; que bombardea y destruye indiscriminadamente la vida de los habitantes de Gaza; que organiza razias vengativas regularmente, para inocular miedo y sumisión; que ocupa territorios, haciendas y hábitats en Palestina, para construir asentamientos de colonos e ir ensanchando su territorio a costa del desahucio y la pobreza de los palestinos. No hay nada por lo que al Estado de Israel se le pueda excluir de no verse reflejado en la declaración de la ONU sobre terrorismo. Y sin embargo, nos sorprende que habiendo creado un monstruo, alimentándolo durante décadas, Hamas actúe como lo que es, cuando Israel, desde que se constituyó como país, viene saltándose todas las convenciones sobre derechos humanos, o los requerimientos de instituciones internacionales para que suspenda la represión contra los palestinos.

No van a parar en su objetivo de expulsar a los palestinos de una tierra que consideran suya, pero que no lo es, por lo menos en exclusiva. Pero este es un conflicto en el que ya no sólo actúan bajo la protección de Estados Unidos y el beneplácito de Europa. La nueva dimensión, y eso es lo que debería hacer entrar en razón a occidente, es que el conflicto ahora tiene anchuras planetarias. Palestina ya no está sola, porque en el nuevo reparto del mundo que se está produciendo en los últimos años, hay poderosísimos actores que entran en juego, y ese es el grave problema, para una región que parece no ha sido ya suficientemente devastada por el interés de otros.  

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