Resulta
complicado escribir sobre un tema tan controvertido como el conflicto entre
Palestina e Israel. Sobre todo cuando hablamos de dos actores, en este caso
Hamas y el gobierno israelí, que el único recurso al que están dispuestos a
llegar es a la violencia indiscriminada. Una violencia fundamentada en el odio
entre dos pueblos que están condenados a entenderse. Porque después de que el
Estado de Israel se creara con la bendición de occidente, sobre una geografía
reclamada legítimamente tanto por los judíos como por los palestinos, nada ha
ido a mejor, provocando un conflicto que ya dura varias décadas y que en los
últimos años se ha enquistado en una violencia creciente desde los dos bandos,
por la negativa de Israel a negociar el reparto del territorio, para que pueda
ser ocupado por dos Estados libres e independientes, y el odio generado en el
bando palestino.
Decía
antes que todo ha ido a peor y la prueba es la violencia irracional y desmedida
que estamos viendo estos días. El ataque salvaje e injustificable de Hamas a la
población civil israelita, debe ser condenado y hacer que sus responsables
respondan ante la Corte Penal Internacional; ningún programa político se puede
defender si utiliza el asesinato indiscriminado entre los civiles, para
amedrentar a sus enemigos o eliminarlos. La violencia de Hamas justifica,
sobradamente, que sea considerado una organización terrorista, y ha colocado al
pueblo palestino en una difícil situación de precariedad internacional, por no
decir que ha otorgado a los halcones de Israel la excusa perfecta para que
aumente su programa de genocidio encubierto del pueblo palestino.
Si
Hamas se ha comportado como una organización terrorista, copio la definición de
la ONU: «El terrorismo implica la intimidación o coerción de
poblaciones o gobiernos mediante la amenaza o la violencia. Esto puede resultar
en muerte, lesiones graves o la toma de rehenes. Es necesario prevenir estos
actos, así como detener la financiación, movimiento y actividades de redes
terroristas, con el fin de prevenir futuras violaciones de derechos humanos», a
tenor de su proceder de estos días y en los precedentes, no es menos cierto que
esa definición también se puede aplicar al Estado de Israel, si miramos con
distancia lo que está haciendo con el pueblo Palestino desde hace décadas,
sobre todo en la Franja de Gaza, convertida en un campo de concentración, del
que se puede sacar toda la mano de obra barata que se quiera, y al que sólo le
faltan los hornos crematorios. Por que eso es lo que realmente está haciendo
Israel con Palestina, a pesar de que el mundo occidental esté mirando hacia
otro lado, cuando no apoyando un comportamiento que en otros lugares del mundo
habría censurado sin reservas.
Cabría preguntarse, para entender lo que está sucediendo estos días,
porqué el pueblo palestino, que hace años estaba muy alejado del
adoctrinamiento islamista, ha ido virando hacia posiciones cada vez más
extremas, hasta dar su apoyo incondicional a Hamas, una organización islamista que
tiene como único objetivo acabar con el Estado de Israel. Un Estado que nunca
ha considerado la posibilidad de una Palestina independiente; que trata a los
palestinos como parias, sin ningún derecho, confinándoles en un territorio
controlado en todos sus aspectos; que bombardea y destruye indiscriminadamente la
vida de los habitantes de Gaza; que organiza razias vengativas regularmente,
para inocular miedo y sumisión; que ocupa territorios, haciendas y hábitats en
Palestina, para construir asentamientos de colonos e ir ensanchando su
territorio a costa del desahucio y la pobreza de los palestinos. No hay nada
por lo que al Estado de Israel se le pueda excluir de no verse reflejado en la
declaración de la ONU sobre terrorismo. Y sin embargo, nos sorprende que
habiendo creado un monstruo, alimentándolo durante décadas, Hamas actúe como lo
que es, cuando Israel, desde que se constituyó como país, viene saltándose
todas las convenciones sobre derechos humanos, o los requerimientos de
instituciones internacionales para que suspenda la represión contra los
palestinos.
No van a parar en su objetivo de expulsar a los palestinos de una tierra
que consideran suya, pero que no lo es, por lo menos en exclusiva. Pero este es
un conflicto en el que ya no sólo actúan bajo la protección de Estados Unidos y
el beneplácito de Europa. La nueva dimensión, y eso es lo que debería hacer
entrar en razón a occidente, es que el conflicto ahora tiene anchuras
planetarias. Palestina ya no está sola, porque en el nuevo reparto del mundo
que se está produciendo en los últimos años, hay poderosísimos actores que
entran en juego, y ese es el grave problema, para una región que parece no ha
sido ya suficientemente devastada por el interés de otros.
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