Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste te juro, dijo
don Quijote, que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero
en el mundo: ¡qué!, ¿es posible que en cuanto ha que andas conmigo, no has
echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras,
necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello
así, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores, que
todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven según su gusto y según
tienen la gana de favorecernos o destruirnos. Este
es un fragmento del capítulo 25 de la primera parte del Quijote. Lo escribió
Cervantes hace más de cuatrocientos años y parece que nada haya cambiado en el
siglo XXI, a pocos días de unas elecciones que pueden ser un portazo a la
caterva de encantadores que se están haciendo con el poder en España, o piensan
que lo tienen al alcance de la mano; o, si se alzan con la victoria, la conquista
de la ciudad de Troya, como símil de la España que ha contenido el neofascismo
durante los últimos años, una vez que han conseguido introducir en ella el
caballo de la mentira y el populismo (¡qué bien lo define don Quijote!) en forma
de medios de comunicación y redes sociales.
Quizá a algunos de ustedes lo anterior les parezca una
exageración. Por eso les invito a leer, otra vez, la arenga que don Quijote le
hace a Sancho, que anda un poco corto de entendimiento y no es capaz de ver más
allá de lo que tiene delante de sus ojos.
Porque lo que estamos oyendo, viendo y sintiendo en las
últimas semanas, en las que la extrema derecha y la derecha extrema han copado
una parte importante del poder municipal y autonómico, debería hacernos pensar
que el objetivo de tanto encantador y caballero andante es poner patas arriba
la democracia, entendiendo esta como un estado de libertades, que están por
encima de esa libertad parrandera y de fin de semana por la que abogan los
mismos que quieren cercenar la libertad de pensamiento, palabra y obra.
¿A qué obedece si no, que la censura haya vuelto a España
después de casi cincuenta años de libertad democrática? ¿No está en peligro la
democracia cuando se empiezan a censurar obras de teatro y películas que hablan
de sexo, género, memoria histórica y feminismo, de momento? Si con poco poder
se está censurando la cultura, imagínense lo que puede suceder si alcanzan un
poder mayor.
Para censurar sólo hay que empezar, porque se hace sobre todo
aquello que a quien regenta el poder no le gusta. A esos defensores de la
moral, la patria y sus bolsillos, que estamos dando pábulo político y cobertura
mediática. Porque de lo que se trata es de impedir que nada pueda poner en
cuestión sus intereses y la construcción de una sociedad aborregada, miedosa,
inculta y acrítica. Por ello se empieza por una obra de teatro, un beso lésbico
en una película de dibujos animados, una retirada de banderas que no gustan al
concejal de turno, etc., y se acaba censurando libros, medios de comunicación
no afines, artículos de prensa, libertad de cátedra, canciones, formas de
vestir, etc., etc., etc. Nada que los más antiguos del lugar no hayamos
conocido cuando la dictadura franquista dirigía el país a su antojo.
Porque al final, estas elecciones van de eso. De no volver a
los tiempos pasados en los que teníamos
libertad para tomar cañas, pero no para leer lo que queríamos o ver la película
que nos hubiera apetecido ver.
Va de cultura, algo que a la derecha extrema y la extrema derecha
no les gusta mucho, porque la cultura si no es libre, no es cultura. Si no abre
nuestras entendederas para conformar un pensamiento crítico capaz de colocar al
poder delante de un espejo mágico que les diga la verdad de lo que es y hace,
al igual que le pasaba a la madrastra de Blancanieves, no sirve para nada. Esto
lo saben muy bien la caterva de encantadores a los que hacía alusión don
Quijote, y por eso, ni siquiera han sido capaces de esperar a que pasen las elecciones,
para empezar a censurar. Están tan seguros de que las van a ganar, de que el
Partido Popular es uno más de ellos, y de que Núñez Feijoo no va a mover un
dedo en defensa de la cultura, si esto le supone no poder gobernar, que ya no tienen,
ni siquiera, el pudor del disimular.
España es un país tolerante, pero cada vez más ciego, y dice
el refrán, que quien se acuesta con niños amanece mojado. Pues quien se acueste
con fascistas amanecerá amordazado. Cervantes, que muchas veces parece un
nigromante por su capacidad para retratar el futuro, aunque lo tiene fácil,
porque en determinados asuntos nada cambia bajo el sol pase el tiempo que pase,
nos avisa para que estemos pendientes de las necedades, las quimeras y los desatinos
de quienes hoy aparecen como caballeros andantes o piensan vender su alma al
diablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario