sábado, 18 de abril de 2020

Trigésimo quinto día de cuarentena. Sureños


Trigésimo quinto día de cuarentena. Sureños. Somos el sur de Europa, y eso no solo implica pertenecer a un lugar geográfico, con su paisaje, vegetación, ríos  y mares. Ser del sur de Europa es una manera de entender la vida que va grabada a fuego en nuestros genes. Herederos genéticos de la cultura griega y romana, que todavía colea en el mundo occidental, no deberíamos sentirnos inferiores a  nuestros vecinos del norte que tanto alarde hacen de ser una sociedad eficaz. Nosotros: italianos, franceses del sur, españoles, griegos, podemos ser tan eficaces como los alemanes, nórdicos y flamencos, lo que pasa que disfrutamos de un clima, que nos permite tener un sentido más lúdico e intenso de la vida, haciendo de las relaciones sociales y afectos familiares el pilar de nuestra existencia. Por eso celebramos la vida en los bares, en las terrazas… en la calle, en definitiva. Algo que los norteños nunca entenderán, y jamás podrán dejar de envidiar que sin su eficacia planificadora, dejando que el albur  derrame un poco de sal a nuestra existencia, somos mucho más felices que ellos.
Tampoco somos chinos. No sé por qué les ha dado a todos ahora por compararnos con los chinos, con todos los respetos. Una sociedad que no se besa, que no se toca, que no hace del contacto físico una manera de demostrar los afectos y las querencias, no se puede comparar con nosotros, que hacemos de la proximidad un canto a la vida. Besarse es fundamental y nosotros lo hacemos mucho: a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros hijos, a nuestras parejas, a nuestros amigos y a cualquiera que entre en nuestra burbuja de seguridad, que es bastante amplia.
Por eso, acusarnos de negligencia en la gestión del coronavirus, lleva implícita una maldad, no exenta de soberbia y arrogancia. Si tenemos más casos es porque ya de entrada nuestra forma de vida, la genética de nuestras relaciones sociales, hace que sea más fácil el contagio, que en países donde ya de base guardan la distancia social. Porque aquí nadie ha sabido nada hasta que la tormenta nos ha estallado encima. Además, de ser más honestos a la hora de contar damnificados por el coronavirus, porque no tenemos nada que ocultar, ni nos jugamos el prestigio como sociedad eficiente. Sin embargo, hemos demostrado que también somos capaces de ser disciplinados y quedarnos en casa, como no lo han hecho nuestros vecinos millonarios del norte, porque en esa disciplina sólo hay una cosa que está en juego: salvaguardad la salud de todos nosotros, con nombres y apellidos: del familiar, del amigo, del compañero de trabajo, del vecino, del compadre del bar.
Somos sureños europeos y saldremos de esta con más ahínco por besarnos y abrazarnos; con más ganas de compartir nuestra alegría con los demás, brindando y comiendo, riendo y echando den menos a todos los que faltan. Porque la vida, sin estos afectos y proximidades es muy fría, y eso se lo dejamos a los calculadores del norte, a ver si echan bien las cuentas y vemos que no son tan eficientes como pregonan. De momento, nosotros a las ocho a aplaudir por todos nuestros afectos y los abrazos que nos daremos.

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