viernes, 31 de mayo de 2019

Apuntes postelectorales


Publicado en Levante de Castellón el 31 de mayo de 2019
Me resulta imposible no hablar esta semana de las elecciones del 26 de mayo.  No de todas, porque las europeas no merecen más comentarios que felicitar al PSOE por su rotundo triunfo, en unas elecciones de distrito único, que son en las que se puede calibrar, sin margen de error, el apoyo que tiene una formación política en todo el país. Parece que hay una corriente de esperanza en Pedro Sánchez, como el dirigente que puede encauzar algunos de los males que la derecha ha enquistado en España durante los últimos años, como el conflicto territorial y la desigualdad versus pobreza y explotación. No es una responsabilidad pequeña la que tiene por delante; si en estos cuatro años consigue la mitad de las expectativas que los españoles tienen puestas en él, habrá Pedro Sánchez y PSOE para rato, si no caerá en el abismo de la indiferencia, que es lo peor que le puede ocurrir a un político.
                Superando esa miopía centralista que nos impide ver el país como una  entidad con vida propia más allá de las lindes de Madrid, hay algunas consideraciones importantes, que arrojan estas elecciones municipales y autonómicas. Una de ellas, otra vez, es la victoria del PSOE en la mayoría de los grandes ayuntamientos, con crecimientos espectaculares, como por ejemplo en Castellón, que pasan de 7 a 10 concejales (no puedo dejar de acordarme en estos momentos de mi amigo Toni Lorenzo, y la gran labor que ha hecho estos años al frente de la vicealcaldía municipal). Igualmente, el PSOE ha obtenido el apoyo mayoritario de la población en las comunidades autónomas, ganando en todas ellas, en algunas incluso barriendo. Ese es el resultado objetivo, que no puede quedar empañado por la pérdida de gobernabilidad que va a tener en muchos lugares, por los pocos escrúpulos de la derecha  nacional en pactar con la extrema derecha.
                Se equivocaría Pablo Casado si pensara, que por tener al alcance el gobierno municipal y autonómico en Madrid sus problemas y los de su partido se van a solucionar. El PP sigue en descenso imparable, él lo sabe, igual que sabe que sobre su cabeza pende la espada de Feijoo,  y la volatilidad de Rivera en su estrategia de cordones sanitarios, cuando se dé cuenta que facilitar gobiernos de la mano de Vox le va a generar demasiados problemas. Aunque creo que en Ciudadanos, Partido que nació financiado por la extrema derecha europea,  están donde quieren estar, como unos hooligans de nacionalismo fascistón del que hacen gala últimamente. 
                Ciudadanos debería saber que no le han salido ninguna de las cuentas que tenía como objetivo ni en estas elecciones ni en las del 28 de abril. No ha habido sorpasso; sigue siendo irrelevante en una parte considerable del territorio nacional; ha perdido 1,4 millones de votos en comparación con las generales, y ve cómo se le escapa ese liderazgo de la oposición que con tanta sobreactuación pretende su líder.
                Lo de Podemos no tiene nombre, o sí: imbecilidad. Esa estupidez mesiánica de la izquierda que la lleva siempre a servir en bandeja los gobiernos a la derecha, aunque ellos no lo pretendan. Demasiadas peleas, demasiados egos y demasiado adanismo. A todo esto hay que añadirle la incontinencia verbal de su líder, Pablo Iglesias; este no sobreactúa, pero tiene un yo tan grande como su alter ego en la derecha, Albert Rivera, lo que lleva a que cada vez que abre la boca le esté regalando 100.000 votos a sus adversarios. Lo cierto, es que Podemos se ha convertido en un Partido marginal y prescindible en la mayoría de ayuntamientos y comunidades autónomas, que lo debilita, y mucho, para la negociación del futuro gobierno de España. Aunque le pese a Monedero y todos aquellos que han jugado en estas elecciones al diablo cojuelo.
Cierta humildad para estos dos dirigentes de nuevo cuño en la política española no vendría mal. Sobre todo, para que reflexionen que en democracia, por lo menos en Europa, el Partido es más importante que su líder, y que con sus sueños de salvapatrias sólo han conseguido que el bipartidismo se afiance, y en el caso de Rivera, que la extrema derecha haya salido de las catacumbas nostálgicas del franquismo.
Por último, y una vez más, los ciudadanos no nos damos cuenta del importante papel que jugamos en una democracia. La fuerza que tenemos, no sólo como sociedad civil que debe estar al pie del cañón frente al poder político, sino como votantes con capacidad de poner y quitar gobiernos. Una vez más, la abstención va a ser protagonista de la pérdida de alcaldías y gobiernos autonómicos, al no sumar suficiente para gobernar. Pero esto, jamás lo aprenderemos. “Qué inventen ellos”, decía Unamuno.

jueves, 30 de mayo de 2019

Gobiernos de progreso para frenar el fanatismo político


En el ADN de un demócrata debería estar grabado que nunca jamás se llegará a un acuerdo con la extrema derecha ni para formar gobierno ni para que lo sustente. De hacerlo, deja mucho que desear la calidad democrática de quien lo lleva a cabo y trasluce que le da más valor a sus ansias por agarrar poder, que al bien común de la sociedad. No parece que la derecha española esté muy de acuerdo con este principio, a tenor de lo sucedido en Andalucía y la rapidez con que se han lanzado a dar por hecho que no van a poner reparos para conseguir gobiernos en ayuntamientos y comunidades autónomas con el apoyo de la extremaderecha. No está ocurriendo lo mismo en la izquierda, pero sí hay un tufo excluyente en una parte, que está muy lejos de anteponer los intereses de la sociedad a los suyos.
Ciertamente es así. Lo que nos lleva a una política de bloques incapaces de alcanzar acuerdos por el bien de la democracia. Decía Bakunin que ejercer el poder corrompe; someterse a él degrada. Y cuando un político se somete a sus ansias de poder, está degradando su imagen y sus acciones de gobierno futuras. De ahí, que esa claudicación, que incapacita para la dimisión y el examen de conciencia, del que hacen gala algunos políticos en España, conduzca a un enroque de posiciones, imposibles de sostener en una democracia, que debe fundamentarse en el diálogo, el acuerdo y la aceptación del otro como sujeto con valor político, siempre dentro de los límites de libertad, fraternidad,  igualdad y respeto.
Afortunadamente, empiezan a levantar la cabeza algunos políticos con una  altura de miras democrática mayor de lo que estamos acostumbrados, tanto por la derecha como por la izquierda, que están dando muestras de una generosidad inédita desde la Transición, con sus propuestas de gobiernos alejados del delirio nacionalista y el simplismo fascista. Porque cuando un Partido no puede alcanzar acuerdos con sus afines, y la gobernabilidad alejada de los extremos fanatizados  sólo se puede alcanzar llegando a acuerdo con tus adversarios, se hace imprescindible el pacto, aunque el resultado no satisfaga plenamente a unos y a otros.
Dicho claramente. De los acuerdos entre la derecha y la izquierda no afines al extremismo, dependen muchos gobiernos municipales y autónomos de progreso, y quien no lo entienda así, será partícipe de la locura que la  extrema derecha y el independentismo han inoculado en este país.     
¿No queríamos el fin del bipartidismo?  Esto es el fin del bipartidismo: negociar, negociar, negociar. Y ya no estamos en tiempo de elecciones, en el que todos los dislates dialécticos valen. Ahora tocar demostrar cuál es la valía política de cada uno más allá de sus intereses personales.

viernes, 24 de mayo de 2019

Castellón, ayuntamiento del cambio


Hace cuatro años votábamos con la esperanza de acabar con tantos años de corrupción en los ayuntamientos y otras instituciones.  Pero también lo hacíamos con la ilusión de poder cambiar las políticas municipales liberal/conservadoras, poco atentas a las necesidades de los ciudadanos, que tanto daño habían hecho en nuestras ciudades. Sus elevados endeudamientos y el abandono de los barrios más populares abrieron una brecha enorme entre unas zonas de las ciudades y otras, intolerable para una democracia. 
                Afortunadamente, el cambio se produjo y no fueron pocos los ayuntamientos que mudaron el color político después de décadas de ser gobernados por la derecha. Se constituyeron, entonces, los denominados “Ayuntamientos del Cambio” por toda la geografía española, como un soplo de aire fresco que limpiara el olor a podrido y cerrado que emanaba de los edificios consistoriales. También en Castellón, como en numerosas localidades de la provincia y la Comunidad Valenciana se produjo ese cambio, que ahora tenemos que evaluar con nuestro voto.
                Desde la perspectiva de la ciudad de Castellón, que es la que puedo tener, me atrevo a decir que el cambio ha sido satisfactorio. Tanto, que incluso los dos partidos de la derecha parece que hayan tirado la toalla en la contienda electoral, nombrando candidatos que en ningún caso están a la altura de los retos de futuro sostenible, urbanísticos, sociales, culturales y de bienestar que tiene la ciudad.
                Los cambios en la ciudades se van vislumbrando poco a poco en un goteo constante de actuaciones municipales, que al final acaban cambiando el paisaje urbano y humano, así como las relaciones entre el poder municipal y los vecinos. Más importante es todavía  el comportamiento de la sociedad, del mundo asociativo en un escenario donde  la independencia y su actividad no dependan del pesebrismo y los intereses del poder que gobierna la ciudad. Decir que se ha acabado con aquello sería decir mucho, pero en la ciudad de Castellón se respira otro ambiente lejano de aquellas genuflexiones que una parte de la sociedad civil hacía a los gobernantes, sin pudor. 
                En estos años, el gobierno del ayuntamiento ha tenido que bregar y reducir la abultada deuda económica que heredaron de sus antecesores, consiguiendo que la riqueza municipal mucha o poca, llegue a todos los rincones de la ciudad, beneficiando a un gran número de vecinos que antes estaban excluidos. En definitiva, se ha cambiado a mejor, gracias a una gestión eficiente y dirigida a sus habitantes. No cabe aquí enumerar actuaciones y logros, eso que cada uno los valore, pero sí conviene decir que hoy estamos mejor que antes, sin grandes proyectos delirantes y voraces de las arcas municipales. En Castellón, como en otras ciudades del país, los ayuntamientos del cambio han funcionado, haciendo olvidar los años de vino y rosas de una derecha depredadora y poco empática con los problemas de los ciudadanos.
                Evidentemente, no todo ha sido maravilloso ni vivimos en “jardilandia”, ni si quiera creo que el gobierno municipal de Castellón piense esto. Hay muchos flecos que coser y muchas políticas por desarrollar en medio ambiente, sostenibilidad, cultura, innovación, desarrollo urbano integrador, igualdad, seguridad, urbanismo… En una sociedad viva, los problemas nunca se solucionan del todo y el conflicto de intereses está siempre patente.  Lo interesante, es que el camino trazado durante estos cuatro años es por donde se debe transitar.
Bajando a lo concreto, hay dos propuestas hechas en campaña, que me parecen acertadas, dentro de ese horizonte de construir una ciudad más humana y sostenible. Esperamos que no se queden en eso, en propuestas.
                Por un lado está la conversión del antiguo asilo en una gran biblioteca y centro cultural. Castellón necesita un lugar que dinamice la cultura,  el arte, la literatura, para estar a la altura de convertirse en una gran urbe (esto no depende sólo del número de habitantes). No olvidemos que la cultura humaniza la vida y las relaciones sociales. Todo dependerá del uso que se le dé, y el cosmopolitismo que tenga. La otra propuesta es la ejecución del parque de Fernando el Católico. Un parque necesario para el distrito este y para toda la ciudad, anunciado a lo largo de estos últimos veinte años en varias ocasiones. Aumentar los espacios verdes hace más sostenibles a las ciudades y mejora la calidad del aire y de vida de sus ciudadanos.
                Las ciudades y municipios españoles se convirtieron hace cuatro años en agentes del cambio de proximidad. Hagamos que sigan siéndolo frenando los cantos de sirena y la megalomanía de la derecha, que sólo esconden desigualdad y beneficio para unos pocos. 

sábado, 18 de mayo de 2019

Fichar


Publicado en Levante de Castellón el 18 de mayo de 2019
Todo el mundo anda revolucionado porque se va a tener que volver a fichar en los trabajos. Digo volver, porque no es una cosa nueva. Yo estuve haciéndolo durante más de 25 años, y cuando se fichaba se pagaban las horas extras y se podía calibrar sí esas horas eran estructurales, con lo cual hacía falta aumentar la plantilla o, por el contrario, eran por aumentos de la carga de trabajo temporales. Cuando dejaron de pagarse las horas extras, apareció un nuevo término: “prolongación de jornada”, que solamente escondía  el abuso de los empresarios ofreciendo el chocolate del loro: si prolongabas jornada no te despedían o acumulabas puntos para un ascenso. Además el empresario se ahorraba una buena cantidad de dinero, con el consabido fraude a la Seguridad Social y a la Agencia Tributaria. Echen ustedes cálculos: si se hacen dos millones y medio de horas extras semanales sin pagar, cuánto dinero supone que dejan de percibir los trabajadores; cuánta riqueza deja de repartirse a la sociedad; cuánto se deja de cotizar a la Seguridad Social y Hacienda, a costa del trabajo sin remunerar. Por no decir, claro, que no pagar las horas extras sólo tiene un beneficiario: el empresario y los millonarios beneficios que tienen las grandes empresas en nuestro país.
No creo que exista un problema técnico para que los trabajadores fichen a la entrada y la salida de sus jornadas laborales. En las grandes empresas, como pueden ser los bancos, por su puesto que no. Ni siquiera en las medianas y las pequeñas, por muchas modalidades de jornada laboral que existan. Es tan fácil como marcar cuando se entra y volver a hacerlo cuando se sale, aunque haya varias entradas y salidas a lo largo de la jornada. De lo que se trata es de poder saber si un trabajador, al final del día, ha hecho las horas que le corresponden o no, y si las ha sobrepasado, se las han pagado. ¿Alguien se puede creer que en una sociedad altamente informatizada, en la que se puede  operar a mil kilómetros de distancia con un simple ordenador, es creíble tanta dificultad para controlar que las jornadas de trabajo se cumplen? Y si realmente lo hubiese, implantemos el sistema antiguo de reloj y ficha, que es barato y efectivo.
Siempre que se trata de implementar una medida que favorezca a los trabajadores surgen dificultades de todo índole como setas en otoño. Además, no acabo de entender por qué fichar va a ser perjudicial para la economía. Eso que algunos empresarios han dicho sobre el peligro para la productividad, no deja de ser una visión muy española de los negocios, que sólo enfocan los aumentos de la productividad ahorrando costes o explotando a los trabajadores. Tercer mundo, vamos.
Lo que se esconde detrás de tanta dificultad impostada es el miedo a que las relaciones laborales estén reguladas. Mejor actuar al libre albedrío, para que nadie pueda controlar que se hacen contratos a media jornada y se obliga a trabajar jornada entera; que es mejor tener al trabajador a entera disposición del contratador, con horarios de miedo y jornadas que nunca se acaban, mientras sus cuentas corrientes se engrosan gracias a esta explotación consentida. Lo ha resumido muy bien la candidata del Partido Popular a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso: «Yo prefiero un empleo a que no haya empleo. A mí, cuando empiezan a hablar de empleo basura me parece que es ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura que está dando oportunidades para corregir problemas que tenía».  Este es el espíritu empresarial de este país. Los trabajadores, tienen que estar agradecidos por tener trabajos de mierda, salarios de mierda, condiciones de mierda y jornadas de mierda, con perdón.
No es de extrañar, entonces, que una norma que ya existió en otro tiempo y ninguna empresa se arruinó por ello, dirigida a poner coto a tanto abuso laboral y fraude empresarial a las cuentas del Estado, levante tanto revuelo entre empresarios y políticos sin dos dedos de frente, como lo hizo el aumento del salario mínimo, anunciado como las Trompetas de Jericó, que iban a derribar el sacrosanto sistema laboral español. Ese sistema, que llena los bolsillos de unos pocos, a costa del sudor de muchos. 


martes, 14 de mayo de 2019

Donald Trump, un peligro público



El enemigo público número 1 del mundo no es Maduro ni Kim Jong-un ni Hasán Rohaní. El enemigo público número 1 es Donald Trump, por su política de escalada de la tensión mundial,  que nos está abocando a un conflicto global de consecuencias imprevisibles.
Parece que los ciudadanos no somos conscientes de dónde nos está metiendo el presidente de EEUU, con sus políticas agresivas contra todo el que no comulga con sus intereses económicos (habría que ver si los personales o los de la nación) y de grandeza pasada de moda de un imperio en decadencia. Su política internacional es la más nefasta y peligrosa que haya ejercido gobernante alguno desde el final de la Guerra Fría, que de seguir adelante, sólo nos puede traer conflicto, miseria y desgracias.
El mundo debería frenar a este hombre cargado de testosterona de chulo de burdel con un agravante, que dirige la nación más poderosa del mundo, o por lo menos, eso pretende hacernos creer, y ese es el verdadero peligro: el rebote de soberbia de los poderosos en decadencia. 
La UE debería jugar en este contexto un importante papel en la búsqueda de soluciones que pasen por rebajar la tensión, aunque sea a costa de aislar las pretensiones de Donald Trump, en esa política de kamikaze  en la que se está metiendo, de la que nos saldremos ilesos. Ahora mismo, los ciudadanos europeos tenemos la llave, eligiendo en las próximas elecciones un Parlamento Europeo muñidor de consensos, tejedor de paz y defensor a ultranza del estado de bienestar. Un Parlamento que lance un mensaje al mundo de libertad y progresismo, incluidos todos aquellos, que dentro de la Unión Europea están aplaudiendo la política ultraconservadora y belicista del presidente de EEUU.
En nuestras manos está conseguirlo el 26 de mayo.




viernes, 10 de mayo de 2019

Centroderecha



Publicado en Levante de Castellón el 10 de mayo de 2019
Está el centroderecha agitado, como si no se hallase asimismo, después del resultado de las elecciones. Pablo Casado, un día es de centro y otro mira de reojo a la extrema derecha, y Albert Rivera sólo tiene ojos para aquellos que le puedan alzar a la gloria del poder monclovita. No hace ascos a nada, ni en su Partido levantan la voz a tanto giro de un lado a otro de su líder. Es posible que estén mareados de dar tantas vueltas. Pero lo cierto, es que unos y otros, después de ese viaje hacia el encuentro del postfascismo de Vox, que tanto han aireado en la campaña electoral pasada, ahora se encuentran desubicados, sobre todo, porque han visto que tanto arrimarse a los albaceas de Franco no les ha reportado ningún rédito electoral. Más bien, les ha enfrascado en una pelea de gallos inflados de testosterona política, a ver quién es más de derechas sin que lo parezca, pues saben que van a necesitar a los Tercios de Flandes de Abascal, para poder gobernar en ayuntamientos y comunidades autónomas.
                Lo paradójico, es que mientras tratan de distanciarse de la ultraderecha, van a piñón fijo con ella en Andalucía, y esto no hace muy creíbles todos esos molinetes al centro, que tanto pregonan ahora. Incluso, no se cortan en algunos lugares en decir que el cambio vendrá de la mano de las derechas, que pugnan por el centro perdido y Vox. Por lo que se ve, la ética política y moral del centroderecha se mide por el baremo de sus ganas para gobernar con quien sea. Andalucía es el nuevo bastión de la reconquista para el renacer de una nueva España de gloriosos ímpetus neoliberales, con el estado de bienestar desmantelado, como ya lo están haciendo en la  nueva Covadonga del sur, al son de una patria única y verdadera, sin concesiones a la diversidad territorial ni social.
                Decía Isabel Bonig, la vapuleada dirigente del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, aún sin atisbo de asumir culpa alguna por su fracaso electoral, que el centroderecha tiene mayoría en la mesa de las Cortes  para reclamar una vicepresidencia. Claro, que si uno suma, esa mayoría en votos sólo da si añadimos como sumando a Vox. ¿Entonces son el centro o esta aspiración se diluye cuando se trata de tocar algo de poder? No sé si la señora Bonig tiene el sentido de la orientación desajustado por el mal resultado electoral de su Partido o trata de engañarnos con tanto trilerismo dialéctico o no sabe sumar.
                Pero lo mejor, en ese sí pero no con la ultraderecha, es la justificación. Sí el PSOE puede pactar con la extrema izquierda, por qué ellos no puede hacerlo con la extrema derecha. Para ello, la señora Bonig,  tiene que hacer una pirueta dialéctica con  mortal y medio, algo que debe ser argumentario oficial de su Partido. Considerar que Podemos es extrema izquierda, es como creer que ellos son el Orfeón Donostiarra. Equiparar a un Partido que defiende la igualdad de géneros, la distribución de la riqueza, el respeto al marco constitucional, el estado de bienestar, y la democracia como fundamento político de convivencia y libertad, con el fascismo de nuevo/viejo cuño que representa Vox, que no cree en ningún valor democrático ni constitucional, es un ejercicio de filibusterismo político, con toda la mala intención que se pueda imaginar.
              El centroderecha en España está muerto por incompetencia de sus líderes, aunque parece que  no es  motivo suficiente para que se haya producido una cascada de dimisiones, si es que realmente quieren volver a ocupar ese espacio, no de cara a la galería, sino con un proyecto sólido y alejado de la ultraderecha. Pero lo que es peor, su desprestigio es directamente proporcional a su estupidez política, y eso es lo que debería preocuparles. Porque de mentiras y patrañas se vive un tiempo, después todo el entramado se cae por sí sólo, y no sólo resulta difícil reconstruirlo, sino que es un vacío abierto a que sea ocupado por salvapatrias  y fasciopopulistas, es decir, la ultraderecha pura y dura. 
                En la sesera del centroderecha español y sus afines debería entrar una aseveración: el fascismo y la democracia son como el agua y el aceite, nunca se podrán mezclar, porque tienen densidades políticas antagónicas.



jueves, 9 de mayo de 2019

Miquel Iceta, presidente del Senado


La política española tiene una sobrecarga de mezquindad, que ya ni nos asombra. Todos los límites de las buenas formas y la cortesía han quedado sepultados por la intransigencia de algunos políticos, afincados ellos en las cloacas del nacionalismo más rancio y excluyente. Nacionalismo, que a ambos lados del Ebro, está empeñado en no aflojar la tensión, porque piensan que así les va mejor.
Hasta la fecha, los senadores por designación territorial, es decir, los que eligen los parlamentos autónomos, se nombraban por acuerdo tácito de todos los grupos políticos, votando sin objeciones, al candidato que proponía cada Partido. Ha sido así desde que existe el Senado. De hecho, Marta Pascal, coordinadora del PDeCat y Lorena Roldán, de Ciudadanos, han sido las últimas senadoras elegidas por el Parlamento catalán el año pasado, con una mayoría de 130 votos.
¿Cuál es el problema ahora, para que unos nacionalistas y otros pongan tantas pegas a la designación de Miquel Iceta como senador elegido por el Parlamento catalán, siendo un senador que le corresponde al PSC? No se me ocurre otra contestación, que el posicionamiento de los nacionalistas  catalanes y españoles (PP, Ciudadanos, ERC, JxCAT)  están muy alejados de querer acabar con la confrontación territorial.
Miquel Iceta es un político activo en la solución dialogada del conflicto catalán, algo que a unos y a otros no les parece de acomodo con sus intereses (mientras exista conflicto, tienen razón de ser). Sería un magnífico presidente del Senado, para impulsar políticas de reconciliación territorial y para dar un empujón al Senado como cámara territorial. Porque nadie puede dudar de su capacidad para tejer encuentros y que es, desde la periferia, uno de los representantes más activos de la unidad de España, desde el reconocimiento de la diversidad territorial.
Hay otra razón para tanto remilgo: Si en el imaginario popular se instala la creencia de que el conflicto con Cataluña se puede encarar desde otra perspectiva distinta a cómo nos han hecho ver durante estos últimos años el nacionalismo español y catalán, algunos se van a quedar sin discurso y otros nos vamos a dar cuenta de que nos han estado engañando sin piedad.
Miquel Iceta, es la mejor propuesta para presidir el Senado. Un acierto del presidente en funciones Sánchez, y un  mensaje para todos esos Capitán Trueno que habitan España y Cataluña.


viernes, 3 de mayo de 2019

Lecturas postelectorales

 
Publicado en Levante de Castellón el 3 de mayo de 2019
Hay muchas cosas que comentar sobre las elecciones del pasado domingo. Bastantes ya se han dicho y otras quedan en un purgatorio mediático, quizá porque no interesa mucho que se hable de ello, o simplemente, porque no es relevante. ¿Quién sabe? Lo cierto es que ha habido una movilización de la izquierda, y eso se ha notado en el resultado, y que la derecha, siempre en pie de guerra electoral, no ha sido suficiente para desplazar el temor a un involución democrática de parte de la sociedad. El fantasma de la unidad de España en peligro, esgrimido por Casado, Rivera y Abascal, no ha podido con el miedo a perder derechos democráticos y de bienestar. Lo que sí está claro es que para doblegar a la derecha, la izquierda tiene que dejar de ser tan estupenda y vaga, y darse cuenta de que la única manera de progresar que tenemos los españoles es acudiendo a votar. Si nos relajamos volverán a ganar, y en un mes hay nuevas elecciones.
                Pero me gustaría hacer algunas consideraciones sobre el resultado electoral:
1.       La extrema derecha no ha resurgido de la nada. Estaba incrustada en el Partido Popular de Aznar y Rajoy. El propio Abascal fue delegado en el congreso de Valencia, dentro de las filas de los contrarios al expresidente del gobierno. Desgajada del PP,  el voto ahora se divide.
2.       La estrategia de Casado, asesorado por Aznar, se ha reducido a ser un candidato deslenguado, montaraz y  echado al monte, que ha convertido al PP en subsidiario de las ocurrencias de Vox durante toda la campaña. Lo ha hecho tan mal, que ni siquiera la suma de los dos Partidos alcanza al PSOE, que todavía les saca medio millón de votos. Tiene un camino duro por delante, con Feijoo al acecho.
3.       Ciudadanos ha subido en votos, es cierto, pero ha fracasado estrepitosamente en sus dos objetivos: Echar a Sánchez de la Moncloa y superar al PP. Ahora, con ese ansia adictiva que tiene Rivera por ser jefe, se proclama líder de la oposición y mañana se creerá presidente del gobierno in péctore, porque en su pecho anida ese deseo, por encima de todas las chaquetas que se pone a lo largo del día.
4.       Albert/Alberto necesita figurar y se ha dado cuenta que de partido bisagra siempre será el segundo de abordo. Por eso, no va a negociar con Sánchez nada, que no sea su dimisión y ha iniciado una pelea con el PP, por ver quién aparenta ser el líder de la oposición.
5.       No hay sitio para tres derechas. Los que se inventaron a Ciudadanos y jalearon la crecida de Vox, lo saben, porque han metido la pata. Una de las tres sobra. Veremos quién paga la cuenta de tanto comensal.  Por hay pueden ir los movimientos estratégicos de algún partido de querer ser líderes de la oposición.
6.       La política de confrontación de la derecha nacionalista española en Cataluña y País Vasco, de Partido Popular, Ciudadanos y Vox, ha sufrido un duro golpe en esas Comunidades, desapareciendo en una y convirtiendo su representación en residual en la otra. Una cosa es defender la unidad de España y otra pretender que esta sea monocolor y de uniformidad franquista. Estas elecciones han demostrado que España es una nación que se reconoce en la diversidad, muy lejos de ese Prietas las Filas, que la derecha quiere imponernos. Esto debería ser objeto de reflexión por parte de quiénes quieran ser presidentes del gobierno. Nunca lo conseguirán a espaldas de catalanes y vascos.
7.       El independentismo está en quiebra absoluta, a pesar de los discursos triunfalistas de la noche electoral. Puigdemont y su muñecolate Torra están siendo amortizados por el electorado catalán, y Esquerra Republicana se equivocaría si no es capaz de ver, que una parte importante de su voto viene de electores que son más izquierdistas que independentistas, y probablemente, por simpatía con los líderes de Esquerra encarcelados.
8.        Una mayoría de españoles nos hemos convertido en traidores a la patria y felones, porque no nos ha importado que Sánchez haya negociado con el independentismo sus leyes. Ha habido un respaldo a la política de distensión con Cataluña del gobierno, tan denostada por la derecha
9.       PODEMOS debería hacer unos ejercicios espirituales, para reflexionar en cónclave por qué no ha sido capaz de rentabilizar en votos su apoyo al gobierno. No creo que el problema sea de los demás, sino de sus cuitas internas permanentes y el culto al líder, Pablo Iglesias, que por cierto, debería aplicarse lo de “en boca cerrada no entran moscas” y ser más discreto. Además la humildad es un principio fundamental de todo buen político. Podemos ha perdido 30 diputados y esto debería hacerles reflexionar sobre cómo van a plantear la negociación con el PSOE. No tengo yo muy claro, visto el resultado de unos y de otros, que la entrada en el gobierno deba ser una condición sine qua nom para negociar los apoyos en la legislatura.
10.   Pedro Sánchez y su partido han sido los grandes ganadores de estas elecciones. A parte del  miedo a la derecha ultramontana, algo habrá hecho bien. Tienen una tarea por delante difícil y colosal, plagada de presiones a diestra y siniestra. Pero no deberían caer en tentaciones fáciles. El mandato electoral y el grito de sus militantes en la noche del domingo, es bien claro a la hora de alcanzar pactos. No debería tirar por la borda todo el rédito que ahora tiene en una parte importante de la sociedad, equivocándose de socios de gobierno. No sólo está el límite de la Constitución, pues ésta puede y debe cambiarse, los auténticos retos están en preservar y mejorar el estado de bienestar, cerrar la herida de la memoria histórica, romper las barreras de la desigualdad y encontrar un espacio de convivencia para que todos los que habitamos en España nos sintamos cómodos, más allá de nuestras utopías. Estas son, entre otras muchas, las razones que le han aupado a la victoria electoral.
11.   La triunfo de Pedro Sánchez, también es interno y quizá haya llegado el momento de sanear el partido de baronías casposas y antiguallas que ya no entienden la nueva España del siglo XXI.



La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...