lunes, 28 de noviembre de 2022

Lo que nos enseña José Saramago y preferimos olvidar

 


José Saramago estuvo veinte años sin escribir, «Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar» (sic). ¡Vaya lección de sabiduría! Una más del gran maestro de las letras portuguesas e ibéricas. Aunque cuando uno habla de José Saramago, ya está asomándose al Olimpo de la literatura universal.

Escribía la cita anterior, porque hoy sería impensable que alguien tuviera la inteligencia de callar cuando no tiene nada que decir, o cuando lo que se quiere decir no aporta nada, solo vacuidad y negrura intelectual. No es de extrañar en un mundo tan acelerado, que ni siquiera es capaz de mirar a su alrededor y darse cuenta de que tanta prisa y ambición desmedida está destruyendo la única casa que habitamos. La mayoría de los políticos son incapaces de pensar más allá de la próxima cita electoral; los empresarios quieren beneficios tan urgentes, que no miran la cantidad de cadáveres, en sentido figurado, que dejan por el camino; los escritores quieren triunfar ya en la primera novela, porque lo importante es el éxito, no la calidad de lo que escriban. Fama, éxito, dinero fácil y rápido, poder y toda una ristra de comportamientos que definen una sociedad, a todos nosotros, incapaz de pararse a pensar y emular a José Saramago y su silencio para no decir tonterías sin sustancia. Claro, que si todo fuera más lento y reflexivo no estaría escribiendo esto porque viviríamos en una sociedad, por lo menos, más sensata. Lo de más justa, habría que comentarlo en otro artículo.

Este mes hemos celebrado el centenario del nacimiento de Saramago y quizá deberíamos pararnos a reflexionar sobre algunas de sus aceradas propuestas literarias, que daban muestras de la lucidez que tenía ante cuestiones tan tabús, como la figura de Cristo, al margen del personaje divino que nos ha transmitido la Iglesia (El evangelio según Jesucristo); la debilidad de la democracia cuando los ciudadanos deciden votar en blanco, por puro aburrimiento y desafección hacia la clase política, que acaba derivando en actitudes autoritarias de un poder, supuestamente democrático, que no soporta el desdén de la ciudadanía (Ensayo sobre la lucidez) ; o, por último la desorientación que se produce en una sociedad que tanto desea la inmortalidad, cuando la muerte decide que ya no va a morir nadie más (Las intermitencias de la muerte).

Lo triste de todo es que, más allá de las celebraciones oficiales a su figura, para la mayoría, Saramago es un escritor famoso, y ya saben que la fama dura el tiempo que tarda en cruzar el firmamento una estrella fugaz. Inmediatez demasiado ajena para un escritor que prefirió callar cuando no tenía nada que decir.  

lunes, 21 de noviembre de 2022

El arte como chivo espiatorio del fanatismo

 


Siempre he pensado que el arte es una de las expresiones que como especie nos hace diferentes al resto de los animales. Es esa capacidad de abstracción la que nos convierte en seres culturales y hace que tengamos el talento necesario para intelectualizar nuestro entorno, y en el caso del arte, además, creando belleza. No es una casualidad que dos personajes tan dispares como Oscar Wilde y Friedrich Nietzsche, pensaran que el arte es una necesidad para vivir, o que sin el arte la vida sería un error.

No existe ningún pueblo, tribu o colectividad humana en la que el arte no haya tenido una importancia vital para su subsistencia. De diversas maneras, con diferentes visiones, ninguna civilización, desde que los humanos dejaron de ser homínidos, ha dejado de ver el arte como el centro en torno al cual se ha proyectado el alma de cada uno, que es como decir el alma por donde las comunidades han transitado en la búsqueda de la belleza y de una explicación del mundo. Habría que remontarse varios milenios atrás en el tiempo, y seguiríamos viendo como los hombres y mujeres de la prehistoria plasmaban sus anhelos en pinturas y esculturas, facturadas con arte.

Quizá por eso, cuando se ha querido humillar a un pueblo, negar un sentimiento, ningunear una religión, una ideología o una forma de vida, se ha destruido su arte, en un intento de despojar a esa comunidad de identidad, porque qué otra cosa no es el arte sino la identidad colectiva e individual expresada a través de la belleza.

Así los talibanes destruyeron figuras de Buda; los nazis y fascistas de cualquier pelaje han quemado libros, prohibido determinadas músicas o perseguido a artistas que no eran de su agrado, en un intento de afirmación de su voluntad sobre la capacidad de crear libremente en consonancia a una manera de interpretar la realidad que les rodeaba.

Es por todo lo anterior, por lo que no acabo de entender los ataques que están sufriendo algunas obras artísticas, que no porque no provoquen desperfectos irreversibles dejan de ser atentados contra el arte. Ni siquiera la defensa del planeta contra el cambio climático tiene justificación,  porque nos deja huérfanos de inteligencia y nos iguala en cerrilismo a cualquier especie sin capacidad de razonar o crear belleza como fruto de la abstracción intelectual.  

Decía hace unos días el gran Antonio López, que las protestas en los museos por el cambio climático le parecían algo sucio, desagradable y basto. Actos que degradan la importancia de la denuncia que se quiere hacer y demuestran la ignorancia en la que acaban cayendo aquellos que hacen de una idea una religión absoluta.                

lunes, 14 de noviembre de 2022

España se rompre..., otra vez.

 


¡¡¡Vaya, otra vez se rompe España!!! Por enésima vez, España se rompe y ya no puedo dejar de imaginármela hecha jirones. Parece que cuando gobierna la derecha la da brillo y esplendor, por esa capacidad que tiene para esconder la basura debajo de las alfombras; y que cuando gobierna la izquierda España se guarrea y aparece desatendida porque a los izquierdistas solo les gusta divertirse y vivir la vida padre. Y claro, como no tienen servicio doméstico para adecentarla…

Después de tantos motivos de ruptura de la patria, no podía faltarles uno nuevo, agotado el último, aunque este sea recurrente, por el cual nuestro pérfido e ilegítimo gobierno no va a bajar los impuestos, a los ricos, por su puesto, sino que piensa subírselos. ¡Si Franco y doña Carmen levantaran la cabeza! Aunque da igual, si ustedes escarban un poco en esas campañas tan bien orquestadas por los medios de comunicación de la derecha, es decir, casi todos los medios, y sus caras visibles de anarrosas, grisos, herreras, ferreras y losantos, podrían descubrir que detrás de cada ruptura de España hay una metedura de pata de la derecha, una corrupción que ocultar o un exabrupto de alguno de sus dirigentes que olvidar.

Veamos el último: A costa del delito de sedición, toda la derecha se ha tirado en tromba contra el gobierno acusado a su presidente de ser el infiltrado del Maligno. No se andan con chiquitas: España, dicen, está al borde del abismo, regalada por el innombrable a las huestes destructivas del independentismo. No parece que les siente muy bien, después de haber ocupado la judicatura como entró el Caballo de Pavía en las Cortes, allá por 1874, regalando cargos, prebendas y puestos de alto copete, que el gobierno cambie las normas y les deje, como vulgarmente se dice, compuestos, pero sin novia. ¿No les llama la atención, que muchas de las veces que se ha roto España han sido cuando el gobierno de felones actual ha intentado cambiar leyes que sentaban a la derecha como un guante? 

Aunque a alguno puede que no, realmente, todo esto les importa bien poco. Digo lo de la bandera, lo del himno (¿dónde está Marta Sánchez y su canto a la España invertebrada?), las tradiciones que se remontan a Santiago y cierra España, lo de la unidad de destino en lo universal, y todo lo que suene a una España, Grande y Libre. Lo que sí les importa, es lo de que les cambien las leyes. Porque lo que interesa al Partido Popular y sus acólitos es tener el poder para seguir repartiéndose el país entre ellos y sus amiguetes y pasearse como los amos absolutos de nuestras vidas.         

 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Leyendo "El dilema de Sofía" vivirás con ella el año más intenso de su vida.



Sofía de Valdivieso es una mujer madura, moderna, empoderada, soltera y de gran prestigio profesional, lo que hace que lleve una vida muy activa. Hereda de su padre un libro: un ejemplar único, manuscrito por Cervantes, de la segunda parte de El Quijote, que le hace conocer a Matías Alonso, un librero de libros antiguos, joven y atractivo. Entre ellos sucede lo que se supone que no debería ocurrir: el amor se cruza entre los dos y la vida de Sofía se desbarata, ya que no está preparada para enamorarse de un hombre veinte años menor que ella. Mientras tanto se despierta un interés creciente entre cierta gente por el manuscrito de Cervantes, pese a que su existencia se supone que es un secreto familiar, despeñando la vida de Sofía por un abismo de confusión y caos. El dilema de Sofía es una novela de amor, desamor, intriga y libros antiguos que nos sumerge en el Madrid vital y atractivo de principios del siglo XXI, y en la que ciudades como Cuernavaca, Monterrey, Marrakech, Imlil, Roma o las playas de Castelló de la Plana, tienen un papel relevante en el desarrollo de la trama.



 


sábado, 5 de noviembre de 2022

¡¡Salvadores!!

 


¡¡Salvadores!! ¡¡Qué Dios  nos libre de ellos!! Mesiánicos convencidos, neoliberales interesados, ególatras con vocación de salvapatrias, purpurados con vocación de salvaalmas,  millonarios que solo quieren salvar su culo… y su dinero, etc., etc., etc. Es lo que pasa cuando una sociedad deja de cumplir con su obligación de mejorar la vida de la gente y da paso a todo tipo de especuladores del bien y del mal, este normalmente ajeno.

Salvadores como el Banco Central Europeo, que se revuelve cuando un gobierno decide que la banca tiene que pagar más impuestos, sobre todo cuando está ganando el dinero en exceso a costa de sus clientes. Pero claro, a quién le puede extrañar que el BCE salga en defensa de los bancos con mensajes torticeros sobre la inevitabilidad de tener que hacer lo que los consejos de administración deciden que es mejor para ellos.

Salvadores como los partidos que se arrogan la obligación de defender la patria, aun a costa de sus ciudadanos, pero que en realidad solo buscan un abono fácil para ganar elecciones. Aquellos que cuando no gobiernan prefieren que todo vaya mal y, como los bomberos pirómanos, luego ya llegarán ellos para salvar el país; su país imaginado de banderas, himnos y mentiras bien regadas de dinero público en los medios.

Salvadores como los  millonarios metidos a políticos: Berlusconi, Musk, Trump, etc., que tras un trampantojo de reformas que siempre van en la misma dirección, es decir la de proteger su dinero, convenciéndonos de que solo ellos pueden salvar nuestras carteras cuando la suyas ya estén bien repletas. O  bien, aquellos que solo les interesa salvarse así mismo de sus fechorías, cuando los tribunales ya no pueden mirar más para otro lado, haciéndonos creer que la justicia es igual para todos.

Salvadores como los mesiánicos de la política, a derecha e izquierda, que entienden las ideas como una religión monoteísta, ante la que hay que arrodillarse y agradecer, con una dosis infinita de fe,  que ellos están ahí para salvarnos de  nuestra ignorancia.

Como una maldición divina, ahora que conseguíamos liberarnos de los salvadores de almas que tan sumisos nos tenían, para mayor gloria de la buena vida clerical, nos llegan los salvadores laicos, con idénticas mentiras y mismos mensajes milenaristas de apocalipsis, que no nos tienen menos mansos que los profetas de la vida eterna.

 

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...