martes, 28 de abril de 2020

Cuadragésimo quinto día de cuarentena. La caza


Cuadragésimo quinto día de cuarentena. La caza. Desde que el gobierno decretó el estado de alarma, más conocido por cuarentena, la derecha extrema y no tan extrema abrieron la veda contra cualquiera que se pusiera a tiro fácil para derribarlo. Es así de simple. No tratan de hacer crítica política, no. A lo que estamos asistiendo es a un asedio planificado con un único fin: socavar el apoyo social que tenga el gobierno para alcanzar el objetivo final, que no es otro que conseguir unas elecciones, a ver si suena la flauta y pueden volver al poder que por cuna ideológica les pertenece. No es una broma lo que les estoy diciendo. Cuando Carlos Fabra, ¿se acuerdan de él?, llegó a la presidencia de la Diputación de Castellón, dijo una frase memorable, que resume el pensamiento de la derecha en España: “Por fin la Diputación de Castellón vuelve a las manos de las que nunca debió salir” (más o menos). No es de extrañar, entonces, que cada vez que gobierna la izquierda se enfurezcan tanto, hasta convertir el país en un infierno donde es imposible respirar. Ya lo hizo Aznar cuando aspiraba a ser presidente áulico del gobierno, y lo volvió a hacer Rajoy, plagando el país de mentiras, y ahora lo hace Casado, alumno aplicado de sus dos anteriores predecesores, pero esta vez, mucho más bestia, porque le tiene que comer el espacio de la grosería política a la extrema derecha de Abascal. Para todos ellos, dotados de la grandeza de los Grandes de España y del excelentísimo caudillo Francisco Franco,  la izquierda es una advenediza del poder, al que  nunca deberían llegar. Como esos novios de chicas bien, que por pertenecer a la chusma del arroyo social, nunca son bien recibidos y siempre rechazados.   
De ahí que la veda de caza se haya abierto. ¿Cómo? Mediante el desprestigio en las redes sociales y medios de comunicación afines, que manejan muy bien a base de dinero, lanzando bulos, atentando contra la honestidad de sus víctimas y agitando el fantasma de la ruina nacional, como ya hizo Franco y sus huestes fascistas, para justificar el golpe de estado de 1936, que acabó sumiendo a la sociedad española en una etapa de oscuridad como hacía siglos que no se vivía.
Fernando Simón es el tentetieso que se lleva todos los golpes. No importa su valía profesional y académica (debe ser porque no la obtuvo en la Universidad Rey Juan Carlos o en un master de Harvard en Aravaca). Después viene el ministro de Sanidad Salvador Illa; a este si le cuentan su trayectoria académica: es filósofo, dicen, un negado para dirigir un problema sanitario. Con Illa han lanzado la artillería más pesada a través de testaferros sindicales, jamás preocupados por la salud y la seguridad de los trabajadores, ahora interponiendo demandas contra el ministro por no atender a los riesgos laborales de los sanitarios. ( A lo mejor mañana hablamos de esto).
Hay muchos más, incluso un general de la Guardia Civil, al que han montado un Auto de Fe, por unas declaraciones tontas, que solo trataban de poner coto a la sarta de mentiras que están lanzando constantemente a los medios y redes sociales. No voy a hablar de las burradas que se han dicho contra Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Irene Montero, Fernando Marlasca, etc., etc., etc. El catálogo de especies cinegéticas no tiene fin.
Mientras, la ínclita presidenta de la Comunidad de Madrid, especie protegida, tiene las santas narices de abandonar una reunión entre los presidentes de las comunidades autónomas y el gobierno, para irse a misa. Y yo me pregunto: ¿ A qué misa, si están prohibidas? ¿No hay nadie en su partido que sienta vergüenza ajena? 
Nos vemos a las ocho.

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