jueves, 26 de septiembre de 2019

Y se acabó el bipartidismo


Queríamos acabar con el bipartidismo, que tanto daño había hecho a España, y lo conseguimos: tres partidos a la derecha, tres partidos a la izquierda. Dos bloques, perfectamente definidos, como había antes, solo que ahora hay que repartir la tarta entre más. Lo que más me sorprende es que los dos partidos que llegaron con un discurso tremendista contra el bipartidismo, son los que más se quejan de que surjan partidos nuevos. Parece que no digieren repartir el poder que ellos habían pensado les podía tocar, entre más.
  Ahora todo el mundo se queja de que la irrupción de Más País fracciona la izquierda, al dividir el voto entre tres. ¿Cuál es el problema? ¿Que donde no se han puesto de acuerdo dos, se van a tener que poner de acuerdo tres? A lo mejor esa es la solución , para acabar con tanto dogmatismo político. En la Comunidad Valenciana, desde hace ya varias elecciones, la izquierda se distribuye en tres opciones y gana elecciones y gobierna. Es cuestión de ofrecer confianza a los electores y ganas de gobernar, no de mandar.  


martes, 24 de septiembre de 2019

Moralistas y política


Dos concejales del ayuntamiento de Castellón han renunciado a la subida de sueldo que aprobó la corporación hace un par de meses. Aunque pueda parecer un gesto de honestidad, tendrían que aclarar si con ellos mismos o con una ciudadanía que no les reclama ese gesto, porque lo que rezuma es un acto de moralismo cuasi religioso; un mensaje que recuerda a los cuáqueros anglosajones, defensores de que la divinidad está en cada uno de nosotros, sin intermediarios. Un cierto fanatismo religioso sin Dios.
Tanto moralista empieza a ser ya aburrido, con sus discursos ungidos de verdad, la única verdad frente a los descarriados que no ven el mundo como ellos. Nada que no hayamos escuchado cientos de veces desde los púlpitos de las iglesias, sinagogas o mezquitas. Desgraciadamente, en este siglo XXI estamos rodeados de moralistas, que nos quieren conducir por el buen camino, que es siempre el que ellos transitan. Y lo que menos necesita la sociedad actual, es ese tipo de personajes, que son un lastre para la libertad individual y, lo que es peor, para la libertad colectiva. Son un freno a las políticas progresistas, que intentan una organización social más tolerante, justa e igualitaria.
 Pero hay otro elemento mucho más peligroso que el moralismo, detrás de la renuncia de unos concejales a una subida de sueldo. Lo que se esconde es el discurso de degradación de la política tan de moda en determinados grupos sociales, imbuidos por ese anarquismo de salón tan al uso en España, que no conduce a ninguna parte, salvo a que los poderosos sigan campando a sus anchas por la geografía patria.
Cuando se cuestiona el sueldo de los políticos o se renuncia a él por motivos morales, el mensaje que se está lanzando a la sociedad es que la política es un asunto menor, que no tiene por qué ser remunerado, o en todo caso de manera simbólica. Esto es terrible porque nos deja desnudos ante el poder del dinero; a que sólo los Donald Trump o Jesús Gil de turno puedan dedicarse a la política, porque ellos no necesitan un sueldo para vivir. Es el camino de la plutocracia, del gobierno de los ricos; la puerta abierta para la corrupción y el uso del Estado como un apéndice de los negocios de sus dirigentes.
Vale ya de tantas lecciones de moral. Lo que tienen que hacer los políticos y concejales del ayuntamiento de Castellón, es gestionar bien el poder que les hemos otorgado; planificar adecuadamente un proyecto de ciudad sostenible, segura, ecológica, en igualdad, culturalmente avanzada e innovadora. Todo con un único fin: el bienestar de sus ciudadanos.
Porque nos importa un pepino lo que ganen, si hacen las cosas bien. Y el que tenga problemas de conciencia que se confiese o dimita. Ya nos encargaremos la ciudadanía de evaluar si su gestión es buena o mala.   
   

jueves, 19 de septiembre de 2019

Reseña "El deseo de Erika" de José Luis Labad


José Luis Labad es un poeta de reconocida arquitectura con los versos y prestigio por su obra, que ya va por los ocho poemarios publicados. Desde hacía tiempo venía contando que estaba preparando una novela, y nos transmitía sus temores en un género que no era al que estaba acostumbrado. Como es un hombre tenaz, el año pasado se publicó esa primera novela que muchos esperábamos: “El deseo de Erika” (Fussión Editorial. 2018).
Hay que decir, que sale bastante bien parado del intento, y que cumple con suficiente solvencia uno de sus objetivos, como es  poner en el mundo de la literatura el barrio donde lleva toda su vida residiendo, el Poblado Dirigido de Orcasitas en Madrid. Recorre con bastante maestría sus calles y plazas, y sobre todo retrata como nadie el ambiente de un barrio de la periferia madrileña, de esos que hace años se llamaban obreros.
“El deseo de Erika” es una búsqueda de la identidad propia en un mundo cada vez más plano, donde todo está cortado por el mismo patrón. Esa búsqueda por ser uno mismo, está contada en primera persona por un personaje, que precisamente diluye toda su identidad en el amor por Erika, en el deseo que este le provoca, no solo sexual, también emocional. Y es aquí donde reside uno de los grandes aciertos de la novela: el contrapunto que existe entre Roberto absolutamente entregado a la relación  y Erika, enamorada de Roberto pero abierta a encontrar en  nuevas experiencias, sobre todo sexuales, una identidad que no alcanza a hallar en el seno de su pareja.
José Luis Labad, es un hombre de mundo y no ha querido dejar al margen de su narración temas tan candentes en la actualidad como el paro, la violencia de género, la soledad, el amor, el deseo sexual, los celos, la desorientación espiritual y la capacidad de autodestrucción personal que tenemos los humanos.
Para finalizar, advertir que “El deseo de Erika” tiene varias lecturas, todas ellas interesantes, pero la magia de esta novela está en no quedarse varado en alguna de ellas, sino navegar entre todas, para disfrutar plenamente de sus páginas   

jueves, 12 de septiembre de 2019

Cambio climático ¿Y ahora qué?


En los años ochenta del siglo pasado, pusieron en la 2, entonces solamente había dos cadenas de televisión, un documental sobre el cambio climático, que unos científicos habían advertido que se estaba produciendo, por causas del aumento de la contaminación  ambiental y explotación de recursos indebida. Ha llovido mucho desde entonces, se han escrito el equivalente a  varias decenas de quijotes sobre el tema, se han hecho conferencias internacionales, programas de televisión, tertulias radiofónicas, cátedras universitarias… y seguimos igual. Peor, porque los augurios más agoreros de aquellos expertos locos y denigrados por ir contra el sistema económico mundial, se están cumpliendo.
Parece que ahora se empiezan a evaluar los costes económicos del cambio climático. Es buena noticia, porque solamente los Estados pondrán freno a esta carrera hacia la destrucción del planeta, cuando los costes superen a los beneficios. Y en ello parece que estamos. La destrucción del litoral por devastadoras tormentas capaces de soltar en pocas horas el agua de  muchos meses; la quema incontrolada de bosques; la contaminación provocada por combustibles fósiles, híbridos y sin hibridar; las olas de calor y frio a destiempo; el abuso de recursos para criar ganado como si fueran bienes de producción industrial; el crecimiento desmesurado de las tierras agrícolas, en manos de grandes multinacionales, que esquilman los recursos naturales con el único fin de especular con la agricultura y aumentar sus beneficios; el recurrente abuso de la mentira y el engaño de gobiernos y empresas, vendiéndonos la idea de que están haciendo algo por el medio ambiente, cuando sólo están maquillando la depredación que hacen de recursos y los insoportables niveles de contaminación que generan; y lo que es peor: la muerte, el empobrecimiento y destrucción de la vida, que está provocando el cambio climático,  nos están avocando a un mundo sin recursos y enfermo, en el que la diferencia entre clases cada vez va a ser más acusada, ya no tanto por los niveles de renta, sino por el acceso a los recursos naturales.
Nos dicen que cada uno de nosotros podemos hacer algo, pequeños actos para revertir el cambio climático. Calderilla frente a lo que el poder puede hacer, que además nos tiene con la atención alejada de su responsabilidad. Nosotros podemos asumir una parte de la solución adquiriendo conciencia, no porque reciclemos o cerremos el grifo o nos compremos un coche hibrido o dejemos de usar plásticos. Todo hace, pero la verdadera asunción de responsabilidades vendrá cuando exijamos a los gobiernos que actúen; cuando dejemos de comprar todo aquello que contamina o esquilma recursos; y sobre todo, cuando retiremos nuestro voto a aquellos que no se comprometan, con medidas de verdad, a revertir el cambio climático. Esa es nuestra arma; la carga de profundidad que tenemos contra un sistema que prioriza el beneficio económico por encima de nuestra salud y la del planeta, que es lo mismo.
¿Por qué no se han desarrollado más las energías renovables? ¿Por qué seguimos con vehículos impulsados con combustibles propios de la segunda revolución industrial? ¿Cuál es el motivo para qué la producción de alimentos, de todo tipo de alimentos, se haga con métodos industriales, que están denigrando nuestra alimentación y agotando recursos? Cualquier pregunta que nos hagamos tiene una sola respuesta: El control de los recursos y los beneficios que estos aportan a las grandes multinacionales del  mundo, en complicidad con los gobiernos.
Frenar el cambio climático, es una de las grandes revoluciones que tenemos que hacer en el Siglo XXI, quizá la más importante, porque si no hay planeta o lo hacemos difícilmente habitable, nada tiene sentido. Está bien que hagamos micro actos individuales o en pequeñas comunidades, pero eso no es suficiente; eso es el triunfo del pensamiento liberal positivista, que nos hace creer que el individualismo es el motor que impulsa la sociedad. Error si lo aceptamos. El individualismo de nuestros actos, es el divide y vencerás, el zapato hecho a medida para que el poder se sienta cómodo. Sólo si asumimos la tarea de revertir el cambio climático con acciones colectivas que pongan al poder contra las cuerdas, y esto no tiene que ser violento, lo digo como aviso a navegantes, podremos dar la vuelta a esta tortilla que ya huele a quemada.     

martes, 3 de septiembre de 2019

EL DIRECTOR. Reseña del libro


David Jiménez, en su libro “El Director”, hace un ejercicio de malabarismo para mostrarnos el sombrío mundo de las relaciones del poder y los medios de comunicación, sin que parezca que se trata de una vendetta contra el diario en el que trabajó muchos años y acabó dirigiendo hasta su defenestración.
Ignoro cuánto hay de verdad y de venganza en sus páginas, pero más allá de sus opiniones acerca de algunos de sus antiguos compañeros y directivos del periódico, lo que hace David Jiménez es poner negro sobre blanco, en papel y para la eternidad, lo que es un secreto a voces en esta España de fobias y filias, de corruptos y moralistas, de un poder que tiene entre sus objetivos primordiales controlar todo con sus sucios tentáculos, para no salir  nunca perjudicado.
Por otro lado, narra con suma pulcritud la descomposición de un medio que durante años ocupó una de las primeras plazas en influencia política e información. Malos gestores, redacciones convertidas en telerrealidad, directores abonados a la teoría de la conspiración, pesebrismo económico del gobierno de turno, todo un despropósito que no solo ha sido la hoja de ruta de ese medio, sino de todos los grandes medios de comunicación del país.
Si siempre hemos tenido detrás de la oreja que la prensa nos mentía en lo relacionado con el poder, o por lo menos nos contaba solo una parte de la realidad, ahora esa sospecha se convierte en certeza, para desgracia de una profesión donde los buenos periodistas abundan, cada vez menos libres  para ejercerla, constreñidos por los intereses de los gestores de la mano de los poderosos o quienes pretenden serlo.
reseña de

La vivienda, un derecho olvidado

  Ruido. Demasiado ruido en la política española, que sólo sirve para salvar el culo de algunos dirigentes políticos, que prometieron la lun...