martes, 29 de diciembre de 2020

2021 Un año cargado de futuro

 



Ha llegado el momento de hacer balance del año, y casi hasta da miedo, pero yo no lo voy a hacer. Bastante he escrito ya a lo largo de los meses de pandemia, de enero y febrero ya no nos acordamos de nada, en la batería de reflexiones con las que he machacado durante meses a quién las haya querido leer.

 No voy a hablar de lo pasado; demasiados y nunca pocos balances se están haciendo en estos días. Prefiero hablar de lo que está por venir, de todo lo que se otea en el horizonte y, en muchos casos, va a depender de nosotros que pueda suceder. No es que quiera hacer futurología, para eso ya están los nigromantes y los carlosjesús de turno, es simplemente tratar de ver el año que empieza con cierto optimismo, sobre todo para todos aquellos que han perdido a algún familiar, o han padecido la enfermedad; para todo los que han sufrido daños colaterales en su salud por culpa del coronavirus; los sanitarios y demás trabajadores que han estado y están siempre en la primera línea del riesgo; para quienes han perdido su trabajo y los que hayan pasado a engrosar las estadísticas de la desigualdad y la pobreza. Y por último para todos los demás, porque el año 2021 si no lo encaramos con optimismo será terrible desde el punto de vista de la salud mental y colectiva, y no hay nada peor que una sociedad deprimida y, por tanto, incapaz de asumir los retos que tiene por delante.

Es posible que el año no sea todo lo “normalizado” que nos gustaría: todavía la mascarilla seguirá empañándonos las gafas, la inmunidad colectiva de la vacuna tardará en tener efecto inmunológico en la población y la economía seguirá en la UCI durante unos meses, hasta que volvamos a recobrar la confianza y el empleo se empiece a recuperar. Todo eso irá pasando, y nosotros debemos estar convencidos de que pasará. Basta ya de agoreros que nos anuncian el apocalipsis día sí y día no. De milenaristas que ven el fin del mundo en cada esquina.

La humanidad vive en constante riesgo provocado por la naturaleza: los virus están ahí desde que la Tierra empezó a albergar vida; hay catástrofes naturales brutales como terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, tsunamis, diluvios, etc., y eso no nos ha impedido avanzar y hacerles frente en la medida de nuestras posibilidades. Seguirán estando entre nosotros al acecho, y con ellos nos hemos acostumbrado a vivir.   

Pero hay otros riesgos en los que sí podemos actuar, porque han sido provocados por nosotros, desde el cambio climático y todas sus secuelas de destrucción de vidas, haciendas y construcciones humanas; la pobreza secular, que en los últimos tiempos vuelve a niveles que ya creíamos olvidados; la contaminación, que mata a cientos de miles de personas en el mundo todos los años; las guerras, uno de los inventos de la humanidad más bárbaros que han existido jamás; las migraciones y toda la carga de dolor y desarraigo que arrastran en quienes las sufren; y un  etcétera demasiado extenso. En todo ello, podemos intervenir nosotros, y después de una crisis mundial como la actual, deberíamos ponernos a pensar cómo nos gustaría que fuera el futuro. Nada de ambiciones revolucionarias que solo conducen a la miseria de la postrevolución, más bien cambios que nos hagan mejorar lo que ya sabemos que está mal.

Es el momento, después de una pandemia que casi ha reseteado el mundo, sobre todo el occidental, de reflexionar y pasar a la acción, porque en nuestras manos está reiniciar la sociedad para que sea más justa, más segura, más divertida y más sana. Pero para ello hay que ser optimistas, confiar en nuestras posibilidades y no sucumbir al pesimismo atávico al que los poderes de siempre nos han inoculado. Esa es su arma para volver a la casilla de partida de un mundo del que solo ellos obtienen beneficios.

Está en nuestras manos acabar en una sociedad distópica o en una sociedad eutópica para todos y todas.  2021 puede ser el principio de ese cambio de rumbo personal y social del que tanto hemos hablado durante la pandemia.



sábado, 26 de diciembre de 2020

El silencio real de los langostinos

 


El rey Felipe VI dice en su discurso de Nochebuena (ese que todo el mundo ve sí o sí, por mucho que cambies de canal, pero nadie escucha, porque esta cenando o con los últimos preparativos de la cena) que la ética está por encima de las consideraciones familiares. Una buena forma de dar carpetazo a un asunto del que no quiere hablar ni como rey ni como hijo. Lo que no queda claro es a qué tipo de familia se refiere cuando hace esa alusión: ¿A una familia cualquiera? ¿A la familia es la familia de Vito Corleone cuando le dijo a su hijo: “Nunca digas lo que piensas a alguien fuera de la familia”? ¿A la familia Telerín? No queda claro. Y es lo que pasa con la ambigüedad, que nunca se calcula bien y siempre deja insatisfechos a muchos. Es como cuando quieres ligar y la otra persona está deseando que le preguntes ¿en tu casa o en la mía?, y tú te pasas la noche tomando cubatas y diciendo gilipolleces, y al final duermes solo.  

Mal asunto este y el otro del que no habló. ¡Hombre Felipe VI!, que tenga vuesa majestad a un nutrido grupo de militares tocando arrebato contra la democracia, incluso con número de muertos necesarios para instaurar el fascismo, y usted, capitán general de los ejércitos, no diga nada, da mucho que pensar. Porque  a los españoles, que somos muy refraneros, enseguida se nos viene a la cabeza el de quien calla otorga.  

En fin, debe pensar que como nadie le escucha, ocupados con pelar las cabezas de los langostinos, tiene licencia para decir y no decir lo que le venga en gana, para eso es rey inviolable.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

España ya no es juancarlista

 


Durante años hemos estado escuchando el mismo mantra: "los españoles no son monárquicos, son juancarlistas", una forma muy sutil de despachar cualquier veleidad republicana que pudiera asomar la cabeza. Y era cierto. Durante varias décadas, la figura de Juan Carlos I, no ha tenido fisuras en el aprecio de una gran parte de la sociedad española. Quizá, porque se construyó un relato de heroico hacedor de la democracia y salvador glorioso de esta después. Claro, que para ello se ocultó, durante décadas, cualquier información relativa a la  Casa Real, en un pacto de silencio que debería avergonzar a todos aquellos que claman, cuando les interesa, en favor de la libertad de prensa.

Todo funcionó bien hasta que se cruzaron los elefantes en el camino de la corona y la figura del rey empezó a desdibujarse en el imaginario de la sociedad, mostrándose como un ser mortal, que como todos los mortales tiene un lado luminoso y otro oscuro. Pero el rey no es un mortal cualquiera como usted o como yo, porque no es una persona común, sino que representa a la más alta institución del Estado, nos guste o no. Y si su vida disipada de millonario decimonónico, sus líos de faldas, su matrimonio roto y todo lo que fuimos sabiendo poco a poco empezaron a desvirtuar su figura ante los españoles, hasta el punto de tener que decir lo que a buen seguro no le hizo ninguna gracia: “Perdón me he equivocado, no volverá a ocurrir”, su figura todavía disfrutaba de cierto prestigio, aunque una marejadilla empezaba a agitar la conciencia de muchos juancarlistas, enseñándoles el camino del republicanismo. Lo que obligó a los poderes fácticos del Estado a hacerle dimitir para salvar la monarquía, abdicando en su hijo, actual rey.

Pero los intentos de reflotar un barco con demasiadas vías de agua, se vienen abajo cuando se empieza a conocer la verdad de un personaje, que tendrá que compartir en la historia su papel de rey con el de corrupto. Porque el descubrimiento de sus actividades al margen de la Ley (la corrupción, por muy real que sea, no se puede calificar de otra manera), como gran comisionista internacional, que ha utilizado su papel regio para amasar una gran fortuna (en eso se parece a su abuelo Alfonso XIII), lo que pone en solfa a la monarquía, que ya es incapaz de cerrar las vías de agua, incluso enviándolo al extranjero (que manía tiene esta familia de irse al extranjero a ver si escampa, cada vez que tiene algún problema con la justicia). Y no digamos, después de esa regularización exprés de una parte de sus deudas fiscales, penadas con delito de cárcel, que ha dejado en evidencia al gobierno, a la oposición , a la Agencia Tributaria y a la propia monarquía.

No hay por donde coger el tema. Y si la derecha se ha empeñado, como está haciendo denodadamente,  en secuestrar para sí a la monarquía, como si fuera de ella, al igual que la bandera, el escudo, el himno y España entera, mal augurio tiene el futuro de la Casa Real en España, más todavía, cuando el rey actual guarda un silencio sepulcral y sospechoso de complicidad con la actuación de su padre. 

Pero dicho esto, tampoco tengo claro que la sociedad española sea absolutamente republicana. Sobre todo, cuando la República está siendo acaparada por una parte de la izquierda, como una seña de identidad excluyente de todos los demás. Es decir, para ser republicano tienes que ser de izquierdas, sino eres monárquico. Demasiado determinismo infantil. Porque debemos tener en cuenta una cosa, o varias. Hasta que no haya un partido de derechas republicano, no habrá República en España, a no ser que algunos piensen en una república revolucionaria, que tantos días de gloria dio a la II República española, hasta el punto de sacrificarla en aras de la revolución.

En 1931 se alcanzó la Republica porque se dieron dos circunstancias: una, que la sociedad urbana española estaba hasta el gorro de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera y de una monarquía que solo defendía a los poderosos, tratando al resto no como ciudadanos, sino como súbditos. Otra, que en ese contexto una parte de la derecha se identificó con la Republica, por las mismas razones expuestas anteriormente. Y quizá, en ambos casos, porque se pensaba que la ética democrática no es compatible con una institución que obtiene cargos y prebendas públicas solo por haber nacido en una cuna real.

Todo esto dista mucho de la sociedad española actual, no dándose ninguna de las dos circunstancias anteriores. Lo que no quita para creer que está en proceso de maduración hacia la República. Pero en ese proceso, algunos se están equivocando, al plantear insistentemente el debate sobre la desaparición de la monarquía, tomando como referencia las fechorías del rey emérito. A este hay que juzgarle sin privilegios, porque a pesar de lo que nos quieren hacer ver, ante la Ley es uno más. Por cierto, no estaría mal que el rey actual renunciara a la inviolabilidad legal en la que se están amparando los monárquicos para proteger al rey emérito de una larga carrera de corrupción.

En las circunstancias actuales de crisis sanitaria y económica aguda, hacer de la caída de la monarquía un asunto de primer orden, es síntoma de una bisoñez política, muy propia de alguna izquierda, que piensa que solo es bueno lo que ellos creen. Además, lo que están provocando es un cierre de filas de la derecha en defensa del rey actual y la corona. Torpeza absoluta, que nos hará retrasar un montón de años el camino hacia una república en la que quepamos todos, los que nos consideramos de izquierda y los que se proclaman de derecha.

La República no es un asunto de derechas e izquierdas, sino de maduración ética y política de la sociedad, pero sí deben estar comprometidas con ella unos y otros. Todo lo demás son brindis al sol, que para lo único que sirven es para enrarecer el debate político y enconar las posturas.

Si España ha dejado de ser juancarlista, no hagamos que se convierta en felipista, y tiro porque me toca, en la casilla de la República nunca caeremos. 

   

 


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Cuando la violencia de género atraviesa la historia

 


En 1619, Francisca de Pedraza, madre de dos hijos, ama de casa y casada con Jerónimo de Jaras, presento una denuncia por malos tratos ante la justicia civil en Alcalá de Henares. Por supuesto no la hicieron caso. De nada sirvieron los siete años de palizas y humillaciones de su marido, incluso hasta llegar a provocarla un aborto por una paliza en la calle.  Pero Francisca no se amilanó, a pesar de las presiones del cura de su parroquia y de saber que todo estaba en su contra. Vivía en una sociedad donde la mujer era un simple apéndice del hombre, sin ningún tipo de derechos, ni siquiera consideración hacia la violencia que su marido estaba ejerciendo ante ella. Nada nuevo que no sepamos y vivan muchas mujeres hoy.

Así en 1620 presentó denuncia ante la justicia eclesiástica donde consigue que a su marido se le pida que sea bueno con su mujer (sic), algo que como pueden ustedes imaginarse al marido no le hizo mella. Pero Francisca era una mujer inasequible al desaliento, ente otras cosas porque su vida pendía del hilo de la próxima paliza de su marido o de que la justicia la hiciera caso. Consigue una entrevista con el nuncio del Papa y este le autoriza a que pueda presentar su caso ante la jurisdicción que ella considere.

De esta forma el caso de malos tratos que su marido ejercía sobre ella llega a la Audiencia Escolástica de la Universidad de Alcalá de Henares, que en 1624 dicta sentencia, firmada por el rector Álvaro de Ayala: prohibimos y mandamos al dicho Jerónimo de Jaras no inquiete ni moleste a la dicha Francisca de Pedraza…por sí ni por sus parientes ni por otra interpósita persona”. La sentencia de divorcio estuvo acompañada por una orden de alejamiento y la devolución de la dote. Francisca de Pedraza no solo obtuvo justicia, sino que pudo vivir la vida en paz hasta su muerte.

Esta historia, verídica, tiene muchos mimbres que llegan hasta la actualidad. Francisca de Pedraza tuvo mucha suerte, que era lo único que podía tener en el siglo XVII: el apoyo de familiares y amigos; la empatía de un personaje muy poderoso, que le permitió seguir adelante con su caso, pero que podía haberle cerrado el camino; y el sentido de la justicia de un presidente de tribunal honesto y ecuánime.

Hoy acabar con la violencia de género no podemos fiarla a la suerte, sino a la justicia de una sociedad que aspira a ser igualitaria, a pesar de los intentos por minimizarla de muchos, demasiados todavía. Francisca de Pedraza nos enseña una cosa: que su fuerza interior era muy superior a su miedo y luchó hasta el final con determinación. Pero en la actualidad eso solo  no debería bastar, ni siquiera unas leyes igualitarias. La violencia de género tiene unas raíces muy profundas, que no son fáciles de cortar, tanto, que cuando leemos el caso de Francisca de Pedraza nos parece que fue ayer… u hoy.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Educación concertada no privilegiada

 


¿Alguien me puede decir dónde está recogido que la educación concertada se a un derecho constitucional? En el artículo 27 de la Constitución, tan aireado ahora por la derecha, desde luego no. Salvo que se quiera no ya usarla a su antojo, sino modificarla cuando les viene bien, siento decirles que, salvo error u omisión por mi parte, la educación concertada no es un derecho constitucional, ni siquiera un derecho al que se pueda apelar para defender lo que no es más que el interés adoctrinador de la Iglesia (el 73% de los colegios concertados pertenecen a esta), sin olvidar el económico, y la segregación del alumnado en colegios privados financiados por el Estado, de los colegios públicos.

No sé a qué se refieren cuando hablan de la libertad de enseñanza. Yo siempre la he entendido a que el docente tiene libertad de cátedra, es decir, copio de Wikipedia:  el derecho a la libertad que corresponde a los estudiantes y profesores para poder aprender, enseñar, investigar y divulgar el pensamiento, el arte y el conocimiento, sin sufrir presiones económicas, políticas o de otro tipo por ello”. No sé dónde encaja esto en la libre elección de centro, que tanto gusta a la derecha pija y neoliberal. A mí esto, siempre me ha dado un tufillo xenófobo, de rechazo a que sus hijos compartan aula y experiencias con extranjeros que ellos no consideran dignos de su categoría.

En un país con mayor interés por la educación pública, y menos privilegios de la Iglesia, la educación concertada tendría una presencia mucho menor de la que tiene actualmente, un 33% de los centros educativos en España son privados con financiación pública ( en Madrid y Cataluña ascienden al 50%), frente al 17%  en Francia o un 4% en Portugal. Pero incluso este no es el problema.

No voy a demonizar yo aquí la existencia de los colegios concertados, ni negar el papel que juegan en el sistema de enseñanza, en algunos casos bastante dignos y de calidad educativa. Pero en España la educación pública viene siendo objeto de recortes presupuestarios y desprestigio, por parte, sobre todo, de los gobiernos de derecha autonómicos y estatales. Están ahí y eso es una evidencia que no se puede obviar. Pero lo que no puede consentir un Estado moderno y democrático, es que la educación concertada se haya convertido en muchos casos, en un reducto de segregación, de adoctrinamiento religioso, de negocio económico, de desigualdades sociales y de separación por sexos. Eso es insostenible, si además está financiada por el Estado, pues corresponde a este el deber de que se cumplan las mismas normas que en la educación pública. Educación concertada sí, pero bajo el estricto control del Estado. No son colegios privados, más bien habría que encuadrarlos en la categoría de semipúblicos.

En España, la derecha ha convertido la educación concertada en un apéndice de la privada, cuando debería ser un apéndice de la pública. Y el que quiera elitismo, segregación y valores católicos, que lleve a sus hijos a un colegio privado y se rasque el bolsillo. Pero claro, eso a la Iglesia, principal defensora y beneficiaria de la enseñanza concertada, le pone los pelos de punta, no vaya a ser que pierdan dinero y poder en la sociedad.       

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Los presupuestos no son inocuos y la derecha lo sabe

 


El escenario más temido por la derecha se está empezando a materializar estos días en el Congreso. Porque no hay nada que puedan temer más que se aprueben los Presupuestos Generales del Estado y el gobierno de Pedro Sánchez tome oxígeno hasta agotar la legislatura. Eso es lo que llevan pretendiendo que no se produzca desde las últimas elecciones; diría que desde el minuto uno de la victoria de la izquierda. Toda su estrategia se ha basado en intentar que el Congreso devolviera los PGE, y que como ya pasó en la vez anterior  no tenga más remedio que convocar elecciones. Suma y sigue, hasta la victoria final, que eleve a Pablo Casado a los altares de la Moncloa. Ese es el único objetivo de la derecha, que tardaría cero coma en reeditar a nivel nacional los pactos PP-CS-VOX.

En medio de ese objetivo se les ha cruzado la pandemia, y con ella por bandera, utilizando torticeramente a las víctimas por coronavirus de estos meses, igual que lo hacen siempre que les interesa las del terrorismo etarra, han intentado por activa y por pasiva que cayera el gobierno y la misión ya estaría cumplida.

Pero volvamos a los PGE. La derecha sabe dos cosas, principalmente:

Primera, que no son inocuos. Es decir, que son política en estado puro, porque toda la acción de gobierno pasa por su aprobación y desarrollo; a pesar de lo que nos quieren hacer ver sus medios de comunicación afines, presentándolos como si de un balance, en el que hay que cuadrar debe y haber, se tratara. Esto es absolutamente falso, ya que si hay una acción de gobierno politizada al máximo exponente esa es la elaboración de las cuentas públicas. Es aquí donde más se pueden diferenciar unos gobiernos de otros, al entrar en barreno la ideología como armazón que los sostiene. El PP es un maestro en ello, porque ha sido durante sus etapas en el gobierno cuando más ideología han destilado; ahí están los recortes en el estado de bienestar, las privatizaciones de los servicios públicos y las políticas económicas protectoras del capital y los capitalistas, mediante exenciones fiscales, laxitud en la persecución de los delitos tributarios y/o el reparto desigual de la riqueza. Porque de esto es al final de lo que se trata: de cómo se reparte la riqueza entre los españoles y qué medidas e instrumentos se articulan para hacer ese reparto. Y cómo la economía, al final es un  sistema de vasos comunicantes, si se beneficia a los ricos, se perjudica al resto de la sociedad y viceversa, generando más o menos desigualdad entre la ciudadanía.

Segundo, que un gobierno que consigue aprobar los PGE, es un gobierno difícil de tumbar, porque al margen de toda la legislación que pueda presentar al Congreso ajena a los presupuestos, ciertamente no mucha, con los presupuestos aprobados tiene recorrido para la acción de gobierno, y eso, la derecha no puede consentirlo. De ahí que utilice todas las artimañas mediáticas (bulos y mentiras), posibles para intentar impedirlo. Sin olvidarnos de las argucias parlamentarias, como presentar miles de enmiendas parciales para retrasar su aprobación, algo que ya hacían en la primera legislatura de la República, para bloquear las iniciativas legislativas del gobierno. Ahora, toda la polémica con Bildu es una patraña política, que solo tiene como objetivo desestabilizar al gobierno, con el apoyo inestimable de algunos barones del PSOE echados al monte del nacionalismo español, pensando en unas hipotéticas elecciones a corto plazo. 

Por eso pensar que la derecha va a apoyar unos presupuestos de un gobierno de izquierdas es un trampantojo dialéctico, porque iría en contra de sus intereses y principios. No nos engañemos, en el caso de España no es lo mismo salir de la crisis provocada por la pandemia con unos PGE de derecha que con unos de izquierda. Sobre todo para la mayoría de la población. Solo tenemos que mirarnos en el espejo de la memoria y comparar el presupuesto del gobierno actual, con los que elaboraba el gobierno del PP en la crisis del 2008. Y en el caso de CIUDADANOS, es un señuelo para romper los apoyos que el gobierno pueda tener a su izquierda; saben perfectamente que nunca llegarán a apoyar unos presupuestos con la vitola de la izquierda. Pero, si por el camino consiguen que Pedro Sánchez pierda apoyos, el horizonte de unas elecciones a corto puede no ser una quimera.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Los marqueses del PSOE nunca descansan

 


Han tardado mucho en salir los marqueses del PSOE en alinearse con la derecha, una vez más, para lanzar sus acometidas contra Pedro Sánchez, ahora con la inestimable colaboración del fósil Alfonso Guerra; no tardará en aparecer Felipe González, parar cerrar el círculo de los que nunca perdonarán a Pedro Sánchez haberles quitado el poder omnímodo en el partido.  No, no hay paz en el PSOE, ni el poder ha cerrado las heridas abiertas desde los acontecimientos de ida y vuelta de despido y regreso del actual presidente del gobierno, a la secretaría general. Las espadas están en alza y, por eso, a la mínima las sacan a relucir, amenazantes, para que no se olvide que le queda el tiempo justo de seguir como presidente del gobierno, para que se inicien otra vez las hostilidades, con los mismos nobles y pajes como protagonistas.

A los barones: Fernández Vara, García Page, Javier Lambán y Susana Díaz -esta sospechosamente callada, no vaya a ser que pierda opciones de volver a ser la reina del socialismo andaluz, con aspiraciones hispánicas-, no les gusta que el gobierno avance contra viento y marea en sus políticas progresistas. Por eso no aceptan que el ejecutivo tenga que ser compartido, y mucho menos que no se haga todo lo que ellos quieren que se haga. El gobierno está controlado por Pablo Iglesias, dicen, mostrándonos su incapacidad para entender lo que significa un gobierno de izquierda no monocolor.

Pero no lo dicen  porque realmente lo piensen, sino porque lo que les pide el cuerpo es mostrar al gran público de electores que Pedro Sánchez es un dirigente débil, incapaz de gobernar con autoridad, porque tiene que consensuar las medidas de gobierno con el enemigo. Sí, digo bien. Para estos nobles del socialismo español, el enemigo no es la derecha cavernícola que hay en España, la que ellos propiciaron con su abstención disfrazada de responsabilidad, pero que el resto de los españoles entendimos como una putada, que nos iba a mortificar la vida cuatro años más (les debió parecer poco lo que habían hecho antes). El enemigo es quien les obliga a tener que compartir un poder, que antes era solo suyo, en el gobierno y en el reparto de beneficios giratorios.

Les preocupa más el apoyo de Bildu (qué raro otra vez como a la derecha), que el gobierno saque adelante unos presupuestos de izquierda y progresistas, quizá porque si Pedro Sánchez no puede conseguir que se aprueben, y ellos saben muy bien que con el apoyo de la derecha nunca serán aprobados, caiga el gobierno y, entonces, volverá a ser su turno, nunca mejor dicho, para restaurar en España otro turnismo, bipartidismo lo llaman, que tan bien les ha funcionado para sentirse imprescindibles, y el país no tome una senda progresista que les excluya a ellos.  

martes, 10 de noviembre de 2020

Sanitarios rotos

 


Nos dijeron que teníamos la mejor sanidad del mundo y nos lo creímos. Hasta que la sanidad sufrió un test estrés y todo se vino abajo y descubrimos lo que ya sabíamos y nadie quería ver. Como las avestruces nos habíamos dedicado durante años a esconder la cabeza ante las listas de espera, los recortes, los equipamientos obsoletos, la mengua de las plantillas, la paulatina desaparición de camas hospitalarias, la precariedad de los contratos y el crecimiento de la sanidad privada, gracias a los conciertos que los diferentes gobiernos autonómicos vienen firmando desde hace años; un 44,6% en Baleares o  un 29,1% en Madrid,  de crecimiento en los últimos siete años.

Cuando la primera ola de coronavirus puso al borde del colapso la sanidad pública, nadie tuvo el valor de reconocer la responsabilidad que tenían en ello. Ningún dirigente salió a los medios de comunicación a pedir perdón por haber estado engañándonos durante años. A todos se les llenó la boca diciendo que tomaban nota de lo que estaba pasando y que se ponían a trabajar para solucionarlo, como si de la noche a la mañana se pudiera enderezar lo que llevaba años torcido. Pero lo cierto, es que si se pudo trampear la situación y evitar el derrumbe absoluto de la sanidad, fue gracias a los sanitarios y al esfuerzo sobrehumano físico y mental, que muchos de ellos tuvieron que realizar. Parecía que los aplausos de todos los días serían un revulsivo para que los gobernantes aprendieran de los errores del pasado y empezaran a enmendar el problema, pero todo se quedó en homenaje y agradecimiento al esfuerzo que estaban realizando. Ya lo advirtieron ellos: menos aplausos y más soluciones a los problemas del sistema sanitario público.

Llegó el verano, nos creímos que todo había pasado y los gobernantes, una vez más, miraron para otro lado. Y de aquellos barros estos lodos. Hoy, en plena segunda ola de la pandemia, con el coronavirus amenazando otra vez vidas, haciendas y capacidad de respuesta en los diferentes niveles de la sanidad, volvemos a fiarlo todo al esfuerzo de los sanitarios, al trabajo extenuante que se les prometió no iban a volver a sufrir. Y la única respuesta de los gobernantes es seguir con las mismas carencias que antes, exigir que doblen turnos, que pierdan vacaciones y que renuncien a trabajar en buenas condiciones. Si fiamos la suerte de los enfermos solo a su esfuerzo, por la falta de implementación de medidas, está todo fallando otra vez. En definitiva, recortar derechos como única respuesta a la incapacidad de gestionar bien los problemas, es el peor camino que se puede tomar, además de injusto.

Ya se acabó el tiempo de refrendo por la urgencia de las medidas y porque en momentos de crisis aguda es mejor arrimar el hombro todos juntos, que tirar cada uno por un lado. Produce una infinita vergüenza ver que los sanitarios están en el mismo punto de partida que al principio de la pandemia, pero mucho más agotados psicológicamente, con sensación de abandono y ahora viendo como los gobernantes aprietan las turcas de su incapacidad para solucionar problemas sobre ellos. País.      

 

 

viernes, 30 de octubre de 2020

Coronavirus como excusa para recentralizar España



¿Alguien puede explicarme, por qué en un sistema cuasi federal como el autonómico español, es malo que las comunidades autónomas, que son las que tienen la competencia sanitaria, tomen decisiones dispares entre ellas, para frenar la expansión del coronavirus? ¿Por  qué si en las distintas comunidades autónomas la incidencia de la pandemia es diferente, las medidas tienen que ser las mismas? Creo, humildemente, que se está generando mucha confusión con este tema, quizá con alguna intención recentralizadora del Estado, cuestionando el sistema autonómico; o lo que sería peor, que aún sabiendo que la única manera posible legal de afrontar la pandemia es respetando las competencias autonómicas, porque de otra forma habría que retirarlas esa competencia otra vez, se trata, simplemente, de desgastar al gobierno. Aunque cabe la posibilidad de que en el subconsciente de mucha gente, en donde incluyo a no pocos políticos, tertulianos y periodistas, no se tenga asimilado, todavía, que España es un Estado descentralizado, con muchas rémoras, pero cuasi federal, como decía antes. Para ser más claro, hay una parte de los españoles que no se toma en serio el sistema autonómico.

El gobierno está haciendo lo que debe: poner a disposición de las comunidades un marco jurídico para que las decisiones que tomen no puedan ser tumbadas por la justicia, y es deber y derecho de las autonomías poner en marcha medidas, que como el sentido común dicta, no tienen por qué ser las mismas en todo los sitios. Otra cosa es que haya alguna que esté tratando saltarse permanentemente  la norma estatal o tomando decisiones que solo conducen a una agravamiento del problema.

Tengo la sensación, de que más allá de que algunos partidos y su corte mediática, está tratando de torpedear al gobierno a cuenta del coronavirus, hay un mar de fondo que está aprovechando la pandemia para cuestionar el estado de las autonomías, y volver a un centralismo absurdo que solo está en la mente del nacionalismo español de la España una, grande y libre con epicentro en Madrid.

Hablando de Madrid y su presidenta Ayuso, los niveles de indecencia política a los que está llegando esta señora no tienen parangón ni en España ni en una democracia. Y lo peor, es que la confusión que genera el gobierno de Ayuso entre los madrileños, se está tratando de trasladar al resto del país. Como si los habitantes de Murcia, Valencia, Andalucía, Cataluña, Asturias, Navarra, Castilla-León, etc., no tuvieran claro lo que tienen que hacer; sus gobiernos sí están tomando decisiones que no conducen a error, sean más acertadas o menos. Porque todas, salvo Madrid, están actuando y respetando las decisiones que se toman en el Consejo Interterritorial, que digamos es un instrumento de cogobernanza en un país descentralizado, ante una situación como la actual.

Una vez más, hay que decir que Madrid no es España, y que las decisiones que toma su presidenta solo afectan y generan confusión en los madrileños, no en los vascos o extremeños. Otra cosa es que se esté jugando a convertir a la presidenta madrileña en la Agustina de Aragón de los antisistema de extrema derecha y zumbaos cósmicos que pueblan el país. O que ella se haya creído que está por encima de todos sus colegas presidentes autonómicos y del gobierno.

Tengamos claro que el virus nos va a acompañar durante un tiempo y salvo que queramos un  nuevo confinamiento nacional en casa, decretado por el gobierno central , son las comunidades autónomas las que tienen la capacidad legal de aplicar medidas, por tanto, no hagamos caso a la campaña de confusión a la que están jugando algunos medios de comunicación, y atendamos a las instrucciones que dicta el gobierno de nuestra comunidad, principalmente. Salvo que usted quiera viajar y tenga que informarse de las medidas en el resto de las comunidades, igual que lo tendría que hacer si quiere viajar a cualquier país del mundo.  


miércoles, 28 de octubre de 2020

Y ahora salvar la Navidad.


 ¿Salvar la campaña de Navidad? ¿Todavía estamos en esas? ¿Salvarla como salvamos el verano y en enero todos confinados otra vez? ¿Qué pretende Pablo Casado, culpar al gobierno de dejar sin Navidad a los españoles? ¿Va a ser esta la  nueva campaña del Partido Popular, para contener el coronavirus? ¿Alguien puede explicarme por qué un estado de alarma que se impone para salvar vidas y haciendas en el futuro, es nocivo para la sociedad? ¿Realmente, porque no podamos tomar cañas y vivir la noche, nuestras libertades están amenazadas? Demasiadas preguntas, para una única respuesta: lo importante, ahora mismo, es volver a doblegar al virus, para que no vuelva a pasar lo que nos está pasando por las prisas en la desescalada y la necedad de todos nosotros por no perder ni un minuto de fiesta estival.

Si nos comportáramos con responsabilidad, y las administraciones no estuvieran tan preocupadas de salvar la economía a corto plazo, lo que puede resultar la muerte anunciada a largo plazo, quizá no estaríamos en esta situación abocada a un nuevo confinamiento, si seguimos comportándonos, los unos y las otras, como si esto no fuera con nosotros.    

Pero lo peor es la necedad de unos partidos a los que solo les interesa buscar flancos de confrontación para derribar al gobierno, cuando el país vuelve a estar en la picota con demasiados muertos diarios, hospitales al borde de la saturación y empresas con la Espada de Damocles de quiebra sobre su cabeza. ¿Con qué cara vamos a volver a salir a aplaudir a los sanitarios esta vez?

Una última cosa. ¿No es raro que se retrase, otra vez, hasta el último minuto el confinamiento de Madrid? Quizá y digo solo quizá, cuando se apruebe los ricos, que no dependen de fichar en el trabajo, ya estén instalados en sus segundas residencias, lejos, una vez más, de los inconvenientes, ¡Jo!, de vivir sin poder ejercer su libertad de ricos.

jueves, 22 de octubre de 2020

La transfiguración de Pablo Casado

 

  

El discurso de Pablo Casado. Como brillante lo ha calificado el vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias. No le voy a quitar, sensu stricto, valor parlamentario. Ha sido contundente y bien modulado. Pero no sé por qué, tengo la sensación de que es todo un artificio para que al final de la moción de censura el protagonista haya sido Pablo Casado.

 Ciertamente se ha desmarcado de Vox, aparentemente; luego habrá que comprobarlo sobre los hechos, aunque dudo mucho que el PP, que hoy ha querido dar una imagen de ruptura con la extrema derecha, vaya a desligarse de esta donde está gobernando con ella, o que no vuelva a hacer un prietas las filas con Abascal para desgastar al gobierno.

 Rápidamente los medios de comunicación, unos por afinidad, otros por acríticos y algunos por atisbar un principio del fin de la crispación, se han lanzado a alabar el discurso, ensalzar al personaje y poco menos que celebrar la vuelta a la moderación y al centro (lo que significa que antes no estaban ahí). Como si sus dirigentes se hubieran transmutado de la noche a la mañana en enemigos de la extrema derecha con la que compartían mesa y mantel político, para transfigurarse en sensatos centristas dispuestos al diálogo, sin pensar que por ello perdían el alma.

Es curiosa la rapidez con que han empezado a forjar la imagen de Pablo Casado como un hombre de estado, alguien que hasta ayer no ha parado de utilizar a su partido como una apisonadora, segando todo por donde pasaba, en su viaje hacia la Moncloa o hacia ninguna parte.

Me gustaría creer la conversión hacia la moderación y la sensatez, igual que le ocurrió a su tocayo canonizado en santo, pero me resulta bastante difícil, porque los milagros solo aparecen en la Biblia, para hacernos creer lo que es imposible, por la gracia de Dios,  pero que solo puede suceder por azar, igual que si pasas de pobre a rico gracias a la lotería. Y pensar que Pablo Casado y su PP ungido por la FAES de Aznar, van a ser capaces de abandonar la guerrilla política, es una quimera, como pedirle peras al olmo. Pero tiempo hay para tener que arrepentirme por mi incredulidad mal sana.  

domingo, 18 de octubre de 2020

Conquistadores. Adventum. Levantar las alfombras de la España Imperial

 


Acabo de terminar de ver la serie Conquistadores. Adventum, producida por RTVE y dirigida por Israel del Santo. Lo primero que me gustaría señalar es la impecable factura, casi de gran producción, con unos excelentes actores y escenarios propios de la historia que se está narrando, que no es otra que una parte de la historia de España.

 Pero no es esa belleza estética y narrativa lo que más me ha llamado la atención, sino el contenido moral e histórico que transciende detrás de sus personajes y gestas, en un tema que ha sido manipulado por el poder y el nacionalismo imperial español, desde el minuto uno de la conquista hasta nuestros días. Solo tenemos que echar la vista atrás a los fastos pseudocoloniales que siguen presidiendo la celebración del 12 de octubre, fecha en la que Colón puso por primera vez  el pie en donde  él pensaba que eran las Indias.

 Un imperio tan torpe que se dejó arrebatar el nombre del  nuevo continente por un advenedizo que supo atribuirse lo que él no había hecho, y en vez de llamarse Colombia o Isabelia el nuevo territorio, por ejemplo, pasó a la historia con el nombre de América, en honor a un personaje que poco tuvo nada que ver con el descubrimiento. 

 Conquistadores. Adventum es una serie que se sostiene sobre la línea argumental de las venturas y desventuras de algunos de los conquistadores más importantes, muy alejados, por otro lado, de la grandeza casi mitológica, que les ha otorgado la historia oficial, deseosa de encumbrar héroes de la patria, para la construcción del mito de la España Imperial. Tiene el acierto de contar con un narrador, que le otorga a la serie una unidad argumental, salvando el peligro de haberse convertido en capítulos estancos sobre cada uno de los conquistadores.

 Colon, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Vasco Núñez de Balboa, Magallanes, Elcano, Cabeza de Vaca, conquistadores que procuraron un inmenso territorio a la corona durante los treinta primeros años de la conquista. Quizá por eso, se han quedado fuera, apuntando a una posible segunda temporada: Hernán Cortes, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia, entre otros. Todos ellos tratados con una mirada humana, que los aleja bastante de la leyenda forjada en torno a su figura. Porque los conquistadores, ante todo eran hombres que buscaban la gloria y la hacienda. Personajes únicos e irrepetibles, los conocidos y todos los que los acompañaron en el anonimato, movidos por una inmensa codicia, que los llevó a alcanzar un mundo hasta entonces desconocido para el oriente europeo (digo oriente, porque Europa está al este del Nuevo Mundo).

 Codicia de los conquistadores y codicia de una monarquía, que con un coste bajo mandó a hombres y pertrechos a lo desconocido, en esos primeros años para controlar el mercado de las especias, descubriendo una ruta más directa que la de los portugueses. No hay que olvidar que esta fue una época de gran confrontación entre las coronas de Portugal y Castilla, por controlar los mares y sus rutas de navegación. Y aquí entra en juego el Tratado de Tordesillas, por el cual, mediante la mediación del papa Alejando VI, en 1494 se firmó en la localidad castellana un acuerdo que concedió a Portugal todas las tierras y aguas comprendidas al oeste de una línea imaginaria establecida a 370 leguas hacia el este de la isla de Cabo Verde, y a la Corona de Castilla, las comprendidas al este.  Es decir, para Portugal sería lo descubierto de Brasil hacia Europa, y para Castilla, todo lo demás.

 Los Reyes Católicos, especialmente Isabel, pensaron que si se pudiera llegar a las Indias navegando hacia Occidente, controlarían las especias. Hay que tener en cuenta, que en esa época, aunque ya se sabía que la tierra era redonda, no se tenía constancia de ello fehacientemente y era mucha la confusión.      

 La codicia de una monarquía que no podía o no quería controlar los desmanes de los conquistadores, por muchas pragmáticas y cedulas reales que dictara; a fin de cuentas el Nuevo Mundo estaba muy lejos, y ellos no se iban a enterar de la “misa la media”. Porque los adelantados, gobernadores, virreyes… participaban de la misma codicia de poder y riquezas que los conquistadores y la corte en Castilla. Y todo ello devino en una brutalidad sin parangón, porque quienes allí estaban tenían tres funciones: anexionar territorios de los indígenas, controlar estos territorios y las riquezas que pudieran tener y aumentar el poder de la Iglesia, cristianizando por las buenas o por las malas. Esa brutalidad tenía otro fundamento: pensar que los indios no eran seres humanos y, por ello, se les podía maltratar, esclavizar, torturar y matar, sin que nadie se echara las manos a la cabeza, o casi nadie. Muy acertada es la aparición de fray Bartolomé de las Casas en uno de los capítulos, denunciando ante importantes prohombres de la Corte lo que estaba sucediendo: un comportamiento muy alejado de los principios de evangelización cristiana que el dominico tenía, y que no parece compartieran sus superiores de orden y en general la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

 Muy recomendable la serie en tiempos de corrección política, cada vez más moralista y acrítica con la historia. Un dardo envenenado contra aquellos que van por “rutas imperiales caminando hacia Dios”.  No puedo decir, por menos, que es una serie valiente y necesaria. Quizá por eso, ha pasado inadvertida para el gran público, porque lo que no interesa a reyes y gobernantes, es que la historia se conozca desde puntos de vista menos triunfalistas y mucho menos, que ponga en solfa los grandes mitos que han construido esta nación que se llama España.

 

viernes, 9 de octubre de 2020

Madrid en estado de insumisión institucional

 


 Seguimos culpabilizando a partes iguales al gobierno central y al gobierno madrileño, por lo que pasa en la Comunidad de Madrid. Es la equidistancia de los cobardes, que no significándose con nadie, no ofenden y no creen sentirse perjudicados por ello. Aunque más grave es la equidistancia deliberada, la que tiene por objetivo crear el ánimo en la calle de que todos los políticos son iguales, y si es así, para qué ir a votar. Saben muy bien que el resultado de esto, siempre, es el triunfo de la derecha. Quizá sea eso lo que pretenden los medios y tertulianos con su insistencia equidistante en el reparto de culpas.

Pero no hay equidistancia posible. Nunca la hay. Si pensamos que Pedro Sánchez es igual que Pablo Casado, vamos mal. Si pensamos que Joe Biden es igual que Donald Trump, vamos mal. Y al final, los de abajo, los que no tenemos el poder ni el dinero, acabaremos mal parados.

Madrid no es España, aunque así traten de hacernos creer los que están gestionando la pandemia con un objetivo prioritario: cargarse al gobierno central. No hay otra intención. ¿Nos hemos preguntado por qué el problema que se ha producido en Madrid, no se ha creado en otras comunidades autónomas? No hay caminos alternativos y todos, salvo el Madrid de Ayuso, han aceptado, con mejor o menor gana, las normas del  ministerio, porque todos saben, que son las avaladas por los expertos nacionales e internacionales. Y llegan tarde, desgraciadamente, pero no solo por culpa del gobierno central, alguna responsabilidad tendrán las Comunidades autónomas en este fracaso, competentes para implementar medidas que frenara el expansión del virus. Luego volveremos a Madrid.

En un país donde la oposición conservadora no ha dejado de presionar al gobierno desde el minuto uno de la pandemia, no porque estuvieran haciéndolo mal, sino porque no lo estaban haciendo ellos, es decir el PP de Casado/Ayuso, principalmente, es muy difícil tomar medidas. Sobre todo cuando tienes el martillo de la oposición dispuesto a darte en la cabeza, hagas lo que hagas, porque siempre estará mal, y lo utilizarán para decir que está mal, y de paso, negarle la mayor al gobierno en un tema tan delicado. No han mostrado ninguna empatía con los ciudadanos, salvo para tratar de enfrentarlos al gobierno central.

¿No estaríamos en una situación menos grave, en esta segunda oleada de coronavirus, si el PP de Casado y Ayuso y sus partidos afines, hubieran mostrado lealtad al gobierno central y apoyo a las medidas sanitarias y económicas, lo que no significa hacer dejación de su derecho a la crítica constructiva? Probablemente sí, y el estado de alarma, que algunos dicen no debería haberse suspendido, habría dado más opciones al gobierno, en cogobernanza con las comunidades, aumentando su margen para la actuación y evitando la insumisión institucional, como la que está practicando la Comunidad de Madrid de Ayuso/Casado. Otras comunidades autónomas lo han hecho y les va mejor.  Pero el Partido Popular presionó, negó y votó en contra de casi todos los estados de alarma sucesivos que el gobierno central planteaba a las Cortes. Entonces era necesario que, sobre todo Madrid, en su papel de ariete contra el gobierno central, recuperara sus competencias. Pero cuando la incapacidad de gestión o la subordinación de la salud a la economía, hacen que todo haga aguas en la comunidad madrileña, es el gobierno de Sánchez/Iglesias el que tiene que solucionarlo, acusándolo de inmovilismo. Y para rizar el rizo, todas las comunidades tienen que aceptar unas medidas impuestas por Madrid, que luego Casado/Ayuso se niegan aplicar.

Decía antes que Madrid no es España, por mucho que quieran hacérnoslo creer. Por cierto, no quiero ni pensar la que estaría montando la derecha conservadora si esta insumisión institucional viniera de Cataluña; la petición de volver a aplicar el 155 sería poco. ¿Cómo se puede explicar que todas las comunidades autónomas estén trabajando desde hace tiempo, con mayor o menor éxito, y con sus discrepancias se hayan puesto a la tarea de aplicar las medidas del ministerio de sanidad, y la comunidad dirigida por Ayuso y su benefactor Casado, esté en la rebeldía absoluta? Quizá solo hay una explicación, y habría que buscarla en la calle Génova de Madrid. Si hay un conflicto jurídico, es porque Madrid lo ha generado, no otras comunidades autónomas; es el Madrid de Ayuso el que ha provocado este conflicto. Es posible, que con la intención de que sea el gobierno central el que decrete el estado de alarma en Madrid, y así tener munición de grueso calibre para unas cuantas semanas de oposición desleal, no ya al gobierno, sino a los madrileños y resto de españoles. Casado/Ayuso tiran la piedra, esconden la mano, y luego acusan de las heridas provocadas a Sánchez. Esa es su política, única y exclusivamente.

Urge en Madrid un cambio de gobierno, no porque sea el actual liberal/conservador, ni muy echado hacia la derecha. Urge, porque está tumbado hacia el vacío, despeñando a muchos madrileños por el abismo de su incompetencia, en un asunto que provoca enfermedad y muerte, no solo en los afectados por el coronavirus, también en otras patologías que no pueden ser atendidas, por la saturación del sistema sanitario madrileño, tan precario ya de por sí. Pero eso, solo es una responsabilidad de los madrileños, que son los que tiene que poner fin a esta situación de descaro político, incompetencia gubernamental y falta de empatía ante el dolor y desconcierto de una población que cada vez está menos protegida por sus dirigentes. Algo que no pasa en otras comunidades autónomas, sean del color político que sean.    

  

martes, 6 de octubre de 2020

El Foro de la Toja y la España del bipartidismo

 

Se ha celebrado este último fin de semana un evento en La Toja denominado “Foro para la reconstrucción”, en el que supuestamente se han debatido propuestas para una salida de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus y el hundimiento de la economía por el parón de la actividad social y económica. La idea no parece mala, porque cualquier foro de debate siempre es interesante, incluso aunque esté organizado para dar respuestas desde el neoliberalismo a los problemas que nos aquejan,  pero a mí, a tenor de los asistentes este año,  me ha sonado más a una reunión de los defensores del sistema bipartidista y sus privilegios, cada vez más parecido al “turnismo” de la Restauración, con la figura del rey Felipe VI a la cabeza, en esa simbiosis de la monarquía borbónica con el poder político y económico.

                Lo primero que me ha llamado la atención no es quienes han ido, que como ya he dicho representan a la España del bipartidismo, que si bien en su momento tuvo su importancia para traer la democracia, ahora, desde hace algunos años, ha quedado obsoleta como una máquina oxidada, que ejerce más de freno para los nuevos retos del país en el siglo XXI, que de impulso. Un sistema, que con el tiempo se ha revelado corrupto, soberbio  e incapaz de solucionar algunos problemas estructurales heredados del franquismo, como el empleo, la pobreza, la enseñanza, la honestidad política y la utilización de los resortes del Estado en beneficio de los privilegios, que han ido atesorando sus defensores. Y cómo para muestra vale un botón, solo tenemos que ver que el rey emérito, el que nos han vendido como un modelo de jefe de estado, ha sido el mayor corrupto, con la aquiescencia de toda la élite dirigente del país.

                Decía que me llama la atención no tanto las asistencias, previsibles casi todas, sobre todo en un  momento que tienen que resaltar la figura del rey, como las ausencias, es decir, que hayan participado los que tienen una idea de España que no se ha movido ni un ápice desde hace cuarenta años. Si el foro se hubiera ceñido al debate ideológico desde el liberalismo para la reconstrucción de la  España del Siglo XXI, sería uno más de los que organizan cada año las diferentes ideologías. Lo que pasa, es que ha sido un cierre de filas con la monarquía, con el bipartidismo y con una idea de España de la que no participa la mitad del país, por lo menos. Ha sido una vuelta de tuerca más, bien orquestada por la prensa de derechas, en la imposición de una España sometida al pensamiento centralista y, permítanme una licencia histórica, estructurada en torno a las leyes centralizadoras de Castilla, impuestas por el primer Borbón, Felipe V. Lo diré con más precisión: han estado los que ignoran a las periferias territoriales, porque entienden estas como un apéndice de lo que se cuece en Madrid.

Los cantos de sirena hechos a la concordia y el entendimiento, difícilmente se pueden cumplir, cuando en el debate está ausente la parte que no concibe España como ellos. Salvo que esa llamada solo vaya dirigida a que PP y PSOE se entiendan y volvamos a al bipartidismo turnista que hemos tenido desde la Transición.

                Se ha reivindicado una España que no convence a muchos españoles, ajenos al flamear de banderas y el patriotismo de golpes en el pecho, cuando no de brazo en alto. Una España, que niega cualquier intento de organización territorial federal, que no tiene nada que ver con este trampantojo de federalismo que son las autonomías, en donde cupieran todos los españoles, al margen de su lugar de nacimiento. Una España siempre a la cola de todo cuando se la compara con los demás países europeos; o que está a la cabeza de los malos datos, según se mire. Una España que ha consolidado el modelo de la desigualdad y la pobreza cada vez más estructural, sin que la monarquía y todas las élites que manejan los hilos del poder se rasguen las vestiduras. Una España incapaz de solucionar el problema del desempleo, la educación, la dependencia, los servicios sociales y ahora la sanidad (cuánta mentira nos han contado sobre la mejor sanidad del mundo). Esa es la España que se ha debatido en La Toja, para que como escribía Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su obra “El Gatopardo”: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».

                En definitiva, el mensaje que ha llegado del Foro de La Toja, es excluyente, bipartidista, centralista, defensor del estatus quo de la élites dirigentes y, sobre todo, un prietas la filas en torno al rey y la monarquía.

 

 

 

viernes, 25 de septiembre de 2020

Caballeros despechados por la ausencia del rey


El rey no va a entregar los despachos a los nuevos jueces a Barcelona. ¡Vaya!, la judicatura se siente ofendida, por lo menos la conservadora, que es como decir toda. La judicatura ofendida, el PP indignado y Ciudadanos desconcertados. Y como no, la culpa la tiene él pérfido Pedro Sánchez, que está sucumbiendo al republicanismo de su socio de gobierno, en contra de España.

Una vez más los límites de España están marcados por lo que pasa por las cabezas de la derecha, en ese trinomio de monarquía, buenos españoles, misa de domingo. Demasiado cansino ya. Pero ellos a lo suyo, si el rey puede servir para atacar al gobierno, cañonazo al tanto. Qué si es una manipulación de la casa real (perdonen que lo ponga en minúscula); qué sí el gobierno se ha bajado los pantalones ante el independentismo; qué si Pedro Sánchez quiere confinar al rey por presiones de Pablo Iglesias; qué si…

 Lo que no sabemos es lo que piensa Felipe VI, aunque algunos enterados en los entresijos de la Zarzuela dicen que está enfadado, porque no lo han dejado salir a pasear, para que parezca que hace algo. Pero esto no lo sabemos. Pero sí sabemos que la derecha, tan constitucionalista ella, no se entera o no se quiere enterar, que en una democracia,  el rey habla, viaja y se muestra en público cuando el gobierno lo considera.

También sabemos, que los ahora ofendidos (el presidente del Tribunal Constitucional, en plena rabieta por no estar codo con codo junto al monarca, tampoco va a ir a la entrega de despachos) no parecen estar preocupados con la renovación de las instituciones de la justicia, no vaya a ser que pierdan las mayorías que ahora tienen, y se les acabe hacer de su capa un sayo en la justicia española.

Están muy molestos, por ese desaire del gobierno, no sabemos muy bien si a ellos o al rey, o a ambos, que muchas veces monarquía y judicatura parecen un totum revolutum en esta España, que sigue anclada en el siglo XIX de la restauración borbónica, por lo menos por los comportamientos de muchos y los déficits democráticos y sociales en tantas cosas.

Aunque yo pienso que la mejor manera de evitar el disgusto de caballeros ofendidos que están mostrando, es que no haya rey. Así nadie se sentirá escamado cuando este no vaya a algún evento en el que es prescindible, y a lo mejor empiezan a fijarse en los problemas que tiene la justicia en España. Claro, que para ello haría falta cambiar tanta gente.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Ayuso pasaba por allí

 


Se queja la presidenta Díaz Ayuso de que durante la pandemia “ha habido ensañamiento con Madrid” porque “cuando ha habido un error, que los ha habido, era de la Comunidad, pero cuando se hablaba de acierto, era de España”. No se da por aludida la señora presidenta en sus propias palabras de que los errores de su Comunidad son imputables a ella y su gobierno, no al de Murcia o Extremadura. A no ser, que no haya cometido ninguno y toda la mala gestión que está habiendo de la pandemia en Madrid sea imputable al gobierno central. En definitiva, ella pasaba por allí y no sabe por qué tiene que comerse ese marrón.

Lo que no es capaz de entender la señora Ayuso es que como presidenta de la Comunidad de Madrid tiene una responsabilidad absoluta en todo aquello que pase en su territorio con las competencias transferidas, entre otras: sanidad, educación y atención a los mayores. Qué casualidad, justo lo que está haciendo aguas en la comunidad madrileña desde que comenzó la pandemia de coronavirus. Quizá debería pensar que si en otras comunidades las cosas no van tan mal es porque están gestionando el problema mejor. Luego la culpa de que Madrid sea nuevamente el centro de los contagios con una sanidad diezmada, no es de Andalucía, Galicia o la Comunidad Valenciana, es solamente de su presidenta y gobierno. Ya no cuela el lloriqueo y acusar de los pecados cometidos al mundo, el demonio y la carne.

Ahora, la culpa de que Madrid sea la ciudad de Europa con más contagiados y camino del colapso hospitalario, ya no es del aeropuerto de Barajas, la tienen los inmigrantes y su forma de vida -qué raro, estaba tardando mucho en sacar a relucir este espantajo-, y por extensión todos los barrios de la periferia trabajadora de Madrid, que es que tienen una manera de vivir incompatible con una buena prevención del coronavirus. No tiene nada que ver la pobreza de muchos de sus habitantes, la mala calidad de sus trabajos precarios, los sueldos de miseria, el cierre y abandono por parte de la Comunidad de los centros de salud, los pisos pequeños donde viven más personas de las deseables…, etc. No, la culpa es de cómo se vive en estos barrios. No como en los de los ricos; esos si que se cuidan bien con casas grandes y espaciosas, ninguna dificultad económica, buenos trabajos, chalet en la sierra y servicio doméstico. Esos barrios son un modelo para la presidenta, no se han contaminado este verano. Veremos si ahora que han vuelto de sus residencias veraniegas, no hay un repunte de los contagios. Pero claro, la culpa la tendrá el servicio: las mucamas, limpiadoras, criadas, etc., que como son inmigrantes con un estilo de vida impropia para la presidenta, acabarán contagiando a los señores, que tanto gustan a la señora Ayuso.

En ese descarte de responsabilidades al que nos tiene acostumbrados, encaja perfectamente una de sus nuevas/viejas propuestas (luego hablan los de su partido y afines de populismo) de bajar los impuestos a los madrileños. A ver, con la sanidad, las residencias de mayores y la educación en precario, a la presidenta madrileña lo único que se le ocurre es bajar impuestos. Pues solo hay dos opciones: o sigue destruyendo los servicios esenciales del estado de bienestar, en beneficio de las empresas privadas (¡Oh, curioso, quiere blindar por ley la enseñanza concertada!), o, como ya ha hecho, le va a exigir el dinero al gobierno central. Es decir, la presidenta de la Comunidad de Madrid y su gobierno pretende que paguemos el resto de los españoles el sostenimiento de los servicios públicos madrileños.  Parecía tonta, pero es muy lista.

 

 

jueves, 10 de septiembre de 2020

Jubilación anticipada, esperanza de vida y reforma de las pensiones

 


¿Qué entiende el gobierno por jubilaciones anticipadas voluntarias? ¿Meten en este saco a los miles de trabajadores que han abandonado el mercado laboral como con secuencia de un ERE en su empresa? ¿Por qué no dicen que cuando una persona se jubila anticipadamente la penalización es de por vida, y no solo hasta que cumpla la edad legal de  jubilación? ¿Por qué una persona que ha cotizado lo que marca la ley para tener derecho al 100% de su pensión, cuando se jubila anticipadamente pierde ese derecho y se le penaliza? ¿No le parece bien al gobierno haber cotizado lo que marca la ley para adquirir el derecho a cobrar la totalidad de la pensión?

Las pensiones deben ser dignas, que permitan vivir a los jubilados, pero también deben no ser discriminatorias. Se puede comprender que a una persona que ha cotizado lo que la ley marca para cobrar el 100% de la pensión, se le penalice si se jubila voluntariamente (aquí deberíamos excluir a quienes hayan tenido que dejar su trabajo por un ERE), pero cuando cumple su edad legal de jubilación debería cobrar lo que le corresponde y no estar castigado hasta que se muera. Vuelven a querer hacer una reforma de las pensiones cargando la mano sobre los pensionistas, cuando lo que tendrían que mejorar es el sistema de ingresos. Mucha gente no paga lo que debería a la Seguridad Social y otros viven ajenos a ello.

Por otro lado, lo del aumento de la esperanza de vida es una trampa que solo sirve para que trabajemos más años. Es normal que un país que reduce los niveles de mortalidad infantil y mortalidad en general, aumente el tiempo de vida de sus habitantes. Es un estadística, al final. Pero la realidad es otra. En las zonas de clase trabajadora, se vive entre 8 y 10 años menos que en las zonas ricas, según un estudio del Imperial College de Londres, para el Reino Unido. En Madrid, según un estudio del Ayuntamiento en colaboración con la Universidad Carlos III, un habitante del barrio El Goloso, situado en la zona norte de la capital, con un nivel de rentas alto, tiene una esperanza de vida de 88,7 años;  mientras que un vecino del barrio de Amposta, en el distrito de San Blas, con un  nivel de rentas inferior, su tiempo de vida será de 78,4 años. Dentro de esta horquilla se mueve la esperanza de vida de los madrileños, siendo más elevada en los barrios adinerados y menos en los barrios más desfavorecidos económicamente. Por extensión, esto se puede aplicar al resto del país.

Como ven, no se sostiene por ningún lado la excusa de la esperanza de vida para aumentar los años trabajados para poder jubilarse. Al final, son todo excusas para que los ricos no tengan que contribuir al sostenimiento de las pensiones.

jueves, 6 de agosto de 2020

Sí toca debatir sobre monarquía o república

La operación blanqueo de Juan Carlos I está en marcha en todos los medios. Se trata de ocultar la verdad de lo que está sucediendo con trampantojos dialécticos y enredo del debate. Pero lo único cierto es que el rey emérito se ha marchado de España porque la sombra de la corrupción planea sobre su cabeza como una Espada de Damocles. Eso, que es lo que realmente debería centrar el debate, tratan de ocultarlo para hurtar a los españoles el otro y mucho más transcendente asunto, a saber: que los españoles podamos decidir de una vez por todas sobre si queremos una monarquía o una república. Esto sí zanjaría la discusión, por mucho tiempo, y no los subterfugios habituales de ahora no es momento, los españoles no están en esa posición, etc., etc., etc.

Desviar la atención, por supuesto interesadamente, hacia la posición de Podemos en el gobierno exigiendo explicaciones por todo lo que está sucediendo entorno al rey emérito y la monarquía, es un subterfugio que solo trata de proteger a la monarquía.

Es cierto, como dicen algunos, que en España hay asuntos sociales y económicos mucho más importantes que atender. Y también educativos, sanitarios, culturales…, muchos temas que la monarquía parlamentaria no ha sido capaz de resolver, situándonos, una vez más, a la cola del progreso y el bienestar en Europa. Pero no es menos cierto que España bajo la dinastía de los Borbones jamás ha prosperado como el resto de los países de su entorno (no tiene solo la culpa el franquismo, el problema viene de mucho más atrás; algún día hablaremos de ello). Ni el rey actual, ni su padre, ni su bisabuelo, ni borbón alguno han hecho nunca jamás nada porque la sociedad española sea más justa e igualitaria. Siempre han defendido los intereses de la oligarquía frente al bienestar de los españoles, quizá porque en ello les iba, también, la defensa de sus intereses de clase.

La monarquía no es solamente un desatino moral, en España representa también un modelo oligarca, que pone al país y sus recursos al servicio de un establishment centenario que se siente por encima del resto de los españoles y ha utilizado/utiliza los recursos de la nación en su beneficio personal y de clase. Solo hay que ver como la corrupción de esa clase de privilegiados sigue estando presente en la sociedad y como las leyes que se aprueban, en la mayoría de los casos, benefician al poder establecido bajo el paraguas de la monarquía.

Ignoro si con una república viviríamos mejor. Eso dependería de si es capaz de desplazar a la oligarquía actual/vieja que domina el país. Pero sí tengo claro una cosa: el refugio protector que tienen en la  monarquía se les habría acabado, y eso ya es mucho, porque enfrentarse a la intemperie a los intereses de otros grupos y otras clases sociales, les sitúa en una situación de debilidad que ahora no tienen.

No nos dejemos engañar. El debate, sí es monarquía o república, porque en él nos va más que la huida de un rey corrupto o la debilidad de otro que solo es jefe del Estado por la gracia de su nacimiento.


La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...