domingo, 27 de enero de 2019

Confusión

Publicado en Levante de Castellón el 25 de enero de 2019
         “Confucio fue el que inventó la confusión”. Esta frase rotunda, pronunciada por una miss hace varios años, cuando los concursos de belleza empezaban a ser un examen de cultura general, parece que ha sido copiada en su literalidad por la clase política y el establishment  de poder en España.  Nuestros políticos se han hecho fervientes seguidores de aquella mujer, que posiblemente pasó uno de los peores momentos de su vida, no poniendo freno a su descaro a la hora de jugar a la confusión y el enredo con sus ideas y sus actos. Lejos de parecerse a Confucio, que predicó el buen gobierno y la buena conducta en la vida, son más fans, por sus comportamientos, de Lope de Vega y las comedias de enredo, que llenaron los corrales de comedia en el Siglo de Oro, con sus diálogos ingeniosos, situaciones enmarañadas  y finales inesperados.
                Sólo tenemos que echar un vistazo a los medios, para darnos cuenta que España se ha convertido en un gran vodevil, degeneración histriónica de las comedias de enredo, en donde nada de lo que se dice es cierto, todo lo que se hace es una incongruencia y siempre el final es el que nunca esperamos. Todo vale en nombre del cambio, nuevo eufemismo utilizado para conseguir llegar al poder, aunque eso signifique aparcar en la cuneta la ética y los principios.
                En ese juego de la confusión y las permanentes noticias falsas, la nueva política a la que muchos se están apuntando, nos regala cada día un disparate nuevo. Veamos por encima, lo que ha pasado en Andalucía, como aviso de navegantes de lo que puede pasar en otros lugares.
                El partido de la regeneración democrática, para fortalecer la democracia se alía con la extrema derecha, enemiga histórica de ésta, en nombre de un cambio, que si la providencia no lo remedia, va a suponer una involución en Andalucía. Esto es así. Que no traten de engañarnos con declaraciones pomposas de que ellos no tienen nada que ver con quienes han facilitado que estén en el gobierno andaluz. Ciudadanos, a la primera de cambio que ha tenido oportunidad de rascar poder, ha firmado un pacto tácito con la extrema derecha para estar en un gobierno. Blanco sobre negro.
                Que la derecha clásica española se alíe con la extrema derecha, como ha hecho la dirección del Partido Popular, no nos debe extrañar. A fin de  cuentas, una parte de su electorado ha sido tradicionalmente afín a los postulados fascistas. Pero lo que tiene gracia, es que su líder se presente como el adalid del cambio en España; como el que va a limpiar de corrupción el país. El hombre de la nueva y joven política, para afrontar esa misión regeneradora, sólo tiene como idea central rescatar las viejas esencias de su partido, desempolvando del cajón de la historia a los dirigentes que convirtieron este país en el Patio de  Monipodio. Eso es todo lo que puede ofrecer. Por ello, su objetivo es volver a fagocitar a la extrema derecha y si no, aliarse con ella sin complejos.
                En esa ceremonia de la confusión, a la que se aferran los líderes de los partidos, la excelsa campeona electoral, la que nos presentaron como la gran esperanza blanca del socialismo español, porque era una yegua ganadora, va y pierde las elecciones. ¡Vaya, qué fatalidad! Ahora tendrá que estar en la oposición, igual que lo está en su partido, tras su intento de  asalto al poder por la puerta de atrás. Porque ella no dimite, aunque las Trompetas de Jericó hagan caer los muros del socialismo patrio.  Sus camaradas socialistas la necesitan (no está tan claro que la necesiten los andaluces) más que nunca. Como si la culpa de su fracaso la tuvieran otros y no ella, que representa a una casta de dirigentes socialistas demasiado turbia, cada vez más alejada de los electores.
                He dejado para el final  a la izquierda de las izquierdas.  A los mesías del gran cambio que va a redimir a la humanidad de sus errores. A aquellos ungidos por la razón de la historia. Los he dejado para el final, porque estos no tienen que jugar a la confusión. Ellos mismos son la reencarnación de Confusio, no confundir con Confucio, y nunca se sabe si en el tiempo de escribir este artículo no se han hecho ya el harakiri, como aquel escuadrón de suicidio del Frente del Pueblo Judaico, que en la película “La vida de Brain”, se quitó la vida para dar ejemplo de su abnegación militante, al grito mortecino de “así…, así aprenderán estos romanos”.  

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