miércoles, 26 de enero de 2022

¿Merece el mundo una guerra después de la pandemia?

 



¿Merece el mundo una guerra después de haber pasado una gran pandemia que no solo ha puesto en jaque la economía, sino que, y esto es quizá más importante, ha colocado a sus habitantes al borde de colapso social y sanitario, sumiéndonos en una situación de desconcierto intelectual, moral, psicológico, y espiritual, que está descolocando todos nuestros referentes y provocando una gran crisis de identidad colectiva e individual? Es una pregunta bastante larga y retórica, porque la inmensa mayoría de la población daríamos una única contestación: NO.

Porque lo que ahora necesitamos es un periodo de calma y sosiego, que nos permita pensar y reflexionar hacia dónde queremos ir. No a enzarzarnos en una disputa, casi planetaria, dados los actores que están en liza, de la que ninguno de nosotros va a sacar beneficio, sino más bien desorientación, un sufrimiento mucho mayor que el provocado por la pandemia, miedo, más desigualdad y, por tanto, más pobreza.

Entonces ¿a quién beneficia una hipotética guerra o la amenaza de ella? Es una pregunta que deberíamos hacernos todos y todas, antes de lanzarnos, como ya algunos pretenden, en los brazos de soflamas de patriotismo barato y banderas desplegadas al viento. La verdad es que la nómina de beneficiarios se reduce bastante.

Más allá del oculto interés por desviar la atención a los problemas que están teniendo algunos líderes mundiales en sus países, léase Boris Johnson y Joe Biden, necesitados, urgentemente, de un conflicto quien les haga tapar la mala gestión de sus gobiernos y los escándalos, que se suceden sin solución de continuidad en el caso del dirigente británico, se esconde la necesidad de un reajuste del capitalismo mundial, para que los de siempre sigan acumulando riqueza, aunque sea gracias al sufrimiento que la población, en general, padece en una guerra. Eso sí que es fatiga social y psicológica.

Fíjense ustedes que en los últimos 100 años las dos grandes guerras que ha habido en el mundo han tenido un trasfondo económico, mezclado con soflamas nacionalistas. Y ahora, el reparto geoestratégico del mundo, que surgió de la Segunda Guerra Mundial, se está deshaciendo como un azucarillo, en un sociedad que nada tiene que ver con la de 1940 y unos actores nuevos que reclaman su parte del pastel en el poder mundial y en la economía capitalista.

Ese mundo de capitalismo globalizado se ha buscado un tonto útil, porque tengo la sensación de que Rusia y Ucrania en esto son meras fichas de un puzle que están jugando, principalmente, China y EEUU. En Vladimir Putin han encontrado al sátrapa perfecto con sueños imperiales; al pequeño dictador que sigue levantándose cada mañana con el carnet de la KGB en el bolsillo, de un país, como tantos otros del orden mundial del siglo XX, venido a menos.

No caigamos en tentaciones de un nacionalismo democrático ya trasnochado en el siglo XXI. La democracia se tiene que defender, pero no con un guerra, salvo que se vea en peligro. Pero, me van a permitir que sea un agorero, el peligro actual no está fuera de sus fronteras, sino dentro. El peligro son aquellos que utilizan la democracia como pantalla para seguir manteniendo privilegios, cuando no aumentarlo, ya sean políticos, ricos, religiosos o grandes corporaciones empresariales. Y de estos, desgraciadamente, está el mundo lleno.

martes, 11 de enero de 2022

La Reforma Laboral y la idiotización de cierta clase política

 


La idiotización de la política, que no deja de ser un reflejo de la idiotización de la sociedad, está haciendo que los ciudadanos se sientan, cada vez más, desvinculados de los políticos. No es de extrañar, a tenor de lo que cada día escuchamos en el Congreso y, sobre todo, en redes sociales y medios de comunicación apuntados al disparate y el bulo.

Digo lo anterior, que es una obviedad en boca de todos y todas, porque me preocupa el bajo nivel de compromiso con la ciudadanía que están mostrando muchos dirigentes políticos, anteponiendo sus intereses de partido, cortoplacistas y, por qué no decirlo, personales, sobre las necesidades de la sociedad y la capacidad de esta para intervenir en los asuntos que le conciernen. Y no me estoy refiriendo a que estemos constantemente asaltando la calle o las redes sociales, como nuevo instrumento de expresión popular, sino a la incapacidad que tienen algunos dirigentes para entender que la sociedad tiene algo que decir, y para respetar los acuerdos que esta toma a través de sus legítimos representantes.

Me voy a referir, concretamente, al acuerdo de modificación de la Reforma Laboral al que han llegado gobierno, empresarios y sindicatos. Parece que en los círculos de poder partidista se ha olvidado, si es que alguna vez lo han sabido, que la Constitución en sus artículos 7 y 37 da voz a los agentes sociales como interlocutores válidos y legales en la negociación de todos aquellos asuntos que conciernen al mundo laboral. Es tal la distopía política a la que nos quieren avocar, no digo ya los partidos de derechas que están lanzados al monte del negacionismo de todo lo que no entre en sus cuitas electorales, sino que son aquellos partidos de izquierda, que en teoría deberían respetar un acuerdo firmado por los Sindicatos, los que están poniendo palos a las ruedas de la acordada Reforma Laboral. Quizá sea porque la armonía entre ser de izquierdas y nacionalista chirría, siempre lo ha hecho a lo largo de la historia, cuando tienen que elegir entre la identidad nacional, es decir la patria, y el bienestar general de la población.

Deberían hacérselo mirar, o ser lo suficientemente honestos como para reconocer que en caso de colisión entre sus intereses nacionalistas y los intereses de los trabajadores, como es en este caso, siempre van a abrazar los primeros, poniendo en solfa la capacidad de los agentes sociales para negociar asuntos relativos al mundo del trabajo, cuestionando su legitimidad.   

Y sí, es cierto, que la Reforma Laboral podría haber ido más lejos, pero entonces no habría sido una negociación y este país anda muy necesitado de negociadores y negociaciones entre diferentes. Teniendo en cuenta que la nueva Reforma recoge aspectos que la del Partido Popular eliminó, esenciales para que los sindicatos vuelvan a tener el papel de representación y acción en la negociación colectiva que les otorga la Constitución, no es un paso pequeño, que acompañado con una nueva regulación de la contratación, se puede dar un vuelco, a mejor, al mercado del trabajo y la consideración de trabajadores y empresarios como agentes esenciales en la pacificación del país y su progreso económico. Pero para eso hay que saber negociar y tener en cuenta que un buen acuerdo se basa en la cesión de postulados de todas las partes. Deberían/deberíamos tomar nota, a fin de evitar tanta polarización política y social.

No estaría de más, que por una vez los partidos políticos se hicieran a un lado y se dejaran de peleas frentistas, que solo tienen puesto el ojo en hipotéticos resultados electorales. Y lo deberían hacer porque así el país se lo agradecería. El mundo laboral, está claro que se les escapa a muchos, y les incapacita para entender que sindicatos y empresarios llevan años engrasando la maquinaria de la negociación, porque es una manera de evitar el conflicto, y este ni a unos ni a otros les interesa, y de lo que se trata es de minimizarlo lo más posible, para que el país avance. Solo ha hecho falta, como en este caso, un gobierno y una ministra, que han entendido perfectamente su papel en la negociación, y el valor de esta como instrumento de desarrollo del país y unos agentes sociales que han estado a la altura de las circunstancias.     

 

La peligrosa huída hacia adelante de Israel y EEUU

  Netanyahu, EEUU y algún que otro país occidental demasiado implicado en su apoyo a Israel, haga lo que haga, sólo tienen una salida al con...